Tío Porfirio era un hombre
entrado en años, gordito y de buen corazón, llano a ayudar al necesitado, pero
sobre todo amante del arte dramático, al actuar y recitar.
Por José Escalante del Águila.
Porfirio se llamaba, miembro
de la Benemérita Guardia Civil, de los de, "El Honor es su Divisa", a
mucha honra. Aquellos delante de quienes deberíamos sacarnos el sombrero,
porque de su institución hicieron una mística de vida, de honradez y lealtad.
Don Porfirio tomaba el
arte con mucha responsabilidad, cuando le encargaban de realizar tal o cual
número en dicha disciplina. En las prácticas, demostraba sus innatas dotes
histriónicas, viviendo y metiéndose en la piel del personaje con tal
naturalidad que vivíamos el momento. Recuerdo que ensayábamos el Melodrama,
"Cuando los hijos se van", yo representaba al hijo desobediente y
malcriado que hacia sufrir a su madre y tantas cosas. Distraído, a veces no me
compenetraba con el personaje y el drama, más aún, teniendo a una bella jovencita
como compañera en la historia. De pronto escuché el vozarrón del tío Porfirio,
asustándome y sacándome de mi abstracción; "... ¿Vas a actuar o no?, si no
puedes hacerlo, es simple, te me vas...", lo vi tan enojado que sus ojitos
color caramelo denotaban rabia, los ensayos no estaban saliendo como él quería.
Después de muchas
sesiones y llamadas de atención del tío para que la escena salga perfecta,
estábamos preparados para la presentación. Nunca supimos los motivos por qué la
dramatización se canceló.
En otra oportunidad lo
escuche recitar por el Día de la Madre en el atrio de la iglesia, se había
preparado una noche de poesía y canto, donde alumnos y profesores de nuestra
alma mater se hicieron presentes acompañando al singular artista.
En sus recítales
imponía ese sabor angelical, escuchábamos y quedábamos extasiados al tener la satisfacción
de oír una hermosa poesía declamada con una pasión descomunal, el quiebre que
le daba a su voz, la cadencia, el ritmo que le imprimía, su tonalidad propicia
y el gesto natural, eran suficientes acicates que enervaban a quienes
asistíamos, nos hacía sentir con destreza lo que quería decirnos.
Recuerdo el poema que
esa noche recitó a la Madre, decía más o menos así:
"¡Madre!, te fuiste de mi lado, en silencio
fue tu partida, mi corazón se ha desangrado, por tan súbita despedida, tu
espíritu luchador a la vida se aferraba, más Dios desesperado a su lado te
llamaba..." y terminaba diciendo "...Me esforzaré por ganar el cielo,
para no perderte nunca más, mientras tanto guía mis pasos, ilumina mi senda,
hasta que se cumpla mi destino".
Lo recitaba llorando,
esa fuerza y corazón que ponía en cada declamación, hacían que el respetable se
bañe en lagrimas cuando declamaba ese, ahora, "Vate olvidado".
Muchas veces demostramos
nuestra ignorancia cuando no sabemos apreciar lo que tenemos, revivámoslo y
hagámosle una remembranza a nuestro polifacético Porfirio.
Dios te tenga en su
gloria querido Porfirio.
De la revista El Labrador, mayo 2012.
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