En homenaje a la raza
que construyó Machu Picchu.
Por Justo Paucar
Andía.
Introducción.
El Imperio Incaico.- La mayoría de los historiadores están
acordes en señalar la mitad del siglo XI como la fecha, en que un pueblo inteligente
y emprendedor, se establece en el valle del Cusco, para irradiar, de allí, la
civilización y la cultura a todo el territorio de las actuales repúblicas del
Perú, Bolivia y Ecuador y, parte de Colombia, Chile y Argentina; fundando el
Cusco, como la capital del Imperio, que a la llegada de los españoles, contaba
con no menos de doscientos mil habitantes.
Este pueblo
Quechua, bajo el gobierno paternal del legendario Manco Capac y los trece
emperadores que le sucedieron, logró desarrollar una civilización que, aún hoy
día, es paradigma de planificación política, social y económica.
Es así que
el hambre y la miseria, fueron totalmente desterrados, por una política de
previsión social y de justicia efectiva; la producción y el consumo llegó a un
nivel de equilibrio casi matemático, constituyéndose reservas para épocas difíciles
y casos de emergencia; la distribución demográfica, por medio de migraciones
dirigidas, evitó concentraciones humanas excesivas en ciertos lugares y pobló
razonablemente otras. La construcción de caminos, perfectamente pavimentados y
dotados de Tampus, algo así como
posadas estatales, con toda clase de servicios y aprovisionamientos, logró la
unidad política del Imperio de los Incas.
Al mismo
tiempo un programa de aprendizaje obligatorio del idioma Quechua estaba a punto
de lograr la unidad lingüística, ya que la unidad religiosa había sido ganada
con la aceptación de la Heliolatría, pero sin la intransigencia de los pueblos
monoteístas. El gobierno estable y seguro, ejercido a través de una elite, bien
formada y consciente de las necesidades y aspiraciones de su pueblo, mereció el
más sólido respaldo y garantía de un ejército poderoso que jamás llegó al
militarismo caudillezco. Una sociedad así organizada fue campo fértil para el
florecimiento de las artes y ciencias y demás actividades, manuales e intelectuales
del hombre andino, cuyas realizaciones, son objeto de la mayor admiración en el
mundo culto contemporáneo.
Se logró
domesticar muchísimas plantas alimenticias, que en la actualidad se consumen
mundialmente, como la papa y el maíz. La vicuña, animal de finísima lana, fue
el exitoso producto de una larga labor de cruzamiento zoológico. La técnica de
la trepanación craneana, nos dice mucho del inusitado avance, de la medicina
incaica. Esto, y muchísimo más consiguió realizar el ingenio incaico.
El Imperio
llega a su máximo desenvolvimiento, material y espiritual, durante el gobierno
del noveno Inca Pachacutec, llamado con sobrada razón, "político y
artista, arquitecto del apogeo incaico y la más esclarecida personalidad de la
América antigua". Para el Dr. Valcárcel, de quien tomamos lo dicho entre
comillas, Pachacutec sería el fundador de Machu Picchu.
Los
sucesores del poderoso monarca Pachacutec, continuaron su obra civilizadora,
extendiendo el Imperio de los Incas, por el norte hasta la región de Pasto en
Colombia, y, al sur, hasta el río Maula en Chile. Y, es a los Incas Huáscar y Atahualpa,
medios hermanos, aquel legítimo y éste ilegítimo, a quienes les toca la ingrata
tarea de facilitar involuntariamente, la conquista del Imperio, por un puñado
de aventureros españoles, apenas algo más de un centenar y medio, comandados
por el analfabeto Francisco Pizarro, pues, fue la guerra civil fratricida
sostenida entre ellos, e iniciada poco antes de la llegada de los españoles, la
que quebró la monolítica unidad imperial y debilitó excesivamente el poder
defensivo del Tahuantinsuyo, que fue el nombre verdadero del Imperio que en
quechua significa "Las Cuatro Partes del Mundo".
Cronológicamente,
la civilización incaica se sitúa entre los siglos XI (1040) y XVI (1534) de
nuestra era; la primera fecha corresponde a la fundación del Imperio por Manco
Capac y su esposa Mama Oclio y la segunda, a la fundación española de la Ciudad
del Cusco por Francisco Pizarro en nombre del Rey de España. Habiendo gobernado
catorce Incas o Emperadores de acuerdo a la mayor parte de los cronistas e
historiadores.
El Reino de Vilcabamba.— Se llama así, al gobierno que
durante 36 años, de 1536 a 1572, mantuvieron todavía, los últimos
representantes de la reyecía incaica en las fragosas sierras y cálidos valles
de Vilcabamba, lugar al que Manco Inca, hijo de Huayna Capac, se replegara
después del descalabro bélico sufrido frente a los españoles durante el sitio
del Cusco en 1536, donde se refugiaron los nobles de la casa real del Cusco, los
sacerdotes y sacerdotisas del Sol y donde también se guardaron todas las
riquezas y ornatos religiosos que lograron sacar del Cusco, salvándolos de la
insaciable codicia y lujuria de los españoles.
Fue en
estas regiones casi inexpugnables, defendidas por el enmarañado bosque, los
altísimos picachos de flancos casi en talud vertical, y por ríos caudalosos de
aguas traicioneras, que los últimos reyes Incas lograron reconstruir, aunque
efímeramente, la grandeza y el boato de la corte cusqueña.
Los
cronistas hablan de varios lugares y centros poblados donde los últimos Incas
se establecieron, haciendo especial mención de Vitcos, Viticos o Vitacos y
Vilcabamba la Vieja; aquel, la capital política, residencia de los gobernantes
y ésta, la capital religiosa, donde estaba la "universidad de la idolatría
y los catedráticos, hechiceros maestros dalas abominaciones" de la crónica
del Padre Calancha.
El profesor
Hiram Bingham localizó
fehacientemente las ruinas de Vitcos, Viticos o Vitacos en el lugar actualmente
llamado Rosaspata, que se halla kilómetros río abajo de Machu Picchu; además,
sostiene firmemente su convicción de que Machu Picchu es Vilcabamba la Vieja,
como veremos en su debida oportunidad, En este refugio de Vilcabamba,
gobernaron cuatro Incas en rápida sucesión, siendo el último Túpac Amaru, quien
después de una larga persecusión, fue hecho prisionero y luego trasladado al
Cusco, donde fue ejecutado, en presencia del Virrey Toledo en 1572.
Con la
ejecución de este monarca, la dominación española se consolida firmemente en la
tierra de los antiguos señores Incas, hasta las campañas libertarias
emprendidas por los caudillos patriotas, José de San Martín y Simón Bolívar,
que concluyen con la Proclamación de la Independencia del Perú en 1821 y definitivamente
con la batalla de Ayacucho en 1824
Descubrimiento Científico ce Machu Picchu. — En los anales de la historia
arqueológica del Perú, y, en especial en los del Cusco, el nombre de Hiram
Bingham, ocupa un lugar preeminente, pues fue este esbelto profesor
estadounidense, nacido en Honolulu el 19 de noviembre de 1875, quien dio a
conocer al mundo científico, la importancia histórica, arqueológica y aun
turística de las maravillosas ruinas de Machu
Picchu y la de las otras que se encuentran en la ubérrima y paradisíaca
zona del Cañón del Urubamba.
Fue Hiram
Bingham, el tercero en llamarse así, dentro de una larga y honorable familia de
Nueva Inglaterra, siendo su padre uno de los primeros misioneros cristianos en
el archipiélago de Gilbert, en la Polinesia, donde tradujo la Biblia a la
lengua local de esa región, y de quien, el profesor que nos ocupa, heredó su
indesmayable voluntad de trabajo, su insaciable ansia de explorar lo
desconocido y su admirable disciplina intelectual.
Estudió en
la Universidad de Yale y luego en Harvard, donde se graduó de Doctor en
Filosofía, para después dedicarse a la enseñanza académica a la temprana edad
de 26 años. Posteriormente, según sus propias palabras: "para prepararse
adecuadamente en la enseñanza de la historia sudamericana" y estudiar las
campañas militares del Libertador Simón Bolívar, realiza un largo viaje a lomo
de mula por los difíciles y fragosos caminos andinos entre Venezuela y Colombia
en el año de 1906.
La
experiencia y los conocimientos que Bingham, adquiere en este viaje, hizo que
al año siguiente Elihu Root, entonces Secretario de Estado del gran país del
norte, le nombrara delegado de Estados Unidos al Primer Congreso Científico
Panamericano, que se celebró en Santiago de Chile.
En su
condición de Delegado Oficial, recorre las rutas comerciales del coloniaje
entre Argentina, Chile y Perú; es así, cómo este investigador científico llega
a pisar territorio peruano, que le guardaba insospechadas sorpresas.
En 1909,
con el objeto de investigar el verdadero origen de los Incas y de localizar las
ruinas de la última capital del imperio incaico, se interna en los valles de Apurímac,
explorando las ruinas de Choqquequirau: los resultados de sus exploraciones y
estudios, le convencen que estas ruinas no pueden ser, de ningún modo, la
última capital del Imperio de los Incas, como hasta ese entonces sostenían la
mayor parte de los estudiosos de la historia peruana.
