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sábado, 1 de diciembre de 2012

Difusión cultural: JOSÉ SABOGAL Y LA “COSA PERUANA”


Por: Emilio Vásquez * (Seudónimo).

E1 15 de diciembre de 1956, junto a su buena mujer y compañera María Wisse muere José Sabogal, (1888 1956), natural de Cajabamba, de la que siempre se enorgulleció, tierra de múltiples experiencias telúricas.
 
El luctuoso suceso es para sentirlo sinceramente, mejor dicho, para lamentarlo hondamente. José Sabogal ha muerto, y corría en Lima la noticia infausta.

Siempre que se recuerde o se hable de José Sabogal, surgen motivos múltiples para reflexionar, siquiera por unos instantes en la COSA PERUANA trascendental, en este tremendo y fundamental que hacer para unos, y acaso tarea desdeñable para otros. Ello es que Sabogal tuvo positivamente muchísimo de innegable suscitador de ideas, y de ideas encaminadas a hacer, por las vías de la cultura, la patria peruana.

Tal vez sin quererlo Sabogal, quiso provocar, un movimiento artístico genuinamente perua­no. Y lo consiguió, en parte - solo en parte y no del todo; debido a cierto grado de nuestra sordidez ambiental, que no auspició plenamente la instauración sabogoliana de una escuela pictórica. Esta escuela peruana de pintura de que nos echemos de menos, cuando pensamos en: Merino, Pancho Fierro, Daniel Hernández, Enrique Masías Vinatea Reynoso y en tanto otros que atisbaron principalmente las escénicas estéticas del Perú eterno.

El arte de Sabogal, es de significación evidentemente histórica. Resume, en última instancia antiguas y modernas aspiraciones sociales, esa que ha venido en denominarse indigenismo, que es una suma de propósitos encaminados a conseguir, por los caminos del arte y del derecho la valorización plena del aborigen, del indio, a fin de que pueda vivir la vida humana que le corresponde vivir dentro de su patria ancestral. A propósito de indigenismo vale la pena hacer un recuerdo siquiera de pasada sobre este aspecto de una problemática nacional que no tuvo solución.

A nuestro juicio el principal indigenista doctrinario fue en los albores de la república, don José Domingo Choquehuanca, el autor de la "Arenga de Pucará", es necesario recordar también a Juan Bustamante, este ilustre varón Vilqueño de nacimiento (Puno) que denuncia en su libro "Los Indios del Perú" allá por 1867, los tremendos atropellos que los gamonales llevaban a cabo con la raza autóctona.

A partir de 1920, se produce una verdadera correspondencia de voces dirigidas hacia un mismo fin: El indio y la vida del indio. En el Cuzco; Uriel García, Luis E. Valcárcel, José A. Escalante, Luz Velasco Aragón. En Puno agitan las banderas José A. Encinas, Manuel Quiroga, Julián Palacios; en el centro del Perú, Abelardo Solís Cloaldo, Espinoza Bravo y los huanuqueños Adalberto y José Varallonos.

En el norte del país más propiamente en Trujillo levantan su voz; Manuel Llorque, Antenor Orrego, Víctor Raúl Haya de la Torre, César Vallejo, Nazario Chávez Aliaga y tantos otros. En Arequipa, hubo también un indigenismo pero un indigenismo solo literario, lírico, poético, novelesco y anecdótico, como el de don Francisco Mostajo y de Renato Morales de Rivera.

Hacia 1920, anunciándose que en México había nacido o estaba por nacer la pintura mexicana, Silvestre Revueltas era el porta estandarte del movimiento artístico del pueblo azteca. Fueron Adolfo Best, Diego Rivera, José A. Orosco, David Alva Siqueiros y Rufino Tamayo, los que a la postre le darían a México un acusado lustre estético en la "COSA MEXICANA".

Sabogal, es hombre de su tiempo, dueño de una gran sensibilidad, romántico e idealista con una visión propia a la par que universal del quehacer pictórico, sinceramente identificado con el patriótico interés de rehabilitar el elemento aborigen del Perú. José Sabogal mostraba ya el signo del maestro, maestro del pincel y maestro también en el sentido docente de la palabra hecha lección.

Alentaba su obra más que todo, una suma de ideales superiores, sin pugnas ni pensamientos, Sabogal se impuso desde los primeros días de su actuación en el campo de las ideas del Perú.

Fue un cabal intérprete de la belleza, era un hombre de pensamiento, su verdad, su espíritu, y el acierto de sus trazos; provocó, por eso grandes simpatías y concitó como no podía ser de otra manera, recelos tanto en grupo como en personas. Sabogal era un hombre de convicciones lo que quiere decir que no se dejara vencer ni por el elogio, ni por el denuesto.

Hacia 1930, Sabogal tenía una amplia y verificada ejecutoria artística, era pues, un guía, un orientador; en este sentido, Sabogal fue un artista y un estudioso, estudioso de las teorías estéticas, estudioso de las leyes generales y las técnicas que norman las realizaciones plásticas. Estudioso al fin de todo aquello que puede contribuir inclusive al cambio de ciertas formas de vida y que tengan significación positivas.

