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viernes, 27 de julio de 2012

Memorias: “POR QUÉ SE OLVIDAN DE LOS POETAS”


Tío Porfirio era un hombre entrado en años, gordito y de buen corazón, llano a ayudar al necesitado, pero sobre todo amante del arte dramático, al actuar y recitar.


Por José Escalante del Águila.
Porfirio se llamaba, miembro de la Benemérita Guardia Civil, de los de, "El Honor es su Divisa", a mucha honra. Aquellos delante de quienes deberíamos sacarnos el sombrero, porque de su institución hicieron una mística de vida, de honradez y lealtad.

Don Porfirio tomaba el arte con mucha responsabilidad, cuando le encargaban de realizar tal o cual número en dicha disciplina. En las prácticas, demostraba sus innatas dotes histriónicas, viviendo y metiéndose en la piel del personaje con tal naturalidad que vivíamos el momento. Recuerdo que ensayábamos el Melodrama, "Cuando los hijos se van", yo representaba al hijo desobediente y malcriado que hacia sufrir a su madre y tantas cosas. Distraído, a veces no me compenetraba con el personaje y el drama, más aún, teniendo a una bella jovencita como compañera en la historia. De pronto escuché el vozarrón del tío Porfirio, asustándome y sacándome de mi abstracción; "... ¿Vas a actuar o no?, si no puedes hacerlo, es simple, te me vas...", lo vi tan enojado que sus ojitos color caramelo denotaban rabia, los ensayos no estaban saliendo como él quería.

Después de muchas sesiones y llamadas de atención del tío para que la escena salga perfecta, estábamos preparados para la presentación. Nunca supimos los motivos por qué la dramatización se canceló.

En otra oportunidad lo escuche recitar por el Día de la Madre en el atrio de la iglesia, se había preparado una noche de poesía y canto, donde alumnos y profesores de nuestra alma mater se hicieron presentes acompañando al singular artista.

En sus recítales imponía ese sabor angelical, escuchábamos y quedábamos extasiados al tener la satisfacción de oír una hermosa poesía declamada con una pasión descomunal, el quiebre que le daba a su voz, la cadencia, el ritmo que le imprimía, su tonalidad propicia y el gesto natural, eran suficientes acicates que enervaban a quienes asistíamos, nos hacía sentir con destreza lo que quería decirnos.

Recuerdo el poema que esa noche recitó a la Madre, decía más o menos así:

"¡Madre!, te fuiste de mi lado, en silencio fue tu partida, mi corazón se ha desangrado, por tan súbita despedida, tu espíritu luchador a la vida se aferraba, más Dios desesperado a su lado te llamaba..." y terminaba diciendo "...Me esforzaré por ganar el cielo, para no perderte nunca más, mientras tanto guía mis pasos, ilumina mi senda, hasta que se cumpla mi destino".

Lo recitaba llorando, esa fuerza y corazón que ponía en cada declamación, hacían que el respetable se bañe en lagrimas cuando declamaba ese, ahora, "Vate olvidado".

Muchas veces demostramos nuestra ignorancia cuando no sabemos apreciar lo que tenemos, revivámoslo y hagámosle una remembranza a nuestro polifacético Porfirio.

Dios te tenga en su gloria querido Porfirio.

De la revista El Labrador, mayo 2012.

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