Infatigable
e imposible de sentirse derrotado, en su intento de descubrir las ruinas de los
palacios de los últimos señores Incas, vuelve al Perú, en 1911 a explorar el
casi inaccesible Cañón del Urubamba, juntamente que su condiscípulo Dr. William
G. Erving, cirujano; su amigo el profesor de la Universidad de Yale, Harry Ward
Foote, naturalista y el sargento Carrasco de la gendarmería peruana; quienes
después de un difícil a la vez que maravilloso viaje, llegaron al lugar
denominado Mandor Pampa, exactamente al pie de las imponentes ruinas de Machu Picchu,
pero que, en ese momento, ninguno de los tres exploradores se daban cuenta
cabal de la existencia de la ciudad que, más tarde, iba a ser el asombro
mundial.
Es, en
Mandor Pampa, donde encuentran a Melchor
Arteaga, arrendatario de los terrenos aledaños, quien les informa que en la
cima del cerro que tenían en frente, se encontraban ruinas antiquísimas, de,
una belleza incomparable; Hiram Bingham y sus amigos se mostraron escépticos, a
pesar de su desbordante entusiasmo, pues, en ocasiones anteriores tuvieron
amarga experiencia al creer, a pie juntillas, las informaciones y aseveraciones
de los habitantes del lugar.
Al día
siguiente, un 24 de julio de 1911, fecha memorable para la Arqueología Peruana,
Melchor Arteaga conduce a las inaccesibles ruinas de Machu Picchu, al profesor
Hiram Bingham acompañado sólo por el sargento Carrasco, pues el Dr. Erving y el
profesor Foote, prefirieron quedarse en la tibieza de la carpa, antes que
escalar los verticales taludes, en una mañana lluviosa y fría el primero, manifestando
que era más urgente lavar y remendar sus ya estropeadas ropas y, el segundo,
que más le interesaban las bellas y coloridas mariposas de la región.
Ya en la
cima montañosa, el profesor Hiram Bingham contempla incrédulo, la belleza
matinal que le rodea, las cimas puntiagudas de Machu Picchu, Huayna Picchu,
Putucusi y otros, emergiendo casi de la nada por encima de la blanca neblina;
más allá se adivina ya, los hermosos picachos nevados de la Cordillera de
Vilcabamba; observa embelesado las marañas subtropicales, de un verde suave, a
veces, y oscurísimo a ratos; inspira el aire puro y perfumado; oye el suave
discurrir de las aguas de la llovizna, y, como si todo esto fuera poco, explaya
su mirada y se ahíta de belleza con las indescriptibles formas de palacios,
templos, torreones, calles y plazas de la enigmática ciudad de Machu Picchu.
Es así como
se descubre esta Joya Arquitectónica de los Incas como alguien la llamara
también, y su descubridor científico recordará, por el resto de sus días, aquel
24 de julio de 1911; y también, recordará agradecido la amable hospitalidad de Recharte y Álvarez, dos agricultores
indígenas que vivían en Machu Picchu desde algunos años atrás por haberles
ofrecido espontáneamente, el abrigo de sus humildes chozas y prodigado agua
refrescante y sabrosos camotes; aún más su memoria mantendrá fresca, el
recuerdo del hijo de uno de ellos, un niño de cortos años de edad, que les
sirviera de "Guía", para recorrer la ciudad, este niño,
desgraciadamente de nombre no conocido o no conservado, fue el primer Guía de
Turismo de Machu Picchu, la Institución que reúne en su seno a los
profesionales del ramo le debe un justo reconocimiento.
Como
producto de su dedicación al estudio e investigación, llevados a cabo con singular
cariño a la Historia del Perú, que no decayó, un solo instante, durante sus
largos años de vida, a pesar que tuvo que compartir su tiempo, con actividades
académicas y políticas, propias: de su vocación humanística, el profesor
Bingham dio a la prensa, muchos libros y artículos en los que plantea y
fundamenta, sus teorías e hipótesis, que aún hoy en día, tienen indiscutible
actualidad. Entre los numerosos artículos escritos, merecen citarse, los
publicados en las revistas especializadas "Harper's Magazine",
"American Anthropologist" y especialmente "The National
Geographic Magazine", donde publicó una información sobre Machu Picchu,
acompañada de gran número de ilustraciones fotográficas; pero la obra cumbre
donde se reunió todos los trabajos de la Expedición de Yale, es la que lleva
por título "Machu Picchu una Ciudadela de los Incas", editado en 1930
por la Universidad de Yale; posteriormente, publicó "La Ciudad Perdida de los Incas", obra de carácter divulgatorio.
Más tarde
el insigne profesor llegó a ocupar importantes cargos públicos, como Gobernador
del Estado de Connecticut y finalmente fue elegido Senador al Congreso de los
Estados Unidos de Norte América, habiendo fallecido en el año de 1956 en
Washington D. C.
Primeros Descubridores de Machu Picchu.— Como ocurre con toda clase de
descubrimientos, el de Machu Picchu, tuvo también precursores, hombres de gran
coraje y empresa, atraídos por los riquísimos tesoros que se dice existían en
las ciudades perdidas de esta región y desafiando los innumerables peligros que
ofrecía la exploración de bosques y montañas inhóspitas, culminaron con el
hallazgo de las ruinas de Machu Picchu en 1901, es decir, diez años antes que
Melchor Arteaga, condujera al profesor norteamericano a contemplar las mismas.
La historia
conserva, felizmente, los nombres de estos intrépidos caballeros; ellos fueron
Enrique Palma, Agustín Lizárraga y Gabino Sánchez, indudablemente fueron muchos
más los que llegaron a este recinto, cuyos nombres permanecen en el anonimato,
no otra cosa significa la existencia de numerosas leyendas, sobre ciudades
perdidas y los infructuosos intentos de llegar a ellas.
Viaje al Shangri Lah del Perú.--- Para admirar las ruinas de Machu
Picchu, es necesario realizar un viaje por tren especial de Turisrno que el
Ferrocarril Cusco- Santa Ana, construido y administrado por el Estado, pone al
servicio de los turistas, diariamente, inclusive días feriados y domingos.
El viaje
que comienza a tempranas horas del día, es sumamente placentero, y la línea del
ferrocarril atraviesa por lugares, tan pintorescos y bellos como históricos y
llenos de tradiciones; antes de llegará "El Arco" que es el punto más
alto de la línea (3,678 mts.), el tren asciende por el cerro llamado Picchu,
por medio de un ingenioso sistema de líneas férreas que se llaman Zig Zags y
que hace que el tren vaya, unas veces hacia adelante y otras hacia atrás ,
hasta culminar en la cima del cerro desde donde se divisa panorámicamente la
ciudad del Cusco, en una visión extraordinaria.
Ya en
"El Arco" que fue de piedra con dos portadas, por una pasa el
ferrocarril y por la otra, la carretera Panamericana a Lima, se ven los restos
del camino Real de los Incas que conducía hasta Quito, en el Ecuador, con su
pavimento original.
En este
lugar el viajero se siente empequeñecido ante el espectáculo maravilloso de la
gran Cordillera de los Andes, toda encasquetada de nieve perpetua y el
Salcantay, el más bello de todos, imponente con sus 6,270 metros de elevación
sobre el nivel del mar.
De "El
Arco" se comienza a descender gradualmente hasta el Puente Ruinas que sólo
está a 2,000 metros de altura sobre el nivel del mar y en el kilómetro 112 de
la línea férrea a Quillabamba.
La Pampa de Anta. — Después de pasar por poblados y campos de
cultivo, se llega a esta gran planicie, cuya importancia agropecuaria es muy
grande para los habitantes de la zona. Se dice que en épocas remotísimas era la
base o tazón de un inmenso lago; al comienzo del valle está la población de
Izcuchaca, donde se admira un puente colonial de cal y canto con su infaltable
cruz de piedra y, ya al final de la pampa, se divisa una serie de andenes o
plataformas de cultivo, de origen incaico, mudos testigos de la grandeza
pretérita de esta planicie donde se realizaron sangrientas batallas entre
ejércitos indígenas primero, y después entre los mismos españoles; aquí fue
derrotado Gonzalo Pizarro, por el enviado de la Corona de España, Licenciado
Pedro de la Gasca en 1548, batalla en la que la vena humorística de los
conquistadores, aún en momentos de adversidad , se puso de manifiesto en las
frases del capitán Francisco de Carvajal, llamado el "Demonio de los Andes
'titilen al momento de ser arrastrado en una petaca de cuero, exclamó sonriente:
y niño en cuna, viejo en cuna hay que fortuna !
La Quebrada de Pomatales.— Luego de dejar la Pampa de Anta y
la población de Huarocondo, que está a un extremo de aquella, se ingresa a una
quebrada muy angosta que recibe el nombre de Pomatales y que ofrece paisajes de
inesperada belleza, por lo escarpado de sus montañas que prácticamente se
levantan en forma vertical, desde el riachuelo hasta las cumbres mismas,
cientos de metros de roquedales y, sin embargo, es posible ver campos de
cultivo, prácticamente colgados por encima de los precipicios, con sus
pintorescas y frágiles chocitas de barro y paja, así mismo, los infaltables
corrales para sus animales domésticos.
El Valle de Urubamba.— La quebrada de Pomatales termina
en el valle de Urubamba, a la altura de la estación de Páchar, por donde discurre
suavemente el caudaloso río del mismo nombre, que juntamente que otros más,
como el torrentoso Apurímac, constituyen el origen del río más grande de la
América meridional: el Amazonas, que después de recorrer miles de kilómetros,
vuelca sus aguas al Océano Atlántico.
