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jueves, 18 de noviembre de 2010

Escenario: Declaración Internacional sobre los derechos de la Tierra



Así como la vida humana es considerada  única, ha llegado el tiempo de reconocer la singularidad de La Tierra.

La Madre Tierra nos sustenta: todos estamos ligados a ella, ella representa por tanto, la unión de todos los humanos para toda la vida.

La Tierra tiene una edad de 4 600 millones de años y es la cuna, el sitio de renovación y de metamorfosis de la vida. Su larga evolución, su lento ascenso a la madurez, ha conformado el ambiente natural en el cual vivimos.

Nuestra historia y la de La Tierra son inseparables. Sus orígenes son nuestros orígenes, su historia es nuestra historia y su futuro será nuestro futuro.

El aspecto de La Tierra, su peculiar naturaleza, es nuestro ambiente. Este ambiente es diferente, no sólo de aquel del pasado, sino también del futuro. Nosotros no somos sino los compañeros de La Tierra sin una causa final, nosotros somos pasajeros.

Como un viejo árbol conserva todos los registros de su crecimiento y vida, La Tierra retiene memorias de su pasado… Un registro inscrito tanto en sus profundidades como en la superficie, en las rocas y en los paisajes, un registro que puede ser leído y traducido.

Nosotros siempre hemos comprendido la necesidad de preservar nuestras memorias -es decir, nuestra herencia cultural. Ahora ha llegado el tiempo de proteger nuestra herencia natural, el ambiente. El pasado de la Tierra no es menos importante que aquel de la humanidad. Ya es tiempo de que aprendamos a cuidarlo, y al hacerlo, que conozcamos el pasado de La Tierra; que sepamos leer este libro que es nuestra herencia geológica, escrito antes del surgimiento del hombre.

Los Hombres y La Tierra compartimos una herencia común. Nosotros y nuestros gobernantes somos los custodios de esta herencia. Cada uno y toda la humanidad deberían comprender que la más mínima depredación mutila, destruye y conduce a pérdidas irreversibles. Cada forma de desarrollo debe respetar la singularidad de esta herencia.

Nosotros pedimos urgentemente a todas las autoridades nacionales e internacionales el pleno apoyo a la necesidad de tutelar el patrimonio de nuestra Tierra, y de protegerla con todas las medidas legales, financieras y organizativas que pudieran ser necesarias.

  
Digne, Francia, 13 de junio de 1991.

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