Por Jorge Horna
Conmemoremos y festejemos el hecho de que hace 100 años la Mamapacha en Andahuaylas (Apurímac) recibió el primer resuello del gran escritor José María Arguedas.
Los deslumbramientos del Ande abrieron los caminos al niño José María, y su afecto a la tierra se fue haciendo torrente de agua, roca viva, apretón de manos, abrazo de corazones con sus hermanos de las comunidades campesinas que le dieron abrigo repleto de ternura, auténtico y puro cariño. Desde entonces José María recoge la gran herencia cultural andina, el halo colectivista, el respeto a la Mamapacha y su compenetración con ella.
Y las melodías y las danzas con la porfía de la persistencia, nutrieron la sensibilidad del futuro escritor, como una manifestación de resistencia y defensa del legado que la invasión hispánica y los posteriores poderes dominantes pretendieron desaparecer. La narrativa arguediana está revestida del lirismo de la naturaleza, el desprendimiento por lo telúrico, es el mensaje de pertenencia a lo nuestro, la revelación de la realidad y el compromiso con la sociedad.

Esas son las razones (o sinrazones) para que el Amauta Arguedas sea ignorado, silenciado, por quienes desde el canon oficial conservador manifiestan aún su miopía endémica.

Eso haremos todo el año, y siempre, Maestro José María Arguedas Altamirano.
Lima, 17 de enero de 2011
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