Por Wito…
Anoche se acordó de Dios, como el Ser, después de
mucho tiempo, no es que lo haya olvidado, es que no necesitaba estar
golpeándose el pecho cada domingo a las doce, como reza una canción criolla,
para tenerlo con él, respirando cada segundo de su vida está Él presente. En la
adolescencia había renegado del
Creador, en casa, colgado en la sala había un
cuadro del “Sagrado Corazón de Jesús”, lugar donde nunca faltaba una velita
Misionera y, pensaba que ofendiéndolo, maltratándolo (mentalmente) y
queriéndolo descolgar para hacerlo añicos se sentiría mejor. Se contuvo, pues
los familiares lloraban en la sala, se había ido la persona con quien tenía que
haber pasado los mejores años de su vida. Pero anoche se acordó del Creador no
para requintarlo, sino, para pedirle que no hiciese sufrir a un bebé recién
nacido, que lo cuidara y le diera el beneficio de vivir, desde su
maravillosa magnificencia. Seguro que
sería así, sintió que una energía positiva calmaba la angustia de la noticia recibida
y durmió como nunca, después de tiempos, había dormido. Los años pasan y vamos
cambiando en nuestra fisonomía, “…oye, no te había reconocido, eras un flaquito
de mierda y mira cómo estás ahora, una vaca”, claro pues, acaso el huevón que
se lo decía no se miraba en el espejo. Pero es mejor callar, se pueden ofender,
porque esos son los que más se enfadan cuando llega la respuesta, o, ¿buscaran
que se los digan?, mejor es optar por la prudencia. La cabeza nevada por los
años y las arrugas en la frente, si sumamos las otras complicaciones, mejor, no
seguir, porque comenzaríamos otra vez a renegar del Creador y es mejor dejarlo
que siga en sus cosas, que seguro son más importantes que escuchar el por qué
estamos barrigones, pelados, canosos y que el que te cuento ya no funciona como
antes. Debido a las circunstancias por la que estaba atravesando
emocionalmente, por querer olvidar, se
puso a releer otra vez al Gabo en
su: “El amor en tiempos del cólera”, la historia o el cuento, que tan
magistralmente lo escribe, en vez de aminorar la pena, hacían de él un
minusválido, pues cada letra, cada evocación, al seguir el curso de la
historia, le vino a la memoria que estaba pasando por esos mismos trances. Si a Eduardo, amigo fiel, culto, muy
cosmopolita y a la vez, con una mente aguda que llegaba a la ironía; le contara
que aún sigue enamorado de Antonia, seguro que le iba a decir, “eres un huevón
a la carta…si en el restaurant pido un huevón a la carta, seguro que te traen a
ti Ramón…”, mejor callar y comerse sus sentimientos, ocultarlos en su corazón, no
estaba de humor para recibir llamadas de atención por su carácter, eterno,
enamoradizo y, “…a la edad que tengo, me “renace” un amor….”. Pero sigamos, no
nos distraigamos, se había vuelto a enamorar a los casi sesenta años y eso era
peligroso y, para variar, la amada eterna, Antonia, o Antuca como la conocían,
le había correspondido. Se acordaba de esa frase de Herman Hesse, el alemán
Premio nobel, no sabía de qué año, había escrito, “…si yo sé lo qué es el amor,
es por ti…”. Los amigos aún reían cuando se acordaban que Ramón, que se así se
llamaba el sentimental y enamorado amigo, lo hicieron debutar con la chica
fácil de sus tiempos y se había quedado prendado de ella, “dizque que quieres
sacarla de esa vida, no seas tan huevón, esa hembra ha nacido para ser pendeja
y tú, escribiéndole poemitas, mandándole flores y cantándole serenatas en plena
lluvia, tienes que despabilarte, te lo decimos como amigos, no seas tan
huevón”. Por esos tiempos estaban toda la patota, la collera: Eduardo, Gerardo,
Wilfredo y Juan, todos le increpaban el carácter cojudo que tenía y para joder
más, lo seguía teniendo. Todo terminó de ese romance cuando la fulanita viajó a
su tierra, o, contaban que un viejo con plata se la había llevado, como era
bien “riquita” la buenamoza de Carmen, no lo sabía a ciencia cierta, pero
desapareció de su vida dejándolo desconsolado. Si hubieran visto a Ramón, bebía
como un sediento en un oasis, un cosaco, hasta el agua de los floreros y lloraba como idiota por “la ingrata que se
fue” sin dejarle ni una nota, ni un mensaje, no se cansaba de poner, las cassettes
de Iván Cruz, lo único que faltaba era que se cortase las venas. Qué bueno
hubiese sido solo de la Carmen, al cole llegó otra de sus obsesiones, apenas la
vio nos dijo, “es la mujer de mis sueños”, sí incauto, todas son las mujeres de
tus sueños, le dijeron los amigos. Ahora volvía a tener los mismos
sentimientos, había vuelto a oír su voz acanelada, vuelto a ver su sonrisa
coqueta y vuelto a acariciarla en sus sueños a la Antonia. Antonia, hija única,
había viajado casi al cumplir los quince años con su padre, un empresario,
traslado su empresa al sur del país, el turismo era su rublo. Después de muchos
años, por esas cosas de la tecnología, se encontraron y, sin querer queriendo,
volvió a renacer ese amor adolescente, ese primer amor, el amor de estudiantes.
