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viernes, 1 de febrero de 2013

POEMAS DE AMOR

Muchos son los escritores olvidados, marginados, por lo tanto poco difundimos. La crítica y el canon  oficial de nuestro país solo tienen ojos para aquellos literatos que rinden homenaje a su propio ego, distantes de su entorno social, y cuyos textos son intrascendentes.

En esta ocasión presentamos a tres poetas que provienen de las regiones naturales de nuestra patria: amazonia, sierra y costa. La calidad de su escritura por sí sola nos plantea el reto de leer su obra completa.


Néstor Espinoza nació en 1938 en el distrito de Huacachi (ex comunidad campesina), provincia de Huari, departamento de Ancash. Hizo estudios de Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Ex colaborador permanente de las páginas de opinión de los diarios Marka, Expreso, La República de Lima.

Miembro de la Asociación de Escritores y Poetas de Ancash (AEPA) y de la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) y del Gremio de Escritores del Perú (GEP). 

Ha publicado: De puño y canto (poesía proletaria, Primer premio CIED 1982, Lima), Pequeña canción (poesía infantil, segundo puesto APLIJ 1990, Lima), Poemas andinos (mención honrosa en el XII Concurso Nacional de Educación Horacio) y Tierra adentro (épica andina).

Del poemario Cántaro de canto:

Bonita
Bonita,
como una nube al sol,
como canto de paloma.

¡Qué dichoso es mirarme,
en tus ojos negros,
con mi risa de niño!

Y qué impulso tan grande
me trajo a ti,
como el viento a las hojas.

Bonita,
blanca arcilla
amasada con miel
y pétalos de flor silvestre.

Mi corazón es un pájaro
deslumbrado,
que te dice con delirio:
¡bonita!, ¡bonita!


Quién
Yo que sé del fresco aroma del río
en tu piel
y guardo en mi beso
el néctar más puro de flor silvestre
para ti,
te pregunto y responde
a  mi ávida pregunta de viento:

¿Quién te adora más,
la luna que besa en greda
tus negras trenzas
o yo que diluyo en tu risa
toda la enamorada arcilla de mi ser?


Embriaguez
Cuando yo beso
las tiernas mazorcas
del maíz
y tus pechos,
me embriago dos veces:
una, por ti
y otra,
por mi bella tierra
andina.


Jorge Luis Roncal (Lima, 1956), estudió Literatura y ejerció la docencia universitaria. Publicó el poemario Discurso de las intenciones puras (primer premio del concurso José María Arguedas organizado por la Asociación Universitaria Nisei del Perú). En 1991 apareció su libro Canción de la esperanza.
Codirigió las revistas Disturbios y Alma matinal. Actualmente dirige Arteidea editores, de cuya revista cultural es coeditor.

De Canción de la esperanza:

COMPAÑERA
Vamos
amor
a acariciar
con nuestros cuerpos
la mañana

No
a dormitar
sobre la hierba
no
a perdernos
en la bruma
de la angustia

Vamos
amor
a forjar
con nuestras manos
la esperanza


De Discurso de las intenciones puras:

CONTIGO
Contigo las desgracias no son ciertas
y las dudas son fugaces
cuando tu rostro despierta brillante ante la multitud
callan los pájaros oscuros de la tarde
no son ciertos los suicidios suaves de la risa
y estás más allá del mundo de los vivos
de las formas de vivir que es despedirse pausadamente
de la infancia o tirar al mar los sentimientos
y volver sin sobresaltos a regar las rosas muertas
contigo no hay apuro por llegar a la ternura
sin nostalgias y sin besos que despidan las nostalgias
y llegas inmensa como las aves silvestres
a controlar mis emociones introduciendo tus ojos en mi piel
a destruir el jardín de sombras que florece en la rutina
a armarte de canciones que desordenen
la soledad del lugar que albergó a tu ausencia


Julio Nelson nació en 1943 en Iquitos. Realizó estudios de Literatura en Lima, Munich y París. Residió varios años en un distrito campesino de los Andes, el poemario Caminos de la montaña es su primer libro publicado en 1982; luego El otro universo (1994) que fue catalogado por la crítica como la más brillante poetización realizada hasta la fecha sobre los Andes. También ha publicado el libro de cuentos La tierra del Sol.

DeEl otro universo:

SOÑABAS
Recién edificada estaba nuestra casa en la colina.
En verdad nos habíamos conocido no hacía mucho
y yo no dejaba de mirarte. En el jardín, en la luz
cegadora brillaban tus mejillas juveniles
y tus pupilas reflejando las montañas.
Pero en donde mejor lucías era en las habitaciones;
no puedo olvidarte caminando suavemente
en la media luz, con silencio y serenidad
misteriosos; serenos rielaban tus ojos milenarios
y tu voz cantaba sosegada en la oquedad.
Llegaban de a pocos las sombras de la cordillera.
Encendíamos las velas y nos dábamos a la lectura
en el silencio de la noche helada.
Te miraba de pronto: dormías profundamente
con un libro bermellón en tus morenas manos.
Dormías profundamente, como si no fueras a despertar
hasta el día en que tu pueblo silente
y atormentado había cambiado por entero

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Selección de textos y notas:
Jorge Horna
Lima, febrero 2013



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