El río
Urubamba, que también se le conoce con los nombres de Vilcanota y Huilcamayo,
riega el valle más hermoso y fértil del sur del Perú, cuya producción agrícola
y frutícola no tiene rival, especialmente en la producción de maíz, el mejor
del mundo, de granos gigantes, blancos y dulces.
Por el
benigno clima y la belleza del paisaje, los antiguos Incas lo tomaron como el
lugar preferido de descanso y solaz habiendo construido sus palacios y
residencias a lo largo del valle, cuyas ruinas nos hablan de la grandeza y
prosperidad pasadas. Y es, precisamente desde Páchar que uno comienza a admirar
las numerosas ruinas de palacios, templos, fortalezas, puentes, etc., a lo
largo del angosto valle, hasta las inmediaciones de Machu Picchu, que nos
indican, claramente, que hace siglos en esta región floreció un próspero
reinado, el de Tampu, según el Dr. Val-cárcel, densamente poblado cuya capital
sería, posiblemente, la ciudad de Machu Picchu.
El Puente Pétreo de Ollantaitambo.— Antes de llegar a la población de
0llantaitambo, se ve sobre el río Urubamba, las bases de un puente megalítico,
que es admiración aún para la ingeniería moderna, su construcción, con
monolitos gigantescos, unidos perfectamente sin mezcla o liga alguna, ha
desafiado y sigue haciéndolo la acción destructora del tiempo y a la no menos
despiadada mano del hombre; el machón central, una columna gruesa hecha con
enormes bloques de granito, tiene una considerable elevación y está protegida,
de la corriente torrentosa del río, que es especialmente caudaloso en la época
de lluvias, por medio de dos enormes cantos rodados puestos exprofesamente
allí, que sirven como dos gigantescas rompeolas.
La Fortaleza de Ollantaitambo.— A la derecha de la línea férrea,
y a poca distancia del puente, anteriormente citado, en las faldas de
escarpadas montañas se ven una serie de ruinas que corresponden a la antigua
fortaleza y ciudad de Tampu, que en memoria de uno de sus más epónimos héroes
fue llamado como queda dicho Ollantaitambo, que quiere decir, la posada de 0llanta,
héroe de cuyas hazañas militares y románticas, nos habla el famoso drama O11antay,
que según los versados críticos, tiene origen incaico.
O11antaitambo
fue la fortaleza que defendía toda la zona, de cualquier intento de agresión y
sirvió como uno de los últimos baluartes a Manco Inca, en su desigual lucha
contra el invasor español, después de las derrotas que sufriera frente a los
españoles, se internó definitivamente a la región boscosa de Vilcabamba.
Además de
las ruinas de la fortaleza, principalmente consistentes en una serie de andenes
defensivos, rodeados por una alta muralla de barro y piedras, existen las
ruinas de la ciudad, sobre las que se alzan actualmente, las viviendas de la
población de Ollantaitambo, que por esta circunstancia especial, tiene una
apariencia que posiblemente era la de las poblaciones incaicas, con sus
callejas estrechas y sinuosas, sus canales de aguas que corren por las calles y
sus casitas bajas de barro y piedras con techumbres de paja.
De Ollantaitambo
el viaje se hace más placentero aún, pues la vegetación se hace cada vez más
abundante y verde, para culminar en Machu Picchu con una vegetación casi
selvática; y, el clima frío y seco se hace más temperado y mucho más agradable;
la visión de los cerros nevados como la Verónica de 5,890 metros de altura, y
la vista de hermosas ruinas a ambos lados del río, aumentan la emoción del que
los contempla.
Salapunco. — A la altura del kilómetro 84 de la línea férrea,
se encuentran estas ruinas, consistentes principalmente, de una gran portada de
piedra, construida sobre un ancho andén que conduce a una sala, que
posiblemente haya sido un adoratorio a la divinidad de la montaña nevada, hoy
conocida como Verónica y que antiguamente y de manera genérica se llamaba Apu,
existen los restos de un canal que traía agua del ventisquero al adoratorio.
Corihuairachina. — Es una toponimia que abunda y designa
multitud de sitios, especialmente aquellos ventosos y significa Aventadero de
Oro y por extensión del significado de la palabra, lugar donde se purifica el
oro. Consta de una enorme roca, que tiene talladuras a manera de asientos en la
cima y, lo que más llama la atención es la escalinata, cuyos tramos están
tallados en la roca viva bajando en caracol, hasta las orillas del río, con
parapetos a ambos lados a manera de pasamanos; la gradería tiene más de cien
escalones muy angostos, que apenas pueden contener la planta de los pies, al
final de esta curiosa escalinata se ven los restos de un antiguo puente. Parece
que Corihuairachina era el camino o pasaje secreto que conducía a Machu Picchu.
El Cañón de Urubamba.— Después de pasar por túneles
abiertos en la roca viva, de haber visto ruinas de otros muchos lugares como
Torontoy, Choquesuisui, Llactapata, etc., se llega al Cañón de Urubamba donde
el valle se hace tan estrecho, que se puede hacer llegar una piedra, a la otra
orilla, arrojándola sin mucho esfuerzo. Son imponentes las moles de granito
blanco que se levantan en talud, unos 200 o 300 metros de altura, la vegetación
exuberante que trepa hasta las mismas cimas de las montañas graníticas; el río
se hace más torrentoso y espumoso abriéndose camino, a saltos y por entre
pedrones, formando artísticos surtidores naturales.
Después de
tres horas de viaje inolvidable, se llega a la estación de Machu Picchu y luego
al Puente Ruinas, a la altura del kilómetro 112.
La ascensión
al Hotel de Turistas, que es otro obsequio de incomparable belleza, se realiza
por un camino carretero de ocho kilómetros, construido por el Gobierno Peruano
y denominado Carretera Hiram Bingham, en justo homenaje al descubridor de estas
maravillas. La carretera, angosta y sin asfaltar, trepa la empinada ladera
desarrollando 15 curvas cerradas, su recorrido, lleno de suspenso y emoción, es
un reto a los nervios del más intrépido viajero, una experiencia más de este
viaje al Shangri Lah de los Incas.
Machu Picchu, La Gran Urbe Precolombina.-
Etimología. — Al momento de su descubrimiento, esta
famosa urbe no tenía nombre, ni nadie sabía cómo llamarla; fue Hiram Bingham
quién la denominó Machu Picchu, porque así se llamaba la montaña en cuyas
faldas se hizo realidad, el milagro de su construcción.
Picchu en
la lengua Quechua, idioma oficial del Imperio de los Incas, quiere decir: cima,
pico, cúspide y Machu, equivale a viejo, de ahí que Machu Picchu traduciéndolo
literalmente es Pico Viejo o Cima Vieja; de igual manera Huayna Picchu es Pico
Joven o Cima Joven.
Situación.--- Hállase sobre la margen izquierda del río
Vilcanota o Urubamba, sobre una eminencia estrecha bajo el pico del mismo
nombre, a una altitud de 2,380 metros sobre el nivel del mar y de 380 metros
sobre el río, mediciones hechas por la Expedición Científica de la Universidad
de Yale.
Se
encuentra dentro de los límites del Parque Arqueológico Nacional de Machu
Picchu, comprensión del distrito del mismo nombre, provincia de Urubamba,
departamento del Cusco. Constituye el núcleo arqueológico más importante y más
extenso del Parque Nacional, se halla comunicado, mediante caminos,
perfectamente trazados y pavimentados, a otras ciudades precolombinas, como
Huiñai Huaina (Siempre Joven), Phuyo Pata Marca (Ciudad Sobre las Nubes) y
Sayac Marca (Ciudad Enhiesta), entre las principales.
Ingreso a la Ciudad. — Al entrar a este milagro del ingenio
humano, por un angosto camino que parte del Hotel de Turistas, el visitante,
sin previo aviso e inesperadamente, se enfrenta ante un panorama, maravilloso e
imponente, imposible de ser descrito propiamente, aún con las palabras más
expresivas de nuestro vocabulario o por la pluma de los más consagrados y
reputados escritores; sólo cabe contemplarlo con la unción mística de un
sacerdote, que es testigo de la realización de un milagro.
Es tan
profunda la emoción que siente el que la contempla, que aún espíritus tan
cultivados, como el del filósofo francés, Gabriel Marcel, quién la visitó en
1951, son incapaces de contener lágrimas de emoción.
Hiram
Bingham se quedó sin habla, como asustado de la grandeza de lo que acababa de
descubrir. Inspira a artistas y escritores e impresiona grandemente, aun a los
turistas más indiferentes.
Sería muy difícil,
sino imposible, encontrar en la Tierra un lugar, donde la obra creadora del hombre
se complemente, en forma tan admirable, con la belleza natural del medio
geográfico; que podríamos decir, metafóricamente, que en Machu Picchu el Hombre
y la Naturaleza, han tenido una rara competencia, una cosmogónica rivalidad,
para saber quien salía vencedor, en dotar a un pedazo de tierra, de los más
maravillosos y variados elementos estéticos; puesto el incomparable marco
geográfico de Machu Picchu, el hombre andino no se amilanó ni se sintió
disminuido o incapaz, sino que acometió la increíble hazaña de dotarle su
complemento arquitectónico, de igual o, acaso, de mayor belleza no podríamos,
en verdad, asegurar quién venció a quién.
