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martes, 20 de enero de 2015

Turismo y paisaje: PINTURA RUPESTRE EL IDULO, EN SUCRE

Por Tito Zegarra Marín.

Muy cerca de la ciudad de Celendín, con dirección sur, se encuentra una de las mesetas andinas de mayor belleza y frescura de la zona, en cuyos alrededores se asientan los tres pequeños pueblos que hacen de capital de los distritos Sucre, José Gálvez y Jorge Chávez; también algunos caseríos como Conga de Urquía, Macas, Chaquil y El Paraíso. Esta extensa planicie, hasta la década del 40 del siglo pasado, estuvo cubierta por una considerable laguna de nombre Huaucococha que en temporada de lluvias, las aguas llegaban hasta los bordes de las localidades circundantes.

Poco se sabe de ella: del uso recreativo que se hizo a través de botes artesanales, de la cantidad y variedad de patos silvestres, de la capacidad para insuflar abono orgánico a los terrenos y del grato esplendor y proyección que exhibía. Entre los años 1940 y 1948 se procedió a desecarla a través de la construcción de un túnel de 609 metros de longitud, con lo cual no sólo se puso fin a esa legendaria laguna, sino, se cambió el rumbo histórico de esos pueblos.

Volteando el abra por cuyo interior pasa el túnel, se inicia el descenso con dirección al río Cantange y los territorios del distrito de Oxamarca. Al llegar al río, sorprende sus aguas limpias y regulares y al cruzarlo por el antiguo puente de piedra, justo al borde derecho, se ha construido una moderna y promisoria planta productiva de truchas de propiedad del Ing. Osbitio Aliaga Zegarra. Un trecho más abajo, poco antes de verter sus aguas al río Marañón a la altura del sitio de Huanabamba, se ubica la extensa pampa Combayo de enorme potencial productivo aún no explotada debido a dificultades materiales para proveerle agua. Cuando estamos bajando por carretera hacia el Cantange (15 Km), atravesando terrenos poco productivos del lado derecho de la quebrada, saltan a la vista en el otro extremo, dos grandes bloques de peñas arenosas de color rojizo amarillento, emplazadas en medio del inmenso cerro que los rodea.

En esas compactas y vistosas peñas, se encuentran precisamente tres cavernas de regular tamaño y otras menores, a dos de ellas se penetra con facilidad, pero a la otra, por estar a 4 m de altura, hay que hacerlo utilizando escalera. Son conocidas como cuevas del club, porque probablemente en una de ellas, la que está a cierta altura, justo en la parte que semeja un balcón, se mantiene una figura pétrea de cierto parecido al cuerpo humano, que podría aludir a un personaje tenebroso o ídolo falso (idulo), que como se sabe fue estigmatizado por la religión católica durante la colonia. Vistas en conjunto las cavernas son de apariencia misteriosa, pero atractivas por su ubicación panorámica, profundidad accesible y representaciones físicas llamativas y caprichosas.

En la cueva que tiene una especie de pilastra natural levantada en parte céntrica y un segundo nivel al que se llega sin mayores esfuerzos, se encuentra la pintura rupestre. Debo anotar que recién en la cuarta visita y gracias al apoyo del pariente Douglas Rojas Zegarra, ubicamos el lugar exacto donde se encuentra la importante pictografía. No fue posible hacerlo en visitas anteriores porque las paredes interiores al estar cubiertas de hollín y musgo impedían identificarlas, por lo que requirió limpiarlas con especial cuidado hasta tenerlas presentadas como tales.

Son cuatro las figuras que identificamos con mayor nitidez, todas de color rojo ocre, tamaño pequeño (entre 20 y 30 cm) y lineado angosto. La figura representativa es el venado que aparece dos veces, en una de ellas con cuernos alargados y ramificados, la otra figura es un conjunto de líneas horizontales semejantes a escaleras anchas o a una red para caza, que puede simbolizar a un instrumento de trabajo. Es probable que existan otras pinturas pero requiere de una paciente labor de limpieza, mientras tanto y por fortuna, se ha podido verificar la existencia de esos singulares grabados de antigüedad milenaria que, como en otros casos, testimonian inequívocamente la presencia de hombres nómades por los antiguos territorios del distrito de Sucre. Para llegar allí, se utiliza tiempo promedio de 2 horas, a pie, desde la localidad de sucrense.



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