Por Tito Zegarra Marín.
Los
actuales estudios virtuales, novedosos y obligados, me incitan a hacer memoria de
los lejanos tiempos de la tiza y pizarra, las aulas de adobe y la estricta
disciplina; pero también a rememorar algunas acciones de aprendizaje, que hoy
parecen ausentes.
Estudié,
en efecto, en el colegio “Coronel Cortegana” de Celendín e integré la promoción
“César Vallejo” (1964). Buenos profesores, pocos libros en la biblioteca, cuadernos
entre manos, muchos dictados y lecciones de aprendizaje. Lo cual era normal, pero
hubo algo que estaba más allá de las aulas y que rescato: visitas a realidades
concretas para conocerlas directamente y contrastarlas con la teoría.
En la asignatura de Historia del Perú se
describían los sucesos del pasado, a los primeros grupos humanos, sus
construcciones, asentamientos, cerámica, etc. Era lo correcto, pero al saber que
Celendín cuenta con algunos restos arqueológicos de importancia ubicados en el
sitio La Chocta, distrito Oxamarca, se decidió conocerlos y estudiarlos in situ.
Y
hacia allí fuimos, no había movilidad y tuvimos que caminar algo de 30 km. Atravesamos
el fresco valle entre José Gálvez y Sucre, cruzamos el río Cantanje y subimos
por un empinado sendero hasta llegar (después de 8 horas) a la localidad de
Oxamarca. Al día siguiente caminamos 2
horas más hasta La Chocta. Mario Chávez
Gil y Jorge Aliaga Ortiz, animosos en esa jornada.
Ya
en la Chocta, observamos la portada de piedra semilabrada a la entrada, chulpas
dispersas que según Julio C. Tello (1937) fueron más de 100, restos de una muralla
de piedra al lado oriental, escalinatas de un probable anfiteatro (Moisés
Chávez, 1973), vestigios del Templo de Adoración y un monolito de piedra
inconcluso. Los profesores valoraban y explicaban ese patrimonio, en síntesis:
una necrópolis expresiva de la existencia de un pueblo primigenio y de nuestras
raíces históricas.
En la asignatura Geografía, valiéndose de mapas didácticos se describía a
las cuencas y ríos del país, entre ellos el Marañón, afluente principal del río
Amazonas. Y qué coincidencia, el río Marañón bordea nuestra provincia por algo
de 200 km y hace de límite con el departamento Amazonas, pero no lo conocíamos a
pesar de su cercanía, por lo que se programó visitarlo yendo a la localidad de
Balsas.
Fuimos
en un pequeño camión de carga por carretera angosta y curvilínea, pasamos por
el bello y productivo valle El Limón, visualizando al lado izquierdo al
majestuoso cerro (Apu) Queñaspunta. Luego de dos horas llegamos al mencionado río,
lo cruzamos por el puente colgante y desembarcamos en la calurosa localidad de
Balsas.
Allí
observamos al imponente río Marañón (Hatunmayu) en medio de su estrecho cañón cubierto
de vegetación y frutales, con sus aguas torrentosas no aptas para la
navegación, pero sí para la pesca y darse un chapuzón en sus orillas. Práxedes
Zelada y Wilson Escalante (buenos nadadores) cruzaron el río con extremado
esfuerzo y evidentes riesgos, era época seca. Los profesores explicaron otros aspectos y
destacaron lo importante que es conocerlo directamente, pues, al igual que el
caso anterior, permite contrastar la teoría con la realidad. Vale emular.
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Algunos
alumnos de la promoción, en el río Marañón, 1963.
Foto: cortesía
Mario Chávez Gil |
*Publicado en el Nuevo Diario de Cajamarca
el 29-06-2021
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