Tito Zegarra Marín.
Preocupa y genera malestar saber que partes de la muralla de piedra que circunda a uno de los más grandes monumentos históricos del país se están derrumbado, sin que nada se haga para evitarlo. Es una muralla de hasta 20 metros de altura, imponente y expresiva de perennidad, por lo mismo, protectora de un conjunto de viviendas, recintos y santuarios a su interior.
Por
varias oportunidades he visitado Kuélap: a pie con mis alumnos del colegio Blas
Valera de Lámud, en movilidad con alumnos de la UNC, sobre acémilas y a pie por
la ruta Chumuch, Mendán, Quis Quis, María y Kuélap, y, posteriormente, colgados
del teleférico (el último tramo). Ello, me ha servido para admirar y valorar
cada vez más a ese portentoso legado de los chachapoyas.
Especialistas
del país y extranjero han investigado a Kuélap: A. Raymondi, A. Bandelier, Federico
Kauffmann, Inge Schjellerup, Henry Reichlen, Peter Lerche, Luis G. Lumbreras,
A. Narváez, entre otros. Todos privilegian su laboriosa arquitectura, ubicación
paisajista y estratégica, y el hecho de haber sido un importante centro o
complejo administrativo. Aunque aún hay voces que sostienen que debe haber sido
un centro fortificado (fortaleza) y defensivo, basados en su impenetrable
muralla y portadas de entrada que se angostan al avanzar.
Duele
de verdad que se caigan y destruyan sus paredes. ¿Es qué muy poco o nada se ha
hecho para darle protección y mantenimiento? Difícil comprender ello, porque sé
del arraigado sentimiento de orgullo e identificación de los chachapoyanos con ese legado histórico. Pero algo falló:
autoridades locales y regionales actuaron burocráticamente, al igual que
COPESCO y el Ministerio de Cultura, incluso, proyectos importantes de
restauración quedaron truncos.
Profesionales
en esa temática, afirman que en los últimos tiempos no se tuvo en cuenta a los efectos
del impacto climático: acumulación de aguas, drenajes, diques; así como a fallas
geológicas. Tampoco, se promovió programas de restauración y reforzamiento de
estructuras debilitadas. En fin, algo o mucho dejó de hacerse, increíblemente cuando
Kuélap seguía ganado prestigio mundial, el turismo se incrementaba y la mirada nacional
apuntaba hacia allí.
Para
Cajamarca y Celendín, Kuélap tiene alto significado, no solo por ser parte de
una cultura vecina de caracteres similares y nexos forjados a través de ramales
del Qhapaq Ñan, sino, porque constituye un destino turístico de enorme y
atrayente acogida, al que concurren, precisamente, muchos de los que visitan
Cajamarca, como necesario complemento de un provechoso recorrido.
En
ese recorrido a Kuélap, necesariamente pasan por la ciudad de Celendín, donde
es imperativo ofertarles lo nuestro, para solo así, y aunque de a pocos, activar
nuestra economía. Pero para corresponder con ello, urge hacer algo o mucho, pues
tenemos los recursos y potencialidades, solo queda trabajar en esa línea y
dejar de destruir y deformar nuestro centro histórico. Restaurar y proteger a
Kuélap, misión moral.
*Publicado el 19/04/2022 en el diario Actualidad de Cajamarca.
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