Del lugar
donde existe un corredor con asientos rústicos, se ve el maravilloso conjunto
arquitectónico de palacios, templos, tumbas, mansiones, calles, escalinatas,
plazas, etc., al fondo el picacho de Huayna Picchu, en cuya cima, a una altura
de 2,730 metros, se ven todavía los andenes de cultivo y las ruinas de templos
y mausoleos reales; es un punto importante como referencia para orientarse pues
queda casi exactamente al norte; a la derecha, el cañón del torrentoso
Urubamba, cuyo eco fragoroso es perfectamente audible, y el cerro Putucusi
cubierto totalmente, como todos los de la zona, por una vegetación exuberante y
subtropical; a la izquierda, un bello conjunto de andenes o terrazas de
cultivo, donde antaño crecían papas, maíz, yucas y demás productos
alimenticios, bordeados por las casas—viviendas de los agricultores, donde
precisamente se encuentra nuestro balcón imaginario.
Las defensas y fortificaciones. — Para garantizar la tranquilidad
de la pétrea urbe, sus constructores escogieron el lugar más inaccesible de los
Andes, en el lugar donde el rio Urubamba constituye una natural defensa,
rodeándola en sus tres flancos, este río caudalosísimo y torrentoso es
infranqueable aún en tiempo de secas. La parte sur que no estuvo defendida por
el río, se encuentra perfectamente guarnecida por las cuchillas del Machu
Picchu y otras montañas adyacentes cuyas laderas tienen una inclinación casi
vertical y presentan precipicios de cientos de metros de caída. Es precisamente
por estos estrechos pasos, donde se construyó el camino real al Cusco, con el
objeto de facilitar su defensa mediante baluartes, construidos en lugares
estratégicos.
Pero, a
pesar, de estas fortificaciones naturales, se construyeron todavía otras, como
la primera muralla de defensa que rodea todo el flanco sur de la ciudad y la
segunda, que tiene una altura y extensión considerables, siendo esta muralla,
la primera en admirarse al ingresar a la ciudad, siguiendo el camino que parte
del Hotel de Turistas y que ya está perfectamente marcado por el continuo
trajín de los visitantes.
Una segunda
defensa, se encuentra ya dentro del perímetro urbano de Machu Picchu y está
constituido por una muralla de piedra, alta y zigzageante, que protegía la
parte más importante de la urbe precolombina.
Y por
último, delante de esta muralla existe un foso inclinado, que divide la ciudad
en dos zonas, desde la parte más alta hasta casi las orillas del río, que parece
haber sido utilizado, para hacer rodar pedrones sobre el enemigo y liquidarlos
así en un último intento de salvar la ciudad.
Es un hecho
comprobado que los españoles, jamás fallaron este recinto sagrado, y es casi
imposible, imaginar que Machu Picchu haya sido, alguna vez, ocupada por enemigo
alguno.
La Escalinata de las Fuentes. — Unos cuantos metros hacia el
norte, de la segunda muralla defensiva, se encuentra una primorosa escalinata,
con cerca de 150 peldaños, a lo largo de la cual se ven 16 pozas o fuentes de
agua, artísticamente talladas en la roca granítica; se intercomunican por medio
de canales, cuyos anchos y profundidades nos indican la poca cantidad de
líquido que discurría por estas fontanas.
Estas
fuentes de agua tienen la particularidad, de que a medida que bajan por la
pendiente de la escalinata, pierden en tamaño, belleza e importancia, siendo la
más grande la que se encuentra en la parte superior que indudablemente, ha
tenido significado religioso; quién sabe si los sacerdotes y sacerdotisas
rendían culto al agua, culto, que dicho sea de paso, es universal. El
Cristianismo, una de las religiones más espiritualistas, ve en ella, virtudes
purificadoras de pecados.
En cada una
de las pozas se notan, unas pequeñas hornacinas en las paredes que las rodean,
seguramente para colocar imágenes de sus deidades, en la fuente principal, y,
en las demás, para colocar la taza con la que se llenaban los cántaros de agua
o quizá, para poner las tapas de los mismos que, como se ve en actualidad, eran
hechas con manojos de marlos de maíz.
Frente a la
fuente principal, se ve una sala de considerables dimensiones, que tiene la
particularidad de carecer del muro frontal; es una innovación de la
arquitectura, impuesta por las condiciones climáticas reinantes en Machu
Picchu, que por ser abrigado, hizo ampliar la puerta, hasta ocupar toda la
extensión del muro frontal; esta sala tiene varios nichos y clavos de pórfido
verde, donde se supone que se colgaban los recipientes de chicha.
En la actualidad
se ha techado el recinto, para mostrar la técnica y los materiales de los
techos precolombinos. Posiblemente fue un recinto integrante de la fuente
principal, que servía para fines religiosos, aunque el Dr. Bingham cree que fue
el lugar donde se hacía la chicha, bebida alcohólica que se saca del maíz.
Por una
feliz iniciativa de los restauradores de la ciudad, hasta hace poco el
visitante podía admirar, las fuentes exactamente cómo eran hace cientos de
años, con el vivificante líquido discurriendo por las vertientes de Machu
Picchu, cuyo súbito abandono según el descubridor, se debió a la rápida
desaparición del agua.
El Templo Semicircular. — Tomando como punto de referencia
la parte superior de la escalinata de las fuentes y al lado izquierdo de la
Gran Fuente, se yergue la esbelta pero sólida construcción del Templo
Semicircular, que así fue llamado en un principio y que más tarde sin razón
valedera, se ha denominado el Torreón Militar; este templo juntamente que otros
edificios constituye la parte más acabada y donde el arquitecto indígena puso
su mayor cuidado y realizó su más meritoria obra, las piedras primorosamente
talladas y pulidas en formas regulares y colocadas con una simetría, que rebaza
toda concepción artística, que alguien calificó con justicia, como la poesía en
piedra.
La
curvatura exterior de este templo, cuya analogía con el templo del Sol del
Cusco, es sorprendente, fue más que obra del artista, obra de la naturaleza,
pues el arquitecto no hizo sino seguir los lineamientos exteriores de la gran
roca sobre la que se asienta.
Tiene tres
ventanas, dos pequeñas trapezoidales que miran al este y que en su parte
exterior presentan cuatro protuberancias que se cree servían para colocar
ornamentos de oro y plata. La tercera ventana que da al norte, es un vano
bellísimo como ninguno en esta urbe; el umbral formado por una doble escalinata
y la parte inferior de las jambas, presenta unos orificios que atraviesan
caracoleando los muros de piedra. Hiram Bingham, en un comienzo sugirió que
eran las canaletas donde se criaban víboras y otros ofidios, para rendirles
culto, aunque después, asegura que eran para colocar los ornamentos religiosos
de oro y plata o quizá para exhibir el Sol de Oro que Manco Inca, llevó consigo
a Vilcabamba.
El interior
del templo Semicircular, presenta una serie de clavos de piedra colocados entre
las hornacinas trapezoidales, que prestan una inusitada belleza a los lienzos
pétreos, además de servir de perchas y alacenas prácticas respectivamente.
El piso del
templo, muestra los vestigios de haber sido el lugar donde se colocaban
ofrendas y exvotos a los numerosos númenes protectores, a manera de un altar
tallado en la roca viva.
El Mausoleo Real.— Debajo del templo Semicircular o del Sol y
bajando por una serie de escalinatas exquisitamente construidas, siete de ellas
talladas en una sola roca, se admira el formidable conjunto de lo que fuera
llamado la Tumba Real de Pachacutec VI, el emperador de la lista que nos da el
cronista Fernando de Montesinos; lo que más llama la atención al observar este
mausoleo, es el hecho de que el arquitecto constructor, jamás intentó quebrar
la natural disposición de las rocas ni quiso transformarlas en ninguna forma,
sino, que por el contrario, se adaptó a los caprichos de la naturaleza, de ahí
que llena de estupor la visión de gran roca inclinada de casi nueve metros de
longitud, que sirve de base al templo del Sol y de pared y techo, a la tumba
real; roca viva, que de desearlo, los constructores la hubiesen removido
totalmente, medios no les faltaban, tampoco hubiese sido una labor sin
precedentes.
Ingresando,
a la derecha, se ve un magnífico lienzo pétreo, con dos nichos que rompen la
monotonía de la pared, nichos que tienen dimensiones desusadamente grandes,
como para que cupiera exactamente un hombre adulto de tamaño normal; y, en la
pared del fondo, otros dos, uno de ellos pequeño; intercalados entre los dos
nichos, existen clavos cilíndricos de piedra, utilizados quizá para exhibir las
momias reales aquellos y éstos para colgar las ofrendas y exvotos dedicados a
sus reyes fallecidos.
Otro
elemento, que también llama muchísimo la atención, es la presencia de una
piedra que emerge del suelo, justamente en medio del piso, y que al centro y
encima presenta una protuberancia poliédrica más larga que ancha, en uno de sus
extremos se nota dos peldaños, lugar en el que se ve una mancha oscura y
grasosa, como si hubiese sido causada por algo que fluía constantemente.
¿Sangre de los animales sacrificados en honor de Pachacutec VI? Nadie podría
darnos la exacta respuesta.
