Por: ATA.
La mujer cajamarquina
dicen: Es hermosa, su belleza, parece cincelada por la mano genial de Miguel Ángel,
su color rosáceo está pintado con el pincel de Leonardo da Vince; pero cuando
habla ¡Adiós hermosura! se derrumba desilusionando al más irresistible
admirador y desilusionándolo todo. Por supuesto no compartimos tal razonamiento
con que la ironía criolla pinta a la noble cajamarquina, que de veras es una
beldad.
Los términos y formas
expresivas corresponden al de una lengua que en el camino de destrucción
elegido por los españoles, no condujo felizmente a su total eliminación y el
casco español acaso testificó el arrasamiento del quechua, como era la
intención de los conquistadores.
Después de la
conquista, el quechua se difundió por las comunidades y etnias de países
vecinos, incluso por los mismos misioneros de España.
En su permanente lucha
contra la cerrazón española, el quechua logró presencia y hay palabras que se
han introducido en el idioma Europeo: alpaca,
coca, cóndor, guano, inca; en el español peninsular: papa, chiripa, tanda y
también por América Meridional: cancha,
caracha, concho, coto, chacra, chaucha, choclo, guasca, guaso, soroche; con
menos extensión cacharpas, callana, chaguar, humita, totora(1).
En la Región andina
del norte peruano, particularmente en Sucre, que es lo que nos interesa para
esta nota, el pueblo habla con un tono o dejo característico, sus modismos, de
origen y raíz quechua, dichos, frases y adagios parecen saborearlos.
Ma cateste, masque, quesellámalo,
desquesellámalo, son algunas
de las frases que los sucrenses usan para comunicarse y a través de los años se
trasmiten de padres a hijos de generación en generación, las mismas están
construidas con la primera sílaba de dos o más palabras o unidas por una
proposición, conjunción y sustantivo, para ilustrarnos mejor tomaremos como
ejemplo la palabra DESQUESELLAMALO, en la que DES es preposición, QUE
conjunción, SE enlace del verbo y LLAMALO del verbo llamar.
Un especialista en
lingüística nos diría cuanto han avanzado o retrocedido las formas del lenguaje
de los sucrenses.
Ya vengo se responde a
una llamada de vénaca, de hecho la
frase constituye un vicio de dicción y es contradictoria, debe decirse: ya voy,
para los sucrenses no lo es, aún más es la forma común de responder al llamado,
inclusive en la clase culta.
En el típico lenguaje
de Sucre existen palabras cuya etimología la podemos encontrar en el quechua
que por el maltrato de los conquistadores españoles han sufrido alteraciones y
degeneraciones en su sintáxis, así se dice: Chullipampa
por Chullapampa, Huminta por humita, guañuna por Huañunko o Huañuy, Hunsha por
Yunsa, minga por minca, misho por mishu, en cambio atun-puquio, chipchi-locro
entre otras voces conservan su construcción semántica y sintaxis de la lengua
aborigen.
En la terminología
sucrense, existen una clase de palabras resultantes de la unión de dos palabras
de distinto origen una quechua y otra castellana: umacara, unika (jumakara), en quechua, mangajalla de modo mangajo;
umalla, cabeza descubierta.
Como en toda región,
en Sucre se dicen dichos y adagios que son verdaderos patrones de enseñanza y
moral, así para sentenciar la mala acción de un vecino se dice: "La conciencia no mata pero
arrebata"; para frenar a un hablador durante la comida se le dice: "oveja que vala pierde bocao";
para expresar conformidad de algo se aplica "Pa
lo qués el burro, está bueno el guanchil".
Son muchas las
sentencias breves y doctrinales existentes en el habla sucrense que vienen del
dialecto o lenguaje antiguo y conservan aún sus raíces semánticas y fonéticas;
ejemplos:
"Se acaban los higos, se caban los
amigos"; aplicado al
amigo desleal; "la pobreza giede y
amarga", para expresar un descontento.
Al hijo que quiere dejar
la tierra se le hace reflexionar diciéndole:
en tierra ajena, el perro no se amarra con
carapa.
Algún día venao yo suelto, vos amarrao, se aplica, para increpar a uno, su falta de
solidaridad.
No pocos son los
cajamarquinos que sus obras están escritas en el dialecto y tienen esa
maravilla de las mañanas cuando el alba adviene.
Alfonso Alcalde, con
su Pan Prohibido; Fusiles y Machetes
de Salomón Vílchez Murga; Alfonso Peláez Bazán con su Espina de Moram, Julio Garrido Malaver con La Guacha, son algunos exponentes de la literatura cajamarquina.
Para ilustrar esta nota hemos escogido un cuento de Mario Florián otro escritor
Cajamarquino de profunda beta poética y narrativa, en cuya obra, la región
andina está inagotable.
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EL RELÁMPAGO CAUTIVO
CIERTA vez, muchachos,
en una noche oscura del mes de marzo, montado en mi macho mohíno, llegué a mi
casa de Cosiete, en medio de una tempestá nunca antes vista, llena de
ventarrones, aúllos de perros, y relámpagos seguidos de fuertes truenos.
Descalbagué a la puerta y desensillé apurado. Amarré dasdás mi macho al tronco
de un saúco del patio. Y entré en la casa, que era la misma oscuridá, empapao
hasta los guesos. Y el aguaceral, los ventarrones, los aúllos, los relámpagos y
los truenos seguían el hilo. Mi mujer, doña Chuspi, se hallaba enferma en la ciudá,
el hambre me mataba, y no había siquiera un pedernal con fierro y yesca pá
hacer luz, ni tampoco un tizón encendido entre las cenizas del fogón de la
cocina pá prepararme la merienda. Entonces me dije, dándome de valiente:
-Agarra con mucha
maña, Lino León, un relámpago grandazo pá que te dé luz y su candela.
Dicho y hecho. Abrí la
puerta y me escondí detrás de ella. Zigzagueó un relámpago, el cual, como una
bala, entró al interior de mi vivienda, llenándola de luz, y yo más rápido que
él antes de que reviente el trueno, cerré la puerta con violencia, y lo
aprisioné. Y éste, veli, no era solo vivo resplandor sino también candela.
Entonces, sirviéndome de él, encendí la lámpara de granos blancos de higuerilla
y, tamién, la leña seca del fogón. Y, en menos de lo que canta un gallo,
preparé un mate de chochoca y tosté un poco de maíz, y merendé tranquilo,
alumbrao como un rey, por el relámpago cautivo, mientras que afuera, el
aguaceral, los ventarrones, los aúllos, las explosiones de repuntes y avenidas,
los relámpagos y los truenos seguían el hilo.
Cuando acabé de
merendar, abrí dasdás la puerta, y el relámpago se marchó de golpe, más presto
que un soplo, y entonces sentí que se juntaba con sus compañeros entre las
sombras. Allí mismo, luego de persignarme, de rezar mis oraciones al Patrón San
Mateo Milagroso, y de apagar mi lámpara, me eché en la cama. Y me pareció que
la tempestá era una serenata que la tierra y el cielo de Cosiete daban en
homenaje a Lino León.
De Alma de Sucre, 1994.
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