Ese amor de las salidas al cine y en la oscuridad tomarse las manos con la
timidez propia de los años, el de los besos furtivos y dormir soñando con
ellos. Qué íbamos a pensar en meterle la pierna o meterle la mano cual pulpo.
Dios, era un pecado y qué iba a pensar la Ratona, no ni hablar, aunque en el
fondo quisiera hacerlo, se abstenía, no era la chiquilla para ponerse intrépido.
Se encontraron y se amaron, así de simple. Cuántos te amo, te quiero, te
extraño, ambos perdieron la cuenta, el amor eterno duró lo que debió durar, sólo un instante. Casi
bisabuelo y su corazón viejo se había paralizado por todo ello. Pero el tiempo
pasa y de nuevo la decepción, ella, ¿o él?, ambos. Comenzaron a alejarse sin
darse explicaciones. De ella la única que recibió fue la de que Dios no permite
esos encuentros, que no le gustaba el castigo celestial, que su familia y bla,
bla, bla, todas las excusas relacionadas con la moral. Comprendía, ¿pero ella
lo comprendía a él?, no estaba seguro. Otra vez con el síndrome de tristeza,
pareciera que su vida estaba marcada por ella. Su vida recobró ese sabor agrio
y amargo que tiene la soledad. Gracias a Dios que ya no se juntaban mucho los
amigos, cada uno con su familia, trabajos y lejos; se hubieran dado cuenta al
toque y le hubieran hecho las mismas bromas pesadas de la juventud. Se decía y
preguntaba a solas, pienso luego existo. Pienso en ti, luego existo en ti,
¿existo en ti linda?, cuántos meses fueron de amor, de ternura, de pasión, para
que de pronto, zuácate, se vaya todo por la borda. No te escribiré más, para
qué, sé que has dejado de quererme, siempre sucede así, no ibas a ser la excepción,
al comienzo, como te decía y soñábamos, al que tú tan tiernamente
correspondías, “tendremos hijos, ojalá podamos aún y se llamarán fulano,
mengano, zutano”, “ asuuuuu”, me decías riendo. ¿Habrá en tu memoria un pedazo
de mi?, creo que si, quiero creerlo. Sé que no será fácil borrar, me refiero a
esos días que construíamos alegrías, llantos y las palabras cursis que nos
decíamos. Tanto amor y no poder hacer nada contra el fallecimiento del mismo.
Pensaba y seguía pensando, conversando con su alma a solas. Quién eres,
monologaba, que triste, pero eres sólo un tipo que no puede dormir y un
hueverto que no puede olvidar. Cuando tenía estos desbalances emotivos, los
amigos lo sacaban y lo llevaban a sitios donde se sentía peor, claro que no
podía decirles nada, a pesar de que sabía que intentaban ayudarlo, decirles que
eso lo jodía más era de mala educación. Vamos a pelotear, nunca le gustó jugar
pelota, y después sus cervezas heladas y su cebichito mixto con bastante
picante, de ahí un sauna para que las
hembritas nos quiten lo carretones. No,
nada que ver, eso lo ponía mal, pero sonreía y se sentaba en el carro. Eduardo,
que tenía una buena chamba en el extranjero, tenía su carro en el pueblo que lo
dejaba al cuidado de su hermano y en él se iban a parrandear. Eduardo había
estudiado enfermería y por esas cosas del destino consiguió una pega en el
extranjero, contaba, cuidaba a dos viejitos que tenían mucho billete, el hijo
de ellos lo llevó, pero los viejitos no vivieron mucho y Eduardo les había
caído bien, a quién no le caía bien este amigo, creo que a todos. El hijo no se
inmutó ni molestó cuando gran parte de la herencia y el negocio que tenían lo
dejaron a Eduardo. A cada rato vuelve a Perú, sus viejitos aún están vivos y
los ha hecho viajar mucho, que bueno, eso es para alabar, a los amigos siempre
les trae algo caro, a Ramón, como sabe qué le gusta, buenos y originales libros,
perfumes y buenos zapatos, claro, también les deja unos lentes que son la
cagada. Pero sigamos. No resistía jugar pelota, tenía mala experiencia, un
sábado por saltar a cabecear una pelota, su propio compañero le dio un cabezazo
en la boca que le voló un diente, felizmente Eduardo lo llevo a una clínica
media pituca y le cosieron el labio, pero el diente no se salvó., el pánico que
siente cuando escucha decir a los amigos, “vamos a pelotear” es muy manifiesto,
no es para menos. Otra vez me salí del tema, volvamos a él. ¿Cómo se conectó