Algunos
estudiosos, llaman a este recinto el Templo de Mamapacha: la Madre Tierra,
existen razones de irrebatible lógica para pensar así.
El Palacio de la Princesa. — Llamase así al único edificio de
dos pisos, que está contiguo al templo Semicircular y unido a él, por medio de
una pared que no tiene par, en toda la urbe. El Dr. Bingham sostiene que fue la
vivienda del sacerdote o sacerdotes que estaban a cargo del templo; es una
mansión construida con un gusto arquitectónico exquisito, como ya dijimos tiene
dos plantas, el piso de la primera está dividido en dos partes, por medio de
una hilera de piedras alargadas que sobresalen del suelo, en la pequeña
división que ocupa más o menos la tercera parte del piso, se cree que estaba la
cama del regio ocupante; tiene nichos que servían de alacenas. Al segundo piso
se ingresa por una puerta trapezoidal que queda frente al templo, el piso era
de tablones de madera, que descansaban en las salientes hechas para tal fin.
Los caballetes
o mojinetes de los techos de estos edificios, son muy inclinados,
característica de todas las construcciones de Machu Picchu, con el objeto de
que las aguas de las torrenciales lluvias discurran fácil y rápidamente; también
en la parte exterior de los mojinetes se ven clavos cilíndricos de piedra que
servían para amarrar las vigas de los techos, a las que a su vez, se amarraban
los haces de paja que eran los techos en sí. Por debajo, por encima y,
especialmente, a un lado de los edificios descritos, se encuentran un conjunto
numeroso de casas—habitación, perfectamente delineadas y distribuidas, que
indudablemente eran las viviendas de la nobleza de Machu Picchu, razón por la
que esta zona se llama el Barrio de la Nobleza.
Los Palacios Reales. — Tornando siempre como punto de referencia,
la gran fuente religiosa y al lado opuesto del templo Semicircular, se
encuentra el conjunto de construcciones que se supone eran los Palacios Reales,
por lo acabado de su arquitectura, la amplitud de sus habitaciones y su
privilegiada ubicación.
Se ingresa
por un angosto pasaje al final del cual se encuentra una pequeña habitación, en
una de sus paredes y a regular altura, existe una argolla tallada en una sola
piedra, que según creencias muy difundidas, sería para amarrar un puma o algún
otro animal domesticado, corno regio guardián de tan singular mansión.
Las
viviendas reales se encuentran distribuidas alrededor de un patio, son
habitaciones amplias, con dinteles monolíticos y gran profusión de nichos, se
nota también la existencia de vanos de luz en los mojinetes.
Una de las
habitaciones, presumiblemente de la reina o emperatriz, conserva todavía un
pasadizo disimulado y recatado, que se supone haber sido el baño o tocador de
tan importante personalidad: Frente a esta recámara se halla una gran sala,
vivienda del emperador quizá, de dimensiones realmente reales, valga la
tautología. A espaldas de este recinto, se encuentran, muchas viviendas de
factura menos espectacular, servirían para alojar la numerosa servidumbre de
la familia real.
La Plaza Sagrada. — Esta plaza es una pequeña explanada que
ocupa uno de los lugares más visibles de la ciudad y queda al oeste de la
misma, de donde se admira la augusta belleza de las montañas de Ccollpani
cubiertas totalmente de vegetación subtropical; al fondo, en los días diáfanos,
se puede ver altos picachos coronados de nieve perpetua; y, al pie, desde una
altura que causa vértigo, se nota el hilo casi insignificante del caudaloso
Huilcamayo y el puente de San Miguel, que parece de juguete.
Se llega a
esta plaza por medio de dos tramos de escalinatas que son la continuación de la
de las Fuentes, pasando por un andén amplio donde se observan, grandes
hacinamientos de piedras, dan la idea, de haber sido las canteras de donde se
extrajo, el material laico que se utilizó para la construcción de los recintos
de este sector.
El Templo de las Tres Ventanas. — A un lado de la Plaza Sagrada,
se encuentra este hermoso ejemplo de arquitectura ciclópea, que está construido
con enormes bloques de piedra admirablemente unidas, sólo tiene tres muros
faltándole el frontal, que fue sustituido por un pilar de piedra a manera de
columna para sostener la viga de madera, que a su vez sostenía el techo del
templo.
La pared
del fondo tiene la particularidad de presentar tres ventanas monumentales, por
la fineza de su construcción en trapezoide y por la majestad de sus
dimensiones; originalmente fueron cinco las ventanas, dos de ellas en los
extremos, fueron tapiadas totalmente.
Este
templo, para el Dr. Bingham, constituye el testimonio definitivo que prueba que
Machu Picchu fue el Tampu Tocco del origen de los Incas, pues, basando su
hipótesis en el cronista indio Yamqui Salcamaihua , quien refiere que el
fundador del Imperio Incaico, construyó u ordenó construir un templo con tres
ventanas, en el lugar de su origen o nacimiento; sostiene el ilustre profesor
que éste es precisamente el templo construido por el fundador del Imperio, o
sea, el lugar de origen de los Incas. Teoría que dicho sea de paso, no ha
logrado convencer a la mayoría de los estudiosos de la historia incaica, por
múltiples razones, cuya profundidad de análisis científico está, muy por encima
de nuestro propósito divulgatorio.
El Gran Templo Principal. — Hacia el norte de la plaza
sagrada, se encuentra el monumento más acabado de la urbe machupicchana, es el
recinto sagrado donde se rendía culto a la divinidad máxima de la teología
incaica; su construcción nos hace pensar, como Sacsayhuaman lo hizo con
Garcilaso de la Vega, el historiador, que sólo podría ser obra diabólica o de
un milagro divino, éste más que aquel.
En la pared
del fondo, se ven tres altares monolíticos bien tallados y pulidos, el central
más alto y de mayores proporciones, fue obviamente el altar mayor, donde se
oficiaban los ritos sagrados y se realizaban los sacrificios; los altares
laterales de menores dimensiones, acaso fueron para colocar los utensilios del
culto.
Las paredes
laterales se particularizan por estar construidas con enormes tablones de
piedra, que es difícil determinar si fueron trasladados de otros lugares o se
encontraron ahí, y que, después fueron cortados y tallados para servir de base
a tan magnífica construcción. Las partes superiores de los muros, están
construidos de piedras más pequeñas de formas regulares, de seis caras, que van
en orden decreciente, en cuanto se refiere a los tamaños; presentando en total
17 nichos y 14 clavos de piedra, que además de ser ornamentales tuvieron fines
mágico—religiosos.
El
descubridor sugiere la idea de que los 17 nichos, por su elevada posición, no
estuvieron dedicados a la exhibición de ídolos, como es la creencia
mayoritaria, sino que fueron los anaqueles donde se guardaba memoria de la
historia general de Machu Picchu, por medio de piedrecillas talladas y pulidas
en formas circulares, triangulares y oblongas y de diferentes tamaños, que se
encontraron, en gran profusión durante las excavaciones; Bingham sostiene
documentadamente, que muchísimo antes de la invención de los Quipus, policromos
y anudados cordones que servían para llevar la contabilidad y quizá una
escritura rudimentaria, los antiguos habitantes del Perú utilizaban discos de
piedra y arcilla cocida para perennizar sus memorias.
Detrás del
templo, al que acabamos de referirnos, existe un recinto que tiene la belleza y
perfección comunes a todas estas construcciones, cuyas dimensiones no son muy
grandes; adosado a lo largo de la pared del fondo, existe una especie de
asiento o sofá de piedra donde se dice, solían colocarse los fardos funerarios
de los Incas para su adoración. Otra particularidad de este recinto, es que las
jambas de la puerta, están formadas por piedras ciclópeas una de las cuales
tiene nada menos que 32 ángulos y, por último, los nichos de factura primorosa
e increíble simetría, tienen admirables propiedades acústicas. ¡Dígase algo
dentro del nicho y la voz retumbará por todo el recinto!
El Intihuatana. — De la plaza sagrada y por un costado del
Templo Principal se sube por medio de una larga escalinata quebrada,
artísticamente construida, cuyos escalones a pesar de medir más de un metro de
ancho son de una sola pieza de granito blanco, en un derroche de labor los
artistas constructores le dotaron de balaustradas a ambos lados. Antes de
llegar a la cúspide, formando parte de una de las últimas plataformas, existe
una piedra cuya cara anterior presenta una argolla esculpida en la misma
piedra, que seguramente servía para colocar un símbolo religioso o militar; tal
vez una lanza decorada o una bandera.
Al llegar a
la cima de la colina o atalaya, se observan una serie de construcciones,
indudablemente los recintos de los sacerdotes y, al fondo, la figura majestuosa
de la roca sagrada del Intihuatana, que en realidad no es sino la cúspide puntiaguda
de una elevación rocosa pulcramente tallada, el es una plataforma irregular de
cuatro lados, cuyas aristas están orientadas casi con una precisión científica,
a los cuatro puntos cardinales; al lado sur tiene una especie de un amplio trono;
al centro y encima de esta roca y formando una sola pieza con ella, se alza un
poliedro de unos 40 cmts de alto, la parte superior de este poliedro presenta
una superficie áspera e irregular, contrastando ostensiblemente con el
pulimento cuidadoso del resto del monumento, parece ser huella de una fractura antiquísima.
Existe otra proyección poliédrica, muchísimo más pequeña, que la principal pero
en sentido horizontal, en el ángulo norte de la plataforma pétrea.
