Por Nazario Chávez Aliaga.
Entre los varios
asaltos en Lima, por la policía, a la casa del notable escritor, José Carlos
Mariátegui y la incautación en su biblioteca de documentos y cartas, en los que
yo exponía mis puntos de vista sobre la orientación más definida que debiera
dársele a la revista "AMAUTA", determinaron mi captura en Cajamarca y
mi inmediato traslado a la Intendencia de Lima.
Sin proceso de ninguna
clase, permanecí seis meses en prisión, como si se tratara de un preso común,
sujeto a todas las privaciones más elementales, que la dignidad del hombre
exige.
Cuando Mariátegui se
enteró de mi prisión y las causas que la originaron, no sólo que deploró lo
sucedido, sino que me llegó a ofrecer su ayuda personal, que era lo único que
podía ofrecerme en este caso. Como era natural expresé a Mariátegui mis
agradecimientos, que era para mí también lo único que podía retribuirle.
En una nota escrita a
vuelo de pluma, le decía a Mariátegui, "no se preocupe mayormente por mi detención, Ud. sabe bien que la
verdadera, la auténtica libertad está en la prisión. Muchos hombres de recta
conducta, estuvieron presos en el pensamiento de los demás, en la conciencia de
sus admiradores. Jesús, por ejemplo, estuvo preso muchos siglos en el corazón
de los hombres de la cristiandad. Y es que no hay, ni puede haber santos sin
pecado. La libertad del escritor —bien lo sabe usted— está en el silencio del
presidio. Por eso se ha dicho, también, que la literatura es la libertad
absoluta del escritor".
José Carlos Mariátegui,
insigne
pensador, fundador de la
importante
Revista Amauta,
de gran trascendencia en las
juventudes latinoamericanas.
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Cuando salí de la
prisión, lo primero que hice fue visitar a José Carlos. Nos dimos un estrecho
abrazo. Conversamos largamente y me invitó a almorzar. Era muy agradable
escuchar la palabra fervorosa y apostólica de Mariátegui. Verdaderamente tenía
un gran sentido humanista, que habría que aprovecharla de la mejor manera.
Tocamos en nuestra charla muchos puntos importantes que le había hecho conocer
a través de mis cartas sobre la revista "AMAUTA". Me hizo el encargo
de ver la forma de conseguir algunos fondos para hacer venir al Perú a Eudocio
Ravines, uno de los mejores economistas de nuestra generación y que se
encontraba deportado en París. Encargo que cuando regresé a Cajamarca, cumplí
debidamente, organizando kermeses y funciones cinematográficas, que sumaron una
buena cantidad de dinero que envié a Lima. Igualmente me recomendó hacer una
gira por todos los pueblos del departamento de Cajamarca, llevando la palabra
ardorosa de nuestra lucha por la reivindicación de la clase aborigen; encargo
que cumplí a su vez con un riesgo de una captura provisional que sufrí en la
provincia de Chota.
Del libro Autobiografía. Nazario Chávez Aliaga.
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