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miércoles, 2 de octubre de 2013

El mito de la soledad: BRYCE ECHENIQUE

Por Hébert Reyna Zegarra
« (...) La ilusión de una felicidad que siempre creí inherente a mi naturaleza».

(A.B.E.)
La literatura Latinoamericana de estos últimos años, y en forma muy especial, la peruana, está alcanzando un alto nivel de aceptación internacional. A ello han contribuido no sólo a exquisitez literaria de sus creadores, sino la elevadísima calidad literaria de sus obras. Ahora bien, «Reo de Nocturnidad» de Alfredo Bryce Echenique, no es una excepción, todo lo contrario por que apunta, en cierto modo, a una soledad ontológica, manifestada de diversas maneras, es decir, de distintos ángulos mirados por el ojo de novelista. Puntualizando, una vez más, que todo ello se da, vertiginosamente, en una sola clase. Planteando, en seguida, otro tipo de interrogantes: La literatura como entretenimiento o compromiso. Ahora bien, un
compromiso con los demás, o simplemente consigo mismo. Y en cierta medida, el abanico de posibilidades de interpretación queda abierto, y con ella la necesaria controversia. Al final de cuentas, sólo es explicable o se justifica alrededor de varios personajes que viven en Montepllier, que giran como un gran remolino en la mente atormentada y casi desequilibrada de Maximiliano Gutiérrez. Desde luego, es un docente peruano que llega a laborar en el Sur de Francia, en la Universidad de Sorbona, pero al mismo tiempo es un paciente asiduo del pabellón de neuropsiquiatría. De algún modo, pasa inadvertido en esa clínica, gracias a la complicidad del Doctor Lanusse que le permite salir algunos días de la semana. A larga la historia va cautivando al lector, ávido de sucesos nuevos.

De este modo, se puede explicar como la mente y el corazón del protagonista sigue obsesionado por los infortunios de un amor no correspondido. Aunque a veces, recibe esas migajas de cariño cuando pasa una corta temporada en la Isla de Ischia, algunas solemnes trasnochadas en los bares de Montnochadas, en los bares de Montparnasse y Rosebud; logrando algunas pinceladas de felicidad no culminadas.

A nivel más profundo, podremos darnos cuenta que esos desatinos de un mal amor, por el cual se muestra un incurable en este tipo de relaciones, porque al no sentirse un perdedor, a veces, esas relaciones tienen un mar de tranquilidad, por eso Ornella Manuzio, intenta reanudar sus relaciones amorosas en un pequeño departamento de la du Bac, y no contento con todo eso, continuará como un trotamundos del amor, en un viaje a Prugiac, itinerante del amor buscará otro refugio para ese ensueño truncado que se desvanece con las primeras luces del sol.

En gran parte, un cariño que es compartido con Olivier Sipriot, un francés que continuamente está metido en robos y compartiendo la venta de estupefacientes. Podría decirse un personaje que más se perfila a un proxeneta. Por lo tanto, el triángulo amoroso se da entre Max, Ornella y Olivier, que sólo es entendido con una lectura atenta de la obra, y gracias a esas peripecias narrativas descubrimos, al final de la misma, que ambos embaucadores son capturados por la policía en la ciudad de Brasil, para la inmensa desventura de Max.

Es más, esas espantosas crisis de ternura esa incapacidad de soñar con nada, de considerarse un loco de remate, y en último extremo, identificarse como un cachivache humano, se debe sobre todo, a esa obsesión enfermiza por Ornella Manuzio; mostrándose, de algún modo, un émulo de Orfeo, pero sin perderse en el mundo de Creonte. En este caso, va surgiendo el mito de la soledad ontológica amorosa, a partir de las vicisitudes del protagonista de la obra. En efecto, las nuevas relaciones sentimentales que aparezcan de hoy en adelante, estarán marcados por ese signo de la derrota y de la incomprensión. Así, emergerán en la agitada vida de Max, la estudiante francesa, Maryse; o la cara opuesta de Ornella. Clarise, y complementando a ese mosaico de pasiones, está una Nadine Auriol, una francesita nacida en Marruecos, tan destinada y obsesiva como Maximiliano Gutiérrez.

