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sábado, 9 de octubre de 2010

Estampas Sucreñas: “COCHEGUANCHE”




Escribe: Onésimo Silva Reyna.

¡Ogg, ogg, ogg!, el engreído,
la redonda panza al suelo,
con un lomo de a tres cuartas
y, hasta hoy, Señor del chiquero...

No intuye el pobre marrano
que dos fulanos aviesos,
sonriendo de oreja a oreja,
se le acercan, zalameros...,

Uno armado de cuchillo
tremendo, afilado y fiero;
portando el otro una soga
con que atar al indefenso...

De pronto hienden los aires
los chillidos lastimeros
del infeliz condenado
que anudan al más sereno,
a los gritos jubilosos
de una mancha de pilluelos...

Y, tras contados minutos
dan al gordo fin sangriento:
¡Es la cruel ley de Natura
para el que ha nacido puerco...!

Mientras, una ama afanosa
recoge el fluido bermejo
que mana cual lava ardiente
del hoyo abierto en el pecho
del que hasta hoy sólo sabía
de mimos y engreimientos,
de rascaditas de panza
y mentidos besuqueos,
palmaditas y agua sucias
espesadas con afrecho...

Con esa sangre la «ñora»,
con mala yerba y con sebos,
preparará los olímpicos,
epicúreos rellenos...

Cubren luego al desdichado
con ramas y pastos secos,
y viene el «Auto de Fe»,
digno del peor hechicero...
Lo cashpan, hurgando brasas
para tostarlo parejo...

Al rato, los pishtadores
hacen del finado cerdo
grandes lonjas de tocino
y presas de todo el cuerpo...

Los parientes más cercanos
y los amigos, por cierto,
desde ya están enterados
que habrá fritos al almuerzo...

En la casa mortuoria
todo es febril ajetreo:
carreras, idas, venidas,
hasta jaladas de pelos,
con un estridente fondo
del ladrido de dos perros...

A un buen rato, tres mocitas,
sus delantales luciendo,
desfilan de calle en calle
portando platos envueltos
en limpios manteles albos
con los fritos del festejo,
que en voluntad y sabor
son únicos en su género...

Los fritos son un menú
de papa y mote ¡Algo regio!,
con su captay de chicharros
y «sarsa» de complemento...

¡Oh, se me hace agua la boca
cuando esos fritos recuerdo...!
porque hasta hoy son la costumbre
casi en todo hogar huauqueño...

Por eso hay una sentencia
desde muy remotos tiempos:
«Que toda huauqueña tiene
tres días de jubileo:
uno, el día en que se casa;
otro en que mata su cerdo;
y el tercero en que se apura
de su marido al entierro...!

Fuente: Revista El Labrador Nº 6, mayo 1997.

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