Por:
Tito Zegarra Marín
Lo
que sigue, es una opinión personal, franca y probablemente controversial, que
emana de lo vivido y observado en más de 7 décadas de existencia dentro del espacio
de tiempo que comprende el bicentenario de la independencia. En esos largos años
y hasta la fecha se han dado diversos hechos sociales que, de alguna forma, han
marcado el futuro del país.
No
ha sido fácil analizar y precisar a los hechos más relevantes y de mayor
gravitación e impacto socioeconómico y político. Aun así, dos son los hechos que
han concitado la atención, ambos separados por alrededor de medio siglo,
diferentes por su naturaleza, pero afines por su significado e implicancias: a)
el proceso revolucionario de los años 68 al 75 dirigido por el general EP Juan
Velasco Alvarado y b) la lucha frontal contra la corrupción en los últimos
años, dirigidos por los fiscales: Rafael Vela y Domingo Pérez.
Por
cierto, hay otros hechos y acontecimientos sociales de especial significación,
pero aquí, ha primado mi apreciación personal a tono con mi manera de pensar,
por lo que invoco un margen de tolerancia y saber cortésmente disentir. Mi hija
menor (14 años) al leer este artículo me hizo notar que también son hechos importantes
la captura de Abimael Guzmán (1992) y la clasificación del Perú al mundial de fútbol
en Rusia, 2018. Tenía razón, desde su óptica de adolescente inquieta.
La
revolución velasquista
Antes
de concluir mis estudios en la UNC, un grupo de militares encabezados por el
general EP Juan Velasco Alvarado, asumió el mando del timón gubernamental del
país, vía golpe de Estado del 3 de octubre 1968. Parecía uno más en la
tradición golpista, una dictadura como otras. Pero las cosas fueron diferentes:
sorprendió el primer mensaje al país de claro contenido revolucionario y
antioligárquico; las primeras acciones, pragmáticas y reformistas, calaron muy
pronto en las mayorías excluidas y pobres; y muchos sectores poblacionales se
movilizaron en apoyo de ese proceso (Sinamos). Por su parte, politólogos, dirigentes
gremiales y líderes políticos de derecha e izquierda expresaron sus dudas y
rechazo. Aquí, resumo las principales reformas concluidas o que quedaron en el
camino.
La
toma de Brea y Pariñas
El 9
de octubre 1968, a solo 6 días de tomar el poder, se ejecutó la primera medida de
corte revolucionario: la nacionalización
y toma militar del Complejo Industrial de la Brea y Pariñas en Talara, el
asiento petrolero más grande del país que hasta ese momento era propiedad absoluta
de la empresa americana International Petroleum Company (IPC), la que por
décadas explotó nuestro petróleo. Fue un acto de dignidad: se expulsó del
territorio peruano a dicha empresa y se proclamó esa fecha como “Día de la
Dignidad Nacional”; la misma que fue ignorada por los gobiernos siguientes.
La
Reforma Agraria
El
24 de junio de 1969 se promulgó el Decreto Ley No. 17716 de Reforma Agraria, y
ese mismo día se dispuso la expropiación y toma militar de las más grandes
haciendas agroindustriales de la costa. En su discurso alusivo, Velasco
Alvarado proclamó a toda voz: “Campesino, el patrón no comerá más de tu
pobreza”. Sin duda, esta fue una de las frases más significativas que
repercutió en los confines rurales y en todo el Perú, generando a su vez
interesantes e intensos debates.
Nuestro
país hasta los años 70, mantenía una estructura agraria asentada en una férrea
red de haciendas, donde imperaba el modo servil de trabajo: yanaconas, mitayos
y pongos en los andes y asalariados miserables en la costa; en ambos casos
cruelmente explotados y dueños de nada. Era un sistema de propiedad y de vida
insostenible y atentatorio a la dignidad del hombre del campo; por ello, muchos
fueron los movimientos campesinos que se alzaron contra esa realidad.
Con
la reforma agraria se decidió poner fin a ese sistema semifeudal de explotación
despiadada del campesino. Casi de un tajo se cortó esa realidad vergonzosa para
el país, se sacó de la escena a la propiedad terrateniente y miles de familias
campesinas comenzaron a sentirse dueñas de la tierra, otrora de sus ancestros.
Y tuvieron que aprender nuevas formas de
manejo de la propiedad y trabajo, que no fueron fáciles y que costó retrocesos
y dificultades, pero la tierra volvió a ser suya y el patrón que comía de su
pobreza desapareció del mapa agrario. Fueron afectados 15 mil fundos o
haciendas y alrededor de 11 millones de hectáreas fueron adjudicadas a cooperativas
y comunidades campesinas, sea como Cooperativas
Agrarias de Producción Social (CAPS) o Sociedades
Agrícolas de Interés Social (SAIS), y otros .
La
Reforma Educativa y otras
Entre
otras reformas de esa magnitud, es relevante la Reforma Educativa (DL. No.
14437, febrero 1969), quizá el proceso de cambio más serio y profundo que se
intentó aplicar en el Perú, cuyos principales mentores fueron los intelectuales
y educadores: Augusto Salazar Bondy, Wálter Peñaloza Ramella, Emilio Barrantes
Revoredo, entre otros. Propuso esta reforma: democratizar la educación poniéndola
al servicio de todos; formar hombres libres, independientes y críticos; propiciar
la participación comunal a través de los Núcleos Educativos Comunales, NECs (ir
más allá de las aulas) y dotarle de un sentido humanístico y técnico, entre
otros. El educador Kenneth Delgado
(1992) admite, que por primera vez en el país se abordó el problema educativo
como una cuestión política y económico-social. Sin duda la R.E fue una gran
propuesta académica y técnica para transformar el sistema educativo en todos
sus aspectos, pero poco pudo avanzar.
