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lunes, 11 de julio de 2016

LLEGAR A LOS 70


Tito Zegarra Marín
Cuando vamos a bordear los 70 años de existencia, no es difícil advertir que las energías corporales y anímicas comienzan irremediablemente a languidecer. Quizá por eso, entre otras cosas, nos separan formalmente del trabajo y, en nuestro caso, nos vemos obligados a moderar las incansables caminatas (varias de estudio) por disímiles territorios.

En efecto, al ingresar a una nueva etapa de la vida que es impuesta por el paso del tiempo y la frágil naturaleza del hombre, las capacidades humanas, en especial las corporales, comienzan a disminuir y agotarse; y las facultades anímicas, tienden a ser cada vez más reflexivas y equilibradas.

Tal situación, sin duda, restringirá nuestras posibilidades para seguir recorriendo tantos lugares llenos de encanto e historia que permanecen casi ocultos, pues ya no será tan fácil cargar mochilas, abrir caminos, trepar montañas, soportar severos climas y dormir en carpas caseras y en tambos reconstruidos (entre Atuén y La Morada).  

Como consecuencia de ello, y a pesar de la experiencia acumulada que nos hace creer que aún somos fuertes, varios proyectos quedarán en el camino: El Gran Pajatén, en las altas montañas de San Martín; la ciudadela preinka Cajamarquilla, en Bolívar; el Apu  Condorsamana, en la cima del Calla-Calla, Chachapoyas; la llacta histórica Papamarca, en Bolívar; el puente ancestral   Diablocantana, en Celendín; y Jecumbuy y Playa del Inka en el Marañón.

Pero no cederemos tan fácilmente, aunque cada vez menos, seguiremos perseverando y desafiando al peso de los años y sus barreras ineludibles. Es cierto sí, que en el transcurrir de esa nueva etapa cronológica, extrañaremos las fortalezas y el entusiasmo del ayer, evocaremos con nostalgia a la juventud y adultez tan fugazmente alejadas y, al mismo tiempo, tomaremos conciencia que transitamos por el último ciclo de la vida, la senectud, que llegó sin desearla, pero que exige asimilarla.

Pero llegar a los 70,  motiva también, cierta alegría por haber vivido y alcanzado algunos logros, y tristeza por los errores cometidos y las cosas no realizadas. Al mirar atrás, esos recuerdos reconfortan e interrogan, pero al mirar hacia adelante, pareciera que nos esperan escondidos los primeros zarpazos de la vejez.

Frente a ello, creo también, que algo de fuerzas deben quedarnos  para resistir esos tiempos finales. Como dice M. Benedetti: “No te rindas, por favor no cedas aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se ponga y se calle el viento. Aún hay fuego en tu alma, aún hay vida en tus sueños”


*Publicado el 7 de julio 2016, en el diario “Panorama Cajamarquino”



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