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miércoles, 19 de enero de 2022

¡Nos robaron el caldo de gallina y las papas paradas! (anécdota)

Por Palujo

No solo los duendes y los espíritus celestiales han hecho de las suyas en nuestro pueblo y, por ello, fueron tema de velorios y de aquellos que no pueden dormir; hubieron hombres y mujeres de carne y hueso que poblaron anécdotas y cuentos en estas emocionantes y muy entretenidas reuniones.

 Cuentan que, por los 50's, más o menos, los jóvenes de aquel tiempo, que, cuando mayores, fueron nuestros profesores, como nos pasó y pasa, se aburrían de las tardes y noches que les tocó vivir en el pueblo. Su aburrimiento era mucho más aburrido que el nuestro, no había Internet ni "redes sociales", por lo que tuvieron que acudir a lo que todos cometimos y combatimos, de acuerdo a la edad, alguna vez.

 ¿Conocen a doña Escolástica? ¿No? Les cuento: Vivía en la última cuadra del ahora Jr. Clodomiro Chávez, frente a doña Rosa Chávez, la señora que todas las navidades presentaba el baile de pastorcitas por navidad. Era muy conocida por la élite social sucreña. Organizaba fiestas y comelonas a las que concurría lo mejor de lo mejor.

 Era este un fin de sábado de Todos los Santos, día de Poncio Pilatos. Un raro ajetreo se movía en el barrio. Oscar, observaba todo con disimulo. No era necesario que estirara el cuello ni que alzará la cabeza, bastaba que mirara de reojo para comprender lo que pasaba. Era vecino. Las mujeres entraban y salían a la casa que un tiempo cobijó a la empresa de transportes Diaz. En Sucre y, seguramente, en otros lugares, se estilaba que la noche de los sábados de Semana Santa sea una verdadera fiesta, y, doña Escolástica, se preparaba para ello.

 Oscar aguardaba algo para comprobar lo que sospechaba. Efectivamente. Al rato, una de las amigas de doña Escolástica, ingresaba con una más que mediana olla y su respectivo cucharón.

— ¡Les juro, muchachos, hoy nos corresponde gallina! —les dijo a sus amigos. Oscar jugaba en casa con ellos. Esta vez, parecían muy concentrados en el juego de rocambor. Habían llegado Mariano, también estaba Onésimo y, por supuesto, Neptalí.

El plan se puso en marcha.

 Los invitados, el alcalde, el Juez de Paz, el Tnte. Gobernador, el jefe de Línea, etc., llegaban a la casa vecina, uno por uno, luciendo su mejor traje. Los muchachos, que jugaban en la sala (el que hacía de alcalde en el juego repartía las barajas) los veían pasar sin darles mayor importancia; parecían viejos jugadores que no movían ceja alguna de puro concentrados.

Ustedes saben que en nuestro Sucre las casas tienen su patio, alrededor de éste, su comedor; después sus dormitorios y sala principal y, en la parte de atrás, en el corral, la cocina. Además, conocen también, los corrales tienen la particularidad de conectarse entre sí con los de los vecinos. No había divisiones entre casa y casa.

 Los minutos para los jóvenes eran largos e interminables, esperaban; en cambio, para los invitados, eran cortos y no querían que terminen. Estaban de fiesta. Y, como sucede en toda fiesta, llegó la hora esperada. Doña Escolástica dijo: — Chicas, vayan repartiendo los cubiertos.

 Ni cortas ni perezosas las amigas cumplieron con el mandado.

De pronto, desde la cocina, escucharon un grito. Todos miraron al patio por el que apareció doña Escolástica gritando y agitando los brazos:

 — ¡Nos robaron el caldo de gallina y las papas paradas! ¡Nos robaron el caldo de gallina y las papas paradas!

 — ¿Estás segura de haber cocinado pue' Colita? —preguntó uno de los invitados, bromeando con la anfitriona.

 — ¡No! ¡Cómo ya pue' se te ocurre! ¡Nos robaron hasta las ollas!

 Oscar, Onésimo, Mariano y Neptalí continuaban su juego imperturbables. El ajetreo que observaron era otro. Pasaban las mujeres y los hombres sin premura, como si estuvieran esperando una respuesta, una llamada que no llegaba, ni tampoco iba a llegar. Al final, se retiraron a sus casas.

 Al día siguiente, olla y tapa, aparecieron colgadas en las palmeras de la plaza mayor del pueblo, con el siguiente letrero:

 COLITA, TU GALLINA A ESTAU MUY DURA, PA' LA PRÓXIMA: ¡COCINALO BIEN!

 Por Palujo, versión contada por KMRA.

Foto: Plaza Sucre, Pepe Sancho.

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