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viernes, 24 de febrero de 2012

Turismo y arqueología: EL ANTIGUO CÁPAC ÑAN ENTRE CHUMUCH Y KUÉLAP


Por: Tito Zegarra Marín.
Otro camino o ramal del Cápac Ñan de importancia que logró vincular a los antiguos pueblos de las culturas Caxamarca y Chachapoyas y que continúa vigente, aunque mermado parcialmente por el ingreso progresivo del sistema de carreteras, es el que se extiende desde el distrito Chumuch en la parte norte de la provincia de Celendín, hasta el Complejo Arqueológico de Kuélap en el distrito El Tingo, al sur de la provincia de Luya.

Hace algunos años que tuvimos algunas referencias de ese legendario camino: su origen prehispánico, las ventajas y beneficios que generaba al atravesar por varios pisos ecológicos, la conversión del valle de Mendán, en el río Marañón, en puerto dinámico e indispensable para las interrelaciones, y la utilidad que prestó y viene prestando a los pequeños pueblos asentados a ambos lados del Marañón. Pero lo que más llamó la atención fue la información referente a que ese antiguo camino conectaba directamente a Chumuch con Kuélap. Todo ello despertó fundadas expectativas y mucho interés por conocerlo, lamentablemente en la región cajamarquina es casi ignorado, no así en la región amazonense, donde lo están rescatando en su valía histórica y económica y, en los últimos tiempos, como ruta turística. El empresario Carlos Burga ha organizado varios tours con gente extranjera, en ese sentido.

A partir de esos informes, sobrevino pues, especial inquietud en explorarlo e indagar sobre su real dimensión, particularidades, contexto socioeconómico y su vinculación con la gran fortaleza de Kuélap. Es así como, conjuntamente con los amigos Rómulo Ocampo Zamora, Gilmer Araujo Vera, Wilder Sánchez Sánchez, Alberto Rodríguez Díaz, Práxedes Zegarra Aliaga y Diomedes Saldaña Briones decidimos recorrerlo y estudiarlo, pero el momento de emprenderlo se iba prorrogando una y otra vez debido a dificultades de índole económica, hasta que, recién en setiembre del 2011, logramos concretizarlo. Lo que sigue, es un resumen de lo realizado, encontrado y valorado.

Al norte de Celendín, pasando el valle de Llanguat se encuentra el distrito Miguel Iglesias, su capital Chalán y muy cerca de él, el distrito y la localidad de Chumuch. Son alrededor de 80 Km de carretera que se tiene que recorrer para llegar allí, en tiempo promedio de 3 horas. El derrotero que se sigue, siendo angosto y ondulado es reconfortante, pues el valle Llanguat siempre nos cautiva, el sitio La Catalina rememora a la gran hacienda del pasado, y luego el panorámico sitio de Pizón, en la cumbre de la subida donde se bifurca la carretera. Muy pronto arribamos a Chalán, pueblo de agricultores y chalanes en cuya plaza de armas y en su memoria se ha erigido una vistosa escultura alusiva al chalanero de poncho y sombrero montado sobre su brioso caballo negro. De aquí hasta Chumuch los escenarios naturales se presentan variados y exquisitos, concitando especial atención los famosos abismos de “La peña del diablo”. Eran las 5 de la tarde y llegamos a ese simpático pueblo de raíces históricas, desde el cual, iniciaremos nuestro recorrido.

CHUMUCH
Es un antiquísimo poblado que durante la colonia formó parte importante de la hacienda San Miguel de Chumuch. Cuando ésta se desintegra dando pie a la formación de otras menores, caso Rambrán, Chumuch continuó coexistiendo como influyente comunidad. Al crearse la provincia de Celendín, el 30 - 09 - 1862, adquiere la categoría de distrito abarcando casi todo el territorio de la zona norte. Sin embargo, cuando se crean  los distritos de Chalán (15-11-1940), Cortegana (16-10-1933) y Pallán (26-12-1996), esa área territorial fue severamente desmembrada. También existe Chimuch que es una pequeña comunidad, hoy caserío, del distrito de Cortegana. Ambos son topónimos parecidos, que deben derivarse del nombre de la cultura Chimú, de reconocida influencia en los pueblos de la cultura Caxamarca.

