Ñañas
Ñañas vocablo, que desde que tuve uso de razón, en mis oídos comenzó a repercutir como eco de algo que tintineaba a mi alma y no sabía cómo usarlo en mi dicción diaria; pero a medida que iba creciendo, también este vocablo se acompasaba a mi modesto bagaje cultural.
En cada paisaje, en cada liria, en cada niña de sus ojos, en cada agua cristalina, en cada guajeo, en cada serenata y en cada rezo he visto una Ñaña de mi espíritu; al cual quiero rendirle el justo homenaje; porque sé que mañana cuando ya mi ser haya ido a ocupar su lugar en el Oriente Eterno, nadie se acordará de estos aconteceres que son la flor y nata de esta belleza que está dormida entre los brazos pétreos del Huishquimuna y el Lanchepata.
Máximo Chávez Sánchez.
Por: SACHAMA (Máximo Chávez Sánchez)
Llega esa época de la vida del hombre en que todos los problemas son resueltos, los desiertos lo convertimos en jardines, las galaxias se abrazan con gran facilidad, etc., etc.; ésta es precisamente la edad del hombre donde se pone en evidencia la falacia, a la cual, al desvestirla, nos encontramos con la verdad, la que nos aconseja ser prudentes, para poder caminar con pasos seguros en este mundo. Esa edad como decía ,era la pubertad la que me llegó un mes de diciembre, despertándome la atracción y deseo al otro sexo; esto sucedió cuando fuimos a traer “shapras”, cauchas, cucharillas y loros, para arreglar el nacimiento en la iglesia, para esto, nos dirigíamos a Atumpuquio, a medida que ascendíamos vi a una Huauqueñita cuya carita se hacía rojita y más se parecía a una “huaytita”, cuando pasé mis toscas manos por esa carita aterciopelada, sentí como una corriente eléctrica atravesara mi cuerpo; pero esa corriente no era tan brusca como la que se mide en vatios, sino una corriente que al mismo tiempo que me estremecía, me solazaba.
Seguimos en busca de los montes, yo en mi mente quería que ese día fuera interminable; pero llego el momento en que cumas y cumpas, cada uno con su brazado de cosas, estábamos listos, para el regreso; comenzamos el descenso y cuando llegamos a la fila de Huishquimuna, éste, celoso porque le quitábamos su helechos y porque quería encantarles a las diosas que también portaban en sus delicados brazos el monte que él poseía; cuando esto contemplaba, hace su aparición el vanidoso y orgulloso viento quién hace flamear cabelleras y polleras con esa voluptuosidad propias de los dioses que sólo quieren para ellos los manjares que natura ha puesto para deleite de todos; de todos modo, pasamos este paraje y comenzamos a divisar la plaza con su iglesia de nuestro amado Huauco, el camino no era muy recto y teníamos que salvar muchos “quengos”; pero allí saltó la opinión de uno de ellos y dijo vamos por el “chaquiñán” , esta imprudencia, casi cuesta a la caravana una eterna tristeza, porque una de la componentes al tirarse un tropezón, casi va a un abismo; pero siempre un accidente deja su secuela y esta fue que la sufrió dicho accidente perdió una uña del pie derecho, motivo, para hacer un alto horario y así las cumitas se quitaban por hacerse las galenas una, y otras se quitaban las “shimbas”, para arreglarse esa cabellera de oro, y así estar más parecidas, porque ya estábamos cerca al pueblo; sólo faltaba la bajada de “Rume-Rume” y el pase del molino de ño Quintiliano, para entrar luego al bario de la Toma; siempre haciendo comentarios sobre el accidente, porque la tropezada era nada menos la que alegraba la cumada y cumpada; disimulando lo sucedido y demostrando una tranquilidad propia de esa juventud alegre de aquellos tiempos, llegamos a la iglesia; allí encontramos a las señoras que se encargan del cuidado del santo lugar, quienes con su característica zumba, nos decían: ¡Para eso sí los cholos! Nos recibían muy alegres porque veían que les trajimos bastantes “shapras”, cauchas, loros, cucharillas, lanches…etc., para ellas era el mejor aguinaldo, porque sabían que con eso, arreglarían muy bonito nacimiento al Niño Dios.
Con falta de la Capitana de la Tropa de Pastoras, en la tarde vuelven los ensayos en la casa de las Silvas, estos ensayos que los veíamos a las justas por las rendijas, era muy celosos, porque la familia de la Silvas, querían que su tropa sobresalga en todo. Componían a esta Tropa de Pastoras las famosas Capitanas: Claribel y Beldad y como Reyna a Tavita, la que con su menudo baile subyugaba al que la miraba, tenía que haber alguien que goce toda esta hermosura y ese alguien era nada menos que el “shirmico” Requelme, quien muy orondo y con sus requiebros que le son innatos, le daba un aire de alegría al ambiente; así seguían los ensayos, hasta que llegaba el día 24 de diciembre. Llegaba el día esperado, en la casa de las Silvas, nadie estaba quieto, todos ayudaban, en la cocina comenzaban desde temprano a pelar los cuyes y gallinas, las vecinas se quitaban en ayudar a barrer la casa en mondar las papas, en arrimar la leña, en traer agua, en lavar los platos, en fin, todo lo que se debía derrochar ese día y al día siguiente llega el almuerzo, para todos los componentes de la Tropa, los familiares de estos y los más allegados; en este ágape, la dueña de casa decía: Chinas, para que les abra la gana tomemos un traguito, preparado por mí, toda la concurrencia acepta la invitación y entre guiños otra vez dice: Tomen pué rápido; se termina la copita, mientras tanto las otras Silvas, ya servían el platito con los dulces, siempre la anfitriona con sus gestos dice: comamos; después venia el famoso caldo de las tres carnes, se iba comiendo y desde ese momento los “peñiscones” de los “Ingos” a las Pastoras entraban a tallar; porque ellos, para estos menesteres, se instalaban cerca de sus preferidas, estos recordados “Ingos” eran: Los Adelmos, Requelmes y Pedros, quienes cual unos bienaventurados, a nosotros los Melques, nos miraban con el desdén propio de los hombres que lo tienen todo. Terminaba el almuerzo, se hacía un pequeño descanso y en este lapso, veíamos al Cholo Requelme poner su pañuelo a la nuca y solo ensayar por los corredores; siempre, para ser visto por las Pastoras; porque valgan verdades se quitaban el cholo feo; porque hay que decirlo también, tenía donaire y no sé que, condimentos de sus personalidad, por lo que las chinas se quitaban y hacían que él se muy palangana.
