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lunes, 3 de marzo de 2014

EL CARNAVAL EN JOSÉ GÁLVEZ

Por: Tito Zegarra Marín.

A quince minutos de la ciudad de Celendín, lado norte de uno de los valles interandinos más pintorescos de la región, se encuentra la pequeña localidad  de José Gálvez (antes Huacapampa); casi encerrada entre pampas verdes, sauces y eucaliptos, pero abierta a su bella y atractiva  catarata de Langascocha, a  su bosque de eucaliptos que hace de hábitat de miles de garzas de la zona, y a sus casas solariegas que aún  permiten  adentrarnos a los gratos recuerdos del pasado.

Pero José Gálvez tiene algo más, algo que llena de encanto a visitantes y amigos. No solo  el tierno verdor de su campiña, la limpieza y frescura  de su ambiente, la tranquilidad y la paz que se vive,  sus  calles angostas y casitas aisladas que aún se protegen con techo de tejas,  sus cercanos y  lozanos caseríos: Cusichán, El Tambo, Chaquil y Huacapampa, o sus hermosas y simpáticas damas, de ayer y hoy. Se trata, de la fiesta del carnaval.

En efecto, esta pequeña ciudad, desde fines del siglo pasado viene  conservando y mejorando lo más genuino y gustoso de esa festividad hasta legitimarla y convertirla en parte de su tradición y  cultura. Desde ese entonces, ya se sentía  la participación plena y solidaria de sus pobladores y se daban las primeras señales artísticas en la elaboración de sus estampas alegóricas. Hoy, niños, jóvenes y adultos, de toda condición, sexo, raza y religión coparticipan a plenitud y llenos de entusiasmo. Y la capacidad para confeccionar sus exquisitos carros alegóricos deja entrever la fibra estética e imaginativa de todos los participantes.

Aunque el programa principal de fiestas, básicamente se concentra en un solo día, el jueves de carnaval, después del miércoles de ceniza, creo que es suficiente. Pues en ese día explosiona, se regocija y se agranda este pequeño pueblo, día esperado. Todo Celendín y sus distritos cercanos se vuelcan a ese lugar y lo abarrotan desde muy temprano. Es el día del desfile de carros alegóricos. Pero es un desfile diferente al común de los pueblos. Aquí no prima el desorden, ni la ridiculez de los motivos alegóricos, ni menos el espectáculo de ver un desfile caótico en el que más sobresalen grupos masivos de  mequetrefes, mozalbetes, borrachos y hasta pericotes, como sucede en Cajamarca.

En José Gálvez, impera la conciencia y responsabilidad de brindar una fiesta sobria, elegante y ordenada. Así es el jueves de carnaval, en especial el programa del desfile, ya tradicional y reconocido. Los motivos alegóricos son creativos, representativos y llenos de belleza y  donaire. Para citar un caso, el amigo y profesor Félix Horna Díaz, que apasionadamente participa año a año, es autor de cuadros  alegóricos verdaderamente geniales y significativos: el Quijote y los molinos a viento, Atahualpa y sus doncellas, al Señor de los Anillos, al Hombre Caníbal; donde él, hace de personaje central.   

El desfile, al caer la tarde, se corona con un baile popular en su agradable parque principal con todas sus encantadoras reinas y, en horas de la noche, prosigue la actividad bailable en el local municipal  y en casas familiares. En el transcurso del día, son varias  las buenas amistades que nos hacen saborear la chicha típica, fermentada  de jora y chancaca. Así como, en todas las mesas hogareñas, es infaltable  la exquisita sopa de pan con quesillo y el reconfortante caldo de gallina de corral  con leche fresca.

En José Gálvez, como creo en pocos pueblos del interior de Cajamarca, se vive el carnaval lleno de colorido, alegría, respeto mutuo, participación y creatividad; ajeno a toda clase de  huachaferías, estridencias y vulgaridades Por ello, para todos los  que concurrimos y gozamos de él, es pertinente aunarnos a considerar a JG,  como capital del carnaval shilico. Aquí sí, credencial o título honorifico,  bien merecido.


Colaboración: Jorge Horna

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