Tito Zegarra
Marín
Hace un mes que nos dejó
un hijo celendino que por la sencillez y franqueza de sus actos se ganó el
aprecio y estimación de tantos que lo conocimos, y por haberse dedicado desde
muy joven y a su manera al difícil oficio de la prensa, pronto se congració con
su pueblo. Se trata, de Napoleón Sánchez
Urrelo.(6-09-1931 al 14-07-2018).
A Napoleón poco lo
recordamos como alumno de secundaria en el colegio Javier Prado, se nos dice
que fue inquieto, poco estudioso, juguetón y presumido en el mejor sentido. Lo
llegamos a conocer ya fuera de las aulas: sociable a todo dar, bonachón y a
veces bohemio. Al mismo tiempo, comenzamos escuchar sus comentarios, críticas y
anuncios trasmitidos desde la radio con toques de periodista. El gran sueño de
toda su vida.
Años después, nos
mostraba lleno de orgullo su carnet de periodista del diario “El Comercio”, algunas
notas y artículos publicados, y algunas
fotos con los Miro Quesada. En ese mundo de laprensa, la radio, la distribución
y venta de periódicos y revistas se movió toda su vida, ganando la simpatía y
el cariño de instituciones y pobladores. Y fue en esos quehaceres cotidianos de
los que nunca se apartó, aunque cada vez con menos fuerza y dolido por lo
cansino de sus pasos, que lo cogió la muerte.
Napo cumplió la tarea
de comunicador social y distribuidor de diarios y revistas con agrado, sin lamentos,
lleno de vocación y a sabiendas que lo poco que ganaba mitigaba en algo sus
necesidades. Los últimos años, vendía el diario “Panorama Cajamarquino”,
ofreciéndolo desde muy temprano a todo el que se cruzaba en su camino, a veces
con persistencia. Cuando me encontraba no dudaba en preguntarme por un nuevo
artículo mío para dicho periódico. “Le gusta a los paisanos”, solía decirme.
Celendín siente la
ausencia de ese amigo que con humildad y sin hacer gala de sabelotodo puso un
granito de arena en el desarrollo de la prensa y la cultura. No fue político,
pero creo por sentido común renegaba del aprismo y el fujimorismo. Al escribir
estas líneas rondaba por mi cabeza el apodo con el que fue conocido y apreciado
(Tagaga). Con el perdón de su familia uso ese término cariñoso, del que aún no
se su significado, para decirle: hasta siempre buen amigo.
Nota:
aprovecho este medio para agradecer profundamente a ese centenar de personas
que generosamente compartieron la presentación de mi libro “Cajamarca y
Chachapoyas: Nexos Sociohistóricos”, realizado el 30 de julio en el Salón
Parroquial de Celendín. Gracias de veras. A fines de este mes lo haremos en la ciudad de Cajamarca y a fines de setiembre en Chachapoyas.
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