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lunes, 11 de julio de 2011

Escenario: CORRIDA DE TOROS



Jorge Horna

(Una experiencia personal)

En mi siempre recordado Celendín, la celebración anual en el mes de julio se planifica y organiza en homenaje a la Virgen del Carmen. Después de las concurridas misas solemnes, novenas, quema de fuegos artificiales, y de paso, el desfile escolar por la patria, todo el entusiasmo de la población se dirige a las cinco tardes de corridas de toros.
  
Han escrito propios y extraños detallados y emotivos relatos referidos al ruedo de madera ingeniosamente construido para un solaz y pasajera jornada de tauromaquia. La originalidad es evidente, y el jolgorio inevitable impulsado por una especie de interacción social colectiva.

Con el riesgo de ser objeto de variadas adjetivaciones, voy a exponer mi opinión, sabiendo que una multitud con el fervor irreflexivo pretenderá cuestionarme.

Muchos celendinos y celendinas  -cuando niños-  íbamos junto a nuestros padres al espectáculo. La verdad es que nunca gocé de ello. Lo que sí me agradaba era jugar por las noches con otros amigos en el tablado de los “chaques” y “palcos”  hechos sobre la “barrera”. Y, ya adolescente, escuchar en “La Feliciana” (la hoy plaza “Sevilla”), también por las noches las retretas con aires musicales que apretaban el corazón ya platónicamente enamorado.

Mi indiferencia por las corridas de toros al transcurrir el tiempo se hizo palpable. En alguna ocasión preferí pasar la media tarde en un toldo bebiendo unos cuantos vasos de chicha de jora, solo, pues todos –o casi todos-  estaban de espectadores taurinos.

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Retorné a la “fiesta brava” después de más de veinte años con mis hijos de 15 y 12 años de edad. Fuimos a la primera tarde de lidia, y en el “chaque” que alquilamos tuvimos que hacer obligadas contorsiones y piruetas entre las tablas que fungían de inamovibles asientes escalonados, hasta lograr una ubicación.

Toreros recibidos con marineras, marchas, valses y vítores; luego de sus ritos, el inicio de la corrida. Después de puyazos, varas, pinchazos de garapullos y estocadas, la luz solar  -ya  crepuscular-  se reflejaba trágicamente en la sangre que a borbotones manaba por el lomo del toro agonizante, los ojos humedecidos, nublados por la impotencia; y los gritos y aplausos vacuos de los espectadores. Se entoldó el día cuando un torero dio el puntillazo final.

Al día siguiente sugerí nuevamente a mis hijos ir al espectáculo. No aceptaron, entonces les propuse pasear por las campiñas del pueblo, faenas que las proseguimos en las restantes tardes.

Luego de esta remembranza estoy del lado de la corriente contemporánea mundial que manifiesta el rechazo a este tipo de lidias, lamentablemente popularizadas.

El debate esta abierto.

miércoles, 6 de julio de 2011

DÍA DEL MAESTRO


Por Jorge Horna

La celebración del día del Maestro tiene como referente la creación de la primera Escuela Normal del Perú (6 de julio de 1822) realizada por el general José de San Martín, un año después de la proclamación de la Independencia. Años más tarde esta institución pasó a convertirse en la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”, situada en los predios de La Cantuta (Chosica).

Antaño el magisterio peruano de Educación Básica Regular (Ed. Inicial, Primaria y Secundaria) solía celebrar su día con un ánimo festivo y de jolgorio. Con el devenir de los años, las crisis provocadas por los sucesivos gobiernos determinaron el abandono paulatino de la educación estatal, por lo tanto un cambio de actitud de los maestros.

En un proceso organizativo en el que no faltaron las traiciones, felonías y oportunismos, el magisterio nacional logró unificarse. Un hito de ese camino fue la fundación, en un Congreso Nacional, del Sindicato Unitario de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP), en la ciudad del Cusco el año 1972.

Hogaño la conmemoración del día del Maestro se fortalece con un espíritu de reflexión, crítica y autocrítica sobre la situación de precariedad del sistema educativo de nuestra patria.

