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miércoles, 22 de febrero de 2012

Autobiografía: MARIÁTEGUI Y MI PRISIÓN


Por Nazario Chávez Aliaga.
Entre los varios asaltos en Lima, por la policía, a la casa del notable escritor, José Carlos Mariátegui y la incautación en su biblioteca de documentos y cartas, en los que yo exponía mis puntos de vista sobre la orientación más definida que debiera dársele a la revista "AMAUTA", determinaron mi captura en Cajamarca y mi inmediato traslado a la Intendencia de Lima.

Sin proceso de ninguna clase, permanecí seis meses en prisión, como si se tratara de un preso común, sujeto a todas las privaciones más elementales, que la dignidad del hombre exige.

Cuando Mariátegui se enteró de mi prisión y las causas que la originaron, no sólo que deploró lo sucedido, sino que me llegó a ofrecer su ayuda personal, que era lo único que podía ofrecerme en este caso. Como era natural expresé a Mariátegui mis agradecimientos, que era para mí también lo único que podía retribuirle.

En una nota escrita a vuelo de pluma, le decía a Mariátegui, "no se preocupe mayormente por mi detención, Ud. sabe bien que la verdadera, la auténtica libertad está en la prisión. Muchos hombres de recta conducta, estuvieron presos en el pensamiento de los demás, en la conciencia de sus admiradores. Jesús, por ejemplo, estuvo preso muchos siglos en el corazón de los hombres de la cristiandad. Y es que no hay, ni puede haber santos sin pecado. La libertad del escritor —bien lo sabe usted— está en el silencio del presidio. Por eso se ha dicho, también, que la literatura es la libertad absoluta del escritor".

José Carlos Mariátegui,
 insigne pensador, fundador de la
 importante Revista Amauta,
de gran trascendencia en las
 juventudes latinoamericanas.
Recuerdo bien que las autoridades de policía pretendieron obligarme a suscribir un documento abjurando de mis ideas políticas. Protesté de semejante proposición y en tono altivo y enérgico les dije: "A un caballero como yo, no se le puede ultrajar de este modo. Ustedes pueden hacer conmigo lo que quieran, pero no están autorizados a ultrajar a nadie". Mi actitud resuelta y firme fue una lección ejemplar que no sé si la aprovecharían. No lo sé.

Cuando salí de la prisión, lo primero que hice fue visitar a José Carlos. Nos dimos un estrecho abrazo. Conversamos largamente y me invitó a almorzar. Era muy agradable escuchar la palabra fervorosa y apostólica de Mariátegui. Verdaderamente tenía un gran sentido humanista, que habría que aprovecharla de la mejor manera. Tocamos en nuestra charla muchos puntos importantes que le había hecho conocer a través de mis cartas sobre la revista "AMAUTA". Me hizo el encargo de ver la forma de conseguir algunos fondos para hacer venir al Perú a Eudocio Ravines, uno de los mejores economistas de nuestra gene­ración y que se encontraba deportado en París. Encargo que cuando regresé a Cajamarca, cumplí debidamente, organizando kermeses y funciones cinematográficas, que sumaron una buena cantidad de dinero que envié a Lima. Igualmente me recomendó hacer una gira por todos los pueblos del departamento de Cajamarca, llevando la palabra ardorosa de nuestra lucha por la reivindicación de la clase aborigen; encargo que cumplí a su vez con un riesgo de una captura provisional que sufrí en la provincia de Chota.

Del libro Autobiografía. Nazario Chávez Aliaga.



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