Tito Zegarra Marín.
Pocos
conocen a uno de los recursos hídricos de la provincia que se distingue por la
espectacular caída de sus aguas y el bello marco paisajista que lo rodea. Se
trata, de la catarata El Cornelio, ubicada entre los caseríos Chilac No. 8 y
Vista Alegre, distrito Huasmín, y vinculada geográficamente al legendario
centro poblado Jerez
Se origina
esta catarata, gracias al río Jadibamba cuyas abundantes y permanentes aguas, después
de un corto recorrido subterráneo, reaparecen por un costado de la imponente
peña Huambish, en cuyo vértice forman la mencionada caída hídrica (la principal
y auxiliares).
Hacia allí fuimos
hace 20 años, pero no fue fácil llegar, debíamos abrir camino y remontar (en
ese entonces) una tupida vegetación. Y eso es lo que hicimos unas semanas
después. En efecto, con Geiner Merino Marín y José Silva Ramos (Josira) ya
fallecido y el apoyo del profesor Segundo Prado Quijano y Eugenia Mendoza
(esposa del alcalde), logramos, en un tercer intento, cumplir con ese objetivo
o quizá un sueño: estar al pie de la catarata.
He valorado
y escrito algo sobre la importancia de ese gran recurso hídrico. A autoridades
y pobladores de Jerez y Huasmín, propusimos hacer todo lo posible para verlo
accesible y convertirlo en fuente de atracción turística y viajes de aventura,
así como, de apoyo al desarrollo agroganadero. Lo cual implicaba, mejora y
construcción de caminos peatonales a partir de Chilac No. 8, en una primera
etapa.
La poza donde
caen las aguas cristalinas, no es muy grande pero sí de cierta profundidad y
apta para bañarse, como lo hacen los pocos visitantes, quienes, sobreponiéndose
a la frigidez de las espumosas aguas, se sumergen para refrescarse y compensar
el fuerte calor que se siente como resultado del duro periplo.
El Cornelio,
apelativo con el que se conoce a dicha catarata, alude a una leyenda que pobladores
de la zona la asumen como tal. Dice así: un lugareño de nombre Cornelio, sabedor
de la existencia de un perol de oro en el fondo de la poza y ansioso por
hacerse de ella para satisfacer a su amada, buceó una y otra vez, sumergiéndose
todo lo que pudo para ubicarla, pero no lo encontró. Se presume que de uno de
los últimos clavados no pudo salir, las aguas gélidas lo habrían engullido o se
habría ahogado. Lo cierto es que no se supo más de él. Pobladores de la zona,
en su memoria, bautizaron a la catarata con su nombre.
Pero El
Cornelio es más que ese nombre: un hermoso e impresionante regalo de la
naturaleza, que bien vale ponerlo en valor y transformarlo en eje turístico y
económico de impulso al progreso.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario