Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

Buscar en este portal

viernes, 24 de octubre de 2014

Anécdotas: ¡DEJA MUCHACHO!

Por: José Escalante del Águila.
A veces cuando me pongo a recordar, situaciones de mi Juventud y época de estudiante, sentado en una silla de mi casa, la nostalgia me embarga de tantos recuerdos gratos y hermosos, inolvidables que hemos pasado con mis compañeros de promoción; algunos no los quiero tocar, los dejo dormir para no despertarlos jamás, porque son los recuerdos más lindos y no los quiero compartir con nadie.

Estábamos cursando el tercer año de secundaria, se estudiaba y también se jugaba, se enamoraba y también hacíamos alguna "payasada" al compañero, pero en este caso a mi querido profesor Quintiliano, por error, pero sin ninguna Intención de malcriadez; como la que a continuación les voy a contar.


Habíamos salido del colegio a las cinco de la tarde, todos íbamos a nuestras casas, algunos nos apurábamos para ir a cortar alfalfa o a dar agua a los animales, en mi caso, otros luego de tomar su lonche, iban a jugar a la pelota al canchón, otros simplemente a pararse en la esquina y ver pasar a la jovencita que le robaba las noches de sueño.

A la hora de salida del colegio, íbamos Walter, Checa, Paco y otros amigos que no recuerdo, a la altura del puente de don Abdías, me separo del grupo y salgo de la carretera para acercarme a un árbol de eucalipto y poder miccionar, en eso siento que alguien me coge de las posaderas y subiendo el pantalón, hizo que sienta un líquido caliente que me mojaba los pantalones, como si me hubiera meado en mi pantalón, al voltearme me doy cuenta que era Walter, quien pegó una carrera que lo vi desaparecer por la esquina de la casa de don Oscar Rojas, con destino a su casa.

No es por jactarme pero en ese tiempo de estudiante, mi uniforme estaba bien cuidado (claro que era el único), no había "muda", también mis zapatos estaban bien lustrados, eran marrones con suela de goma, claro un poco gastados por el uso, pero en fin, hago esta aclaración porque ellos también se mojaron con el líquido caliente que bajaba como vena rota.

Al principio estaba amargo, después me calmé, ya no había remedio, entonces fui pampa, pampa, hasta llegar al rio chico, luego tomé la dirección a mi casa, por la pampa grande.

Después de cambiarme y lavar el pantalón, para el día siguiente, en mi mente ya estaba maquinando la venganza y como debería hacerlo, Walter estaba avisado que en algún momento tenía que desquitarme no sabía cuándo ni cómo.

Casi todas las noches iba "sestearlo" por su casa, me paraba en la esquina de mi primo Shesha y desde ahí atisbaba la salida de Walter; dos noches estaba haciendo guardia, ya, en la tercera noche veo que una persona sale de su casa, era cerca de las ocho de la noche, la luz no estaba muy clara y como era corto de vista no estaba seguro si era Walter u otra persona. Aquella noche fue la única ocasión que tenía para mi desquite.

Entonces con mucha cautela y arrinconándome por la pared estaba llegando a mi presa, cuando ya estoy cerca veo que estaba meando, en la acequia que cruzaba la calle por el centro, me abalanzo y agarrándolo de las posaderas subí el pantalón y empecé a hamaquearlo, hasta que sienta el chorro caliente que le manchaba el pantalón.

De pronto escucho una voz que decía, ¡muchacho! ¡muchacho!, deja, al escuchar la voz del profesor Quintiliano, no me quedó más remedio que soltarlo y pegar una correteada cuesta abajo, por la casa de la treinta treinta, para doblar por Felicasho y desaparecer hasta la esquina del Sr. Díaz, para subir por la casa de mi prima Josefa, camino a mi casa.

Con el temor de haberme conocido, no aparecí por ese barrio cerca de medio año y cada vez que iba a toparme con el profesor, cambiada de ruta, por la vergüenza de haber hecho por equivocación semejante palomillada a mi profesor.

Después de un tiempo, en mi mente saltaban las imágenes de lo que había hecho, ya veces ni siquiera era capaz de ir y pedir perdón.

Aquella pausa inconclusa, que lo tenía casi olvidada, me hizo volver al pasado y me prometí que en alguna ocasión me encargaría de que esta equivocación; cuando llegase el momento mejor indicado, tendría que cumplir mi palabra, es por eso que tardé muchos años en hacer esta confesión, y ahora, aunque sea tarde, pero creo como hombre tuve que hacerlo, aunque haya sido para mí demasiado complicado.

En una oportunidad cuando iba para la Toma, a la casa de mi tía Clara; a mi profesor Quintiliano, lo encontré parado en la esquina de don Teobaldo, y me acerqué a saludarlo, sin saber que estaba un poco delicado de salud, dentro de las tantas cosas que me comentaba, me hacía mención de sus años de juventud, era de esas personas que conversando te contagiaba de vitalidad y alegría, los ojos se le habían suavizado, con esa añoranza de las personas mayores; cuando recuerdan su propia juventud lejana, y acaso también convulsa, salpicada de vuelcos, o errores, quien sabe,...pero al final de cualquier vida siempre,... siempre hay demasiados recuerdos inolvidables, pero sentía a ratos el alejamiento de su mente y me daba la sensación que iba y venía de sus "viajes" y creo que no sabía cuándo Iba a regresar, después de un buen rato hizo un silencio un poco prolongado, como si se hubiera dado cuenta, de que se estaba alejando otra vez del asunto de la conversación.

Para despedirse me agarró de mi muñeca y me dijo con una voz dulce - ¡Ay hijo!, perdóname hijo, ya sé,... ya sé que divago, los años no perdonan y los recuerdos se me amontonan en la cabeza y pierdo el hilo. Yo solamente lo miraba en silencio a ése gran hombre y quería comprender aquellas palabras sinceras, que me transmitía. Después de un rato, me despedí de mi querido profesor con un fuerte abrazo y lo vi desaparecer cuesta abajo con dirección a su casa.

