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lunes, 2 de enero de 2012

ALCIBIADES HORNA MARÍN, AMOR AL TERRUÑO


Escribe: Tito Zegarra Marín
Le cupo a toda una generación de niños y adolescentes la grata y feliz oportunidad de compartir vivencialmente inolvidables experiencias con el hombre que, quizás como ningún otro, amó a su tierra que lo viera nacer: Alcibiades Horna Marín. Recordar y calibrar en su cabal dimensión a este gran hijo sucrense es una excepcional obligación ética y de principios que, hoy más que nunca, debemos cumplir.
 
Alcibiades Horna Marín, nació en El Huauco, hoy Sucre, el 11 de junio de 1895, siendo sus progenitores don Juan C. Horna y doña Isabel Marín, pareja de muy bien cimentadas bases morales, sobre las que edificó su familia.

Como muchos hijos de su tiempo, vivió compartiendo los quehaceres de la familia, así en la casa como en el campo. Desde niño aprendió a valorar y exaltar la belleza de los paisajes de sus correrías; sus pocos pero importantes recursos naturales; y a la mujer sucrense, protagonista de un largo drama de laboriosidad y desvelos.

Bastante joven aún, se radicó en la ciudad de Cajamarca, donde a poco formalizó su hogar con la Sra. Olga Figueroa Camacho, delineando tempranamente su futuro: ser un hombre de empresa, de bien y amante entrañable de su terruño natal.

En lo que concierne a lo primero, incursionó en el campo gráfico, constituyendo con todo éxito la primera imprenta denominada "Imprenta Cajamarca", en la cual se editó el periódico "EL Sol", dirigido por otro destacado hijo sucrense, el escritor Nazario Chávez Aliaga, en el cual, Horna Marín colaboró con artículos de temática diferente, sin faltar los alusivos a su tierra querida.

En cuanto a lo segundo, nunca dudó en ponerse al servicio de los demás; hombre de gran corazón y generoso con todos, no supo de distingos postizos para tratar y servir a las personas.

Padre de 9 hijos, a los que inculcó sus personales valores, los forjó profesionales de éxito y prestigio; a la par, llegó a ser Teniente Alcalde en Cajamarca, cargo que desempeñó con altura y gran responsabilidad.

Pero lo que nosotros y muchas generaciones admiramos en nuestro gran paisano es el amor inmenso a su tierra; amor cristalizado en todos y cada uno de sus actos, y que lo puso a prueba hasta el último momento de su vida. Su pueblo entrañable ocupó siempre un lugar preferente en su corazón, saturando sus sueños de esperanzas por verlo cada día más ade­lantado y feliz. Todo esto lo manifestaba a chicos y grandes en gratísimas conferencias que a menudo sustentaba con su singular expresión y su verbo de magnífica docencia.

Todos los años, junto a su noble familia, en más de dos ocasiones visitaba a su tierra. Y lo hacía con palpable amor y felicidad, traducidos, unas veces, con incentivos pecuniarios a la niñez estudiosa; otras, colaborando abiertamente en obras de bien colectivo; pero más que todo eso, compartiendo íntimamente sus experiencias e inquietudes con sus amados "paisanitos", para quienes no regateaba ni abrazos ni consejos muy sinceros. Con sus hijos compartimos horas de gran regocijo, ya en los deportes, en los paseos y a través de la música, de la que los nueve eran amantes y ejecutantes de valía.

Nuestro "paisita", como cariñosamente lo tratábamos bregó siempre por el despego de su pueblo; estuvo al lado de todo ese equipo de hombres dirigidos por el Dr. José Clodomiro Chávez, que impulsó la desecación de la laguna de Sucre; fue uno de los gestores, ante la familia Cacho Sousa de Cajamarca, para la donación del fundo "El Sauco" al Concejo Distrital de Sucre; fue el principal pionero en la organización del Centro Progresista de Cajamarca; y, por último, acarició un sueño que, de vivir todavía, habría visto cumplido: tal fue una piscina en Sucre, para bien de niños y jóvenes. Con este fin abrió una libreta de ahorros con una importante suma, para aquel tiempo; pero la incuria no siguió los pasos germinales de esta idea y aquel dinero se esfumó con los posteriores deterioros monetarios.

Pero la simiente está echada. Y parece que en campo que, a la postre, resulta fértil. Y hoy, un grupo de sucrenses ha tomado la posta y, ojalá, en plazo breve, se cristalice el sueño de quien tanto amó a su lar natal. Y más aún, que sugerimos desde ya, llevase su nombre con toda va­lidez y justo homenaje.

Alcibiades Horna Marín murió un 18 de abril de 1985 en la ciudad de Lima. Y nos adelantamos a sugerir, en base a que más de una vez él manifestó su caro anhelo de que sus restos descansaran en su adorado Sucre, que se hicieran gestiones para propiciar la exhumación de sus restos y su consiguiente traslado a la ciudad de Sucre, donde a la sazón, ya son cuatro los restos mortales de hijos predilectos que han sido trasladados desde la ciudad de Lima: los del inolvidable profesor Neptalí Zegarra Sánchez, los del Dr. José Clodomiro Chávez Mariñas, los de la distinguida dama limeña, Sra. Florencia Valderrama de Chávez; y los del Dr. Clodomiro Chávez Valderrama.

De la revista el Labrador, mayo 1997.

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