El problema
de los Intihuatanas, es un tema hasta el presente insoluto, a pesar de su
enorme difusión y del gran número de especialistas que los han estudiado; estas
sagradas rocas son testigos mudos de los esotéricos ritos mágico—religiosos que
tuvieron lugar en estos misteriosos recintos y los actores: sacerdotes, sacerdotisas
y astrónomos hace tiempo que han traspuesto el umbral de la muerte, llevándose
consigo los secretos de que han sido copartícipes o testigos, dejándonos en el
más grande desamparo tradicional.
Respetables
autoridades en historia incaica creen que son piedras de sacrificios, donde se
amarraban a las víctimas propiciatorias, sean éstas animales o seres humanos.
La otra
interpretación, la más difundida, es aquella que sostiene, que servían para que
los sacerdotes estudiaran los movimientos del sol y quizá también de la luna,
con el objeto de determinar las estaciones y los meses del año, así como
también, los solsticios y equinoccios, por medio de las sombras que proyectaba
el poliedro sobre la plataforma; eran pues verdaderos observatorios astronómicos;
de ser cierta esta hipótesis, se notarían las líneas y puntos de referencia que
permitían tales lecturas, quizá la acción erosiva del tiempo los ha borrado
totalmente.
Intihuatana,
traduciéndolo al castellano, significa lugar o sitio donde se amarra al Sol,
nombre de origen netamente mágico—religioso.
La Gran Plaza Pública. — En su sector urbano Machu
Picchu, está claramente dividido en dos zonas por la gran plaza pública, y por
otras dos de menores dimensiones, pero que guardan absoluta unidad con la
anterior.
Fueron
lugares de reuniones públicas, especialmente la primera, a la que se llega
bajando por la escalinata que queda al norte del Intihuatana, que por lo
empinado y estrecho, desafía al espíritu más templado.
Es posible
imaginar que en esta plaza se realizaban grandes fiestas de solaz popular,
ceremonias cívicas de unción patriótica, o era a veces mercado donde se
exhibían los productos más nobles y las especies más raras para el trueque o,
sería tal vez, la plaza olímpica de raros y desaparecidos deportes o de
competencias atléticas, donde los jóvenes hacían derroche de energía y gracia
o, escenarios de acontecimientos de hondo dramatismo, nadie lo sabe.
Casi al
centro de la plaza, se encontraba una estela de piedra, de considerables
dimensiones, que ha dado lugar a una serie de opiniones especulativas
indudablemente ha debido tener un significado muy especial en la vida cívica de
esta urbe, sólo así se explica que la plaza donde se halla, esté rodeada por
andenes y plataformas, a manera de estrados y palcos de donde se expectaban
todos los acontecimientos públicos llevados a cabo alrededor de la estela pétrea.
Desafortunadamente, este raro monolito, que le prestaba un aire aún más
misterioso a la amplia plaza, ha sido quitado, en un afán de falso y
contraproducente puritanismo arqueológico.
El Monolito Sagrado.— En el extremo norte de la ciudad y al
comienzo del camino que conduce a Huayna Picchu se encuentra un gran monolito plano
de forma semicircular, que descansa sobre un altar hecho de piedras pulidas;
tiene una gran similitud con otro monolito que se encuentra en Quencco, ruinas
cercanas al Cusco. ¿Sería, tal vez, el numen protector de los que vivían en
Huayna Picchu a quién se encomendaban, antes de iniciar la peligrosa y traidora
ascensión al pico?
Por delante
y a ambos lados existen dos edificaciones hechas a manera de templos, sin los
muros frontales pero con las consabidas hornacinas y clavos de piedra, de
construcción muy inferior que todavía conservan el enlucido primigenio de
arcilla coloreada.
Los Barrios Orientales.— El conjunto numeroso y abigarrado
de edificaciones que se encuentran al este de la ciudad, y que han sido
construidas sobre plataformas artificiales o en hondonadas tortuosas,
presentan en su distribución, tres barrios perfectamente diferenciados, que han
sido denominados con multitud de nombres, de acuerdo a la idiosincrasia
personal de cada autor, así se ha dicho que eran barrios populares, militares,
de los intelectuales, de las cárceles, de las tumbas, de las sacerdotisas del
Sol, de los morteros y aún de los chicheros; no nos atrevemos a aumentar esta
larga lista de nombres. Es notable la diferencia que existe entre estas
edificaciones y las que se encuentran al lado occidental, parece que han sido
construidas muy a la ligera y posteriormente a aquellas.
El. Barrio popular.-- El barrio de la parte más alta de este
sector, al que se llega por medio de una larga escalinata de 67 peldaños y muy
visible dentro del perímetro de la ciudad de Machu Picchu, tiene un numeroso
conjunto de casas de construcción rústica, que se ha llamado el Barrio o Zona
Popular, siendo las casas amplias, con patios rodeados de habitaciones; existen
muchas callejas angostas, fue en tiempos idos densamente habitado.
En las
empinadas laderas orientales de este sector, que por decirlo así, se cuelgan
sobre el Cañón del Urubamba, existen construcciones que tienen la rara
particularidad de ser semisubterráneas, consistentes en galerías y cámaras
bajas y estrechas, que dan la idea de ser laberintos dedicados al culto de los
muertos, interiormente presentan en sus muros, pequeñas hornacinas, como para
colocar ofrendas' votivas y compartimientos donde pudieron haberse puesto los
fardos funerarios.
El Barrio de las Casas de tres Puertas. — Así se denomina el barrio que
está al sur y al pie de la anterior por la particularidad de que gran parte de
las casas presentan tres amplias puertas de ingreso.
Uno de los
aspectos interesantes en este barrio, lo constituyen dos hermosos morteros o
platos tallados primorosamente en la roca viva, que la imaginación siempre
fértil del que los observa, les ha asignado un sin número de usos, además de
ser morteros para la molienda del maíz , papas o jora, se dice que eran, más
bien, platos ceremoniales que servían para colocar ofrendas dedicados a sus
divinidades, no faltando opiniones en el sentido que eran observatorios
astronómicos, que llenos de agua podían reflejar la bóveda celeste a manera de
espejos facilitando su observación.
La relativa
finura de la fábrica de estas edificaciones nos hace pensar que los habitantes
de este sector, eran gentes de alguna significación dentro del conglomerado
social que existía en Machu Picchu.
Las Cárceles. — En el extremo sur de estos barrios y en
medio de gran número de edificaciones, construidas aparentemente sin ningún
orden o plan determinado pero sí adaptándose perfectamente a la agreste y
desigual topografía y rodeado por callejas angostas y empinadas o por pasajes
subterráneos, existe una construcción muy rara, única en su género, que consta
principalmente de tres nichos, suficientemente grandes como para que se siente
un hombre; por delante, en las jambas de los nichos, se ven unos agujeros
practicados en la piedra, donde según se dice se ponían "los brazos del
preso o delincuente, hasta que estos quedaban totalmente inmovilizados y en una
posición por demás dolorosa" según el Dr. Luís A. Pardo.
En la pared
del fondo de los nichos, existe una concavidad donde descansaba la cabeza del
ajusticiado y finalmente se le ponía al reo, un palo por delante de la
garganta, presionándolo constantemente, hasta que la víctima, moría en una
agonía cruel y lenta. Hiram Bingham dice, por el contrario, que estos nichos,
servían para colocar los fardos funerarios de los nobles y los agujeros, para
amarrar delgadas vigas y evitar así una posible caída de los fardos funerarios.
Por delante
y a un lado de estos nichos, existen otros más grandes y angostos. ¿Servirían
para emparedar vivos a los que habían quebrantado las severas leyes del incario?
No podríamos asegurarlo pero negarlo tampoco.
Al pie de
estas cárceles o prisiones y bajando por un pasaje subterráneo en espiral se ve
en el suelo y tallado en granito, la cabeza de un cóndor alrededor del cual,
corre un canal que termina en un agujero, en la punta del pico del ave,
indudablemente un lugar religioso.
También es
digno de mencionar la existencia de una roca plana e inclinada de grandes dimensiones,
sería quién sabe, el tobogán para la diversión infantil; en la parte superior,
de esta roca, hay una especie de trono o asiento; de ahí se contempla el cañón
del Urubamba, a una altura que da vértigo.
La Gran Puerta de Ingreso.— Como ya dijimos anteriormente, el
camino real que unía Machu Picchu con el resto del territorio imperial, estuvo
trazado y construido en el sector sur de la ciudad; el camino, empedrado
totalmente y dotado de túneles perforados en la roca viva, así como con puentes
colgantes y rígidos, terminaba o si se quiere, comenzaba, en una monumental
portada, que era prácticamente la única entrada a la urbe, construida con
enormes piedras sólidamente encajadas entre sí; en la parte interior del dintel
se ve una argolla de piedra, a la que se amarraba una plancha de madera, hecha
de troncos de árboles, a manera de puerta que era fuertemente asegurada por
otro tronco horizontal amarrado, a su vez en ambos extremos a cilindros de
piedra, que están empotrados en las jambas de la portada.
Puertas
similares, pero de dimensiones menores, con argollas en los dinteles y
cilindros laterales, se hallan en varios puntos dentro del perímetro de la
ciudad.
