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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Escenario: AMBIENTE Y DESARROLLO.

Por: Humero Bazán Zurita.

Los problemas ambientales ya no son exclusivos de tal o cual continente, región o país, sino que en la perspectiva de que la tierra es una sola casa y un gran hogar común para todos sus habitantes son compartidos por la comunidad de países del globo terráqueo. Cualquier acto positivo o negativo, que impacte sobre un lugar del planeta, tendrá, directa o indirectamente, en el corto, mediano o largo plazo una redundancia en otro lugar, por alejado que esté. El accidente nuclear de Chernobyl, en la ex Unión Soviética, en abril de 1986, es un patético ejemplo de ello.

La deforestación de bosques tropicales, la pérdida de diversidad de ecosistemas, especies y genes, la destrucción de la capa de ozono, el calentamiento de la tierra, la contaminación del aire, del agua y del suelo, son problemas ambientales físico-biológicos globales; además otros socioeconómicos de los países llamados en desarrollo, como la abrumadora deuda externa y las relaciones internacionales injustas que generan dependencia, pobreza y subdesarrollo. Estos son asuntos de interés para todas las naciones, los Gobiernos nacionales y los locales, las entidades privadas, las organizaciones de base y las ciudadanas y ciudada­nos en general.

Si bien es cierto que desde hacen unas tres décadas los problemas ambientales y sus conse­cuencias ya son del dominio público mundial (gracias también a los avances en las tecnolo­gías de la comunicación), es recién en los 80's y 90's que las grandes mayorías empiezan a tomar conciencia crítica de su entorno y a manifestar, cada vez más, opinión abierta y participación en reclamos, denuncias y toma de decisiones sobre su entorno. Una muestra de tal interés se apreció en el Foro Global de Río 92(Río de Janeiro, Brasil junio de 1992), en donde 178 jefes de Gobierno y cientos de organizaciones estatales y privadas, en representación de millones de personas, manifestaron su gran preocupación por una solución a los problemas ambientales mundiales comunes, proponiendo una serie de medidas y firmándose varios acuerdos, en los que destaca la llamada Agenda 21, que es una suerte de compromisos ambientales para el próximo siglo.

Se tenía la idea, antes, que tales situaciones ambientales eran exclusivas de los países en desarrollo (llamados también del Norte, o, en otras palabras, países ricos), los que habiendo logrado su auge en base a más de 400 años de colonialismo y de explotación de recursos de otras regiones, habían llegado a extremos insostenibles de consumismo y contaminación, causando también modificaciones irreversibles de varias extensiones del globo, así como el agotamiento, y aún extinción de varios recursos a nivel mundial.

Pero también los países en desarrollo (los del Sur o pobres, para decirlo sin eufemismos) tenemos nuestros propios problemas y graves, como altos índices de crecimiento poblacional, que obliga a un uso y demanda, casi siempre insostenible, de recursos y energía.

En todo caso, sospechando estas situaciones en estos dos grandes grupos de países, muchos sostienen que la gran mayoría de ciudadanas y ciudadanos de los países desarrollados han alcanzado prosperidad, y hasta opulencia, y altas posibilidades de realización, en base a su dominio sobre los recursos materiales.
En cambio, la gran mayoría de pobladores de los países subdesarrollados presenta pobreza opresiva, desnutrición, analfabetismo, higiene deficiente, falta de servicios básicos y limitación de sus esperanzas de vida y sus posibilidades sociales y económicas. Citemos, verbigracia, que el mismo Presidente Fujimori, señala que el problema ambiental más grave en el Perú es la pobreza de una inmensa mayoría de su población.

Hablando brevemente de lo local, es decir de las ciudades y comunidades comunes y corrien­tes, se debe decir que este nivel es crucial, ya que todos los problemas comienzan con una fuente localizada de un tipo u otro, en el campo o en la urbe. Y si queremos lograr un desarrollo armónico y en equilibrio con nuestro medio, este sólo se puede hacer realidad si cambiamos también el comportamiento y los valores humanos a nivel local. No en vano se dice que, en términos del medio ambiente, «hay que pensar globalmente, pero actuar localmente».

Afortunadamente, muchas actitudes hacia el ambiente han ido cambiando y hay muchos logros tangibles: apoyo generalizado de la población a la gestión ambiental, aumento en número y autoridad de organismos con responsabilidad ambiental (por ejemplo, en el Perú, se ha establecido en diciembre de 1994, y ya viene funcionando orgánicamente desde junio de 1996, el Consejo Nacional de Ambiente - CONAM), mejora de las técnicas de investigación y control ambiental (ya son comunes los Programas de Adecuación y Manejo Ambiental = PAMAS-, los Estudios de Impacto Ambiental - EIA- y las auditorías ambienta­les), presencia cada vez mayor de la «cuestión ecológica» en las estructuras curriculares educativas, la inclusión de la «variable ambiental» en los programas y proyectos de desarrollo, normas legales más específicas y una conclusión generalizada sobre el concepto de desarrollo sustentable con «equidad intergeneracional», es decir del uso del ambiente y sus recursos para las generaciones de hoy y las de mañana.

Por eso, asumamos valores ambientales correctos y en nuestros actos cotidianos cuidemos nuestra casa, nuestro barrio, nuestra localidad; exijamos a nuestros gobernantes y representantes que asuman igualmente tales valores en la conducción de nuestras ciudades y países, contribuyendo así a una relación ambiental más justa, con el objetivo de vivir en una tierra mejor, sin contaminación, sin pobreza, sin guerras, sin amenazas de caos o des­trucción. O sea desarrollarnos social, económica y ambientalmente, en democracia y con equidad, justicia y paz.

De la revista El Labrador, 1998.

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