Sin arte no hay genios
Sin fotografías no hay recuerdos
Sin poemas no hay sentimientos
Y...
Sin artistas, no habría alma.
El alma artística de
la tierra sucrense, que por su fecundidad, esta designada a ser llamada el
almácigo de intelectuales lo encarna el actor Porfirio Aliaga Zegarra, nacido
un 18 de mayo de 1918, hijo primogénito de la señora Lastenia Zegarra, mujer
alta, bella y de tez blanca.
Desde niño llevó una
vida errante y pobre, se diría que sufrió mucho, pues fue "negado"(Hijo
no reconocido por su progenitor) por su procreador y hasta el apellido Aliaga
lo llevó prestado del profesor Nicanor Aliaga Zegarra, merced a los buenos
oficios de su bondadosa tía carnal: Aurora Zegarra, quien ordenó a la madrina
Encarnación Machuca Horna inscribir la partida de nacimiento del niño con el
nombre de Porfirio Serapio.
Su casa ubicada frente
a la escuela ex 83 Andrés Mejía Zegarra era una antigua casona de construcción
modesta y con techo a dos aguas, a un constado de la espaciosa propiedad,
zigzagueante se dibuja el lecho del viejo río Dongo (Antiguo nombre del río
(quebrada), que cruza la calle Minopampa a la altura de la escuela Ex 83.) por
donde discurren estrepitosamente las aguas que bajan de la Acequia Madre (Principal
acequia que corona al pueblo de Sucre) y del cerro Huishquimuna (Nombre del
Cerro en cuyo cimiento nace el pueblo de Sucre) durante las épocas de lluvia.
En esta casa que tuvo por escenario: el río, el trinar de los zorzales, el
agitado vuelo de las Guayanas (Aves pequeñas de color negro de volar constante
en forma de columpios), el olor de fraganciosas flores y el eco sonoro de las
enseñanzas fecundas de los maestros de la escuela, pasó su infancia el futuro
comediante que desde niño conoció y lidió con amargura la lucha por el pan
debido a la pobreza de su hogar que padecía sobresaltos, optando por el cuidado
de sus hermanos menores Andrés y Rosalía, así como de sus primos huérfanos:
Olga, Diego y Andrés.
Su educación primaria
la realizó en el Centro Escolar que funcionaba en la casa de doña Petrona Silva
en el barrio de Minopampa, concluyéndola en el local frente a su hogar en la
casona de don Neptalí Zegarra.
Por la precaria
situación económica del hogar sin padre, sólo pudo estudiar el primer año de
educación secundaria en el Colegio Javier Prado de Celendín. Tiempo después,
los hijos y sobrinos de doña Lastenia uno a uno salieron del pueblo en busca de
alternativas, la costa por aquellos años ofrecía a los jóvenes diversas formas
de trabajo; el primero en emigrar fue Porfirio, quien vio la posibilidad de
ingresar a la Benemérita Guardia Civil del Perú. A los pocos meses de haber
egresado de la policía su madre moría víctima de una extraña enfermedad. La
muerte de su madre, el sufrimiento de su niñez y el alejamiento de su tierra lo
marcaron para siempre y esas marcas se notaban en su rostro sombrío.
Su paso por la
Benemérita Guardia Civil le trajo grandes satisfacciones, conoció palmo a palmo
la realidad de las ciudades donde le tocó servir, convivió con los problemas
sociales, vivencias que fortalecieron su personalidad.
Prestó servicios en
Lima como guardia de tránsito, en Pallasca, Huallanca, Pomabamba, Cabana,
Cajamarca, Cutervo y su añorada tierra Sucre; por todos estos lugares llevó
consigo a su hermana Rosalía, cumpliendo aquella promesa que le hiciera en su
lecho de muerte a su adorada madre, de velar por su hermana menor.
Como guardia
trotamundos y en su trajinar por los pueblos donde la superioridad lo
destinaba, adquirió el hábito de la lectura y el libro fue su compañero, su
amigo e indumentaria de su uniforme.
Apasionado lector de
literatura épica y romántica; motivándose fácilmente con la acción novelesca,
lloraba o reía a carcajadas según las ocurrencias de los personajes: y,
descubriendo de esta manera que su destino fue el teatro.
Retirado de la Guardia
Civil, se dedicó por completo a viajar y adquirir obras de los mejores
dramaturgos; y, a la vez, era solicitado por profesores y conocedores del arte
dramático de centros educativos para dirigir las llamadas veladas literarias.
Cuentan que en los ensayos se paseaba cual fiera enjaulada alrededor de los
principiantes a histriones. De la solemnidad podía pasar fácilmente a la
locura; y, de la risa cachacienta o perversa, al llanto a lágrima viva. La
declamación fue lo mejor que exhibió en el escenario, principalmente aquellas
alusivas a la madre.
Este comediante
sucrense es recordado por personajes de la cultura cajamarquina, inolvidables
son sus presentaciones en el Colegio Indoamericano de Cajamarca que entonces
estuvo bajo la dirección de su amiga la gran pedagoga y paladín del magisterio
cajamarquino señorita María Octavila Sánchez Novoa. En este histórico colegio
femenino, además de director de veladas literarias el artista y benemérito G.C.
formó un elenco artístico que se denominó La Cinta Folclórica, paseando su arte
por diversas ciudades del Perú.
Durante la década del
70 participó y dirigió veladas literarias del Colegio San José de Sucre, en
donde presentó los dramas Madres abandonadas, El Presidio, Amor proletario,
Héroe Huamachuquino, entre otras.
Por estos años,
Porfirio de un momento a otro hizo demoler su antigua casona, construyendo en
el mismo sitio una moderna y atractiva casa, allí a de convivir hasta sus
últimos días junto a su hermana Rosalía y sus sobrinos. Elmer, Pepe, y Coco
Castillo.
Elmer, el mayor de los
sobrinos, dedicado a la lectura y a escribir aspectos vivenciales, narra
pasajes interesantes de su tío Porfirio, cuyo estado de ánimo se volvió
irascible por efecto de la terrible diabetes.
Porfirio en actuación por el día de la Madre. |
Un buen día de
invierno dijo ir de viaje a Chiclayo, a visitara a su hermana Olga; sin
embargo, al cabo de un mes y medio Rosalía recibía una infausta llamada
telefónica en la que se le comunicaba viajar a la ciudad de Cajamarca a ver a
su hermano que se encontraba internado en el hospital de esa ciudad; la úlcera
de su pierna ya había hecho septicemia y era muy difícil salvarlo; sus sobrinos
Nelson y Lindemberg Silva Chávez, este último, médico de profesión estuvieron a
su lado atendiéndolo y ayudándolo a sobrellevar su doloroso mal.
Elmer, sobrino mayor,
logró recibir de manos de Porfirio, que permanecía en su lecho de agonía, las últimas
impresiones de su pueblo dibujadas en un simple papel: "¿Quién ha cambiado mi pueblo ?-se podía leer- Las casas son más
chicas, los techos más bajos, las calles más estrechas. Yo encuentro a mi
pueblo más pequeño, más viejo, más triste".- Sentenciaba.
Don Porfirio actuando Con Charo Aliaga en una velada, evento que se estilaba en aquella época, en Sucre. |
De Personajes de la Historia Sucrense.
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