En recuerdo a mi querido profesor Quintiliano Velásquez, quien seguramente está al lado de nuestro Señor.


De la revista El Labrador, mayo 2014.

jueves, 16 de octubre de 2014

Arqueología y paisaje: VALLE DE SAN VICENTE - PÚSAC


Tito Zegarra Marín

Probablemente el promisorio valle que se forma con las aguas del río Púsac y que es conocido con ese nombre porque dentro de él han constituido las localidades de Púsac y San Vicente, es el recurso natural y ecológico de más alta importancia socioeconómica enlazo de ingreso a la región amazónica, pasando el Marañón, vinculado directamente a la provincia de Celendín.

Todo indica que está destinado a convertirse en eje fundamental de impulso a la producción y en centro y nexo indispensable en disfrute y despliegue de la actividad turística. Son varios los factores innatos que confluyen ventajosa y sinérgicamente: clima cálido benigno, aguas permanentes y limpias, tierras fértiles y productiva condición de puerta natural de entrada (a futuro) a la región selvática, y situación de enlace a sitios arqueológicos y paisajistas de valor. No es exagerado decir que el mencionado valle se encuentra en inmejorable condiciones naturales y estratégicas para propiciar su crecimiento y desarrollo sostenido, y que la comunidad y autoridades actuales son cada vez más conscientes de esa realidad y, de una u otra forma, está participando en acciones que apuntan a ello.

Muchas veces hemos visitado y pernoctado en las mencionadas localidades, disfrutando de la calidez y belleza de su paisaje, bebiendo la límpida agua de los propios manantiales en medio de la espesura y reverdecer de la pequeña montaña que lo protege, gozando de la acogedora finca del buen amigo Paco Díaz, convertida en recreo campestre realmente placentero para visitantes o para quienes estén d paso a otros lugares. Varias personas han sido generosas y atentas nuestros propósitos con quienes hemos compartido las mismas inquietudes: el ex alcalde Hugo Zelada Oblitas, el director del colegio Javier Heraud, profesor Roberto Huaringa Vera, el agricultor Javier Chávez Marín y el actual alcalde de Longotea, Wilson Araujo Sánchez.

BREVE REFERENCIA HISTÓRICA
Desde tiempos coloniales el valle en mención formó parte principal de la antigua hacienda de Chorobamba, uno de cuyos renombrados propietarios fue el encomendero español Niño Ladrón de Guevara, descendiente en línea directa del Capitán don Juan Pérez de Guevara, que a su vez fue compañero de Alonso de Alvarado en la conquista de los Chachapoyas. Tiempo después, ya en la república, la mencionada hacienda fue adquirida por don Eleuterio Peláez Portocarrero, hijo natural de la región, quien también compró los terrenos adyacentes a la actual localidad de Púsac que pertenecían a la comunidad campesina de Uchucmarca.

Por los años 50 del siglo pasado don Eleuterio Peláez vendió la mencionada hacienda, incluyendo los terrenos de Púsac, a don Ernesto Chávez Miranda, representante de la empresa Gloria de Arequipa. Este último, sin llegar a administrarla directamente, a los pocos años transfiere las tierras de Chorobamba al ciudadano trujillano don Vicente Orbegozo y los terrenos de Púsac a los agricultores residentes en ese valle. En ambos casos bajo la modalidad de compra - venta. Desde entonces, la familia Orbegozo se hizo cargo de la administración de la hacienda, contando con el apoyo de la orden religiosa de las Madres Concepcionistas que por esos años se encontraban instaladas en la antigua y vecina localidad de Longotea, hoy distrito.

Por los años 70 del siglo pasado, con la llegada y aplicación de la Reforma Agraria, se lotiza y adjudica las tierras de la hacienda a campesinos trabajadores de la misma, exceptuando algunas áreas que fueron previamente vendidas y alrededor de 11 hectáreas que fueron donadas a moradores del lugar para que allí se asiente la futura ciudad de San Vicente. Es así como la mayor parte de campesinos se convirtieron en beneficiarios de lotes de tierras que variaron entre 2 y 5 hectáreas. Años después, algunos de ellos, pudieron comprar y ampliar el tamaño de sus propiedades a más de 20 hectáreas.

En lo relacionado a la formación de las localidades de Púsac y San Vicente se puede decir que, lentamente y desde tiempos coloniales, han adquirido la condición de tales. En el primer caso, el conglomerado social se organizó cuando las tierras de cultivo fueron vendidas a los comuneros del lugar, los mismos que fijan como sede urbana al sitio donde hoy se asienta dicha localidad, con el nombre de Púsac. En el segundo, cuando el hacendado dona parte importante de sus tierras a moradores del lugar para que allí se organice la futura localidad, los beneficiarios prontamente planificaron la futura ciudad poniéndole el nombre de San Vicente, en gratitud y alusión al nombre del hacendado. En forma atinada y visionaria se trazó el plano del futuro centro poblado.

Lo paradójico es que cuando llegó el momento de definir la situación política y administrativa de dichas localidades, es decir, qué categoría adquirían y a qué distrito y provincia se integraban, comuneros y autoridades no tuvieron la visión ni claridad necesaria para exigir y mantener la unidad entre ambas localidades y del valle en su conjunto. No se promovió la conformación de una sola comunidad, un solo pueblo, sea caserío o distrito, y se permitió que aparezcan dos núcleos sociales diferentes, pertenecientes a dos distritos diferentes. Como es de conocimiento a esas dos localidades sólo las separa una pequeña vertiente o quebrada y nada más.

Es indudable que pesaron más los intereses particulares y la miopía política para, absurdamente, lograr dos caseríos pertenecientes a dos distritos diferentes: San Vicente adscrito a Longotea y Púsac a Uchucmarca, ambos adscritos a la provincia de Bolívar. Tal situación ha mermado drásticamente las posibilidades de encarar su desarrollo en forma conjunta y solidaria. Aun así, por los años 60, cuando se: construye la carretera desde Balzas a dichos lugares, el valle inicia una nueva fase socio productiva, sobre todo mirando al futuro, aunque todavía arrastra los efectos negativos de tal división.