De la gran
puerta de ingreso y de la calle principal que nace de ella, parten infinidad de
vías que dan acceso a los más apartados rincones de la urbe; por la peculiar
conformación topográfica, "donde la verticalidad es la nota predominante,
habiendo desaparecido la horizontalidad" como dijo un apasionado estudioso
de la - arqueología peruana, es natural que las abrupteces e irregularidades
del suelo, hayan sido salvadas por medio de andenes o plataformas y,
especialmente, por medio de escalinatas, cuya profusión es increíble; existen
graderías de más de ciento cincuenta peldaños, así como algunas apenas cuentan
con dos o tres; en algunos casos, todo un tramo de siete, ocho y aún de diez
peldaños están tallados en la roca viva y, en otros, no son sino lajas o clavos
de piedra empotrados en las paredes, que hacen de difíciles peldaños. Un pacienzudo
y curioso miembro de la Expedición Científica de Yale, llegó a contar más de
tres mil peldaños, distribuidos en más de cien escalinatas, de ahí el nombre de
Machu Picchu, "la ciudad de las escalinatas".
Por estas
calles y plazas, plataformas y graderías, discurría diariamente, la vida no
siempre tranquila pero sí ocupadísima, de los dos mil habitantes que
posiblemente, tenía la ciudad, en su época de mayor esplendor. Así indican, el
número de los edificios construidos y la profusión y calidad de los andenes de
cultivo.
El
Cementerio. — Al sur de la gran puerta de ingreso y en la parte más alta de la
ciudad, se encuentra una planicie amplia, que se conoce comúnmente con el
nombre de Cementerio, desde aquí se divisa una espléndida vista panorámica de
la ciudad. ¡Vale la pena ascenderla!
En medio de
esta planicie, existe una roca, perfectamente tallada y pulimentada, que tiene
la forma de una mesa ritual o un altar, que, de acuerdo a la opinión de algunos
historiadores, servía para depositar durante algunos momentos, los cuerpos
momificados de los muertos, con la finalidad de rendirles los últimos
homenajes, antes de ser inhumados.
Sin
embargo, es difícil aceptar, que un lugar tan aparente para las labores
agrícolas, haya sido destinado como cementerio, porque la gran escasez de
tierras cultivables, hacía que se utilizaran, aun los más pequeños resquicios
de los roquedales, como campos de cultivo. Las tumbas se encontrarían, por lo
tanto, más allá de la planicie, en las laderas de la montaña de Machu Picchu
donde, efectivamente, se han encontrado tumbas con bastante material de
estudio.
Huaina Picchu. — En el ángulo más septentrional de la ciudad
y unida a ella, por una filuda cresta rocosa, yergue su figura, la elevada y
esbelta montaña de Huaina Picchu, con sus 2,730 mts. de altura sobre el nivel
del mar, toda cubierta de tupida vegetación subtropical; en su cúspide casi
inaccesible, los antiguos pobladores lograron construir, no sin antes de
desplegar mucho esfuerzo y sacrificio, atalayas de observación militar, además,
viviendas y andenes de cultivo, cuyos contornos siluetas, recortados contra el
cielo y el verde follaje son visibles desde cualquier punto de la ciudad y sus
alrededores.
Casi a la
mitad de su altura y en una de sus escarpadas laderas, se encuentra un hermoso
y amplio recinto construido, con el más exquisito y puro estilo arquitectónico
de la región, en realidad, sobrecoge admirar la técnica de sus constructores,
pues los magníficos muros pétreos, no parecen sino gigantescas cuñas empotradas
entre el techo, formado por una roca de enormes dimensiones y el piso, que
también es parte de la montaña misma. Este recinto que, para muchos, es el
Templo de la Luna y, para algunos, un Mausoleo Real, tiene la particularidad de
presentar en sus muros, grandes nichos de doble jamba y forma trapezoidal,
además, de hornacinas pequeñas, tanto unos como los otros, servían para rendir
culto a sus divinidades, ahora desaparecidos.
La ascensión
a la cima de Huaina Picchu, que se realiza mediante un sendero angosto y
empinado, que zigzagea, por el lado más enhiesto de la montaña, no solamente
provoca vértigo, sino que constituye una prueba no tan fácil de realizarla, aún
para los más experimentados andinistas o alpinistas; sin embargo, vale la pena
llevarla a cabo, pues, la recompensa espiritual que se obtiene, rebaza yen
mucho, cualquier esfuerzo físico; la vista panorámica del Cañón del Urubamba y
de la ciudad es, sencillamente, indescriptible.
La Expedición Científica de Yale.— El gran impacto que causó, el
descubrimiento de Machu Picchu en 1911, por su innegable importancia
histórico—arqueológica y la necesidad de su conocimiento desde diferentes
ámbitos científicos, determinó e hizo posible que al año siguiente, se
organizara en los Estados Unidos de Norteamérica, una Expedición Científica al
Perú, bajo los auspicios y el financiamiento de la Universidad de Yale y la
Sociedad Geográfica Nacional de Washington, con la específica finalidad de estudiar
exhaustivamente, la re-cien descubierta ciudad y toda la zona de su influencia.
Esta
expedición, estuvo presidida por el Dr. Hiram Bingham e integrada por insignes
científicos y especialistas, muchos de ellos de renombre internacional, en las
diferentes disciplinas del conocimiento humano, que durante largos meses,
primero en 1912 y después en 1914-15, cumplieron su labor de estudio e
investigación; se levantaron planos topográficos y arqueológicos, por primera
vez; se clasificó y catalogó especímenes de la flora, fauna y gea de la región;
se determinó la edad, sexo y aún las afecciones patológicas de los habitantes
de Machu Picchu, a través del análisis de los restos óseos; se trató de
reconstruir la vida, los usos y costumbres de los moradores, etc., etc.
Después de
los trabajos realizados por la Expedición Científica de Yale, es justo
reconocer, no se han emprendido estudios o trabajos de excavación, que hayan
tenido la magnitud y trascendencia de los de Yale, o hayan contado con
auspicios tan generosos.
Sin
embargo, dada la importancia mundial de Machu Picchu, no solamente en e/ campo
histórico o arqueológico, sino en otros muchos campos de la inquietud cognoscitiva
humana, después de la Expedición de Vale, se han publicado muchísimas obras,
que van desde estudios académicos e de carácter polémico, hasta revistas
infantiles, pasando por publicaciones divulgadoras y, hasta de corte esotérico,
que dice mucho de la inquietud intelectual que despierta entre los
intelectuales del Perú y del Mundo, que muy bien se podría hablar ya, sin temor
de un optimismo exagerado del nacimiento de una nueva disciplina: la
Machupicchulogía.
Hallazgos Realizados En Machu Picchu. — La Expedición anteriormente
aludida, bajo la hábil dirección del Dr. Hiram Bingham, excavó gran cantidad de
reliquias en las diferentes tumbas, especialmente en las que se encuentran en
los peligrosos acantilados y precipicios del este de la ciudad, reliquias
consistentes, casi en su totalidad, en objetos y utensilios de la era incaica,
con el sello inconfundible de la civilización cusqueña. Actualmente todas estas
reliquias, se exhiben en el Museo Peabody de la Universidad de Vale con
excepción de las encontradas en 1914-15, que están depositadas en el Museo
Nacional de Antropología y Arqueología de la ciudad de Lima.
Entre los
muchos objetos y utensilios que se han encontrado, merecen citarse por la
importancia que tienen, los trabajados en piedra como: hachas, martillos,
pulidores de diorita o hermatita, esta última, una roca muy dura con un alto
contenido de hierro, así como también platos, morteros, moledores, etc. algunos
de ellos tallados primorosamente.
Reliquias
metálicas confeccionadas en bronce inca, que es una aleación de cobre y estaño,
como: espejos planos y cóncavos, prendedores, brazaletes, cuchillos, cinceles,
palancas, etc. Es interesante mencionar que solamente cuatro prendedores tupus,
resultaron estar hechos de plata; no se encontraron joyas u objetos de oro.
En igual
forma, se desenterró gran cantidad de fragmentos de cerámica, correspondientes
a cientos de utensilios domésticos o ceremoniales, como: cántaros, ollas,
platos, tostadoras, etc. algunos se encontraron en buen estado de conservación,
casi la totalidad de estos hallazgos, corresponden al estilo Inca con la
característica decoración con motivos fítomorfos, zoomorfos y antropomorfos.
Existen, también algunos objetos de madera y de hueso.
Un hecho,
por demás interesante y que constituye uno de los muchos enigmas de Machu
Picchu, es el relacionado con los restos humanos que se encontraron, de los 173
individuos exhumados, casi 150 pertenecen a personas del sexo femenino,
porcentaje extraordinariamente elevado de mujeres, que no guarda ninguna relación
con el número de varones, que biológicamente hablando, deben existir en
cualquier conglomerado humano, circunstancia que ha dado lugar a variadas
interpretaciones, como la que sostiene que fue un enorme santuario donde Vivian
las Vírgenes del Sol, dedicadas al culto del Astro Rey.
Otro
aspecto que reviste tanto o mayor misterio, es el relacionado con el hallazgo
de algunos objetos enigmáticos, consistentes en 156 discos de esquisto verde,
de diferentes tamaños, desde los más pequeños de apenas 1 cmt. de diámetro,
hasta los más grandes de más de 20 cmts.; algunos de ellos tan pulidos y
delgados que son translúcidos; 42 pequeñas piezas oblongas bien pulidas también
de esquisto verde y 19 piezas triangulares.
