Escribe: Onésimo Silva Reyna.
¡Ogg, ogg, ogg!, el
engreído,
la redonda panza al
suelo,
con un lomo de a tres
cuartas
y, hasta hoy, Señor
del chiquero...
No intuye el pobre
marrano
que dos fulanos
aviesos,
sonriendo de oreja a
oreja,
se le acercan,
zalameros...,
Uno armado de cuchillo
tremendo, afilado y
fiero;
portando el otro una
soga
con que atar al
indefenso...
De pronto hienden los
aires
los chillidos
lastimeros
del infeliz condenado
que anudan al más sereno,
a los gritos jubilosos
de una mancha de
pilluelos...
Y, tras contados
minutos
dan al gordo fin
sangriento:
¡Es la cruel ley de
Natura
para el que ha nacido
puerco...!
Mientras, una ama
afanosa
recoge el fluido
bermejo
que mana cual lava
ardiente
del hoyo abierto en el
pecho
del que hasta hoy sólo
sabía
de mimos y
engreimientos,
de rascaditas de panza
y mentidos besuqueos,
palmaditas y agua sucias
espesadas con
afrecho...
Con esa sangre la
«ñora»,
con mala yerba y con
sebos,
preparará los olímpicos,
epicúreos rellenos...
Cubren luego al
desdichado
con ramas y pastos
secos,
y viene el «Auto de
Fe»,
digno del peor
hechicero...
Lo cashpan, hurgando
brasas
para tostarlo
parejo...
Al rato, los
pishtadores
hacen del finado cerdo
grandes lonjas de
tocino
y presas de todo el
cuerpo...
Los parientes más
cercanos
y los amigos, por
cierto,
desde ya están
enterados
que habrá fritos al
almuerzo...
En la casa mortuoria
todo es febril
ajetreo:
carreras, idas,
venidas,
hasta jaladas de
pelos,
con un estridente
fondo
del ladrido de dos
perros...
A un buen rato, tres
mocitas,
sus delantales
luciendo,
desfilan de calle en
calle
portando platos
envueltos
en limpios manteles
albos
con los fritos del
festejo,
que en voluntad y
sabor
son únicos en su
género...
Los fritos son un menú
de papa y mote ¡Algo
regio!,
con su captay de
chicharros
y «sarsa» de
complemento...
¡Oh, se me hace agua
la boca
cuando esos fritos
recuerdo...!
porque hasta hoy son
la costumbre
casi en todo hogar
huauqueño...
Por eso hay una
sentencia
desde muy remotos
tiempos:
«Que toda huauqueña
tiene
tres días de jubileo:
uno, el día en que se
casa;
otro en que mata su
cerdo;
y el tercero en que se
apura
de su marido al
entierro...!
Fuente: Revista El Labrador Nº 6,
mayo 1997.
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