Horacio Zeballos Gámez, quien nació en Carumas (Moquegua) en 1942 y falleció en Lima el año 1984, fue formado como maestro para laborar en escuelas primarias; representó al magisterio como primer Secretario General del SUTEP. La coherencia entre sus ideales y la praxis de su proceder, le valieron la consideración y reconocimiento de los sectores de izquierda y de otras vertientes ideológicas y políticas del país. Sufrió sucesivas carcelerías por su fidelidad y consecuencia en la consecución de las reivindicaciones del magisterio.

Como un homenaje a los maestros peruanos publicamos un conjunto de poemas que pertenecen al libro Alegrías de la prisión, que Horacio Zeballos escribió en las pausas breves entre las duras jornadas de la lucha popular, sindical y política.

Maestro

Maestro
en tu libro de lucha
he aprendido
que no traicionar es un mandamiento

Me enseñaste a vencer montañas
y ciudades
a no retroceder como el agua constante

Vives en mi sangre
y el pueblo abraza tu esperanza

Eres el Huascarán que de puro hermoso causa espanto

En ti aprecio al Urubamba que baja vivando
y al amanecer pareces el Titicaca que se ahoga
en las orillas de mis ojos

Nada importan abrojos y enemigos
para vencer requiero tu ternura
la transparencia humana
tus brazos de cóndor

Quiero lealtad
como los niños que siembras con tus palabras

Un ideal color de lirio un país como tú
donde el fusil hable y derrame cantos

Maestro
cuando te miro me acuerdo que estoy venciendo
y no tengo miedo de los descuartizadores
de la luz y el canto

De los presos soy el último
De los presos soy el último
dame por descontado en las filas del encanto

De qué les sirve mi cuerpo
si el corazón lo tengo libre

Difícil no es vivir
sino entender porqué se vive

Bebiendo el cristalino trago de tus senos
aprendí a no llorar
y no lloro

Soy de los que se resolvieron
en el mismo vientre
como la flor en la rama

Flores y pájaros trinan
en la ventana de mi exilio

Hagamos con mi valor un puño
Hagamos con mi valor un puño
con tus pechos que encendieron
las farolas de mi cuerpo
encendamos la ciudad

Tus palabras de rocío
pueden volverse de fuego
y cubrir la pradera

Tu belleza y amor nos unen
si buscamos al hombre nuevo
forjémoslo con rosas y acero

Homenaje: DIA DEL MAESTRO.


CELEBRANDO EL DIA DEL MAESTRO
Por: María Arminda Sánchez de Millones.

Muchos años han pasado;
siempre recuerdo la enseñanza
que en mi "Escuela" mis maestros me dieron;
por eso, hoy los he recordado
con alegría y añoranza
más, todavía por lo que me quisieron.

Todo lo que aprendí
¡OH! "Maestra" fué de tu ejemplo,
la tierra yo fui donde tu semilla echaste;
tu bondad hechizó, todo lo bueno que hay en mí
con tu saber formaste un templo,
hoy en mi recuerdo llevo, lo que me enseñaste.

En esta fecha de digna celebración
dedico: este humilde poema
a todos los maestros del mundo;
abriendo mi sincero corazón
con amor y pena extrema;
alegría por los que viven y por los que se fueron, un dolor (profundo).

Quiero: exteriorizar en algo maravilloso
todo el sentir y algarabía
en esta fecha que ¡Tanto! quiero;
la Escuela lo más hermoso:
Dios bendiga al Maestro en este día
en especial, a todos los maestros del Perú entero.

Del poemario: Jardín de mis Poemas.

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María Arminda Sánchez de Millones, autora del presente poemario, es una mujer en todo el sentido de la palabra, nacida en la bella provincia de Celendín, departamento de Cajamarca; quienes fa conocernos, recordamos que desde niña se caracterizó por sus cualidades artísticas en el campo de la poesía; la recitación, el canto y arte dramático, aunándose a todo esto, su inspiración poética; es por eso que en sus poemas vuelca su espíritu de profunda sensibilidad para referirse al amor por su terruño, a los sentimientos patrióticos y cívicos, a los valores morales, al sentimiento humano y a los aspectos sociales y religiosos.

Sus poemas, con ideas claras, amenas y comprensibles, reflejan un sentimiento altamente humano para todos los aspectos de la vida, la alegría, el dolor, el amor, a gratitud, etc., y en donde pone con énfasis toda su alma, vida y corazón.

Luis B. Jiménez .Araujo.




 

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