Isidro, El Labador |
Tito Zegarra Marín.
Todos los 15 de mayo, en el distrito Sucre (Celendín), se realiza la festividad en homenaje a San Isidro Labrador. También en otros pueblos como Ichocán (San Marcos) y Tembladera (Contumazá). En ese día, Isidro, suele estar vestido de poncho y sombrero, quizá para recordarnos su origen campesino.
En vida, Isidro, fue
un digno ciudadano español que vivió entre los años 1082 y 1170, canonizado en 1622 y proclamado Santo de los Agricultores
en 1960. Desde España y por mediación clerical fue traído (su réplica),
al pequeño pueblo de Sucre (antes Huauco). Es de suponer que el jesuita Isidro
de Segovia, que regentaba tierras de Sucre y otras, intervino en ello.
Por cierto, ya se había
implantado la nueva religión, sus prácticas y ritos eran frecuentes, se construyeron templos e
iglesias y muchos pueblos anhelaban una
nueva advocación que supla a las del pasado. En ese contexto y hace alrededor
de 200 años apareció San Isidro en Sucre,
del que solo se supo que fue un fiel servidor de Cristo.
Conocimos después, por
sus biógrafos y otras fuentes, de las altas cualidades y virtudes que encarnaba.
Hombre de campo: trabajador, sencillo y amoroso. En la chacra, dedicado a cultivar y labrar la tierra (de allí lo de
labrador), cuyos excedentes solía compartirlos. Y en su comunidad y como
ciudadano, dando muestras de un accionar amplio, humilde y dadivoso.
Y como religioso, no
solo inculcó la necesaria fe, sino, lo más importante: amor; quizá recordando
que la fe, que puede mover montañas, sin amor, no es nada. En esa línea, fue sincero
y honrado en palabra y obra, valores que
hoy no aparecen ni por asomo en tanto político. Y por cierto, Isidro siempre estuvo
de lado de los pobres y excluidos, tan
igual que su mentor: Jesús.
Ello lo hizo
merecedor de reconocimiento, admiración y cariño, considerado guía espiritual de Madrid (España) y de todos los lugares que están bajo su amparo,
Sucre entre ellos. Isidro, no es un ídolo cualquiera, de yeso y pintarrajeado, como
dicen perversa y torpemente las sectas evangélicas. San Isidro es la expresión
espiritual de un hombre íntegro y
bondadoso, por lo que merece respeto y tolerancia.
Anoto finalmente,
que la festividad de San Isidro viene propiciando también algo reconfortador:
reencuentros con familiares y amigos, remembranzas
y paseos incitados por la frescura de su
campiña, ratos de sosiego y tranquilidad que se extraña en otros
sitios, y algo de apoyo económico a algunos hogares; amén, de disfrutar de las bellas exhibiciones de fuegos artificiales en sus
vísperas centrales.
Todos los años, alrededor
de 700 sucrenses nos inscribimos como mayordomos, solo motivados por la fe y el
amor al terruño. Otro tanto, igual o
mayor, visitan al pequeño pueblo.
*Publicado en el diario
Panorama Cajamarquino, el día 15 de mayo 2018
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