Actualmente, Chumuch es una pequeña pero agradable localidad que hace de capital del distrito. Como tal y por su alta ruralidad (92.41%), su gente vive atada a la tierra que les da el sustento pero no lo suficiente como para salir del marco de una drástica pobreza (59.8 %), aunque en los últimos tiempos se está haciendo extensivo la implementación de los principales servicios básicos a varios de sus caseríos y anexos. En sus territorios se encuentran interesantes sitios arqueológicos: Las Portadas, el Layo, Huarhuar, el Koloche y el Imperio, cuyos pobladores a partir de sus llactas respectivas, deben haber promovido la construcción de ese legendario camino hacia tierras de los kuelapenses El actual alcalde, profesor Jorge Rodríguez Micha, tuvo la gentileza de apoyarnos con alojamiento y alimentación y el amigo Félix Díaz, con una acémila para facilitar la corta e inicial subida, otros lugareños alentaron nuestra pequeña expedición e hicieron saber que el camino a seguir es efectivamente antiguo, bastante seguro, no muy extenso, y que fácilmente nos pone en el Marañón y los pueblos orientales.

Al salir de Chumuch, alrededor de las 4:00 horas, sin presagios de lluvia, leve claridad y el soplar fresco del amanecer, tuvimos la certeza que estábamos sobre las huellas de un camino prehispánico, pues por toda la pendiente que avanzaba se presentaba sólido, amplio y por partes empedrado. En una hora y minutos llegamos a la cima donde se ubica el abra para voltear, de nombre El Tambo, sin duda en referencia a un antiguo tambo o tamphus que habría existido y que fuera de tanta utilidad para la movilidad de los pueblos primigenios. Este lugar trajo a la memoria al sitio El Lanche, al voltear el cerro Jelig, pues ambos constituyen formidables miradores que tienen como fondo al reluciente río Marañón y las faldas azuladas de la Cordillera Central, con la diferencia que para el primero la distancia es más corta y de menos pendiente.

Reanudada la caminata, el día se anunciaba nublado y el ambiente algo brumoso, tal vez necesario para amenguar el calor que, se nos dijo, era candente y abrasador sobre todo al llegar al valle; el camino se dibujaba a la distancia: de travesías largas al inicio, extendido suavemente por terrenos rojizos en la parte media y con bastante pendiente y curvilíneo al llegar al Marañón. Y no hay duda que es camino antiguo, por el que también debe haber transitado gente incaica en sus afanes de someter a los chachapoya, pues presta las garantías necesarias y por lo visto prontamente nos coloca en las tierras orientales. Lo primero que observamos al iniciar el descenso fueron extensas laderas con vestigios de plantaciones de tuna, que debe haber sido muy aprovechada, sobrada razón para conocerlo a ese lugar como Las Tunas; continuando, poco más abajo y a corta distancia de la vía,  extremo derecho, se encuentra la misteriosa y amplia cueva de nombre Sapar, que sirve de morada para el descanso y guarecerse de la lluvia, en cuyas paredes interiores pareciera percibirse rasgos no definidos de pintura rupestre de color rojizo.

En el trayecto y en la medida que avanzamos, nos cruzamos con algunos arrieros y sus recuas de mulas cargadas de pacas de hoja de coca, de ellos recibimos su voz de aliento y algunas naranjas dulces. La vegetación en terrenos cercanos al camino es poco abundante, pues al parecer se carece de agua y no son muchos los manantiales, entre las pocas especies vegetales destacan el hualango (huarango), potes, palo de luz y mucho cactus; en las quebradas, si es notoria la presencia de bosques nativos. Pronto y luego de un tranquilo recorrido el camino nos puso en la fila de una regular colina de nombre Guayraconga, sitio de deslumbrante panorama, a partir de la cual, la bajada se tornaba más rígida y sin duda calurosa, allí descansamos, disfrutando de su bello paisaje.

El último tramo del camino, aparentando corto, sigue siendo sólido y amplio aunque sinuoso y duro para transitarlo, pues ocasionó cansancio y algunas molestias, pero la cercanía al Marañón y la belleza que irradiaba el valle y su pequeño pueblito metido dentro de él, nos dio fuerzas y ánimo para completar la jornada. Con curiosidad y mucha expectativa divisamos a la pequeña balsa que se trasladaba de un lado a otro y sobre la cual tendríamos que pasar dentro de algunos momentos. Ya frente al río, cierta inquietud y algo de temor parecía embargarnos, pero al ver que las aguas discurrían aparentemente tranquilas y sin atisbos de remolinos recobramos la serenidad, no obstante saber que por el interior del mismo esas aguas eran torrentosas y de mucho riesgo. Aún así, creo que nos sentimos ansiosos y dispuestos a cruzarlo de inmediato.

