Por Silvia Bazán Zurita.
La noche lo ha
cubierto todo y yo me siento un ser único sobre la tierra, tendida en la hierba,
mirando al cielo. En verdad no vi nada al principio; solo aspiré hondo como
para atrapar dentro de mí y para siempre, esa sensación de plenitud, con el
ambiente impregnado de un olor a tierra húmeda, después de un aguacero en la
sierra.
De pronto, la luna
descubrió ligeramente su velo y se deja ver. También se deja ver una estrella y
pienso que la primera estrella fue pintada por Dios en el firmamento; y yo,
como antes, como cuando era niña, le pedí a la estrellita un deseo:
"Quiero la felicidad"; pero aparecen muchas más estrellas como
queriendo distraer o arrebatar mi deseo, pero yo siento que ya empiezo a
lograrlo, aquí mirando el cielo de Cajamarca que siempre fue generoso, que da
descanso, y que significa poesía y acaso la felicidad.
Tal vez me dormí, o
tal vez no, pero sin sentir el paso del tiempo he pasado toda la noche
recostada en la verde alfombra del pasto, admirando la belleza natural. Los
primeros rayos de sol acarician mi faz, y me parece que derraman una cascada de
felicidad en entorno. Y sigo admirando las maravillas de mi tierra, él sol , ya
desperezado, reina esplendoroso sobre toda la tierra. El rojo intenso de la
flor de la cantuta descansa en un rincón del paisaje, simbolizando un canto al
amor. Algunas retamas bordean el estrecho camino, y sus pequeñas florecitas
doradas iluminan y alegran el alma, como lamparitas. Y yo me pregunto si en ese
pequeño camino encontraremos las pequeñas alegrías de la vida, que nos dan
felicidad. Eucaliptos majestuosos se divisan en la lejanía y sus troncos erguidos
parecen alcanzar el cielo. Avecillas diversas vuelan alegres y susurran entre
los árboles. ¿Será, de pronto, que en esos bosques se esconde la felicidad?
Una mariposa revolotea
a mí alrededor, con sus alitas multicolores, y sentí en su vuelo una brisa de
ilusión dentro de mí. ¿Por ventura es la felicidad? Muy cerca veo pencas y
cactus, y sus espinas encantadas me parecieron los espejos rotos del alma
adolorida pero valiente en su lucha contra la adversidad. ¿Será que en ellas
también se cobija el secreto de la felicidad?
Un murmullo conocido
me hace voltear y ver las cristalinas aguas de un río. La flor de papa, hermoso
símbolo de la fecundidad de la tierra, resalta en los verdes campos, derramando
con sus brillos azules un poquito de felicidad.
Envuelta en el encanto
del paisaje, casi místico, pintado por la mano de Dios, pensé que es bueno tenderse
en la tierra a contemplar el cielo, que es bueno andar por los caminos en busca
de la felicidad. El trino de los pájaros será una canción en nuestros oídos,
las retamas anunciarán nuestras doradas alegrías, la flor roja será nuestra
expresión de amor, el vuelo de las mariposas nos dará un soplo de vida, los
eucaliptos harán llegar al cielo nuestras plegarias, la flor de papa alimentará
nuestra alma, el agua de los ríos calmará nuestra sed, las "no me
olvides", florecillas insignificantes y escondidas guardarán nuestros
mejores recuerdos, y los cactus y pencas espinosos callarán nuestras tristezas
y fortalecerán nuestro espíritu.
A la naturaleza,
perfectamente y sin desconfianza, podemos entregarle nuestro corazón, porque
allí está escrita la felicidad con la pluma de Dios.
De la revista El Labrador, mayo 2001.
Silvia Bazán Zurita,
Médico Cirujano, hija del recordado sucrense Dr. Tarsicio Bazán Zegarra,
desaparecida tempranamente después de la navidad de 1997.
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