Por. Herbert Reina Zegarra.
La
mujer ha jugado y seguirá siendo una pieza clave en la literatura latinoamericana,
de todos los tiempos. Es muy piado, unas veces como una mujer seducida. Otras tratadas
como hetairas y en una mínima proporción como podadoras de grandes verdades
históricas o sociales, o combatiendo mano a mano en las guerrillas para salvar
a su pueblo de una sangrienta tiranía.
Clorinda Matto de Turner |
Sino permítame, en todo momento, evocar la figura Manuelita Sáenz, quien valerosamente salvó la vida de Simón Bolívar en Guayaquil. Q también Las Tres etcéteras de Bolívar narradas magistralmente por don Ricardo Palma. La misma poesía amorosa y arrebatada escrita por Mariano Melgar y Carlos Augusto Salaverry: Acuérdate de mí. Los problemas de impotencia sexual que padece el personaje del Hechizo de Tomayquichua, de Enrique López Albújar. Las mujeres que son amadas en la clandestinidad de la vida, tanto en Los Perros Hambrientos como en La Serpiente de Oro de nuestro inmortal Ciro Alegría. El ultraje y violencia sexual; que sufre Justina, en el cuento titulado Warma Kuyay y la miserable vida que lleva la Opa en el internado de Abancay, en Los Ríos Profundos, de José María Arguedas. Las travesuras sexuales de un joven barranquino, en La Casa de Cartón, de Martín Adán. Las inolvidables peleas callejeras de los jóvenes limeños, en la novela Barrio de Broncas, de José Antonio Bravo, que no sólo son por el balompié sino por el amor de una chica del barrio. Los personajes femeninos que son explotados sexual y económicamente, No una sino muchas muertes, de Enrique Congrains. La degradación sexual que experimentan los personajes de clase media, hombres y mujeres. Así como la corrupción política de las altas esferas del poder económico en nuestro país, en Octubre no hay milagros, de Oswaldo Reynoso.
Algo
muy similar sucede, pero en menor escala en la novela Cambio de Guardia, de
Julio Ramón Ribeyro, cuando nos refiere la vida de las prostitutas, las cuales
son frecuentadas por los hombres de la dictadura militar de Manuel Apolinar
Odría. El laberíntico mundo de las empleadas domésticas que cuidan a un niño de
alta burguesía limeña, llamado Julius, Wilma que termina siendo una prostituta
en un barrio citadino, en la novela Un Mundo para Julius, de Alfredo. Bryce
Echenique. Las mujeres que son acosadas sexualmente por el cacique de Comala,
esa extraordinaria novela del mexicano Juan Rulfo, titulada Pedro Páramo.
También otra obra clásica de nuestro continente Doña Bárbara, de Rómulo
Gallegos, donde el personaje femenino es el eje central de todo el corpus
novelístico. El truncado idilio amoroso que sostienen Efraín y María, en la
novela inolvidable de Jorge Isaac. Un sitial muy especial ocupa la novelística
de nuestro premio nobel de literatura, Mario Vargas Liosa, que en su novela
Pantaleón y las visitadoras, donde los soldados para custodiar las riberas de
nuestras fronteras, tienen que ser trasladados en el buque de la armada peruana
llamada, enigmáticamente, Eva donde, las denominadas visitadoras fueron
contratadas para salvar a los soldados de su soledad y de su libido exacerbada.
O de parejas que vivían en concubinato, sin el beneficio del matrimonio. Este
tipo de ejemplos, abundan en nuestra literatura, verbigracia en La Casa Verde y
en la Conversación en la Catedral, de Mario Vargas Liosa. Hasta se dice, en numerosas
conferencias nacionales e internacionales, que Úrsula Iguarán, un personaje
central de Cien Años de Soledad, de García Márquez, está considerada como un
paradigma de la mujer iberoamericana.
Sin
embargo; considero muy oportuno, en un balance, muy provisional del caso, citar
a las escritoras más representativas de la literatura hispanoamericana como:
Sor Juana Inés de la Cruz. México (1651-1695). Nos legó: Los empeños de una
casa y Amor es más laberinto. A Clorinda Matto de Turner. Perú (1852-1909).
Obras. Aves sin Nido. A Gabriela Mistral. Chile (1889- 1957). Premio Nobel de
literatura (1945). Entre sus obras más destacadas tenemos: Desolación y
Ternura. Alfonsina Storni. (1892-1938). Entre sus obras más sobresalientes:
Inquietud del rosal y Mundos de siete pozos. A María Luisa Bombai. Chile (1910)
tinieblas. Blanca Varela. Perú (1926 -2009). Sus obras: Este puerto existe y
Valses y otras falsas confesiones. Isabel Allende. Chile (1942- ?). Entre sus
obras destacan: La casa de los espíritus y De amor y de sombras. Gioconda
Belli. Nicaragua (1948 —?). Obras: La mujer habitada y Sobre la grama. Laura
Esquivel. México ( 1950-?). Mencionaremos sus obras más importantes: Como agua
para chocolate y La ley del amor. A Marcela Serrano. Chile (1951- ?). Entre sus
obras tenemos: Nosotras que nos queremos tanto y El albergue 'de las mujeres
tristes.
Finalmente,
desearía hacer algunas reflexiones en torno a la mujer que se ha tenido en la
Edad Media, en la Edad Contemporánea y Moderna. Para saber, reamente, si ha
seguido una larga evolución en su papel primordial de ser el eje de nuestra
sociedad. Así por ejemplo, en la Edad Media, la mujer estaba destinada,
exclusivamente, a las tareas domésticas y a la procreación de sus hijos, pero
se le dejaba cierta identidad propia. En las clases pudientes de la
aristocracia europea y latinoamericana, la mujer estaba encaminada al
matrimonio o la vida conventual; mientras que en la clase media, podía casarse
o convertirse, desde luego, en una cortesana.
Así
tenemos que el personaje femenino llamada Teresa, de la novela La ciudad y los
perros, de Mario V. Llosa, representa este amor cortesano, como en el período
medioeval. Algo parecido sucede con la novela de Fernando de Rojas, La
Celestina, donde Melibea simboliza, en todo momento, el ideal de belleza;
mientras que la Celestina, representa la mujer vieja y fea.
Sin
embargo, fue Christine de Pizan, la primera mujer que pudo ganarse la vida como
escritora, nada menos y nada más que en el año de 1500, con su obra Livre des
trois virtus (1405), la cual se constituyó en la defensora de la mujer.
En
última instancia, decimos que en la Edad Moderna, la idea que se tiene sobre la
mujer sigue siendo un tema de controversia y disputa. Así, por ejemplo, Eva
Figes señala que Jean J. Rousseau pensaba que la mujer debía ser educada para
el placer del hombre y que su papel fundamental era el de ser madre. Por su
parte, Honorato de Balzac sostenía que "la mujer era un anexo del
hombre". Federico Nietzsche, el gran pensador alemán, decía "El hombre
ha sido entrenado para la lucha, y la mujer educada para el recreo del
guerrero; todo lo demás es desatino". Mientras que Segismundo Freud, padre
del psicoanálisis, "relegaba a un segundo plano a la mujer". El gran
filósofo español Ortega y Gasset, defensor de la filosofía vitalista, decía,
entre otras cosas que mujer se "reduce a una imagen o símbolo".
Diderot, adelantándose a su época, sostenía que “la mujer es un ser humano
igual que el hombre”. Y John Stuart Mill, no sólo dijo "que la mujer es
igual hombre", sino que tenía derecho al sufragio universal.
De la revista El Labrador, mayo 2014
No hay comentarios.:
Publicar un comentario