El ancho del río en esta parte es de aproximadamente 70 m., por cierto era época seca y de muy poca lluvia. Al poco rato llamamos al balsero que estaba al otro lado y en pocos minutos se puso a nuestra disposición: hombre fornido, de tez cobriza y cuajado por los años, su nombre: Segundo Dávila. Nos saludó y dio la bienvenida, aunque nos confesó que pensó éramos de la policía, por eso nadie atinó darnos el encuentro. Su balsa está hecha de doce palos extraídos de plantas de ese nombre fuertemente amarrados con cortezas de madera de la zona, y con otra hilera de palos más cortos superpuestos a los primeros, mide 5 m de largo por 1.80 de ancho, un solo remo y ningún otro dispositivo de seguridad. Subimos o saltamos con facilidad a ella y de inmediato zarpó deslizándose suavemente, sin sobresaltos y con la confianza infundida por el balsero. Fueron cerca de cuatro minutos de paciente prueba e inusual emoción que vivimos durante el poquísimo tiempo que duró el traslado.

MENDÁN
Es un atractivo valle verde, caluroso y productivo que se extiende por las estrechas playas formadas en las riberas del río Marañón, a la altura de los distritos Cocabamba (Luya) y Chumuch (Celendín). En el pasado formó parte de la hacienda también de nombre Mendán, donde los últimos inquilinos (familia Regalado), continúan siendo dueños de partes importantes. Alrededor de 150 familias viven allí, mayormente dispersas y casi todas dueñas de pequeñas parcelas, de las que viven. El cultivo de coca es la principal actividad, por lo cual muchas casas cuenten con una llamativa canchita de cemento para el secado de la hoja, y hasta allí, llegan gente de otras provincias para comprarla y trasladarla profusamente. La economía familiar, en ese sentido y auxiliada con el cultivo de yuca y frutales y cría de animales menores, se muestra algo solvente. Tuvimos conocimiento que aún subsiste la forma tradicional del trueque: campesinos de las partes altas bajan para intercambiar sus productos (tubérculos y granos) por coca, frutas y algunas aves domésticas, pero no es una práctica regular.

Actualmente Mendán es caserío del distrito Cocabamba, provincia de Luya, cuenta con instituciones educativas de inicial y primaria, puesto de salud y el servicio de luz eléctrica, a través del interconectado que viene del distrito de Chumuch. Allí contactamos con el Teniente del lugar Alfredo Tello, que nos alojó y atendió gratamente en su casa. Por la tarde conversamos con los moradores cuando estos regresaban de la chacra cargados de yuca, frutales y leña, mostrándose amables y comunicativos, la mayoría vinculados a Celendín donde estudian algunos de sus hijos, adquieren sus productos y hasta tienen sus casas particulares. Varios de ellos dejaron entrever su preocupación ante el proyecto energético que embalsaría las aguas del río hasta hacer desaparecer ese y otros valles, tenían razón. También fuimos informados que desde este lugar, efectivamente, el camino se divide en dos ramales por los que se continúa hasta encontrarse antes de voltear la cordillera, con dirección a María y Kuélap (María es un pequeño pueblo bellamente empedrado, a 8 Km de Kuélap). El primero sube por Quisquís y Buenos Aires y el segundo por Yomblón y Cocabamba, ambos son caminos conocidos, de importancia económica y de mucha proyección turística.

Optamos por la primera ruta y muy temprano, alrededor de las 3:30 am del día viernes 16, y haciendo uso de dos mulas que nos alquiló el señor Santos Barrera y un guía de la zona, partimos por el camino rumbo a Quisquís, ayudados por la frescura del ambiente y el tímido centellar de la luz lunar, y por cierto satisfechos de nuestro paso por ese tórrido lugar y dispuestos a cumplir con nuestro objetivo. Después de una regular travesía por el valle de penetración conocido como El Huayco regado por el río que también tiene el nombre de Mendán, el camino inicia la subida por las pendientes escarpadas y compactas que forman los ramales andinos de la cordillera central al caer al Marañón, sobre él avanzamos lentamente turnándonos en el uso de las acémilas. Ya casi al amanecer nos dimos cuenta que estábamos muy cerca del primer pueblito de nombre Quisquís, extendido sobre una estribación natural entre la zona yunga y quechua, con alrededor de 80 viviendas y rodeado de bosques naturales, tierras para la ganadería y  cultivos básicos. Debe ser pueblo antiguo, pues el nombre de Quisquís alude a uno de los bravos guerreros incaicos o general del inca Atahualpa que es probable se haya desplazado por esos terruños. Allí se descansó por pocos minutos y alentados por su amable gente, reiniciamos el viaje.

