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viernes, 2 de noviembre de 2012

Avatares: HOMBRES DE ANTAÑO



Por Gutemberg Aliaga Zegarra.
En un eterno soliloquio, el fornido Alcalde, parado en la esquina  de la solitaria plaza de la Villa del Huauco gritaba para sus adentros interjecciones soeces, y, de vez en cuando, le salían por entre los ralos dientes frases incontenibles de rabia. Ante la presencia de algunos ciudadanos, con voz serena, dio lectura a la carta del indio Noah Sealth, para infundir en ellos la identidad y amor a lo nuestro.

-          “Cada porción  de esta tierra es como Hostia Sagrada para mi pueblo – decía  sudoroso – cada gota de rocío en el follaje verde de laderas y pampas, cada roca impregnada en lomas, cerros y quebradas, y hasta el aleteo zumbador de los insectos y las aves que cruzan el infranqueable firmamento que envuelve amorosamente esta laguna y a mi pueblo es sagrado  en el recuerdo e intelecto de mi gente.
-          La corteza que envuelve los árboles lleva compacto los recuerdos y añoranzas de nuestros ancestros.
-          Debemos enseñarles a nuestros hijos que la tierra donde nacieron son las cenizas de nuestros antepasados, inculquemos en ellos que la tierra está nutrida con las vidas de nuestros antepasados, para que sepan respetarla.

Conciudadanos, la tierra es nuestra madre y todo lo que ocurra a ella, le ocurrirá a los hijos de la tierra. Si los hombres blasfeman de la tierra en que nacieron, blasfeman de sí mismos.

Luego partió a pasos apresurados ante sus recuerdos, que también iban muy de prisa. Abrió la crujiente  puerta de la casa comunal de un solo empellón y su rostro se tornó tenso al ver el corredor de la amplia casona repleta de hombres decididos. Todos ellos con el poncho terciado al hombro. Uno que otro dejaba notar las cachas blancas y negras de los justicieros revólveres. Otro, bajo el cadencioso sonido de los chufranes, meditaban quedamente.

-          Dejemos en el recuerdo de esta noche – decía con voz será – nuestra decisión unívoca de verdaderos huauqueños, dispuestos a defender nuestra Pachamama ofrendando nuestras vidas. Esta madre, igual que las del Santo Evangelio, tienen uno, dos, tres, cien, mil hijos. ¡Ah…, pero no todos son iguales, los hay, abeles, caines y judas!

Así, pues, pueblan esta bella tierra hombres que ostentan apellidos desde la A hasta la Zeta, y nos regimos bajo la fe inquebrantable de un Santo Patrón: San Isidro Labrador – Sentenció el viejo alcalde, casi gritando.

Desde aquellos largos años, los dominios de la Pachamama eran claros y libres de conflictos: por el Norte, por el Sur, por el Este y por el Oeste reinaba la paz absoluta.

Del libro Avatares y otros relatos.

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