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jueves, 3 de octubre de 2013

Reverendo Padre: ANTERO MUNDACA… DESCANSA EN PAZ


Por: Gutemberg Aliaga Zegarra.

Los Sucrenses o Huauqueños, como él solía llamarnos con orgullo, nunca olvidaremos al Padre Mundaca, siempre estará en nuestros corazones, porque, fue un defensor de los más humildes y amante de la justicia social. Impresionante fue la Misa concelebraba por 16 sacerdotes de la Diócesis de Cajamarca en la Catedral de esta ciudad. La Revista "El Labrador", plasma en sus páginas este recuerdo eterno y estas bellas frases pronunciadas durante la Homilía en la Misa de cuerpo presente, el 27 de abril del 2002, por el Reverendo Padre José Alex Urbina Aliaga, para orgullo nuestro, natural de Sucre y discípulo del R.P. Ántero Mundaca, y, por el Señor Manuel Quiroz Cortegana, paisano Celendino amigo entrañable del Padre Mundaca.

He aquí, primeramente, las palabras del R.P. ALEX URBINA ALIAGA.

Queridos familiares de nuestro hermano Ántero, estimados hermanos sacerdotes, hermanos y hermanas presentes para dar cristiana sepultura a un Sacerdote de la Diócesis de Cajamarca: Ántero Mundaca Peralta.

Anunciaré, este momento de reflexión, con las palabras dichas por nuestro amigo Ántero, unos meses antes de su partida al Padre: "Sabes escuché a una persona decir: siempre andamos a un paso de la muerte, y yo, le dije, prefiero decir: SIEMPRE NOS ENCONTRAMOS CON UN PIE EN LA ETERNIDAD".

Esa eternidad abrió sus puertas a este gran hermano, amigo y gran sacerdote Ántero y el impacto de la muerte también abrió una herida de dolor en los corazones de todos los que hemos conocido y querido a Ántero.

Cuando muere una persona algo muere en cada uno de nosotros, porque estamos enlazados en nuestras vidas, en nuestros destinos. Cada vez que se marchita una flor, la naturaleza pierde algo de belleza, cuando del cerro se resbala una roca, la montaña pierde algo de su fuerza, cuando nuestros hermanos se nos van, se llevan con ellos nuestros corazones, en efecto nuestros corazones están con ellos. Esto podemos decir por nuestra fe, para el que carece de fe, la muerte no tiene sentido, la despedida es definitiva, la separación es eterna. En cambio, para el hombre y para la mujer con fe, la despedida es momentánea, existe el reencuentro del mañana y la muerte es el camino de la eternidad.

Somos conscientes que Ántero vivió su sacerdocio con muchas luces y sombras, con aciertos y desaciertos, con grandes soledades y grandes satisfacciones y a veces en el silencio aparente, supo vivir una espiritualidad no sólo para él, sino una vida de interés para los demás, especialmente para los más pobres, los campesinos, y en la ironía de la vida sabía vivirla como tal, impresionando a veces con sus expresiones de "grandeza", de "superhombre" y de "no temer a nadie ni a nada" descubríamos paulatinamente la nobleza de un hombre plenamente sencillo, decidido y sincero. Por lo qué, hasta el final luchó contra la muerte, esa muerte que para él significaba una llamada a la reflexión desde su ministerio. Solía mostrar en sus homilías frases que quedaban grabadas en el corazón y en el eco del recuerdo, se me vienen a la memoria expresiones que decían: Cuando uno vive desde la fe en la resurrección adopta una actitud radical de lucha por la vida y combate contra la muerte. La razón es sencilla: La fe en la resurrección del Señor y en la nuestra propia nos descubre que Dios es alguien que pon la vida donde los hombres ponen muerte alguien que genera vida donde nosotros la destruimos. Esta lucha diaria juntamente con Ántero, de ir contra la muerte, debernos iniciarla en nuestro corazón, desde el interior mismo de nuestra libertad, vamos decidiendo el sentido de nuestra existencia. O nos orientamos hacia la vida por los caminos de un amor creador, de una entrega generosa al servicio de la vida, una solidaridad generadora de vida. O nos adentramos por caminos de muerte, instalándonos en un egoísmo estéril y decadente, una utilización parasitaria de los otros, una apatía total ante el sufrimiento ajeno.

