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martes, 2 de abril de 2013

Witotadas: UNA PLEGARIA EN LOS SUEÑOS


Por Wito…
Anoche se acordó de Dios, como el Ser, después de mucho tiempo, no es que lo haya olvidado, es que no necesitaba estar golpeándose el pecho cada domingo a las doce, como reza una canción criolla, para tenerlo con él, respirando cada segundo de su vida está Él presente. En la adolescencia había renegado del
Creador, en casa, colgado en la sala había un cuadro del “Sagrado Corazón de Jesús”, lugar donde nunca faltaba una velita Misionera y, pensaba que ofendiéndolo, maltratándolo (mentalmente) y queriéndolo descolgar para hacerlo añicos se sentiría mejor. Se contuvo, pues los familiares lloraban en la sala, se había ido la persona con quien tenía que haber pasado los mejores años de su vida. Pero anoche se acordó del Creador no para requintarlo, sino, para pedirle que no hiciese sufrir a un bebé recién nacido, que lo cuidara y le diera el beneficio de vivir, desde su maravillosa  magnificencia. Seguro que sería así, sintió que una energía positiva calmaba la angustia de la noticia recibida y durmió como nunca, después de tiempos, había dormido. Los años pasan y vamos cambiando en nuestra fisonomía, “…oye, no te había reconocido, eras un flaquito de mierda y mira cómo estás ahora, una vaca”, claro pues, acaso el huevón que se lo decía no se miraba en el espejo. Pero es mejor callar, se pueden ofender, porque esos son los que más se enfadan cuando llega la respuesta, o, ¿buscaran que se los digan?, mejor es optar por la prudencia. La cabeza nevada por los años y las arrugas en la frente, si sumamos las otras complicaciones, mejor, no seguir, porque comenzaríamos otra vez a renegar del Creador y es mejor dejarlo que siga en sus cosas, que seguro son más importantes que escuchar el por qué estamos barrigones, pelados, canosos y que el que te cuento ya no funciona como antes. Debido a las circunstancias por la que estaba atravesando emocionalmente, por querer olvidar, se  puso a releer otra vez al Gabo  en su: “El amor en tiempos del cólera”, la historia o el cuento, que tan magistralmente lo escribe, en vez de aminorar la pena, hacían de él un minusválido, pues cada letra, cada evocación, al seguir el curso de la historia, le vino a la memoria que estaba pasando por esos mismos trances.  Si a Eduardo, amigo fiel, culto, muy cosmopolita y a la vez, con una mente aguda que llegaba a la ironía; le contara que aún sigue enamorado de Antonia, seguro que le iba a decir, “eres un huevón a la carta…si en el restaurant pido un huevón a la carta, seguro que te traen a ti Ramón…”, mejor callar y comerse sus sentimientos, ocultarlos en su corazón, no estaba de humor para recibir llamadas de atención por su carácter, eterno, enamoradizo y, “…a la edad que tengo, me “renace” un amor….”. Pero sigamos, no nos distraigamos, se había vuelto a enamorar a los casi sesenta años y eso era peligroso y, para variar, la amada eterna, Antonia, o Antuca como la conocían, le había correspondido. Se acordaba de esa frase de Herman Hesse, el alemán Premio nobel, no sabía de qué año, había escrito, “…si yo sé lo qué es el amor, es por ti…”. Los amigos aún reían cuando se acordaban que Ramón, que se así se llamaba el sentimental y enamorado amigo, lo hicieron debutar con la chica fácil de sus tiempos y se había quedado prendado de ella, “dizque que quieres sacarla de esa vida, no seas tan huevón, esa hembra ha nacido para ser pendeja y tú, escribiéndole poemitas, mandándole flores y cantándole serenatas en plena lluvia, tienes que despabilarte, te lo decimos como amigos, no seas tan huevón”. Por esos tiempos estaban toda la patota, la collera: Eduardo, Gerardo, Wilfredo y Juan, todos le increpaban el carácter cojudo que tenía y para joder más, lo seguía teniendo. Todo terminó de ese romance cuando la fulanita viajó a su tierra, o, contaban que un viejo con plata se la había llevado, como era bien “riquita” la buenamoza de Carmen, no lo sabía a ciencia cierta, pero desapareció de su vida dejándolo desconsolado. Si hubieran visto a Ramón, bebía como un sediento en un oasis, un cosaco, hasta el agua de los floreros  y lloraba como idiota por “la ingrata que se fue” sin dejarle ni una nota, ni un mensaje, no se cansaba de poner, las cassettes de Iván Cruz, lo único que faltaba era que se cortase las venas. Qué bueno hubiese sido solo de la Carmen, al cole llegó otra de sus obsesiones, apenas