CONTEXTO DE UBICACIÓN
El valle de San Vicente - Púsac se encuentra ubicado al este de la provincia de Celendín, traspasando el río Marañón, a 30 km., aguas arriba, del puente Chacanto, en territorios que corresponden a la provincia de Bolívar, región La Libertad. Antes de llegar se pasa por los pequeños valles de Záumate, Palenque, Huanabamba y Jacapa, y luego de recorrerlo por el centro del mismo y avanzando con dirección a Bolívar se llega a la localidad de Longotea. Por el lado oriental, relativamente cerca, se rodea de inclinados y montañosos territorios pertenecientes al distrito de Chuquibamba, provincia de Chachapoyas.

Ambos caseríos atraviesan por un interesante proceso de crecimiento, sobre todo agrícola frutícola, que pueden convertirlo en importante polo de desarrollo unitario de la zona. Como se señala, ambas localidades constituyen parte indisoluble de esa realidad física, social y productiva única que es el valle, vinculados en todo sentido y sólo divididos por el cauce de una pequeña quebrada que lleva el nombre de Pachac (Pacharurac). Sin embargo, como se ha indicado, desde el punto de vista formal o legal, son dos circunscripciones diferentes, sujetas a instancias administrativas distintas y a políticas de apoyo igualmente distintas. Esa innecesaria división debe ser definitivamente superada y lo más realista y justo es promover su unidad dándoles a ambas localidades la categoría de distrito: Púsac con su capital San Vicente.

Púsac en idioma quechua significa ocho y se refiere a los ocho manantiales naturales que surten de agua al río y valle durante todo el año. Estos manantiales u ojos de agua, poco comunes en la región, tienen la particularidad de estar uno junto a otro, dentro de la misma área de no más de 12 metros de extensión, donde cada uno arroja una cantidad similar de agua. Se encuentran ubicados a mediana altura, 1.560 msnm, en medio de dos ramales andinos que se entrecruzan en esa vertiente y bajo tupida y excelsa vegetación por la que tenuemente traslucen los rayos solares. Allí, se respira el ambiente de zona tropical ecológicamente yunga y a poca distancia de la zona jalca y de la puna.

Sin lugar a dudas, esa es una de las grandes ventajas que tiene valle: manantiales con abundante agua para regarla cómodamente y para servir al sistema de agua potable aún precario y, a futuro, para convertirse en importante fuente de energía hidráulica e industrial. Los proyectos de la hidroeléctrica de Púsac y la potabilización industrial del agua, son dos opciones objetivas y viables de enorme gravitación económica en la región. Los manantiales en referencia se encuentran a no más de dos km. de distancia, en dirección norte partiendo de localidad de Púsac.

Este importante valle, dentro del contexto interregional, tiene a su favor la estratégica ubicación geográfica que le permite hacer de eslabón indispensable para dirigirse a lugares de importancia social y productiva. En efecto, por allí necesariamente se pasa para ir a los distritos de Longotea, Uchucmarca, Ucuncha y el propio Bolívar, en la provincia del mismo nombre; y a Chuquibamba en la provincia de Chachapoyas, pero también a más de un centenar de caseríos y anexos. Por allí debía ser, como lo fue en el pasado, la entrada natural con dirección a Chachapoyas y varios distritos que se interconectan: Leymebamba, Hierbabuena, El Tingo, La Jalca y Levanto entre otros. A futuro debe ser una suerte de puerto indispensable en la gran ruta de ingreso a la región selvática.

ASPECTO SOCIO DEMOGRÁFICO
La población del valle se compone de familias que tienen sus raíces en los antiguos cacicazgos de la cultura Chachapoyas que se extendieron por esos territorios hasta las riberas del río Marañón, y por algunos descendientes del reino de los incas cuando estos convirtieron a la cercana Cochabamba en su sede principal. Pero también, desde tiempos coloniales, la población se incrementó progresivamente por familias y ciudadanos migrantes de otros lugares, en especial de Chachapoyas, Celendín, Bolívar, Leymebamba, Chuquibamba y Uchucmarca, aunque en los últimos años provienen de diversos sitios de la región nororiental. Tal vez, por ello, San Vicente - Púsac, es una ciudad cosmopolita, de muchas sangres y apellidos diferentes.

La población actual sobrepasa los 2000 habitantes que se distribuye en los siguientes caseríos o unidades agrarias que lo integran, conforme al siguiente cuadro:

Cuadro N° 9
Población en el Valle San Vicente - Púsac
LUGARES O UNDS. AGRARIAS
CATEGORÍA
POBLACIÓN:
2005
1.    San Vicente
Caserío
950
2.    Púsac
Caserío
400
3.    Chorobamba
Caserío
230
4.    Capilla Pampa
Caserío
150
5.    El Jardín
Caserío
145
6.    Barnoeueho
Unid. Agraria
50
7.    Tulpac
Caserío
35
8.    Huaraz
Caserío
45
9.    El Nogal
Unid. Agraria
25
10  Catal
Unid. Agraria
32
TOTAL

2062
Fuente: datos proporcionados por el Puesto de Salud de San Vicente, 2006

Es una población que pareciera no ser muy alta, sobre todo si se tiene en cuenta las bondades físicas, climáticas e hídricas del valle, y las posibilidades inherentes de producción. En los últimos años la tendencia demográfica va en ascenso, pues así lo evidencia el considerable incremento de la población escolar en todos los niveles, y el bajo índice de emigración que no supera el 12%.

Las familias que integran el valle se dedican casi en su totalidad a la agricultura, que es la actividad que les permite el sustento hogareño y también sacar los productos excedentes al mercado. Mayormente son familias nucleares integradas por padres e hijos y, lo que llama la atención, es el alto porcentaje de familias pertenecientes a iglesias evangélicas, especialmente tres: Iglesia Adventista del Séptimo Día, Reformista y Presbiteriana. Alrededor del 30% participan de dichas opciones religiosas.