con Antonia?, lo recuerda como una daga candente, la había buscado en todos los
sitios habidos y por haber. Sabía algo de ella por sus familiares que no
dejaban de venir para la fiesta del Corpus, no ahondaba porque sabía que se
había casado con un viejo millonario que tenía una agencia de turismo y le iba
muy bien, de ahí, nada Había llegado como algo más que moda esa página social
que tanto usan los jóvenes hoy en día y, del cual se vuelven adictos, no pueden
dejarla de ver un día, sino, el síndrome de abstinencia se apodera de ellos y
son capaces de cometer alguna locura. El famoso Facebook. Por casualidad
escribió el nombre de esa amada nunca olvidada, ¡Diossss!, ahí estaba y encima
con fotos, no podía creerlo. Seguía igualita, algunos kilitos demás, seguro el
cabello pintado, pero sobresalía esa sonrisa que nunca pudo olvidar y esos ojos
traviesos que le decían uno y mil susurros coquetos. Para enviarle un mensaje
tuvo que pensarlo ene veces, después de un mes se atrevió, tímidamente como su
personalidad, apenas dos o tres letras saludándola. Tenía miedo abrir esa
página. Una noche se animó y encontró la respuesta. En el Facebook, una amiga
le dice “feisbuk”, así suena cuando lo hablamos, encontró amigos que ni en
sueños pensó encontrar, eso es lo bueno, luego es todo chismografía, insultos,
alabanzas a Dios, que no sé por qué lo hacen por ese medio, cuando deben
hacerlo a solas y en su corazón, pero bueno, de todo hay en la Villa del Señor.
Debería servir como medio de información, es un medio de información, pero cada
cual lo toma a su manera, no enoja que pongan tonteras, así uno se vuelve
selectivo y sabe con quién y cómo comunicarse, de los casi quinientos contactos,
sólo con cinco o seis se tiene variada y agradable interrelación. Después de
muchos meses, ¿o fueron días?, volvió a quedar en esa soledad a la que estaba
acostumbrado, el silencio se apoderó de su alma y corazón, ahí es cuando quiso
agarrar su almohada y sábana verde de su cama queriendo convertirse en nada. Su
mar se había retirado de las orillas de su amor, con explicaciones que, ni ella
misma se lo creía. Cuando se fue la primera vez, o sea, hace mil años, hubo
lágrimas, noches inquietantes, borracheras eternas, hartos cigarrillos que se
consumían a escondidas, podría decirse, ídem, pero ahora, sólo fueron lágrimas
y cigarrillos los que maltrataron su cuerpo. O así se desfogó un poco. ¿Seguirá
soportando la indiferencia y el maltrato de su pareja, quien ni siquiera le
acariciaba sus bellos, pintados, cabellos?. Nunca la besaba, ni para despedirse
por muchos días cuando salía de viaje, lo peor, ni cuando regresaba, ¿habrá
sido verdad todo lo que le contó?, ¿quién sabe?, claro que ella lo sabe. Pero
no está demás hacerse las preguntas, para aminorar la tristeza. Cuando era
mocoso, no tanto, lo llevaban a que se olvide del romance de turno, a esos
lugares donde se consigue una mujer fácil con un poco de chivilines. No quiero
ir, no soy bueno para eso, me voy a tirar a una ruca que ni me conoce ni la
conozco, prefiero el amor, la confianza. Calla huevonazo, vete a la mierda con
tus cojudeces, la única manera de sacar un clavo es metiendo otro clavo, déjate
de huevadas. Puta madre, es que acostarme con una mujer que no conozco es como
tirarme un pajazo acompañado, y no me gusta que me miren cuando me jalo la
tripa, váyanse a la mierda. Estás loco Ramón, tienes que hacerte ver, mujeres
hay como mierda, somos tus amigos. Creo que Ramón morirá así, no cambiará pese
a que la vida se le va entre los dedos, se siente orgulloso, como la novela del
Gabo, aunque sólo le quede grabado ese nombre que, hasta poemas lo hizo
escribir, Antonia. Porque ella era eso, su nombre: Antonia.
Se despertó asustado pero alegre, la bebita, la
recién nacida le había sonreído desde su cuna y le había hablado, “…no te
preocupes tío, yo estaré bien, cuídate tú, que Dios está conmigo…no tengo mis
bracitos, pero tengo tu amor y la de Él”, gracias Señor por haberme escuchado -
se dijo - levantándose con buen ánimo y preguntándose, ¿quiénes eran Eduardo,
Ramón, Antonia y Carmen y los demás?...ni idea.
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