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miércoles, 16 de mayo de 2018

RUMBOS ANDINOS: Isidro, el Labrador



Isidro, El Labador

Tito Zegarra Marín.

Todos los 15 de mayo, en el distrito Sucre (Celendín), se realiza la festividad en homenaje a San Isidro Labrador. También en otros pueblos como Ichocán (San Marcos) y Tembladera (Contumazá). En ese día, Isidro, suele estar vestido de poncho y sombrero, quizá para recordarnos su origen campesino.

En vida, Isidro, fue un digno ciudadano español que vivió entre los años 1082 y 1170, canonizado  en 1622 y proclamado Santo de los Agricultores en 1960. Desde España y por mediación clerical fue traído (su réplica), al pequeño pueblo de Sucre (antes Huauco). Es de suponer que el jesuita Isidro de Segovia, que regentaba tierras de Sucre y otras, intervino en ello.

Por cierto, ya se había implantado la nueva religión, sus prácticas y ritos eran frecuentes, se construyeron templos e iglesias y muchos pueblos anhelaban  una nueva advocación que supla a las del pasado. En ese contexto y hace alrededor de 200 años apareció San Isidro en Sucre, del que solo se supo que fue un fiel servidor de Cristo.

Conocimos después, por sus biógrafos y otras fuentes, de las altas cualidades y virtudes que encarnaba. Hombre de campo: trabajador, sencillo y amoroso. En la chacra, dedicado a cultivar y labrar la tierra (de allí lo de labrador), cuyos excedentes  solía compartirlos. Y en su comunidad y como ciudadano, dando muestras de un accionar amplio, humilde y dadivoso.

Y como religioso, no solo inculcó la necesaria fe, sino, lo más importante: amor; quizá recordando que la fe, que puede mover montañas, sin amor, no es nada. En esa línea, fue sincero y honrado en palabra y obra, valores que hoy no aparecen ni por asomo en tanto político. Y por cierto, Isidro siempre estuvo de lado de los pobres y  excluidos, tan igual que su mentor: Jesús.

Ello lo hizo merecedor de reconocimiento, admiración y cariño, considerado guía espiritual de Madrid (España) y  de todos los lugares que están bajo su amparo, Sucre entre ellos. Isidro, no es un ídolo  cualquiera, de yeso y pintarrajeado, como dicen perversa y torpemente las sectas evangélicas. San Isidro es la expresión espiritual de un hombre íntegro y bondadoso, por lo que merece respeto y tolerancia.

Anoto finalmente, que la festividad de San  Isidro viene propiciando también algo reconfortador: reencuentros con familiares y amigos, remembranzas y paseos incitados por la frescura de su campiña,  ratos de  sosiego y tranquilidad que se extraña en otros sitios, y algo de apoyo económico a algunos hogares; amén, de disfrutar de  las bellas exhibiciones de fuegos artificiales en sus vísperas centrales.

Todos los años, alrededor de 700 sucrenses nos inscribimos como mayordomos, solo  motivados por la  fe  y el  amor al terruño. Otro tanto, igual o mayor, visitan al pequeño pueblo.

*Publicado en el diario Panorama Cajamarquino, el día 15 de mayo 2018



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