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martes, 29 de junio de 2021

“CORONEL CORTEGANA”, MI RECORDADO COLEGIO

 Por Tito Zegarra Marín.

    Los actuales estudios virtuales, novedosos y obligados, me incitan a hacer memoria de los lejanos tiempos de la tiza y pizarra, las aulas de adobe y la estricta disciplina; pero también a rememorar algunas acciones de aprendizaje, que hoy parecen ausentes.

    Estudié, en efecto, en el colegio “Coronel Cortegana” de Celendín e integré la promoción “César Vallejo” (1964). Buenos profesores, pocos libros en la biblioteca, cuadernos entre manos, muchos dictados y lecciones de aprendizaje. Lo cual era normal, pero hubo algo que estaba más allá de las aulas y que rescato: visitas a realidades concretas para conocerlas directamente y contrastarlas con la teoría.

     En la asignatura de Historia del Perú se describían los sucesos del pasado, a los primeros grupos humanos, sus construcciones, asentamientos, cerámica, etc. Era lo correcto, pero al saber que Celendín cuenta con algunos restos arqueológicos de importancia ubicados en el sitio La Chocta, distrito Oxamarca, se decidió conocerlos y estudiarlos in situ.

     Y hacia allí fuimos, no había movilidad y tuvimos que caminar algo de 30 km. Atravesamos el fresco valle entre José Gálvez y Sucre, cruzamos el río Cantanje y subimos por un empinado sendero hasta llegar (después de 8 horas) a la localidad de Oxamarca.  Al día siguiente caminamos 2 horas más hasta La Chocta.  Mario Chávez Gil y Jorge Aliaga Ortiz, animosos en esa jornada.

     Ya en la Chocta, observamos la portada de piedra semilabrada a la entrada, chulpas dispersas que según Julio C. Tello (1937) fueron más de 100, restos de una muralla de piedra al lado oriental, escalinatas de un probable anfiteatro (Moisés Chávez, 1973), vestigios del Templo de Adoración y un monolito de piedra inconcluso. Los profesores valoraban y explicaban ese patrimonio, en síntesis: una necrópolis expresiva de la existencia de un pueblo primigenio y de nuestras raíces históricas.

     En la asignatura Geografía, valiéndose de mapas didácticos se describía a las cuencas y ríos del país, entre ellos el Marañón, afluente principal del río Amazonas. Y qué coincidencia, el río Marañón bordea nuestra provincia por algo de 200 km y hace de límite con el departamento Amazonas, pero no lo conocíamos a pesar de su cercanía, por lo que se programó visitarlo yendo a la localidad de Balsas.

    Fuimos en un pequeño camión de carga por carretera angosta y curvilínea, pasamos por el bello y productivo valle El Limón, visualizando al lado izquierdo al majestuoso cerro (Apu) Queñaspunta. Luego de dos horas llegamos al mencionado río, lo cruzamos por el puente colgante y desembarcamos en la calurosa localidad de Balsas.

     Allí observamos al imponente río Marañón (Hatunmayu) en medio de su estrecho cañón cubierto de vegetación y frutales, con sus aguas torrentosas no aptas para la navegación, pero sí para la pesca y darse un chapuzón en sus orillas. Práxedes Zelada y Wilson Escalante (buenos nadadores) cruzaron el río con extremado esfuerzo y evidentes riesgos, era época seca.  Los profesores explicaron otros aspectos y destacaron lo importante que es conocerlo directamente, pues, al igual que el caso anterior, permite contrastar la teoría con la realidad. Vale emular.

 

Algunos alumnos de la promoción, en el río Marañón, 1963.

Foto: cortesía Mario Chávez Gil


*Publicado en el Nuevo Diario de Cajamarca el 29-06-2021     

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