A consecuencia de esa desesperación ciega y al no poder soportar esos fantasmas en su cerebro, harán que un buen día de esos, deje la pomposa Universidad de Sorbona, y se establezca, aunque temporalmente, en otro centro de estudio superior, Paul Valery, en donde empieza a manifestarse la doble vida del personaje, que no le permite alcanzar una buena coordenada sentimental.

En efecto, en el día es un excelente catedrático de Literatura Hispanoamericana, preocupado en ganarse el amor y la simpatía de sus alumnos, en hacer amena cada una de sus clases. Depositando, en todo momento, el máximo de sus energías.

La otra cara de la medalla se daba por las noches, en el consagrado bar Bernard y las célebre Taberna de Velázquez que son testigos de sus pantagruélicas borracheras. De este modo, uno se va adentrando en el submundo parisino para conocer al Monstruo, a Elisa, a Gitano, a Tutú, Laura, el Inefable Escritor Inédito, Francine, Sylviane, Marie, Passeparrout y Francois, entre los más celebérrimos concurrentes.

Subrayemos una vez más, lo que une a todos esos parroquianos, es el hecho de ser trotamundos y bohemios sin límites como Maximiliano Gutiérrez. En cierta manera, una banda de parlanchines parroquianos que alteraban la tranquilidad de Montpellier, hasta las primeras horas de la madrugada.

De forma similar, hay que introducirnos, en la vida de Nieves Solórzano, una exiliada chilena que trabaja como asistente en el Departamento de Español, de alguna manera, acerquémonos, cautelosamente, para tener una idea más cabal de este personaje.

« (...) había hecho del exilio y político una muy cómoda y rentable profesión (...) experta en exilios políticos latinoamericanos.

Nuestro personaje central, Maximiliano Gutiérrez, a manera de un largo desahogo político, muy propio de su estrato social, nos explica:

«Mi larga experiencia en cuatro universidades francesas me permitía detectar a la perfección a estos indignos subproductos del exilio chileno, argentino, uruguayo, por el que tan caro pagaban muy a menudo otros dignos compatriotas y hasta los latinoamericanos en general»

Sin lugar a dudas, es un golpe bajo, a las aspiraciones tercermundistas. Otro tanto, podemos decir de Pierrot Martín, esposo de Michele, nacida en Génova, quien poseía una doble personalidad. Entonces sigamos los vericuetos de esta ironía, y conjuntamente descubramos los rasgos psicológicos de este comportamiento dualitativo de Martín.

(...) el inefable profesor de la autoescuela, un gordo de ojos muy negros y saltones, con cara de sapo, y una inmensa boca siempre dispuesta a soltar una larga y feroz carcajada.» «Comprendí que también mi buen amigo y colega tenía una doble vida: la de un brillante profesor e intelectual, abierta, cosmopolita, culta y tolerante, y la vida provinciana, cerrada, llena de prejuicios, e intolerante, que empezaba cada día cuando regresaba a su hogar»

A nivel más profundo, podremos percatamos de que existe una constante que se repite en cada una de sus obras de Bryce Echenique, Verbigracia, su apego e identificación con el pasado, muchas veces, para satirizarle, cuestionarle o asumirle de una manera indirecta; tal como sucede con su novela «Un Mundo para Julius», «Tantas veces Pedro», «No me esperes en Abril y nuevamente, en «Reo de Nocturnidad». Una buena muestra de todo lo dicho, puede ser este parágrafo:

« (...) ellos se inclinaban ante la vaciedad de mis conocimientos y la osadía total de mi pasado, que diablos, pues, que el presente no fuera ya tan brillante, aunque qué pena...»