la vio nos dijo, “es la mujer de mis sueños”, sí incauto, todas son las mujeres de tus sueños, le dijeron los amigos. Ahora volvía a tener los mismos sentimientos, había vuelto a oír su voz acanelada, vuelto a ver su sonrisa coqueta y vuelto a acariciarla en sus sueños a la Antonia. Antonia, hija única, había viajado casi al cumplir los quince años con su padre, un empresario, traslado su empresa al sur del país, el turismo era su rublo. Después de muchos años, por esas cosas de la tecnología, se encontraron y, sin querer queriendo, volvió a renacer ese amor adolescente, ese primer amor, el amor de estudiantes. Ese amor de las salidas al cine y en la oscuridad tomarse las manos con la timidez propia de los años, el de los besos furtivos y dormir soñando con ellos. Qué íbamos a pensar en meterle la pierna o meterle la mano cual pulpo. Dios, era un pecado y qué iba a pensar la Ratona, no ni hablar, aunque en el fondo quisiera hacerlo, se abstenía, no era la chiquilla para ponerse intrépido. Se encontraron y se amaron, así de simple. Cuántos te amo, te quiero, te extraño, ambos perdieron la cuenta, el amor eterno duró  lo que debió durar, sólo un instante. Casi bisabuelo y su corazón viejo se había paralizado por todo ello. Pero el tiempo pasa y de nuevo la decepción, ella, ¿o él?, ambos. Comenzaron a alejarse sin darse explicaciones. De ella la única que recibió fue la de que Dios no permite esos encuentros, que no le gustaba el castigo celestial, que su familia y bla, bla, bla, todas las excusas relacionadas con la moral. Comprendía, ¿pero ella lo comprendía a él?, no estaba seguro. Otra vez con el síndrome de tristeza, pareciera que su vida estaba marcada por ella. Su vida recobró ese sabor agrio y amargo que tiene la soledad. Gracias a Dios que ya no se juntaban mucho los amigos, cada uno con su familia, trabajos y lejos; se hubieran dado cuenta al toque y le hubieran hecho las mismas bromas pesadas de la juventud. Se decía y preguntaba a solas, pienso luego existo. Pienso en ti, luego existo en ti, ¿existo en ti linda?, cuántos meses fueron de amor, de ternura, de pasión, para que de pronto, zuácate, se vaya todo por la borda. No te escribiré más, para qué, sé que has dejado de quererme, siempre sucede así, no ibas a ser la excepción, al comienzo, como te decía y soñábamos, al que tú tan tiernamente correspondías, “tendremos hijos, ojalá podamos aún y se llamarán fulano, mengano, zutano”, “ asuuuuu”, me decías riendo. ¿Habrá en tu memoria un pedazo de mi?, creo que si, quiero creerlo. Sé que no será fácil borrar, me refiero a esos días que construíamos alegrías, llantos y las palabras cursis que nos decíamos. Tanto amor y no poder hacer nada contra el fallecimiento del mismo. Pensaba y seguía pensando, conversando con su alma a solas. Quién eres, monologaba, que triste, pero eres sólo un tipo que no puede dormir y un hueverto que no puede olvidar. Cuando tenía estos desbalances emotivos, los amigos lo sacaban y lo llevaban a sitios donde se sentía peor, claro que no podía decirles nada, a pesar de que sabía que intentaban ayudarlo, decirles que eso lo jodía más era de mala educación. Vamos a pelotear, nunca le gustó jugar pelota, y después sus cervezas heladas y su cebichito mixto con bastante picante, de ahí  un sauna para que las hembritas nos quiten lo  carretones. No, nada que ver, eso lo ponía mal, pero sonreía y se sentaba en el carro. Eduardo, que tenía una buena chamba en el extranjero, tenía su carro en el pueblo que lo dejaba al cuidado de su hermano y en él se iban a parrandear. Eduardo había estudiado enfermería y por esas cosas del destino consiguió una pega en el extranjero, contaba, cuidaba a dos viejitos que tenían mucho billete, el hijo de ellos lo llevó, pero los viejitos no vivieron mucho y Eduardo les había caído bien, a quién no le caía bien este amigo, creo que a todos. El hijo no se inmutó ni molestó cuando gran parte de la herencia y el negocio que tenían lo dejaron a Eduardo. A cada rato vuelve a Perú, sus viejitos aún están vivos y los ha hecho viajar mucho, que bueno, eso es para alabar, a los amigos siempre les trae algo caro, a Ramón, como sabe qué le gusta, buenos y originales libros, perfumes y buenos zapatos, claro, también les deja unos lentes que son la cagada. Pero sigamos. No resistía jugar pelota, tenía mala experiencia, un sábado por saltar a cabecear una pelota, su propio compañero le dio un cabezazo en la boca que le voló un diente, felizmente