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viernes, 17 de enero de 2014

Difusión Cultural: VUELOS A RAS DEL MUNDO

Poemario de José Pereyra Abanto.

El poeta nació en Sucre (Celendín), más precisamente en El Granero, poblado rural a mitad de camino entre Oxamarca y Sucre.

Llegó al colegio secundario de Celendín con el alma sembrada de los secretos meridianos de la tierra pura y las sutilezasdel firmamento; quienes compartieron aulas con él en esa etapa estudiantil afirman que hablaba en verso adolescente y, furtivo, escribía retratando las imágenes que habían colmado su ser en el inolvidable Granero.

José Pereyra Abanto ha logrado con su reciente libro Vuelos a ras del mundo (Fondo editorial municipal de Cajamarca, 2013) darnos de beber las aguas manantiales y todos los néctares picaflor para aplacar los sinsabores de la vida.

En Exilios voluntarios, la primera estancia del libro, el poeta se enfrenta a los abismos existenciales que ocasiona el desarraigo; sus batallas son recurrentes en la ciudad de su destierro, asido a las alas de la soledad descifra vencedor sus dudas: la nada, el despiadado adiós, la esperanza y los anhelos estancados (“Entonces dependemos de unas alas / He creado alas, vamos al exilio / Quien nos busca acabando sus alas/no tiene oficio conocido  /  Ala de enemigas alianzas”).

Con ese inacabable batir de alas que en definitiva es vitalidad, estriba sosegado en Archivo de rastros (segunda estancia); sin embargo, a la vez que el poeta liberado ya de sus tribulaciones, proclama un renacer-reempezar con serenidad, nuevamente asoma la soledad (“Condenados a no morir en calma/solos y alados/como piedras perpetuas”).

En Cantos a Oalba (tercera sección) José Pereyra ha labrado sus versos para expresar su gratitud a la esencialidad de la naturaleza (“Olor a tierra querida la lluvia/ al caer caliente baja de sus ojos”), alienta lleno de paternal ternura a Oalba, le insufla fortaleza para la lucha cotidiana (“Tu sueño libre de sueño sin cadenas). Hace una invocación para abolir la tristeza (“Alégrate de ser así / Agua florecida, árbol doble”). 

Otea en lontananza el devenir:
“En el paraje más hondo del futuro,
siempre oiré a Oalba cantar
como un zorzal de mi patria.
Alzad las manos en señal de alegría,
Como dos armonías dispersas”

El poemario culmina con La ofrenda, los cuatro poemas que conforman esta sección están dedicados al pintor chiclayano Nicolás Guerrero Zapata. Canto de hermandad, melodioso opúsculo que rescata a un artista popular, casi anónimo.

“Entusiasta entre los obreros,
abriéndote en hojas verdes a la tierra,
a flor de horizonte tu camisa de ladrillos
Otra vez trabajarás vida y esperanza
en infinitas arenas...

Pudo la roca sola ser tu estribo en el abismo

La tierra gira como siempre en tus manos,
donde hay callos antiguos cubiertos de rosas,
allí tu pulso se acomoda haciendo círculos,
firme y total como pájaro sorprendido.

Quienes vimos a Nicolás con oro de tierra
en los ojos,
audaz y firme, completando la creación,
fuimos acostumbrándonos a verlo volar.”

Este es mi breve decir para el inmenso libro Vuelos a ras del mundo que se proyectará más allá de nuestro tiempo y las fronteras.

Jorge Horna








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