Todos ellos
constituyen los hallazgos más raros realizados hasta la fecha, Bingham los
considera ser discos o fichas de contabilidad, por la circunstancia especial de
que más abundan, las piezas pequeñas que las grandes, es decir que los antiguos
contadores y funcionarios, tuvieron necesidad de mayor número de discos
pequeños, que representaban las unidades; un menor número de discos mayores,
para las decenas y aún menos, para las centenas, que eran más grandes y así
sucesivamente. No sería raro, que por medio de intrincadas combinaciones de
estas piedrecillas, podían conservar memoria de sus hechos y hazañas militares,
antes de que se hayan inventado los Quipus.
Orígenes de Machu Picchu.— Si existe un aspecto más controvertido,
en la historia de Machu Picchu, ese es precisamente, lo referente al origen y
finalidad de la gran Urbe, tan variadas son las opiniones al respecto, que
sería difícil encontrar dos que se complementen o identifiquen.
El insigne
profesor Hiram Bingham, que en realidad, ha sido uno de los pocos, sino el
único, que ha estudiado con tanta Profundidad y prolijidad las ruinas de Machu
Picchu y después de haberse informado ampliamente, en crónicas antiguas y
tratados modernos de la historia del Perú, plantea su teoría, fundamentalmente
basándola en lo relatado el cronista Licenciado Fernando de Montesinos, quien a
diferencia de otros escritores de la época, señala que el número de emperadores
que gobernaron el antiguo Perú fue de más de cien, divididos en tres dinastías:
los Pirhuas, los Amautas y los Incas, dando una relación amplia de los hechos y
acontecimientos que tuvieron lugar en tan prolongado reinado.
La versión
de Montesinos tiene la importancia de indicar, que mucho antes de los Incas,
existieron en el valle del Cusco otros pueblos y naciones, que alcanzaron un
grado de desarrollo bastante grande y que los Incas, con sus 13 o 14
emperadores, no constituyeron sino la última dinastía y los herederos
culturales de las anteriores. La Arqueología se ha encargado de corroborar este
acierto.
Bingham
sostiene que Machu Picchu, fue fundado hace, aproximadamente, mil años, es
decir, entre los siglos VIII y X de nuestra Era, corno un colosal refugio, por
los descendientes de Pachacutec VI, último emperador de los Amautas, quien
fuera derrotado y muerto por hordas bárbaras invasoras, venidas de la región
del altiplano boliviano. Ante la inminente amenaza de una destrucción total y
con la finalidad de salvar y conservar sus costumbres e instituciones, los
seguidores y descendientes del rey Amauta muerto, se replegaron hacia el Cañón
del Urubamba, refugiándose en uno de los lugares más inaccesibles y protegidos
de la región, construyéndose para el rey muerto, una de las más suntuosas
tumbas. Originándose, así esta maravillosa Urbe.
En Tampu
Toco, que así se llamaba la ciudad y que fue su primera denominación,
permanecen durante algunos cientos de años, para después irrumpir hacia el
valle del Cusco, logrando desalojar a los antiguos invasores y fundar el
Imperio de los Incas. Con el esplendor y grandeza que adquiere la ciudad del
Cusco, como capital del nuevo Imperio, Tampu Toco cae en parcial olvido y
abandono, durante los cuatrocientos o quinientos años de gobierno de los Incas
y su expansión por una buena parte de América del Sur.
Pasados los
años y producida la Conquista del Perú, llegan los invasores españoles a la
ciudad del Cusco, en la primera mitad del siglo XVI, con su terrible secuela de
destrucción y muerte, fracasan los últimos intentos de expulsarlos y,
nuevamente, se hace necesario y urgente contar con un lugar seguro, para seguir
manteniendo la tradición incaica. Manco Inca, después de su derrota en 1536, se
traslada a esta urbe acompañado de lo más selecto de sus seguidores: nobles de
alta alcurnia, sacerdotes y sacerdotisas del Sol, y bravos guerreros, llevando
consigo la imagen de oro del dios Sol que lo coloca en uno de los más suntuosos
templos.
Los
cronistas de la época, llaman Vilcabamba o Vilcabamba la Vieja, a una de las
más importantes ciudades, de la zona, donde los últimos Incas establecieron su
gobierno, por lo tanto, la última capital del Imperio Incaico; Vilcabamba la
Vieja, es para Bingham el segundo nombre con que se cita a Machu Picchu,
durante el periodo de la conquista española.
Para el
sabio profesor. Norteamericano, Machu Picchu es la cuna y la tumba de la
civilización incaica; fue de esta ciudad de donde partió Manco Capac, hacia el
valle del Cusco a fundar el Imperio de los Incas y donde, cuatro o cinco siglos
después, su homónimo Manco Inca se refugió de la destrucción española, sellando
así la desaparición de esa magnífica y singular cultura americana. Teoría que
sostiene que esta ciudad es preincaica, casi abandonada, durante el período
incaico y totalmente desconocida a los españoles. Las edificaciones más
monumentales y de tactura finísima, pertenecieron a la primera época y las
rústicas de cantos rodados y barro, a la última, muchas de ellas construidas o
reconstruidas por Manco Inca.
Otras Teorías.-- La teoría que acabamos de exponer ha sido
objeto de amplio análisis y crítica científicos, a lo largo de los últimos
decenios y lo seguirá siendo, por lo original de su planteamiento, que él mismo
reconoce al expresar "nadie mejor que el presente escritor, se da perfecta
cuenta de cuán fantástico parecerá mi última sugerencia...". Como producto
de la inquietud intelectual por esclarecer la problemática de los orígenes y
fines de Machu Picchu, se han formulado, posteriormente, muchas teorías que, en
algunos casos, difieren bastante de lo planteado por Bingham y, en otros, la
aceptan en parte.
Una gran mayoría
de los estudiosos de la Historia del Perú, rebaten con fundamentos de diferente
índole, que Machu Picchu sea Tampu Ttoco, es decir el lugar de origen de los
Incas; pero aceptan, expresa o tácitamente que fue una de las ciudades donde
vivieron y reinaron los últimos Incas del Cusco, aunque asignándole diferentes
nombres.
El Dr. José
Gabriel Cosió, gran conocedor de la Historia Incaica y delegado oficial del
Gobierno Peruano y de la Sociedad Geográfica de Lima ante la Expedición
Científica de Yale, en 1912, sostiene que Machu Picchu es una ciudad
preincaica, fundada hace dos mil años y que corresponde al Primer Imperio
Megalítico Quechua, cuya capital fue probablemente Tiahuanaco; para él Machu
Picchu no fue conocido por los Incas y, mucho menos, por los españoles.
Hallazgos
enigmáticos de Machu Picchu consistentes en discos (le diferentes tamaños. de esquisto
verde o arcilla cosida. Mili/arios como elemento de contabilidad.
El Dr. Luis
E. Valcárcel, considerado como el padre de la Arqueología Peruana, asegura que
la ciudad fue fundada por Pachacutec, el de los Incas no el de los Amautas,
aproximadamente en el siglo XIV de nuestra Era. Habiendo sido Pitcos su
verdadero nombre, toponimia derivada de la palabra quechua Piccho y no de
Vitcos, su existencia fue celosamente guardada como inviolable secreto durante
la época de la conquista española.
El Dr.
Jorge Cornejo Bouroncle, catedrático de la Universidad del Cusco, plantea que
Marcanai era el verdadero nombre de Machu Picchu que, inclusive, fue visitado
por Francisco Pizarro; tomando como fundamento para su tesis, la crónica de
Alonso de Borregán, soldado español durante la conquista, recientemente
publicada después de cuatro siglos de haber sido escrita.
Autoridades
en Historia Peruana como John Rowe, Ainsworth Means, Max Uhle, Luis A. Pardo, Chávez
Ballón, etc., basando sus apreciaciones científicas en el estudio de los restos
encontrados en Machu Picchu, en el análisis de la arquitectura y de la
cerámica, coinciden en señalar que Machu Picchu fue fundada en la Época de Oro
de la civilización incaicas unos como un santuario dedicado a sus dioses y
otros como un colosal bastión militar, contra los temibles pobladores
selváticos.
El
explorador norteamericano Gene Savoy, después de una expedición realizada al
Valle de Vilcabamba, afirma haber localizado los restos de la verdadera última
capital de los incas, que según él, es un núcleo arqueológico "superior y
más extenso que Machu Picchu", que actualmente se conoce con el nombre de
Espíritu Pampa. Hipótesis que, últimamente ha sido reactualizado por el
profesor universitario, Dr. Edmundo Guillén.
Por último,
el Dr. Víctor Angles, catedrático de la Universidad del Cusco, sostiene que
Machu Picchu no es Tampu Ttoco, ni Vilcabamba la Vieja, ni Pitcos o Vitcos,
inclinándose en aceptar de que la última capital del Imperio Incaico, estuvo
localizada en el Valle de Apurímac o cerca de él, posiblemente Choqquequirau,
como ya lo sostuvieron antes, Antonio Raimondi y Paz Soldán, entre otros.
Esto y
mucho más significa, la inescrutable y misteriosa ciudad de Machu Picchu, para
expertos o profanos, por "lo sublime de sus contornos, la maravilla de su
emplazamiento y el carácter y misterio de sus construcciones..."
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