Son igualmente
importantes: la reforma industrial que promovió la coparticipación de los
trabajadores en la gestión y administración de las empresas industriales
(Empresas de Propiedad Social), la nacionalización de empresas estratégicas
para ponerlas al servicio del país: en minería, petróleo, transporte aéreo, pesca,
electricidad, gas y otras; para de esa manera fortalecer el papel del Estado en
la economía del país. El sociólogo Francisco Durand, recuerda que solo el
régimen del general Juan Velasco se metió con los más pudientes al aumentar la
tasa de impuesto a la renta.
En
el ámbito internacional, el gobierno de las Fuerzas Armadas impulsó una
política de no alineación (no someterse a los grandes poderes económicos del
mundo), bajo el lema "ni con el capitalismo ni con el comunismo"; y
mantuvo relaciones exteriores amistosas con los países del bloque del tercer
mundo (países no desarrollados) incluyendo a Cuba. Hay otras manifestaciones de
esa tendencia reformista, polémicas por cierto y quizá erradas, como es el caso
de la expropiación de los medios de comunicación escritos, para pasarlos a
manos de sus trabajadores o de algunos sectores sociales, con el objetivo de
defender el proceso reformista.
Comparto
la idea que el gobierno militar liderado por J.V. Alvarado, tuvo la intención
de transformar la sociedad peruana, de favorecer a los sectores sociales que
clamaban justicia social y de fortalecer al Estado, como órgano directriz. Algo
se logró, pero al no poder avanzar, nuevos mandos militares con ideas
divergentes tomaron el poder en agosto 1975 (F. Morales Bermúdez) y dieron fin
ese episodio, hasta hoy irrepetible en la historia del Perú.
La lucha contra la corrupción
Este
es el segundo hecho social acaecido dentro de los doscientos años de vida
republicana del Perú, que ha impactado en la conciencia cívica de la ciudadanía
y de la sociedad en su conjunto, y la mía en particular. En efecto, una inédita
lucha contra la corrupción estamos viviendo desde hace 5 años, emprendida por el
equipo de fiscales dirigidos por Rafael Vela Barba y Domingo Pérez Gómez y el juez
Richard Concepción Carhuancho, entre otros. Fue una decisión sorpresiva y no
esperada, pues la corrupción en las esferas del Estado parecía irreductible, un
mal endémico que no vislumbraba su antídoto y que había echado raíces desde
tiempos de la colonia.
Manuel
Gonzales Prada (1908) al referirse a esa temática, sentencia: “donde se pone el
dedo, salta el pus”; Jorge Basadre, en su libro “Sultanismo, corrupción y
dependencia en el Perú republicano” (1981), toca y critica a la corrupción
patrocinada desde el Estado, el sultán dispone la vida y hacienda de sus
súbditos. Y Alfonso Quiroz Norris, en su reconocido libro “Historia de la
corrupción en el Perú” (2014), desnuda documentadamente la corrupción imperante
en los últimos 250 años, causante del atraso y de convertir al Estado en un
codiciado botín.
Pasado
el tiempo, la ciudadanía contemplaba atónita la continuidad de la corrupción,
entre otros: el tránsito de los vladivideos (A. Fujimori), el negociado de los
petroaudios (Alan García) y, en los últimos años, los escandalosos casos
denominados Lava Jato, Club de la Construcción, carretera interoceánica del
Sur, gas de Camisea y otros. En ellos estaban involucraban los máximos
representantes del Estado y del poder Judicial y la Fiscalía; entre estos
últimos, al juez César Hinostroza (los Cuellos Blancos) y al fiscal Pedro Chávarry;
pero por cierto también, los dueños de grandes empresas privadas, caso Graña y
Montero.
Y en
lo que respecta a las máximas autoridades del Estado, 5 expresidentes han sido
comprometidos en casos de corrupción: Alberto Fujimori F. (preso); Ollanta Humala
Tasso (prisión provisional), Alejandro Toledo Manrique (fugado y con prisión
provisional), Pedro Pablo Kuczinski (arresto domiciliario), Alan García Pérez
(eludió la prisión y optó por suicidarse); el expresidente Martín Vizcarra
(2020), se encuentra procesado. De igual manera, altos dirigentes políticos:
Keiko Fujimori, Nadine Heredia, José Chlimper y muchos más, han sufrido prisión
provisional y siguen investigados por corrupción; también alcaldes de Lima:
Luis Castañeda Losio y Susana Villarán; expresidentes del congreso, caso César Villanueva
(todos con arresto domiciliario); congresistas, exministros, funcionarios del
Estado, expresidentes y exgobernadores de gobiernos regionales (Gregorio Santos,
prisión efectiva).
Parece
increíble o quizá un sueño, que un grupo valiente de jóvenes fiscales y jueces
hayan puesto tras las rejas a tantos miserables que llegaron al poder para
saquearlo y enriquecerse. Un gran hecho histórico que ha dado certeros golpes a
la corrupción como nunca antes se hizo, ejemplar, pujante e inflexible, pero
que aún no concluye. Pues los poderes fácticos, utilizando a sus voceros
políticos y casi todos los medios de prensa, no cesan de contraatacar y hacer
lo imposible para detener su avance. El éxito de esta cruzada anticorrupción,
dependerá en mucho de la atención y apoyo que brinde la ciudadanía.
Por lo
dicho, la actual lucha contra la corrupción es otro de los hechos sociales de trascendencia
histórica en el marco los doscientos últimos años.
*Publicado
en la Revista Cultural Bicentenario Celendín, el 6 de enero 2021
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