EDUCACIÓN Y SALUD
En el valle se brinda el servicio educativo estatal en los tres niveles: inicial, primaria y secundaria. Existen dos centros de educación secundaria, cuatro de nivel primario y dos de inicial. En total, la población escolar bordea los 800 estudiantes, para un total de 48 docentes entre nombrados y contratados. Casi todos los centros tienen local propio, pero en proceso de mejorar la parte infraestructural.

La atención en salud se brinda a través de la Posta Médica, dependiente del Ministerio de Salud, en la cual laboran un médico, una enfermera, una obstetra y dos técnicos en enfermería. Se atiende a pobladores del valle y caseríos que están fuera de él, en promedio a 400 pacientes al mes, siendo los días de más concurrencia los domingos, por ser día de plaza comercial. Las enfermedades más frecuentes son: malaria, infecciones respiratorias y enfermedades de piel.

El servicio de vaso de leche, que se brinda básicamente a escolares, se hace a través de la distribución de leche enlatada. Como es explicable, no existe ganadería lechera cercana y, a diferencia de otros lugares similares, en los que se asiste con avena azucarada, aquí se ha optado por algo práctico. Los usuarios manifiestan su conformidad, aunque consideran que debe incrementarse.

TOPOGRAFÍA YASPECTO HÍDRICO
El valle en referencia presenta una topografía moderadamente llana que se extiende de sur a norte, ingresando por Balzas y Huanabamba. Tiene forma alargada con una entrada plana en dirección a Chuquibamba y suaves pendientes al subir con dirección a Longotea. Aproximadamente debe contar con mil hectáreas de tierras cultivables y urbanas, incluyendo las laderas aprovechables que caen por sus alrededores.

Con excepción del sector que hace de entrada, el valle se encuentra rodeado por voluminosos y macizos cerros, que son los siguientes: por el este el cerro Santa María, por el oeste San Francisco, por el norte Las Cabras y por el sur Palo Santo, Sañambal y Shingopampa. La mayoría de ellos son cerros rocosos, areniscos y gredosos, de limitada capacidad orgánica para la agricultura, aunque hay sectores donde se observa plantaciones nativas regulares y otros, adecuadamente cultivados aprovechando agua de las lluvias y manantiales.

Entre las principales plantas arbóreas nativas que se observa en las laderas de los cerros y que son utilizadas como leña para uso doméstico, se tiene a las siguientes: hualango, pate, canaquil, huayo, zapote.

En lo referente al aspecto hidrográfico, el valle, como venimos afirmando, tiene el privilegio de contar con el más importante río de la zona, de nombre Púsac, que nace en el propio territorio y lo atraviesa por sus inmediaciones, regando par es considerables del mismo; cuya cantidad de aguas, regularidad y limpieza de las mismas, convierten a este recurso hídrico, en el principal eje potencial para uso doméstico, energético y productivo de la zona.

El caudal promedio de agua que arroja el río Púsac en época de estiaje es de 4 m3 por segundo, lo cual sobradamente se multiplica en época de lluvias, de diciembre a abril. El potencial energético está calculado para generar 20 megavatios de energía, para cuyo efecto se cuenta con la topografía adecuada del terreno (entrada al valle), donde se tiene previsto construir la futura hidroeléctrica.

ASPECTO PRODUCTIVO
Por sus condiciones físicas, climáticas e hídricas, es un espacio eminentemente productivo con reservas potenciales y energéticas que, a corto y mediano plazo, serán decisivas en el proceso de su desarrollo. Actualmente, se distingue por la importante producción agrícola y frutícola en tendencia creciente y de mejora de calidad. El siguiente cuadro nos da una idea de la producción actual.

Cuadro N° 10
Producción Principal: Valle San Vicente -Púsac*
ESPECIE VEGETAL
CANTIDAD
Ton - ANUAL

LUGAR VENTA
Papaya
300
Celendín, Cajam. Lima, La Libertad
Palta fuerte y hass
180
Lima, Cajamarca Celendín, Bolívar
Naranja
60
Bolívar, Celendín, Cajamarca
Mango
40
Bolívar, Celendín, Lima, Tumbes
Limón dulce
2
Bolívar, Celendín, Cajamarca
Lima
40
Bolívar, Celendín, Chachapoyas
Limón ácido
120
Bolívar, Celendín, Chachapoyas
Maíz amarillo
1
Local
Yuca
1
Local
Camote
2
Local
Fríjol
1
Hierbabuena, Rioja, Celendín
Caña azúcar, chancaca,
6
Cajamarca, Celendín, Bolívar
Caña azúcar., aguardiente
60.000 Litros
Cajamarca, Celendín, Bolívar
Tomate
1
Celendín, Bolívar, Cajamarca
Fuente: elaboración del autor, 2006             *Cantidades estimada

De los productos anotados, los que actualmente salen al mercado en cantidades significativas, son: papaya y palta en la variedad de palta fuerte; le siguen: mango, limas, naranja y limón dulce. Mensualmente y en forma aproximada salen treinta toneladas de papaya y un promedio de dieciocho de palta fuerte. Los otros productos salen en menor cantidad.

El mercado de venta lo constituye: Cajamarca, Celendín (papaya, palta y otros), Lima (palta fuerte, papaya y mango), Chiclayo, Tumbes (papaya y mango verde); a Bolívar, Leymebamba, Cajamarca y Chachapoyas van todos los productos. La papaya, mango y palta fuerte, en algunos casos, son adquiridos en el propio lugar por comercializadores que disponen de movilidad; en otros, son trasladados por los propios productores hacia los mercados indicados.