Al salir de este escondido caserío, el camino seguía siendo ancho y sólido y nos sorprendió la cantidad de agua que circula por esos territorios, incluso bordeando en algunos trechos al camino, razón por la cual la zona era húmeda y dotada de extensas áreas de bosques naturales (ishpingo, cedro, cheto, entre otros) y, en menor medida, de tierras  para la ganadería y agricultura. Sin embargo, esta área rural no está muy poblada, y en buena hora, porque la biodiversidad, fauna y flora aún se mantienen vivas, casi libres de la agresión descontrolada del hombre. Llamó la atención también los enormes maderos que en cantidades regulares están regados por varios sectores del camino, sin uso aparente, prácticamente desperdiciados. Los caudales de agua limpia seguían fluyendo por doquier, incluso formando pequeñas cataratas, y el panorama paisajístico se tornaba cada vez más espléndido y novedoso.

Un poco más arriba, llegamos al sitio El convento, que es un encantador paraje para el descanso en medio del camino y al borde de un cristalino arroyo, a partir de allí el camino bordea una pequeña cadena de predios verdes y productivos del lugar, de nombre El Gramalote, casi un lunar dentro de la exuberancia montañosa. El guía informó que por el extremo derecho subía el camino con dirección a Cocabamba pasando por la pampa de Tayabamba y el anexo de Yomblón y que en las cumbres a las que estábamos próximos,  había muchos restos de “gentiles” y de casas grandes en el camino, sin duda, tambos. Ya cerca del destino planificado, el camino se extiende por travesías con pocas quebradas e ingresa al pueblito esperado: Buenos Aires. Fueron cerca de 7 horas de recorrido que, por la majestuosidad del ambiente natural y el buen camino, casi no lo sentimos.

BUENOS AIRES
Pequeño, frígido y desolado es este nuevo paraje, ubicado en el límite de la zona jalca y puna, casi en la cúspide de la cordillera y hasta donde (desde el presente año 2011) llega la carretera, con servicio diario de camionetas en horas de la mañana. Son alrededor de 25 familias que viven aquí, y oh sorpresa, todas provenientes de Celendín, específicamente del caserío La Manzana. La señora Mariana Arteaga es de las más antiguas, dueña de un pequeño negocio en cuya casa pernoctan los viajeros, nos atendió amablemente y narró cómo llegaron a este lugar: su padre, antiguo peón de la hacienda, logró comprar el pedazo de tierra en la que viven, tras él y desde hace 20 años, vinieron otros miembros de la familia, algunos casados y otros muy jóvenes, y también amistades cercanas, y así formaron ese pueblito. A no dudarlo, un caso de migración familiar por arrastre. La pequeña aldea de Buenos Aires está en trance de crecer, ya tiene escuela unidocente, cableado de luz eléctrica que viene de Mendán, agua, carretera y creo, mucho futuro. Su gente vive de la agricultura, con productos realmente orgánicos, exentos de insecticidas y pesticidas, aire limpio y mucha esperanza.

Desde este lugar observamos el camino antiguo que se deslizaba por la zona puna, ya cerca para voltear la cordillera, convertida en ruta alterna ante cualquier circunstancia que afecte la movilidad por carretera. Se nos informó que poco más adelante y antes de llegar a María el camino pasa por los sitios conocidos como el Rollo, Mendalón, La Hoyada en la laguna Cochacuella y Pasa Breve, que es el abra para descender a María. Por la tarde, recorrimos algunas colinas y volvimos a comprobar la plenitud de bosques naturales que reverberan a lo lejos, por eso es que, como no podía ser de otra manera, muchas viviendas están construidas de madera con techo de calamina y paja. Se nos hizo conocer también que de allí a poca distancia (alrededor de 5 Km.), se encontraba el sitio Las Arenas, de donde un ramal de carretera venía a Buenos Aires y el otro (en construcción), se dirigía a Cocabamba. Supimos igualmente que algunos grupos de turistas patrocinados por Carlos Burga llegaron hasta este lugar por la ruta que hemos seguido, para luego ser recogidos por movilidad particular y trasladarlos a María y Kuélap.

