Por: Palujo.
Tirado en el campo, cubriéndome el
rostro de los rayos del sol con las hojas de un libro abierto, me encontraba un
día en mi pueblo gozando de unas cortas vacaciones; cuando, de pronto, hasta
mis oídos llegó un rumor quedo, muy quedo. Al principio sonó como música, e
inconscientemente, disfruté al escucharlo. Luego fui cayendo en la cuenta de
que aquello no era ninguna maravilla. Alcé los ojos; al otro lado del campo,
tras un cerco de pencas, un par de vacas, poco a poco, se habían acercado, sin hacer
ruido, a tres metros de mi lado. Parecía que arrancaban la hierba con solo los
belfos: bsshachleeff, bsshachleeff… sonidos algo discordantes que se fundían en
un todo único.
Con mis cincuenta años a cuestas y como nunca en mi vida en el campo, esos sonidos me produjeron una sensación profunda que no se comparaba con ninguna otra.
¿Por qué? -me pregunté-, ¿por qué
escuché algo que era tan normal como si fuera música celestial?
¡Pero claro! -me respondí-. Como hombre
que nació y creció en el campo y que además de saborear la leche recién
ordeñada por sus propias manos, vivió las veinticuatro horas del día entre
animales habiendo ayudado, incluso, a parir a muchos y acariciado a sus crías con
igual amor como lo hacían ellos; ¿cómo no podría percibir de veras como música
este deleitoso momento?
Un campesino capta lo bello de la
naturaleza de modo distinto, más pleno, que el simple observador, aún el mejor
preparado desde el punto de vista estético o el más dotado de sensibilidad. El
labrador no percibe estas sensaciones a cierta distancia ni desde arriba, sino
en su interior sintiéndose consciente o inconscientemente orgulloso y feliz de
ser un coautor de tal belleza.
-- bsshachleeff, bsshachleeff…
¿Quién, con los llanques bien puestos,
sumergidos en la tierra, con los hercúleos brazos sosteniendo el arado, con el
pecho erguido de vigor y libertad, con los ojos que ven el futuro verdor del
sembrío; quién puede sentir mejor que el propio agricultor la belleza de su
faena?
Recuerdo a menudo los tiempos en que lo
percibíamos todo con una lozanía absorbente, sin igual, infantil todavía, pero
ya madura por su profundidad, con cuyo hálito sólo podemos reconfortarnos de
cuando en cuando como ahora me ha tocado gozar de esta percepción que agita mi
alma.
-- bsshachleeff, bsshachleeff…
Pensar, como cierta vez reflexionó un
amigo, que todo esto será destruido, para siempre, por la contaminación
ambiental. Me pregunto ahora: ¿haremos algo para defender nuestro suelo?,
¿dejaremos que la ambición de las “autoridades” prevalezca por sobre la vida de
todo un pueblo?
Sólo nosotros tenemos la respuesta.
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