Internamente las ventas se realizan todos los domingos en la plaza comercial de la localidad de Púsac, donde convergen productores del valle y zonas productivas y ganaderas de lugares cercanos y medianamente distantes. Esta es la plaza más importante en la provincia de Bolívar debido a la ubicación geográfica del valle y facilidad de vías de acceso. También se está impulsando la plaza pecuaria en la localidad de San Vicente, los días viernes, donde realizan transacciones (aún incipientes) de venta y compra de ganado vacuno proveniente de las partes altas de distritos colindantes.

La tierra es uno de los factores fundamentales para la producción en el valle. De buena composición orgánica pero con limitado acceso de agua. Existen alrededor de 200 hectáreas del lado noroeste que esperan ser regadas. Al parecer, el problema está en las dificultades materiales para sacar el agua con dirección a esos terrenos ligeramente altos con relación a los canales actuales, situación que es superable a través de una buena gestión y formulación de proyectos de irrigación que busquen apoyo técnico y financiero.

Las posibilidades de incrementar y mejorar la producción y productividad en el valle son bastante buenas. Actualmente se está en ese camino y el mercado también se avizora como promisorio. Se trata de mirar también al oriente: Chachapoyas, Nueva Cajamarca, Rioja, Moyobamba, Tarapoto, Yurimaguas e Iquitos. A mediana distancia, se tiene a la plaza agropecuaria de Hierbabuena (pasando Leymebamba), de gran movimiento y a la que concurren productores del valle. El mercado de Celendín y Cajamarca, con salida a la costa, es importante, pero podría verse saturado.

POTENCIAL TURÍSTICO DEL VALLE
El valle San Vicente - Púsac reúne condiciones suficientes para promover la actividad turística sea como destino o nexo necesario otros sitios cercanos o lejanos de atracción e interés al visitante. Por lo primero, tiene a favor la riqueza de su naturaleza que le da exquisitez prestancia como escenario, nutrido fundamentalmente por el agradable clima, belleza del paisaje, la particularidad de sus manantiales y limpieza de su formidable río (figuras 43).

Muy cerca del valle, en un cerro inclinado con dirección noreste, a 1.760 msnm, se encuentra el sitio arqueológico de Alcaparrosa, que habría sido un tampu o tambo de influencia inca donde existen fosas dé enterramientos con influencia Cajamarca. Desde Alcaparrosa se puede ver la confluencia de tres ríos y sus respectivos valles: Púsac, Chacahuayco y Pachac. También desde este lugar es posible organizar mejor el sistema de comunicación y transporte con dirección oriental y a la cuenca del Marañón.

Lo señalado presupone no sólo disfrutar de la calidad paisajista y clima de la pequeña micro cuenca, de las aguas del río que cruza su territorio sino, en una suerte de ecoturismo, recorrer el acceso que nos coloca al borde de los ocho manantiales u ojos de agua en el marco de un, escenario natural hermoso, densa vegetación y mucha agua. Observar ocho manantiales en el mismo sitio, bajo el bosque, expulsando agua en gran cantidad es algo más que interesante, se puede decir sensacional.

Pero el valle tiene también la ventaja de ser punto de enlace obligado para dirigirse a centros arqueológicos de importancia cercanos y otros relativamente lejanos pero accesibles. Desde allí se debe facilitar la logística necesaria para iniciar el recorrido por los principales lugares de atracción turística que son, entre los más importantes, los siguientes:

·                    El sitio arqueológico de Cochabamba, pequeña ciudadela de estilo inca, distante a dos horas en movilidad. Si la movilidad nos deja en el cruce de la quebrada de Challuacancha, se puede continuar a pie por 30 minutos.
·                    Sitio arqueológico de Atuén y laguna La Sierpe, ambos de acento preinca e inca a dos horas en movilidad a Chuquibamba, más 4 horas a pie o caballo.
·                    Pequeña fortaleza de Pirca - Pirca, en Uchucmarca, Bolívar, a tres horas en movilidad y alrededor de dos a pie o acémila.
·                    Pinturas rupestres y restos arqueológicos en Longotea, a una hora en movilidad y dos a pie o caballo.
·                    Las ruinas de Vira - Vira en Uchucmarca, Bolívar, a cuatro horas en movilidad y cinco a pie o caballo.
·                    La ciudadela de Cajamarquilla, en Bolívar, a cinco horas en movilidad hasta la localidad de Bolívar y 10 horas a pie o caballo.
·                    Museo Leymebamba y fortaleza Kuélap, siguiendo una de las rutas antiguas: Chuquibamba, Atuén, riberas del río Utcubamba, Leymebamba y El Tingo.

Son sitios arqueológicos de gran valía y significación histórica en el ámbito regional, vinculados a los restos emblemáticos de la cultura Chachapoyas, sobre todo a la gran fortaleza de Kuélap y La Laguna de los Cóndores, y a Cajamarca por el lado occidental. Lo cual permitiría implementar interesantes redes turísticas con inclusión de dichos destinos e integrados al gran Circuito Turístico del Norte (CTN).


Fuente: Libro Celendín en la cuenca del Marañón / Arqueología y Paisaje.

jueves, 9 de octubre de 2014

Huellas: LA LECCIÓN DE RAIMONDI


"En el libro del destino del Perú está escrito un porvenir grandioso".
"¡Jóvenes peruanos! Confiando en mi entusiasmo he emprendido un arduo trabajo muy superior a mis fuerzas. Os pido, pues, vuestro concurso. Ayudadme, dad tregua a la política, y consagraos a hacer conocer vuestro país y los inmensos recursos que tiene".


Jorge Guillermo Llosa.
La lección de Raimondi ha sido recogida en ediciones fragmentarias, que sólo comprenden una parte del vasto material acumulado en sus apuntes; así como en sus colecciones científicas y en la evocación constante que se hace de su memoria y de su obra. Sin embargo su figura siempre permanece algo distante y no pasea, como debiera, familiarmente entre nosotros. Los gruesos volúmenes repletos de abrumadoras observaciones, publicados en forma restringida no han podido llegar al gran público, a la muchedumbre del pueblo peruano y a esa juventud a la que el sabio tanto amó y en la que puso tantas, esperanzas.

