Tito Zegarra Marín.
En el distrito Oxamarca (Celendín) se encuentra uno de los centros
arqueológicos más importantes de la región, La Chocta, cuyos restos, expresivos
de una necrópolis, testimonian la existencia de un pueblo antiguo o llacta. Pero
también, en una de las peñas de los ramales andinos que caen al río Marañón,
cercanas a La Chocta, se hallan las pinturas rupestres de Quillamachay. Aquí,
tocamos a este último.
Etimológicamente, Quillamachay es una expresión literal compuesta del
idioma quechua, donde quilla significa luna y machay cueva u hornacina, por lo
que podría colegirse que los antiguos moradores, de alguna forma, rindieron
pleitesía a la luna. Los actuales comuneros, creen que en esas cavernas están representados
los grandes astros que les dan luz e iluminan: el sol y luna.
Pero Quillamachay también es nombre del
pequeño caserío donde se ubican las pinturas rupestres. Allí viven cerca de 30
familias, en pobreza y sujetas a lo que la madre tierra o Pachamama sin agua, les
depara. Para llegar allí, saliendo de Oxamarca hacia la Chocta hay que
desviarse hacia la izquierda a mitad del camino (sitio La Conga), y proseguir a
pie por más de una hora. En octubre 2010,
llegamos ese lugar y fue grato conocer esa realidad lejana y casi desconocida.
Al ingresar a esta pequeña comunidad resalta la sólida peña de
contextura caliza-arenosa rodeada de monte natural. En ella, entre ocultas y
visibles, se encuentran algunas cavernas conocidas como cuevas del Yeso,
enclavadas a regular altura, con cierta amplitud a la entrada y de profundidad
no determinada por lo difícil de penetrarlas.
Son 5 las cavernas, en la más vistosa están las pinturas rupestres
dibujadas sobre rocas planas, tipo murales, a no más de dos metros de la
entrada, lado izquierdo y a mediana altura. En el primer mural rocoso se
observa a dos figuras circulares que parecieran encerrar a imágenes antropomorfas:
el cuerpo de un hombre con brazos y piernas abiertos en el primer círculo y una
mujer, medio cuerpo y con los brazos abiertos, en el segundo.
En el otro mural, un poco más al fondo, se
visualiza íconos diversos, no tan nítidos y de menor tamaño, pero que dejan
entrever figuras zoomorfas: aves, felinos, serpientes y el rayo. Se aprecia
también, imágenes borrosas y pequeñas tipo romboidal y circular y otras no
precisadas.
La tradición oral cree, pues, que las imágenes del primer mural simbolizan
al sol y la luna por su forma circular y porque ambos elementos cósmicos, de
alguna manera, son apreciados como influyentes en su modo de vida. Será por
ello que esas pinturas y el propio lugar tienen de nombre Quillamachay, nombre
con el que también se conoce a las interesantes pinturas rupestres de Acobamba,
en Huancavelica.
La Chocta y Quillamachay revelan las primeras señales de vida humana en
nuestra provincia. Ojalá las sepamos conservar.
Que bien maestro que escriba sobre este patrimonio de nuestra historia oxamarquina y celendina. A que tiempovemos llegado, que pocas personas sevinteresan por nuestro pasado historico.. Felicitacioness maestro por esta publicacion.
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