Comenzaban los ensayos, ya bien ataviados, para salir a las calles; primero desde luego a las “Minupampeñas”, para después dirigirse a la plaza, esos rondines y viruchos, parecían hablar cuando las pastoras dejaban de cantar y estas empezaban a bailar como se pide “chumbeque”; y así foguiaditas llegaban a la tropa de las Silvas un gran número de Huauqueñas y Huauqueños, los que en su mente iban sembrando la música y letra de los villancicos, para después cuando estén solo los silben o los tarareen.
Llegaba el momento de ingresar a la iglesia, el que lo hacía con su clásico “Denme permiso señores”; ingresaban a la casa de Dios, será el aroma de los loros, shapras y cauchas los que alentaban más a las pastoras, o serán los espíritus celestiales los que animaban a los componentes de la Tropa, para que canten y bailen muy bien, las Capitanas, parecían unas verdaderas dueñas del ring de baile, abrían cancha, no sólo para que ellas luzcan, sino también para que su Reyna Tavita con sus pasitos menudos, nos decían, que ella no quería que se derramase su belleza ante tanto imprudente; pero no era eso, sino que como su nombre lo dice; una Reyna no está para hacer tanta alharaca, sino más bien, ella está para que sus vasallos la admiren, la envidien, la deseen, en fin, todo lo que los humanos podemos desear de aquellas en que la naturaleza ha sido muy pródiga. Comenzaban los canticos navideños, el redoblante y el rondín llegaban a su clímax y después de haber terminado su repertorio se iniciaban los brindis, que bonitos, que naturalidad, que inocencia en sus composiciones poéticas, en esto de los brindis, también el cholo Requelme otra vez se lucía, porque como “Ingo” más distinguido, su brindis era esperado por todos, llegaba el momento de que el aludido diera su brindis; nuestro personaje se lamía el labio superior, se limpiaba el sudor de la frente, se ponía el pañuelo en la nuca, en fin se hacía mil morisquetas y se lanzaba con su baile característico y “quimbandose” llegaba frente al Niño Dios, al que después de hacerle la venia, retrocedía y comenzaba a cantar o declamar, éste, al propósito se equivocaba, para comenzar de nuevo; allí estaba el secreto, para que su brindis sea más ameno y distinguido. Pasaba todo esto y quedaba de lo ocurrido, el comentario, de que el brindis de Requelme ha sido el más bonito y que siempre la Tropa de las Silvas se ah distinguido. Terminado el brindis, sobre entendido está que esto sucedía a esto de la media noche, cuando el Niño Dios había nacido; terminada la ceremonia pastoril, regresaban a la casa de las Silvas, donde se entregaban a los brazos de Baco y bailando pasaban la Noche Buena.
El día 25 de diciembre todos desganados, pero con deseos de salir a las calles nuevamente iban a la iglesia y sucedía otra vez lo del día anterior, pero esto pasaba por la tarde y cuando solamente faltaba tres banderas para que el Astro Rey se ocultase por Lanchepata, la Tropa de las Silvas regresaba a su “Minupampa” cargada de albricias. Pasaban los días y los jugueteos comenzaban hacer inocentes a todo incauto; y cuando la broma era muy fuerte, la disculpa se hacía con un bien puesto: de “Yanca-Yanca”.
Se acercaban el próximo año y nadie se preocupaba de tal acontecimiento, porque todos estaban empeñados en sus quehaceres, las mujeres apuradas a comenzar unas; y en terminar otras una lima de su sombrero, para que el domingo lo ofrezcan a ño Nicanor, quien muy orondo como torcer sus mostachos les decía: Si quieres por este pinto te daré un peso y nada más; otras en la esquina del frente ofrecían sus blancos a los bambachos, los cuales se hacía competencia entre ellos; ya que el uno decía a las blanqueras; te doy dos pesos, el otro le decía, dos pesos y una peseta y el que compraba más era aquel que daba dos pesos y tres reales. Así en estos trajines nos encontraba el año nuevo, por eso es que no se celebraba este nuevo acontecimiento.
Amanecía el Nuevo Año y pasaba uno o dos días y las dueñas de las Tropas de Pastoras, comenzaban a citar a sus componentes, para reanudar los ensayos, y así el seis de Enero, última fecha en que las calles de aquel Huauco de ayer se vestía de sus mejores galas espirituales. Para despedir a la fiesta de la inocencia, la alegría y el amor. Llegaba el día de los Reyes Magos y nuevamente el contrapunto de las Tropas de las pastoras, a cual más; así como el 24 de diciembre decían las Pastoras “Denme permiso señores” así el seis de enero decían: “Ya nos vamos Niño Manuelito, sin saber si para el año volveremos”.
Fuente: Extracto de folleto: “Ñañas en Prosa”.
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