Mediante sus creaciones principalmente pictóricas Sabogal quiso ir a la institución en el Perú, de un estado de conciencia del propio valer, esto es, a redescubrir el Perú. Dicho en otras palabras: del propio valer como individuo, como pueblo, como historia. Sabogal quería infundir fe en el Perú profundo, como diría Jorge Basadre; fe en la reconquista de la "Cosa Peruana", esencial, en la misión del arte, había que hacer de la identidad Perú una conciencia social, un sentimiento de trascendencia popular.

Eso es lo que se ha hecho y se está haciendo en México la "Cosa Mexicana" que ha logrado precisamente, por medio de la pintura, del dibujo, de la canción provinciana, de esas manifestaciones espirituales difundidas casi a porfía en el mundo viviente y sensible de los pueblos del mundo.

La conciencia de un pueblo, decía Azorín; se manifiesta en el conocimiento de sí mismo. El conocimiento de sí mismo supone reflexionar sobre la vida de los hombres superiores, hacer la confrontación de sus sentimientos y estudiar la trascendencia de sus ideas. Reflexionar es pensar, en el destino propio y en el de los demás. Es comparar primero y valorar después, las cualidades de quienes hacen un mundo. Reflexionar es cerrar los ojos y examinarse así mismo, y hacerlo con el más severo espíritu crítico, y, seguidamente contemplar el saldo que han de quedar dentro y fuera del horizonte personal, paradójicamente, cada vez más lejano.

Sin temores a la crítica mal intencionada o la glosa peyorativa, Sabogal, el artista, marchaba recto, imperturbable, con la serena convicción de que su obra y su pensamiento respondían a un profundo anhelo de afirmación peruanista.

Cabe recordar a manera de anécdota que se criticaba que Sabogal no sabía pintar y que por lo tanto no era pintor. Si Sabogal, no es el gran pintor que conocemos todos, no se sabría decir quién es el pintor del contenido peruano, también se lo llamó el pintor indigenista de lo feo, la expresión tenía mucho de desdeñosa estimación, en aquello de lo feo. Sabogal, fue precisamente eso, el pintor indigenista, pero exento de bonituras y pintorisquismos hayayitas o sugestiones, fue por el contrario de un espíritu renovador y de una celebridad en su men­saje nacionalista y hondo.

Cuando un cuadro sea de quien fuere, invade nuestra atención y conmueve nuestro espíritu, en ese cuadro vemos, o debemos ver, la bondad del trabajo y el tratamiento feliz del tema, es decir, allí debemos ver la esencia y el destino del arte. La preocupación fundamental del artista fue llevar la "Cosa Peruana" más allá de los límites patrios y difundirlos y acaso imponerla en todos los círculos artísticos del mundo. Su pupila penetrante y su espíritu anheloso le permitieron a su vuelta de Europa y Argentina descubrir el valor trascendente de la tradición: y escuchar la palabra mágica de la historia.

Sabogal, supo descubrir, -el primero entre muchos- cierto aire de belleza en la adustez misma del hombre andino, el valor esencial del hombre andino, y la costumbre rural, era para sus ojos de artista, la belleza misma y la hondura metafísica del paisaje peruano, el patrón rector de su obra.

Su capacidad, rara capacidad, para descubrir lo grande en lo pequeño lo señalaba como el artista verdadero, como el hombre de ideas que hacen la historia.

En el arte de Sabogal está, por eso, la multitud, está el hombre, está el campo, y la signi­ficación de las cosas. De este diálogo entre el hombre autóctono y el artista está, el quero aymara, y el petroglifo quechua de donde surgirán los motivos y las proyecciones de la creación sabogaliana. Los toritos de Pucará, el mate ayacuchano, la manta policromada Kollambina (de factura mestiza), encontraron en el, espíritu de Sabogal su descubridor acertado. Los anónimos enteros de Cuzco, de Cajamarca, de Ayacucho, de Ancash, era para Sabogal, esenciales motivos de noble vocación. Y es que Sabogal era fundamentalmente un hombre de esencias, acusadamente populares, tenía ojos de ver, pupilas aptas para la penetración, pocos espíritus tan prontos a la interpretación de la sensibilidad nativas, vale decir peruana, como el de Sabogal.

El Perú no es un país de cosas bonitas, ni su geografía ni el hombre, que habita su territorio, ni la esencia de sus valores son cuestiones más o menos ligeras, fáciles, o meramente interesantes nuestra patria es una entidad de manifestaciones fuertes, hondas, graves. Hay elementos de juicio suficientes para decir que el Perú es un drama, y un drama contenido de formas terribles.

Jorge Basadre lo ha definido: como problema y posibilidad; Si como todo problema entraña solución y toda posibilidad igualmente supone ejecutoria y realizaciones y hechos múltiples; Sabogal, es una solución estética, una realización peruana, significa en el proceso de la cultura peruana el fiel intérprete de este tremendo drama que es el Perú auténtico, el Perú indígena, reflexivo, como todo hombre de pensamiento y artista de visión certera, con el arte de Sabogal se desarrolla la idea peruana; además, se realiza la peruanidad de que tanto nos echamos de menos todos.

De la revista El Labrador, mayo 2000.

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