Eduardo lo llevo a una clínica media pituca y le cosieron el labio, pero el diente no se salvó., el pánico que siente cuando escucha decir a los amigos, “vamos a pelotear” es muy manifiesto, no es para menos. Otra vez me salí del tema, volvamos a él. ¿Cómo se conectó con Antonia?, lo recuerda como una daga candente, la había buscado en todos los sitios habidos y por haber. Sabía algo de ella por sus familiares que no dejaban de venir para la fiesta del Corpus, no ahondaba porque sabía que se había casado con un viejo millonario que tenía una agencia de turismo y le iba muy bien, de ahí, nada Había llegado como algo más que moda esa página social que tanto usan los jóvenes hoy en día y, del cual se vuelven adictos, no pueden dejarla de ver un día, sino, el síndrome de abstinencia se apodera de ellos y son capaces de cometer alguna locura. El famoso Facebook. Por casualidad escribió el nombre de esa amada nunca olvidada, ¡Diossss!, ahí estaba y encima con fotos, no podía creerlo. Seguía igualita, algunos kilitos demás, seguro el cabello pintado, pero sobresalía esa sonrisa que nunca pudo olvidar y esos ojos traviesos que le decían uno y mil susurros coquetos. Para enviarle un mensaje tuvo que pensarlo ene veces, después de un mes se atrevió, tímidamente como su personalidad, apenas dos o tres letras saludándola. Tenía miedo abrir esa página. Una noche se animó y encontró la respuesta. En el Facebook, una amiga le dice “feisbuk”, así suena cuando lo hablamos, encontró amigos que ni en sueños pensó encontrar, eso es lo bueno, luego es todo chismografía, insultos, alabanzas a Dios, que no sé por qué lo hacen por ese medio, cuando deben hacerlo a solas y en su corazón, pero bueno, de todo hay en la Villa del Señor. Debería servir como medio de información, es un medio de información, pero cada cual lo toma a su manera, no enoja que pongan tonteras, así uno se vuelve selectivo y sabe con quién y cómo comunicarse, de los casi quinientos contactos, sólo con cinco o seis se tiene variada y agradable interrelación. Después de muchos meses, ¿o fueron días?, volvió a quedar en esa soledad a la que estaba acostumbrado, el silencio se apoderó de su alma y corazón, ahí es cuando quiso agarrar su almohada y sábana verde de su cama queriendo convertirse en nada. Su mar se había retirado de las orillas de su amor, con explicaciones que, ni ella misma se lo creía. Cuando se fue la primera vez, o sea, hace mil años, hubo lágrimas, noches inquietantes, borracheras eternas, hartos cigarrillos que se consumían a escondidas, podría decirse, ídem, pero ahora, sólo fueron lágrimas y cigarrillos los que maltrataron su cuerpo. O así se desfogó un poco. ¿Seguirá soportando la indiferencia y el maltrato de su pareja, quien ni siquiera le acariciaba sus bellos, pintados, cabellos?. Nunca la besaba, ni para despedirse por muchos días cuando salía de viaje, lo peor, ni cuando regresaba, ¿habrá sido verdad todo lo que le contó?, ¿quién sabe?, claro que ella lo sabe. Pero no está demás hacerse las preguntas, para aminorar la tristeza. Cuando era mocoso, no tanto, lo llevaban a que se olvide del romance de turno, a esos lugares donde se consigue una mujer fácil con un poco de chivilines. No quiero ir, no soy bueno para eso, me voy a tirar a una ruca que ni me conoce ni la conozco, prefiero el amor, la confianza. Calla huevonazo, vete a la mierda con tus cojudeces, la única manera de sacar un clavo es metiendo otro clavo, déjate de huevadas. Puta madre, es que acostarme con una mujer que no conozco es como tirarme un pajazo acompañado, y no me gusta que me miren cuando me jalo la tripa, váyanse a la mierda. Estás loco Ramón, tienes que hacerte ver, mujeres hay como mierda, somos tus amigos. Creo que Ramón morirá así, no cambiará pese a que la vida se le va entre los dedos, se siente orgulloso, como la novela del Gabo, aunque sólo le quede grabado ese nombre que, hasta poemas lo hizo escribir, Antonia. Porque ella era eso, su nombre: Antonia.

Se despertó asustado pero alegre, la bebita, la recién nacida le había sonreído desde su cuna y le había hablado, “…no te preocupes tío, yo estaré bien, cuídate tú, que Dios está conmigo…no tengo mis bracitos, pero tengo tu amor y la de Él”, gracias Señor por haberme escuchado - se dijo - levantándose con buen ánimo y preguntándose, ¿quiénes eran Eduardo, Ramón, Antonia y Carmen y los demás?...ni idea.
           





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