Al día siguiente, gente del lugar y algunos viajeros esperan impacientes la llegada de la camioneta que hace servicio de transportes de pasajeros. Pronto llegó y hubo aglomeración para ganar un espacio donde viajar, fue entonces que saltamos a la tolva y apretujados nos acomodamos en medio de la carga. En pocos minutos salimos de esa solitaria y simpática aldea, la carretera se veía sin afirmar, angosta y de muchos baches, pero casi sin precipicios. El piloto no tenía en cuenta esas condiciones y corría sin control. Muy rápido llegamos a Las Arenas (sitio de mucha arena) y luego de breves intercambios de carga y pasajeros continuamos por los bordes de la cordillera hasta remontarla y descender hacia María.

Al recorrer las explanadas frígidas de la puna observamos a poca distancia la impresionante laguna Cochacuella, separada por solo 18 km de la fortaleza de Kuélap, y, por trechos, divisamos al antiguo camino que entre visible y oculto debido a  la crecida abundante de ichu, avanzaba hacia el mismo destino. Minutos después volteamos la cordillera por el abra “Pasa Breve”, a 3460 msnm., e iniciamos el corto descenso con dirección a María. Mientras tanto, el antiguo camino, después de voltear la cordillera por el mismo pasaje, desciende en forma más directa, con menos travesías y curvas, cercado de vegetación y no tan alejado de la carretera y por ratos visible hasta llegar al indicado pueblo. María es un antiguo villorrio de piedra (calles y veredas), encantador para mi gusto, hoy distrito de Luya, a partir del cual, el camino prehispánico en gran parte debe haber seguido por lo que hoy es la carretera hasta arribar a Kuélap. De María y haciendo uso del servicio de taxi, rápidamente llegamos a las puertas de esa monumental fortaleza; el taxista, casi indignado, nos hizo saber que empresas mineras han denunciado terrenos colindantes a ese valioso complejo arqueológico.

KUÉLAP
Cerca de tres horas estuvimos recorriendo sus espacios arqueológicos, volviendo a admirarlo desde dentro, en mi caso, por sexta vez y como no, rendidos ante esa grandiosidad pétrea, artística y cultural que dejaron los antiguos chahapoya. Ubicado a 3200 msnm, con murallas de hasta 20 m de altura y con cerca de 400 recintos circulares en su interior. Para la arqueóloga Inge Schjellerup, Kuélap y Papamarca fueron los pueblos más grandes de los chachapoya.

De Kuélap, teníamos previsto bajar a pie por el antiguo camino que conduce a la localidad El Tingo, al borde del río Utcubamba, y así lo hicimos, ya sin prisa y sorteando algunos anuncios de lluvia, por camino amplio, firme y seguro. Nos cruzamos con algunos grupos de turistas extranjeros que subían a paso lento, muchos terrenos cultivados y de pastizales para el ganado y gente atenta que nos deseaba buen viaje. Después de 3 horas de caminar y un tanto agotados, llegamos a esa conocida localidad. Al día siguiente tomamos el bus con dirección a Celendín, pasamos Leymebama, la cordillera central pero esta vez por Calla Calla (abra Barro Negro a 3620 msnm) y el río Marañón, en Balzas y cerca nomás, Celendín. Una gran vuelta o un gran circuito turístico que vale la pena impulsar.

Como corolario, debo destacar el origen histórico y la importancia  socioeconómica de ese camino, basado en los siguientes elementos: a) Las condiciones geográficas de la zona permiten colegir que desde tiempos primigenios hubo necesidad de construirlo para aproximar a pueblos relativamente cercanos de ambos flancos del Marañón, b) El valle de Mendán en el río Marañón, de importante capacidad productiva y utilidad estratégica, fue clave para proyectar e implementar esa ruta con proyección intrarregional, c) La topografía por donde sigue su curso permitió fácil desplazamiento por 4 pisos ecológicos con fines de intercambio y aprovechamiento económico, d) La ecología y biodiversidad de los territorios por los que circula es abundante, rica y se muestra conservada y, e) Kuélap y los pueblos asentados en sus alrededores y en muchas de esas cumbres, al parecer fue el destino final de ese gran camino. Hoy en día lo sigue siendo, en especial desde la perspectiva turística y como factor de integración regional, con proyección hacia la Amazonía.

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