Por Tito Zegarra Marín.
Entre el río Marañón, límite de Balsas con Celendín, y la cima del cerro
Calla-Calla en la cordillera central, se asentó territorialmente la exhacienda
Illabamba, famosa por su variada topografía y fuertemente enclavada en las
vertientes andinas.
Mi recordado padre me contaba que pequeños negociantes (él uno de ellos)
y decenas de arrieros que se dirigían a Chachapoyas y pueblos vecinos, pasaron
por territorios de la exhacienda Illabamba después de cruzar al Marañón: Balsas,
Wilca y Tambo Viejo, más arriba el abra Calla-Calla a 3620 m.s.n.m, la
volteaban y continuaban a Pomacochas, Leymebamba y demás.
Antiguamente,
también por los suelos accidentados de esta exhacienda y por la ruta que
llegaba a Cochabamba (único centro inca en la región amazónica), se desplazaron
los incas y españoles tras la conquista de los chachapoyas: Túpac Yupanqui,
Huayna Cápac y Athahualpa; y Alonso de Alvarado, entre otros.
Por
los años 70, al laborar como docente en Lámud y Chachapoyas y, años después, al
visitar sus bellos escenarios naturales y sus valiosos yacimientos históricos,
transité por esas tierras empinadas y azuladas, muchas de las cuales quedaron
en mi memoria. Hace algunos días (14 y 15 de agosto), por una grata invitación,
pude conocer con mayor precisión al lugar que lleva el nombre de la exhacienda:
un paraje realmente fresco y encantador.
La hacienda de Illabamba, desde principios
del siglo pasado estuvo administrada por los hermanos Antonio y Wálter Anduaga
en representación de su madre (dueña formal). Por los años 50, una parte
importante de la hacienda fue comprada por el celendino Gonzalo Castañeda Mejía,
cuyo hijo Julvio vendió su área heredada a don José Zegarra Muñoz.
Don
Joshe, así se lo conoce, se siente feliz de trabajar y vivir en su predio al que,
a sus 94 años, lo maneja con una increíble fortaleza y dedicación. Pareciera
vivir hermanado o casi confundido con lo que allí se cultiva y cría: frutales,
cereales, tubérculos; ganado y animales menores, a los que agradece por el
bienestar que le deparan y de los que nunca piensa separarse.
Amigable,
conversador y generoso con los visitantes, a quienes recibe con alegría y unas
copas de aguardiente puro de su cosecha. Entre otras cosas, nos hizo saber que hasta
los años 50 fue costumbre de las familias de la zona hacer casar a sus hijos conforme
al deseo de sus padres, sin que sus menores lo sepan, incluso sin conocerse y contra
su voluntad. Su hija Elvia, fue una de ellas, quien personalmente nos confirmó lo
ocurrido y que para suerte, no le ha ido mal. Existen otros casos, nos dijo,
pero al parecer el suyo fue el último.
Actualmente, pequeñas comunidades pueblan
la exhacienda y zonas vecinas: Wilca, Saullamur, Gollón, Plaza Campo,
Chanchillo, La Pachuca y otras. La carretera que une a Cajamarca con Amazonas
se desliza por esos territorios, aunque urgida de mejoras sobre todo de ensanche.
Y algo importante, que pareciera olvidamos, por esos espacios geográficos nos
articulamos turísticamente con los chachapoyas, y por allí penetramos
directamente a la región amazónica.
Illabamba:
sus valles y montañas, sus pequeños poblados, su producción diversa y sus
caminos de enlace, constituyen para Celendín, factores importantes para forjar
un mejor futuro. Gracias a don Joshe y familia, por las amables atenciones recibidas.
*Publicado en el Nuevo Diario de Cajamarca el 01/09/2021
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