Y, en cierta medida, también le gusta tomarse el pelo, pero tomando las distancias del caso.
Helo aquí un ejemplo:

« (...) yo era tan sólo un afrancesado peruanito y un verdadero agua fiestas que siempre andaba buscándole tres pies al gato y que, no bien terminada sus clases desaparecía de la universidad»

Estos desaforados actos amatorios pueden alcanzar sus equivalentes en un Florentino Ariza, uno de los personajes centrales del «Amor en los tiempos del Cólera del colombiano García Márquez o en «La Juventud en la otra ribera» de Julio Ramón Ribeyro. Con la única diferencia que Maximiliano experimenta, todo esto, en París; mientras que Florentino Ariza el longevo amante, en un país sudamericano, la zona costera de Colombia.

En líneas generales, ambas obras son válidas para entender el indescifrable mundo de los amantes latinos.

Valga aquí sólo dejar anotadas, algunas coincidencias y discrepancias, en cuanto se refiere a la obra de Henry Miller, «El trópico de Cáncer», que hizo también de París el escenario de una extraordinaria novela, desde luego rompiendo los paradigmas de su época y llegando con una increíble fuerza hasta el presente. Aquí algunos ejemplos sueltos: «Siendo palpitar la ciudad, como si fuera un corazón recién sacado de un cuerpo caliente»

«París se apodera de ti, podría decir que te agarra de los cojones, como una puta enamorada que prefiere morir al soltarte»

Oigámoslo atentamente:

« (...) Olivier Sipriot era el más ruin y sucio, moral y corporalmente, de todos los habitantes de la cloaca humana.

Y ese humor sentido por un hombre postergado en sus sentimientos amorosos, lo encontramos en este parágrafo:
«Aquel inmundo animal sin sexo definido, con cara de camello picado de viruela, cuello de jirafa y piernas de ave zancuda».

Y otras veces, lo hace para interiorizarse en la vida pasional de Claire, alumna de la Universidad de Sorbona, quien está muy enamorada de su profesor de Literatura, Maximiliano Gutiérrez, que en cierto modo hemos podido extraer del texto literario.

« (...) Créeme que entonces no sólo huía de la universidad. Huía de ti, también. Sobre de ti y de maldita Or...»

A esta altura de nuestro comentario es conveniente hacer algunas aclaraciones, referente al título de la obra. De algún modo, permítame husmear en las entrañas de este mundo verbal; a guisa de comentario, señalamos algunas razones como estas:

El mismo hecho de no poder conciliar el sueño por quince días. En cierto modo, el sentirse un prisionero que deambula por una ciudad dormida a los rayos de la luna y el ser un eterno insomne, y sin darnos cuenta siquiera, nos encontramos con un ser que lleva tatuado en la carne y en el alma, ese epicentro de pasiones que se llama amor.

Para reforzar y dar mayor consistencia a lo dicho anteriormente, valgámonos de algunas citas más: « (...) en el deambular de las nocturnas mañanas, las otoñales primeras, los crepusculares veranos y ya siempre la muerte en vida del reo de nocturnidad». «La verdad, creo que, sin la ayuda de Caire, esto no lo hubiera contado ni en el libro que ha resultado ser reo de nocturnidad».

« (...) se ha convertido en un importante rasgo de nuestro carácter, y cuando la vivimos como segunda naturaleza, por sencilla razón de que, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en reos de nocturnidad». Al final de la novela, recién podemos captar ese remolino de pasiones y recuerdos, de ese maremoto de sentimientos desaforados, todo esto ocurrido en la mente de Maximiliano Gutiérrez, y por feliz coincidencia en el transcurso de una sola clase, de esta manera, el autor de Reo de Nocturnidad, se burla, nuevamente, del lector. Aquí una sorprendente revelación: «Todo sucedió, ahora que lo puedo contar, en una sola clase. Yo dicté esa clase. Volví a mirar en el aula: Claire estaba al fondo porque quería terminar su carrera»


De la revista El Labrador, mayo 1988

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