Tito Zegarra Marín.
Más de una
vez he escrito que la festividad de la Virgen del Carmen y la feria taurina son
los acontecimientos más importantes de la provincia. Hoy lo reitero, porque
sigo creyendo lo mucho que significan para Celendín en el campo social y
económico, principalmente.
Son
numerosos los celendinos que confluyen a la tierra añorada atraídos por
reencontrarse con los suyos y amigos del ayer, participar devotamente de los
actos religiosos en honor a la Virgen del Carmen, en particular de su relumbrante
noche de vísperas, misa y procesión respectivas, y disfrutar de las
tradicionales tardes taurinas. En sí, pasar momentos de satisfacción familiar,
espiritual y social que reaniman el vivir, hacen olvidar sinsabores y ponen a
prueba el amor a lo nuestro. Hace algunos años, vía un estudio ad hoc,
estimamos que alrededor de 7 mil personas de más allá de la provincia,
visitaban Celendín. Este año deben bordear las 10 mil.
Dichos
visitantes, llegan con algo de dinero que va circular y contribuir a activar
nuestra economía, básicamente de los que manejan negocios y servicios, y de
humildes familias campesinas que venden lo poco que producen sus tierras
sedientas. Y si es verdad que por toros, toreros y orquestas sale mucho dinero,
también es cierto que por ello y lo señalado en el párrafo anterior, vienen miles
que invierten en todos los sectores. Eso, precisamente, es lo rescatable: un
modesto incentivo a la economía de los más necesitados.
Esas masivas
concurrencias que se repiten año a año siempre serán bienvenidas, pues su
presencia y aporte implica confraternidad y solidaridad. Es pertinente, entonces,
ofrecerles una ciudad cada vez más sobria y atractiva. No basta tener un plano
envidiable y calles simétricas y amplias, logradas gracias a Monseñor Martínez
de Compañón y Renán Sánchez Izquierdo. Deviene en indispensable proyectarse
como ciudad desarrollada y atractiva turísticamente, pero poco o nada se ha
hecho al respecto, incluso se ha realizado todo lo contrario. Veamos.
No se ha conservado
ni respetado los perfiles tradicionales externos de casas del centro histórico,
sobrios y genuinos. No se ha convertido la colina San Isidro en un bello y
seductor mirador, arborizado, con áreas verdes, jardines, descansos, pasajes de
piedra…No se hace nada por transformar del jirón Dos de Mayo en exclusivamente
peatonal con casas de dos pisos, cableado subterráneo, puertas y balcones de
madera … Tampoco se prioriza convertir al río Chico (a cuadra y media de la
Plaza de Armas) en avenida arborizada de dos carriles, funcional y segura.
Contrariamente, se ha permitido levantar un armatoste de 8 pisos en el corazón
de la ciudad y un tercer piso en una casa pegada a la Iglesia principal. Qué
horror.
La feria
taurina, como evento de gran connotación social, moviliza a muchísima gente
expectante de solazarse de su programación y de saborear comidas típicas y
demás delicias. Pero lo que impacta (no a todos) es el coso taurino: de madera,
cuatro pisos, contextura familiar, con escaleras artesanales y espléndido a lo
lejos. En el ruedo y frente al toro, hay escenas de arte, valentía y bravío,
pero también hay actos controversiales que denotan cierta crueldad, caso las
desmedidas estocadas que soporta el astado antes de expirar. Y tras el ruedo,
cientos de personas rondando de un lado a otro, alegres y efusivos.
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