La presente antología aspira a lograr ese acercamiento humano entre Raimondi y el Perú de hoy. Hemos seleccionado páginas de sus itinerarios viajeros, (Antonio Raimondi. "Notas de Viajes para su obra El Perú". Publicado por el ingeniero Alberto Jochamowitz. 4 tomos. Lima, 1948) buscando en ellas las líneas que nos revelan al hombre, las observaciones y narraciones amenas e ilustrativas que forman un libro de lectura incomparable y fundamental para el lector y, principalmente, para el estudiante peruano. Un libro de aventuras, en el más alto significado; peripecias y riesgos personales, emoción de descubrimientos, goce puro de la inteligencia, placer de abrir caminos, empaparse de naturaleza virgen, tratar de cerca a pueblos desconocidos, llegar —como dijera Alonso de Ercilla— "a donde otro no ha llegado", recoger en dibujos o en dulces pinceladas los rasgos de las ciudades muertas y la lozanía de flores núbiles. Un libro, pues, educativo, como quería la pedagogía ateniense: poético y racional, ejemplo de carácter y lección objetiva de sabiduría, acicate al vuelo de la imaginación y donoso recreo del pensamiento sobre la frescura de visiones inéditas.

Dejemos por un momento los textos, las especies raras, los hallazgos arqueológicos, vegetales y minerales, las cartas geográficas, las láminas y los dibujos. Busquemos el hilo conductor que sostiene esta masa ingente de ciencia elaborada. No es más que una débil vida humana tendida sin descanso, durante cuarenta años en el Perú, como la cuerda de un arco. Todo un país inmenso e inexplorado materialmente recorrido, recogido, ordenado y transcrito al lenguaje de las ciencias naturales. Este esfuerzo que es tanto de gabinete como de campo, intelectual como físico, levanta a Raimondi a la altura de los más grandes naturalistas clásicos; aquellos que palparon la tierra para arrancarle sus secretos y quisieron, como nuevos dioses, darle un nombre y un orden al mundo que nos rodea. En estos niveles de sobrehumana grandeza Raimondi se compara a Plinio y Aristóteles, a Linneo y a Buffon, a Darwin y a Humboldt.

Detrás de la obra maciza y monumental emerge el genio creador y en el fondo de él, el hombre, el niño milanés y el joven italiano que a los 23 años de edad desembarca en el Callao para no alejarse más hasta el año 1890 en que la muerte lo recoge.
Su competente biógrafo. Ettore Janni, nos ha transmitido algunas sugerentes imágenes del niño Raimondi. Aparecen nítidas, desde la infancia, dos virtudes dominantes: la voluntad emprendedora y la sed de conocer la naturaleza. Esta energía espiritual fue la que lo sostuvo y le permitió realizar una empresa que era superior no sólo a sus fuerzas, como él dijera, sino a las de cualquier ser humano. Tarea de investigador realizada con medios irrisorios, en un ambiente desconocido, teniendo que afrontar los pequeños miserables problemas de la subsistencia y de las obligaciones rutinarias. Hazaña vital cumplida con lúcido estoicismo, en climas inclementes, en alturas de aire enrarecido, frente a peligros como aquellos que recordaba San Pablo, de malos caminos, salteadores y naufragios. Raimondi pagó tributo a la verruga —el mal que inmortalizó a Carrión, mártir de la medicina peruana—, y no retrocedió ni ante el peligro de abismos ni ante el brebaje ofrecido en humeantes cabañas de salvajes.

Decía Momsen que la historia supera en interés y en sorpresa a las obras de pura ficción. Así se nos aparece Raimondi, más audaz y más sugestivo, en su mula caminera, que el sabio aventurero pintado por Julio Verne en la novela "Los sobrinos del Capitán Grant".

En el genio emprendedor y tesonero del sabio parece revivir el ímpetu de la raza lombarda que penetró, como un cuchillo, en la Italia medieval, asentándose en la Mediolanus latina, la Milán laboriosa y tenaz que es el hormiguero industrial de la península. Raimondi participó, según piensa su biógrafo, en las Cinque giornate que convirtieron a la capital lombarda en una hoguera lanzada contra el dominio austriaco.

La curiosidad científica empujaba al niño Raimondi a actos de valiosa calidad moral. Gastaba sus propinas en adquirir las obras del naturalista Buffon; empleaba sus feriados y horas libres en observar la naturaleza, los animales de los parques zoológicos y las plantas exóticas de los jardines botánicos. De esta entrega total a la ciencia nace su sentido ascético de la vida, su heroísmo cívico y su energía inagotable. Sus biógrafos y comentaristas han subrayado este fundamento moral de su personalidad como lo distintivo, lo más señero de su figura tan admirable en todos los conceptos. Refiriéndose a su significación dentro de la ciencia peruana, dice Honorio Delgado que "El espíritu de Raimondi es abierto al mundo y dominado por un entusiasmo lúcido, a la vez gozoso y grave, sin mezcla de propensión al caos ni a la doctrina de escuela. Encarna la fuerza plástica segura de sí misma a causa de la propia grandeza y de su dirección incondicional hacia lo auténtico".

Jorge Basadre, en la "Historia de la República del Perú", nos ofrece este retrato moral sabio: "Demostró siempre ser discreto y sereno aun ante el riesgo y la desgracia; lleno de buen sentido y de agudeza; propenso en todo momento a juzgar las cosas sin violencia; inmune a la fatiga, al abandono, a la pobreza y a la sociedad; inagotable en su curiosidad y en su constancia; dedicado íntegramente a la contemplación de la naturaleza y a la búsqueda de los secretos que en el campo de la botánica, la zoología, la química, la mineralogía, la geografía ella alberga y por eso, según sus propias palabras, "estimando en nada el interés y la gloria". Hizo suyas las horas de júbilo, las horas de penuria y las horas de aflicción de la patria adoptiva".

