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martes, 21 de junio de 2011

Ecología y Turismo: PUNTA GRANDE EN EL DISTRITO DE JORGE CHÁVEZ


Por: Tito Zegarra Marín.
Punta Grandes desde el Abra de Jorge Chávez
Pasada la fiesta tradicional de San Isidro Labrador, patrono espiritual del distrito de Sucre, Moisés Rojas y amigos, me pidieron los acompañe en una visita de campo hacia el sitio El Criollo (distrito Jorge Chávez, Celendín). Gustoso acepté y la programamos para el jueves 19 de mayo. Buen tiempo se anunciaba y mejor la disposición del grupo: Moisés Rojas Aliaga, Gonzalo Mujica Muñoz, Edison Mendoza Morales, Wilmer Machuca, Idelso Zegarra, Elisa Horna Sánchez (única dama) y el suscrito.

Valle El Criollo, al fondo el Utco.
El Criollo es un colorido y apacible paraje campestre ubicado sobre un corto desnivel de las ramificaciones andinas al extenderse a los ríos Cantange y Marañón, mayormente accidentado, con pocas tierras cultivadas, sin agua y contadas viviendas, lo cual me hizo pensar en tantos lugares y comunidades visitados con similares características de precariedad y abandono. Dentro de esos terrenos, sabíamos de la existencia de una importante mina o veta de yeso a la que nuestros maestros de escuela nos llevaban para agenciarnos de ese material y utilizarlo en  trabajos manuales. También hicimos memoria de las ricas chirimoyas que de allí procedían.

La Punta Grande y via a  Hatun Yunga
Partimos a las 8:30 am de la localidad de Jorge Chávez, donde nos proveímos de parte del refrigerio. A pocos minutos, les expliqué que estábamos atravesando por el abra de menos altura (2560 msnm) que se tiene en la provincia para descender hacia la cuenca del Marañón, por el que también pasaba el antiguo camino que descendía al pequeño valle La Atuyunga, bordeaba el río Cantange y la pampa de Combayo hasta llegar a Huanabamba, uno de los puntos de conexión con los pueblos orientales. Ese camino fue utilizado con regularidad hasta 1965, en que el puente colgante fue arrasado por las caudalosas aguas del Marañón; a la vez, se construyó la carretera Balzas - Púsac.

Extasiados por el hermoso paisaje.
Pronto nos sorprendió la calidez de un nuevo clima, agradable y soportable, y no tan lejos, divisamos los azulados contrafuertes andinos de la cordillera central, donde se asentaron y desarrollaron los antiguos pueblos de los chachapoya. Seguimos caminando y fue difícil ubicar la veta de yeso que al parecer ya no se explota, vimos más bien, algunas tierras cultivadas en la parte baja y en mayor cantidad en La Atuyunga y La Morada, pequeños valles adyacentes  a ambos lados de El Criollo, a donde (una hora promedio) llegamos sosegados y contentos, registrando muchas vistas y embebidos por la belleza y tersura del paisaje.

La Punta Grande con pendiente de Aprox. 75°
Desde allí contemplamos la elevada colina que ya la habíamos advertido a través del recorrido, y avanzando un poco más nos pareció estar al pie de ese espléndido cerro casi solitario  al borde del Marañón, que es conocido como “Punta Grande” porque siendo inmenso da la impresión de terminar en punta. En ese instante un gran deseo invadió mi cabeza: llegar a la cima  y observar límpidamente el recorrido del Marañón y visualizar el legendario camino (Cápac Ñan) que se desplazaba desde J. Chávez hasta Huanabamba. Lo miramos detenidamente y no dudamos en escalarlo.

El Criollo, caminando entre Hualangos..
La  pendiente era algo extensa, de relativa verticalidad, terreno áspero, raleada vegetación y carente de huellas peatonales; pero no nos amilanó. Los amigos jóvenes ascendieron a paso firme, confiados en remontarla en poco tiempo. Con Idelso, Cecilio y Elisa trepamos con cautela, paso a paso, haciendo descansos obligados y ciertamente cada vez más agotados. Cecilio, poco entrenado en esta clase de caminatas, dijo: “hasta aquí no más”, y prometió que en ese desolado lugar nos esperaría. Para continuar mucho influyeron mi firme deseo de llegar arriba y la admirable fortaleza para caminar de Elisa. Mientras tanto los otros amigos ya habían llegado.

El grupo de aventura en la Punta Grande.
 Después de casi 5 horas, cumplimos nuestra meta, estábamos en la cúspide. Moisés salió a nuestro encuentro, nos felicitó y dio la bienvenida. Estar en la punta de esa gruesa elevación era sencillamente espectacular, parecíamos suspendidos en un inmenso atalaya rodeados de un panorama deslumbrante e infinito, y bajo nuestros pies, al fondo de la cadena de montañas, el mítico e imponente río Marañón (Jatumayo) deslizándose reposado, muy juntito a la carretera, ondulado al recibir al río Cantange. Una verdadera “serpiente de oro”, al decir de Ciro Alegría.

Pago a la Mamapacha
La cima es una pequeña planicie cubierta de ichu y, como había presumido, con restos de viviendas y cerámica preincas, un tanto toscas y rústicas, lo cual significa que pequeños grupos étnicos la poblaron, al parecer vinculados a La Chocta. Edison, cumplió con el rito de agradecimiento a la tierra, la Mamapacha, le ofrendó coca y chicha de jora e hicimos un salud por su conservación y porque siempre nos albergue. Por un rato más disfrutamos de ese panorama excelso: el verde valle de Púsac, las carreteras zigzagueantes hacia Chuquibamba, Uchucmarca, Longotea, Bolívar; la extensa pampa de Combayo a un extremo del Cantange, el pintoresco pueblo de Utco y su fructífero valle del Jacapa, entre otros.

El río Cantange vierte sus aguas en el Marañón
Sabía que el retorno (por mis incansables andanzas) no sería fácil, y en efecto fue duro y agotador, porque las bajadas pronunciadas y largas siempre hacen tambalear las rodillas. Como no teníamos prisa descendimos pausadamente, dándonos seguridad, sedientos de agua y prácticamente haciendo camino. Cuando estuvimos en el sitio donde se quedó Cecilio, éste ya no estaba, lo llamé varias veces, y nos asaltó el caso del universitario Ciro Castillo, en el Colca. En la parte llana nos esperaban los amigos en pleno descanso, Gonzalo que ágilmente había trepado a una frondosa planta de níspero, nos invitó esos agradables y rehidratantes frutos.

Descendiendo de la Punta Grande.
La tarde caía, estábamos cerca del lugar de partida con alrededor de 9 horas de caminata, y al promediar las 17:30 llegamos a la plazuela de J. Chávez, Cecilio nos esperaba, degustamos algo y brindamos por la linda aventura y por haber conocido y amado un poco más a nuestra madre naturaleza. Les prometí acompañarlos el próximo año...




Veamos más fotografías de la aventura a la Punta  Grande:
(doble Click en las fotos cambiantes para ir al album de origen)

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