Ántero optó por lo primero, siempre vivió y compartió la fe en la resurrección que lo ha impulsado a hacerse presente allí, donde se produce muerte, para luchar contra todo lo que ataque a la vida, ha testimoniado con hechos, que la vida del Resucitado ha roto el dominio universal de la muerte.

Esta lucha del cristiano contra la muerte, no nace sólo de imperativos éticos, sino de su fe en la resurrección y en la vida.

Ántero siempre apostó como ministro (servidor), por saber que desde ahora y aquí mismo se nos llama a la resurrección y a la vida. En este camino hacia la resurrección era una entrega constante y crucificada a los demás por parte suya. Sabemos que la fe en la resurrección, daba a los primeros creyentes, capacidad de vivir sin reservas y de manera incondicional el amor al hermano.

Quien cree desde su corazón en la resurrección es un hombre libre que no puede ser detenido en su amor liberador con nada ni con nadie.

Gracias Padre Ántero, por tu entrega y consagración al Señor y a la Iglesia de Cajamarca como sacerdote diocesano, gracias por tu testimonio en la tanto amada y querida Parroquia de Celendín, gracias por ser un hermano en el sacerdocio, gracias porque hoy estás junto al Señor, intercediendo por los que aún nos quedamos en el caminar del que tú ya llegaste a la meta.

Al final de la Misa de cuerpo presente, el Señor MANUEL QUIROZ CORTEGANA con palabras emocionadas hizo una breve reseña de su vida, en los términos siguientes:

Nació el 11 de Setiembre de 1925, en la Provincia de Chota, hijo de José María Mundaca Castro y de María del Rosario

Peralta Mundaca. Hizo sus estudios primarios entre Querocoto, comprensión de Chota y Querocotillo, compresión de Cutervo. Fue el segundo de siete hermanos.

Examinando su vocación a Dios y su servicio al hombre, estudió su sacerdocio en el Seminario de "San José" de Cajamarca y "Santo Toribio" de Lima.

En 1954, un 11 de diciembre, se ordenó como sacerdote, siendo su primera ocupación la Capellanía del Hospital Belén de Cajamarca, luego se trasladó a la Parroquia de la Asunción, para luego seguir a Cristo en Bambamarca, y posteriormente llevar gran parte de su vida en Celendín, donde permaneció por más de 35 años, preocupándose mucho por los más necesitados, especialmente por los campesinos. Fue amante al trabajo y la comunidad.

Entre sus obras por Celendín tenemos: La organización campesina para el trabajo y el bienestar social, su dedicación por Celendín hizo posible la municipalización del agua potable; y, quedando inconclusa su gestión por la municipalización de la luz eléctrica.

En su misión pastoral, renovó la tradicional filosofía de la Iglesia por aquella del liberalismo, la misma que renovó las jóvenes mentes de los que estuvimos bajo su tutela y enseñanza, aumentando en nosotros el espíritu de lucha por la justicia y la paz con nuestros semejantes, el amor entre nosotros sin ver credo religioso y condición social.

En síntesis, buen pastor, entregado a romper esquemas de aquellos que llamó "hipócritas" o "Sepulcros blanqueados", por la actitud de no tener amor a los más necesitados.

En 1981 fue becado por Monseñor Dammert Bellido, para seguir estudios en Alemania, donde desarrolló su Tesis de Liberación y Catequesis Social. Trabajó en el Colegio Coronel Cortegana como Profesor de Educación Religiosa, de igual manera en el Colegio de Mujeres Nuestra Señora del Carmen y Agropecuaria de Celendín. Llevó su Misión de Sacerdote, Maestro y Guía, a la formación magisterial en la Escuela Normal de Celendín. Un terrible cáncer acabó con su existencia, dándole el sufrimiento de Rosa de Lima. Con paciencia esperó la muerte, para encontrarse con Dios un 26 de Abril del 2002, una madrugada fría y lluviosa.


Tomado de la revista El Labrador, mayo 2002.

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