Por Elmer Castillo Díaz.
En nuestro Huauco hay una variedad de
personajes dignos de contar. Los hay ofensivos, cariñosos, locos, siniestros,
artistas, honrados, pirañas, cultos, de todo, pondré el etcétera. Los conoces a
todos, el pueblo no es grande. Huauco (nombre majestuoso que encarna el
contexto) es una familia recostada entre la Quintilla, el Huishquimuna y el
Lanchepata, sus tres apus, silenciosos en la tranquilidad del estío, cuando la
creciente ruge.
Me cuenta mi madre que
el doctor shilico que la atendía, éste al enterarse que era huauqueña, le
comentó, "Señora, le teníamos tanto miedo a los huauqueños, que cuando
escuchábamos que entraban a Celendín en sus caballos, nos metíamos debajo de la
cama, achichin". Qué ironía, ahora el huauqueño moderno, se avergüenza de
llamarse así. Felizmente son dos o tres...el Huauco seguirá viviendo
eternamente, mientras que de ellos ni sus hijos se acordaran.
Nuestro buen amigo
Josheritas había recibido una tunda "de padre y señor mío". Estaba
magullado, adolorido y no se levantaba de la cama, raro en él, pues a las seis
de la mañana remojaba sus tarjas en la acequia que recorría su calle con un
buen libro en las manos. Su madre, preocupada levantó la cortina que separaba
su cuja de la salita y le dolió en el alma ver a su hijo en ese estado.
Preocupada le reclamó cómo se había hecho, que los tragos lo estaban llevando a
dañarse físicamente. Al acercarse más, no era golpe de una caída, sino de una
reverenda golpiza. "Hijito, ¿quién te ha pegado, quién ha sido ese
abusivo? (seguro tenía en cuenta el tamaño de su vástago), dime su nombre,
ahorita mismo voy al puesto y pongo una denuncia"..."Vieja, no te
preocupes"..., "¿Cómo no voy a preocuparme?, "mira cómo
estás", "Ohhh, vieja, ni vayas a hacer problemas, ¡imagínate! si yo
estoy así, cómo estará el otro". El otro estaba muy tranquilo, campante y
sin un rasguño libando alegre en la Plaza de armas.
La honradez y la
palabra dada en el huauqueño era ley. Recuerdo una historia de un familiar en
La Toma. Quería vender su terrenito, el primo que se había enterado de la venta
se acercó a su casa ofreciéndole mil quinientos soles (soles de esos años), el
tío quería dos mil. Como sea le dijo, en dos mil quedaron, tenía pasto, era
grande y una pequeña casita circundaba el terrenito. Vendería unos terneros y
algunos cobres ahorrados por ahí tenían. Pasó un mes, dos meses y no se
acercaba a finiquitar la transacción. Un foráneo al ver la necesidad del tío,
le ofreció cinco mil contantes y sonantes. Preocupado y con pena se aproximó a
la vivienda del familiar: "Oite pues primo, ¿vas a querer o no el
terrenito?...mira que ya me están ofreciendo cinco mil, ¿lo vas a querer o
no?" El primo ni corto ni perezoso sacó el dinero de donde sea. Una buena
lección, la palabra debe valer más que cualquier documento escrito
notarialmente, palabra de hombre.
Nuestro amigo, muy
conocido él, Loco Beto, o simplemente Beto Bomba, se divorciaba de su esposa.
Ella, como es normal, le entabló juicio por alimentos por una cantidad fuerte.
Loco, con dinero en esos años, contrató al mejor defensor de Cajamarca. El
leguleyo usando las artimañas, tenía que defender al que le pagaba por hacerlo
(recibos de luz, agua, comida, enseres...etc.). Después de algunos meses
visitando el Palacio de Justicia, el picapleitos había triunfado. Fue a darle
la noticia personalmente a nuestro amigo Loco Beto, "Loco, (lo tuteaba (y
todos sus amigos lo tratan así, ganamos el juicio, le pasaremos a tu consorte
400 soles mensuales". El brinco que dio el Loco de la silla tras su
escritorio fue sorprendente y con las gesticulaciones propias de él, le dijo
airadamente, "¿Cuatrocientos, cuatrocientos? "!Con cuatrocientos mis
hijas se mueren de hambre, pásales mil doscientos". Era la cantidad que le
estaba pidiendo su ex media naranja.
Chancona y Pepe
Cortisona (Víctor Hernández y Moisés Sánchez) transitaban en una vieja moto,
50cc Honda, las inacabables automáticas. Al llegar a una intersección, a altas
horas de la noche y con unas copas de más, una batida de vehículos se llevaba a
cabo. Como es natural, pararon la destartalada motoneta y bajando de ella
Chancona se aproximó al policía. Después de unos segundos Chanconita se volvió
a donde estaba Cortisona y le dijo, "¿No tienes ahí veinte soles?",
"¿Veinte soles, cómo que veinte soles, acaso es camión?".
El viejo Chiquiruna,
don Manuel Chávez Reyna, huauqueñaso, tuerto, terco, renegón y muy enamorador.
Pasaba por un velorio y se detuvo en la puerta. Los familiares lanzaban llantos
de dolor por el que descansaba en el ataúd. "Tan buenito pues... ¿por qué
Diosito te lo llevas?, con sus lindas manitas nos ayudaba a pelar papas, cortar
la cebolla..., ¿por qué pues Señor te lo has llevado?,..., muy inteligente, en
el colegio siempre sacó buenas notas...ayayay". Los llantos mezclados con
las cualidades del difunto enervaron la paciencia del viejo Chiquiruna, quien
con voz torpe increpó a todos los dolientes, "Já, seguro que cuando me
muera van a decir ¡Qué lindazos ojos he tenido!", siguiendo su camino con
el único quinqué que tenía.
La tía Luzgarda
Zegarra se sentaba en su puerta, sobre sus hombros un pañolón oscuro, medias
gruesas de lana, para soportar el frío. Ella conocía a todos sin excepción y
siempre atenta con el que pasaba por su puerta. El saludo era y debería ser un
ingrediente de educación en casa y el colegio, especialmente si uno es mayor,
cederle la vereda, unos buenos días, tardes o noches, es bueno recibir de los
jóvenes. "Tía, buenas noches", "Hola sobrino, adónde te vas...de
dónde vienes". Y había que contestarle, pese a que hace cinco minutos le
habías contestado, y así sucesivamente. Ya con los años y achaques se la veía
muy delicada, pero no dejaba de sentarse en el quicio de su puerta para ver
pasar a sus familiares y seguir con la letanía de sus preguntas. Con más de
noventa años, acurrucada con su viejo pañolón me senté a conversar con ella una
tarde. Al preguntarle cómo se sentía, con esa sabiduría irónica que se aprende
con los años, me contestó; "Ay hijito, a mi me duele todo el cuerpo, por
la artritis, ya no veo, escucho apenas, ni una papa puedo pelar..., todo hijo,
menos la paloma". Buena respuesta.
De la revista El Labrador, mayo 2010.
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