Raimondi, como todos los grandes hombres, es ejemplo de una vida que sigue una trayectoria y no se resuelve simplemente a desplazarse al capricho de las circunstancias. Su vocación se definió desde niño por la naturaleza; dentro de ella por los países tropicales y, entre estos, por el Perú. En la elección temprana de la que él consideraría su segunda patria, hubo influencias intelectuales —la fama del país, el hecho de haber sido relativamente poco estudiado, la variedad de climas y ambientes geográficos dentro de su territorio—, pero también algo así como un mágico y obscuro llamado. La vocación peruana de Raimondi nace cuando contempla, en un jardín botánico, la sorprendente figura del "cactus peruvianos". El joven acude al reclamo de esa naturaleza pródiga en formas grandiosas y extrañas y se embarca hacia nuestras playas. Sus primeras actividades en Lima, vinculadas al gran Cayetano Heredia, son de profesor, pero tan pronto puede se escapa del cerco de la ciudad para echar un vistazo a los alrededores. Entonces encuentra, humilde saludo, la presencia de una mata de higuerilla que le produce una gran emoción. Recién ante esta planta silvestre se siente realmente en el Perú, pues hasta ese momento aquel arbusto no lo había visto sino en el artificial escenario de los jardines dedicados a la botánica tropical.

Los cuarenta años de Raimondi en el Perú, de 1850 a 1890, corresponden a un período contradictorio y desorientado de nuestra nacionalidad. Es la falsa ilusión del guano y del salitre, lo que Basad re llama "la prosperidad falaz"; es la audacia de las obras públicas, los gastos rumbosos, la imprevisión que sería tan funesta, la confianza irresponsable en el poder de las riquezas fácilmente habidas. Hay esfuerzos meritorios de hombres de ciencia, de exploradores y estadistas peruanos que tratan de posesionarse efectivamente del país profundo. Pero junto a ellos, ¡qué frívola mentalidad virreinalicia!, ¡qué lamentable confusión entre la pasajera riqueza fiscal y la pobreza profunda de un país abandonado!

Las provincias y la masa indígena llevan una existencia soporífera. El tono que da Lima no es el de una capital rectora sino el de una desocupada corte en la que se gesta la sociedad criolla, con montoneras y juergas; los caudillos políticos tratan de halagar a un populacho mestizo burlón y sensual, acostumbrado a la pompa del Virreinato. En la literatura dominan los satíricos y costumbristas; Segura lleva a la escena la desfachatez de los tipos callejeros, los mismos que retrata Pancho Fierro en sus acuarelas. Una de ellas, precisamente, está dedicada al doctor Solari, médico italiano amigo de Raimondi.

El sabio italiano se incorpora a la vida de este Estado peruano, sujeto a tantas apostasías.
Forma parte de innumerables comisiones científicas, entre ellas una para inspeccionar el guano de las islas de Chincha y otra los depósitos salitreros de Tarapacá. Dos riquezas y dos símbolos. Raimondi presenció las guerras que de ellas nacieron. Se siente orgulloso de la conducta de los peruanos en el combate del 2 de mayo de 1866 contra la escuadra española y del heroísmo derrochado en la trágica contienda de 1879. Al ser ocupada Lima, el sabio confió sus tesoros científicos a la protección de la bandera italiana. No quiso enviar sus manuscritos a Italia: "Son del Perú —dijo-- que corran la suerte del Perú".

La paz precaria con Chile no aquietó las zozobras nacionales. Al contrario con ella se iniciaba un largo y difícil periodo de definiciones fronterizas con todos los vecinos. Raimondi fue designado miembro de la Comisión Consultiva de Relaciones Exteriores —junto con Ricardo Palma— y ofreció el concurso invalorable de su saber a la preparación de la defensa de los derechos territoriales de nuestra Patria.

De su monumental obra escrita fluyen la realidad y la lección del Perú. Lo que es la naturaleza y lo que el hombre debe realizar. Entre los precursores de los que han buscado la esencia nacional y un programa peruano de existencia, Raimondi ocupa un lugar de honor. El proceso del despertar de nuestra conciencia, después del sacudón del 79, ha sido doloroso y difícil. Solamente en las últimas décadas hemos hallado fórmulas de interpretación histórica y social que nos permiten evaluar todos los aportes que hacen a nuestra Patria y trazar con ellos una doctrina peruanista de vida colectiva.

El sabio midió toda la dilatada extensión de nuestro territorio —entonces más dilatado que ahora— y trazó cuidadosamente sus rasgos en el grandioso mapa mural que hoy podemos admirar. Desde las salitreras del sur hasta Tabatinga, en la amazónica frontera con el Brasil; desde las cumbres de las nacientes del Marañón y de volcanes desconocidos, como el Huaynaputina, hasta las espesuras del Ucayali, las quebradas perdidas de los Andes o los arenales interminables de la costa. Sus recuerdos transmiten una presencia poderosa de la magnitud física y natural del Perú y de sus caudalosas riquezas. Pero, al mismo tiempo, el estado social y político de la época que describe no puede ser más lamentable. La acción del Estado es prácticamente nula; no hay vías de comunicación, ni protección policial, ni planes de industria, ni aprovechamiento racional de los recursos. Sin embargo, el sabio no deja de anotar todos los signos positivos de vida laboriosa y progresista. Describe las pequeñas industrias, los cultivos, las diversas técnicas, las artes, el esfuerzo individual —como el del señor Monteblanco de Chancha mayo—, las posibilidades inmediatas, que de haber sido atendidas —como en el caso del caucho— habrían dado al Perú una riqueza actual incalculable. La primera lección del naturalista Raimondi es un inventario de nuestros recursos; un llamado de atención hacia aquello que somos físicamente, aquello con lo que contamos; nuestro patrimonio. Lección necesaria y urgente, entonces como ahora, en un país en el que se hizo costumbre el hábito virreinal de la riqueza monetaria y de aquella que se traduce exclusivamente como caudal exportable. Para Raimondi la riqueza verdadera es la que deben movilizar los peruanos en primer lugar para ellos mismos, para elevar su nivel de existencia, olvidándose del maleficio de una economía concebida en términos de coloniaje y de capitalismo foráneo.

El Perú que nos presenta es una unidad transitoriamente desarticulada. Indirectamente apreciamos que los personajes geográficos y los tipos humanos sostienen una personalidad característica, sellada por la naturaleza y por la historia como peruana. Raimondi quiso recoger esa unidad despedazada y lo hizo atando todos los cabos de la patria con sus propios viajes y reuniéndolos, en totalidad racional, dentro de las páginas de su libro múltiple, El Perú. En este sentido es un testimonio particularmente valioso el que nos ofrece sobre la vida en la región amazónica, que ignorantemente se osó disputarnos, en la que la obra de los colonos peruanos despierta a la selva con los primeros signos de la civilización moderna, levanta ciudades, tiende sobre los ríos la navegación a vapor y lleva hasta la obscuridad del mundo primitivo las luces de la conciencia y de la emoción nacional.

Raimondi representa la voluntad de rescatar al Perú de la enajenación económica y de devolverle la conciencia de su unidad. Unidad física pero, también y sobre todo, unidad de destino. Por eso debe ser considerado uno de los forjadores de nuestra nacionalidad y por eso, también, pudo decir Raúl Porras Barrenechea que él representa en la geografía, como Palma en la Literatura y Garcilaso en la historia, una de las grandes coordenadas de la cultura nacional.

Así como observa Raimondi que se ha producido una desintegración del cuerpo físico, también es sensible a la notoria ruptura en la tradición histórica que la República decimonónica no llegó a advertir. Como buen buscador del Perú el sabio quiso rescatar junto con las riquezas naturales, el alma del pasado, que es la única que puede vertebrarnos como un cuerpo social. Por eso su cuidadoso interés en anotar y copiar sobre el papel los monumentos arqueológicos y los vestigios artísticos de la época prehispánica. Sin ser un especialista, logra hallazgos felicísimos, como el más famoso, el de la estela pétrea de Chavín que hoy lleva su nombre. Lugares menos célebres, como Huánuco Viejo, Huanta y Tantamayo, son minuciosamente descritos. La obra de los antiguos peruanos, que él como hombre de ciencia estaba en aptitud de apreciar, despierta su admiración entusiasta. En algunos casos, como ante la fortaleza de Paramonga o ante las moles de Ollantaytambo, las compara ventajosamente con las construcciones medievales europeas. Intrigado por los restos antiguos, el sabio permite evasiones a su imaginación y formula algunas conjeturas sobre el destino y significado de los edificios. Atribuye al "dios del mal" el santuario de Chavín, y objeta las versiones populares sobre los métodos de trabajar la piedra que tenían los incas. Observa atentamente los canales subterráneos de Nazca y cavila sobre las "quilcas" o petroglifos de Tambo.

Dolido por la ignorancia o el despilfarro de las riquezas materiales se limita a comprobar y a sugerir soluciones. Pero la incuria frente a la irreparable destrucción de los monumentos prehispánicos le hace perder la paciencia. Aquí aparecen, entonces, las raras frases iracundas, contra los conquistadores españoles, "pelotón de vándalos" y contra la desidia de los propios peruanos que desmantelan ras ruinas para construir viviendas. Sus descripciones arqueológicas están inspiradas no sólo en un interés o curiosidad científica sino en el más alto empeño de preservarlas de la total destrucción y de atraer hacia ellas la atención de los estudiosos y la protección de las autoridades.

El etnólogo y el folklorista encontrarán en estas páginas de Raimondi un material interesantísimo. Es particularmente valiosa la pintura que traza de las costumbres de los indígenas del Ucayali. Revela ante ellos una sincera admiración por sus dotes artísticas y su sabia adecuación al ambiente. En cambio no oculta un ánimo burlón hacia el espíritu de algunos provincianos que han abandonado las antiguas tradiciones éticas de su raza a expensas de formas puramente decorativas y básicas de la cultura occidental. Su prosa, habitualmente llana, se matiza y colorea al contarnos la "Fiesta en Tomas", las "jaranas" de los chavinenses, y la manía de los coronguinos de trabajar en Lima como heladeros y mozos de café para regresar a su pueblo con una buena capa y derrochar las economías en sonadas borracheras.

Raimondi es parco en narrar sus penurias de viajero; sin embargo basta lo que cuenta para compartir sus largos viajes en mula, en lugares como la pampa de "matacaballos" cerca de Pativilca, o para que nos sintamos junto a él vadeando ríos o hundidos en inestables canoas. El hombre de aventura no desmerece, en tales casos, la talla del científico. Salpicadas con la emoción de las peripecias personales sus crónicas viajeras, tan instructivas y fecundas, se hacen aún más sugestivas. El lente objetivo y veraz de su pluma nos ha transmitido un retrato fiel del Perú de ayer y de siempre. Casi sin quererlo, desbordan los renglones el sentimiento del paisaje y la ternura del hombre que amó entrañablemente el suelo que nos sustenta.


Fuente: Antonio Raimondi, Libro viajes por el Perú 13 de julio de 1966. Jorge Guillermo Llosa.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Escenario: SANGRE EN LA ARENA

La tauromaquia ha de ser abolida, y lo será. Será un primer paso para darnos cuenta de que todos los animales merecen derechos que defiendan su vida y libertad. A fin de cuentas, a todos nosotros nos gusta vivir nuestras vidas sin ser explotados y asesinados. En eso todos los animales somos iguales.
Existen multitud de maneras alternativas de pasarlo bien sin necesidad de acudir a una plaza de toros. ¿Qué necesidad hay de seguir torturando a los animales en los ruedos?
Es urgente que Reflexionemos: 



Colaboración: Jorge Horna
 

©2009 Asociación Movimiento de Unidad Sucrense - "MUS" | Template Blue by TNB