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lunes, 29 de abril de 2013

Personajes: PORFIRIO ALIAGA ZEGARRA

Por Gutemberg Aliaga Zegarra y Olindo Aliaga Rojas.

 1918 - 1990

Sin arte no hay genios
Sin fotografías no hay recuerdos
Sin poemas no hay sentimientos Y...
Sin artistas, no habría alma.

El alma artística de la tierra sucrense, que por su fecundidad, esta designada a ser llamada el almácigo de intelectuales lo encarna el actor Porfirio Aliaga Zegarra, nacido un 18 de mayo de 1918, hijo primogénito de la señora Lastenia Zegarra, mujer alta, bella y de tez blanca.
  
Desde niño llevó una vida errante y pobre, se diría que sufrió mucho, pues fue "negado"(Hijo no reconocido por su progenitor) por su procreador y hasta el apellido Aliaga lo llevó prestado del profesor Nicanor Aliaga Zegarra, merced a los buenos oficios de su bondadosa tía carnal: Aurora Zegarra, quien ordenó a la madrina Encarnación Machuca Horna inscribir la partida de nacimiento del niño con el nombre de Porfirio Serapio.

Su casa ubicada frente a la escuela ex 83 Andrés Mejía Zegarra era una antigua casona de construcción modesta y con techo a dos aguas, a un constado de la espaciosa propiedad, zigzagueante se dibuja el lecho del viejo río Dongo (Antiguo nombre del río (quebrada), que cruza la calle Minopampa a la altura de la escuela Ex 83.) por donde discurren estrepitosamente las aguas que bajan de la Acequia Madre (Principal acequia que corona al pueblo de Sucre) y del cerro Huishquimuna (Nombre del Cerro en cuyo cimiento nace el pueblo de Sucre) durante las épocas de lluvia. En esta casa que tuvo por escenario: el río, el trinar de los zorzales, el agitado vuelo de las Guayanas (Aves pequeñas de color negro de volar constante en forma de columpios), el olor de fraganciosas flores y el eco sonoro de las enseñanzas fecundas de los maestros de la escuela, pasó su infancia el futuro comediante que desde niño conoció y lidió con amargura la lucha por el pan debido a la pobreza de su hogar que padecía sobresaltos, optando por el cuidado de sus hermanos menores Andrés y Rosalía, así como de sus primos huérfanos: Olga, Diego y Andrés.
Su educación primaria la realizó en el Centro Escolar que funcionaba en la casa de doña Petrona Silva en el barrio de Minopampa, concluyéndola en el local frente a su hogar en la casona de don Neptalí Zegarra.

Por la precaria situación económica del hogar sin padre, sólo pudo estudiar el primer año de educación secundaria en el Colegio Javier Prado de Celendín. Tiempo después, los hijos y sobrinos de doña Lastenia uno a uno salieron del pueblo en busca de alternativas, la costa por aquellos años ofrecía a los jóvenes diversas formas de trabajo; el primero en emigrar fue Porfirio, quien vio la posibilidad de ingresar a la Benemérita Guardia Civil del Perú. A los pocos meses de haber egresado de la policía su madre moría víctima de una extraña enfermedad. La muerte de su madre, el sufrimiento de su niñez y el alejamiento de su tierra lo marcaron para siempre y esas marcas se notaban en su rostro sombrío.

Su paso por la Benemérita Guardia Civil le trajo grandes satisfacciones, conoció palmo a palmo la realidad de las ciudades donde le tocó servir, convivió con los problemas sociales, vivencias que fortalecieron su personalidad.

Prestó servicios en Lima como guardia de tránsito, en Pallasca, Huallanca, Pomabamba, Cabana, Cajamarca, Cutervo y su añorada tierra Sucre; por todos estos lugares llevó consigo a su hermana Rosalía, cumpliendo aquella promesa que le hiciera en su lecho de muerte a su adorada madre, de velar por su hermana menor.

Como guardia trotamundos y en su trajinar por los pueblos donde la superioridad lo destinaba, adquirió el hábito de la lectura y el libro fue su compañero, su amigo e indumentaria de su uniforme.

Apasionado lector de literatura épica y romántica; motivándose fácilmente con la acción novelesca, lloraba o reía a carcajadas según las ocurrencias de los personajes: y, descubriendo de esta manera que su destino fue el teatro.

Retirado de la Guardia Civil, se dedicó por completo a viajar y adquirir obras de los mejores dramaturgos; y, a la vez, era solicitado por profesores y conocedores del arte dramático de centros educativos para dirigir las llamadas veladas literarias. Cuentan que en los ensayos se paseaba cual fiera enjaulada alrededor de los principiantes a histriones. De la solemnidad podía pasar fácilmente a la locura; y, de la risa cachacienta o perversa, al llanto a lágrima viva. La declamación fue lo mejor que exhibió en el escenario, principalmente aquellas alusivas a la madre.

Este comediante sucrense es recordado por personajes de la cultura cajamarquina, inolvidables son sus presentaciones en el Colegio Indoamericano de Cajamarca que entonces estuvo bajo la dirección de su amiga la gran pedagoga y paladín del magisterio cajamarquino señorita María Octavila Sánchez Novoa. En este histórico colegio femenino, además de director de veladas literarias el artista y benemérito G.C. formó un elenco artístico que se denominó La Cinta Folclórica, paseando su arte por diversas ciudades del Perú.

Durante la década del 70 participó y dirigió veladas literarias del Colegio San José de Sucre, en donde presentó los dramas Madres abandonadas, El Presidio, Amor proletario, Héroe Huamachuquino, entre otras.

Por estos años, Porfirio de un momento a otro hizo demoler su antigua casona, construyendo en el mismo sitio una moderna y atractiva casa, allí a de convivir hasta sus últimos días junto a su hermana Rosalía y sus sobrinos. Elmer, Pepe, y Coco Castillo.

Elmer, el mayor de los sobrinos, dedicado a la lectura y a escribir aspectos vivenciales, narra pasajes interesantes de su tío Porfirio, cuyo estado de ánimo se volvió irascible por efecto de la terrible diabetes.

Porfirio en actuación por el día de la Madre.
La diabetes iba en aumento día a día, la úlcera que tenía en la pierna necesitaba del cuidado de un especialista, pero su orgullo era más fuerte que su carácter y se resistía a someterse a un riguroso tratamiento.

Un buen día de invierno dijo ir de viaje a Chiclayo, a visitara a su hermana Olga; sin embargo, al cabo de un mes y medio Rosalía recibía una infausta llamada telefónica en la que se le comunicaba viajar a la ciudad de Cajamarca a ver a su hermano que se encontraba internado en el hospital de esa ciudad; la úlcera de su pierna ya había hecho septicemia y era muy difícil salvarlo; sus sobrinos Nelson y Lindemberg Silva Chávez, este último, médico de profesión estuvieron a su lado atendiéndolo y ayudándolo a sobrellevar su doloroso mal.

Elmer, sobrino mayor, logró recibir de manos de Porfirio, que permanecía en su lecho de agonía, las últimas impresiones de su pueblo dibujadas en un simple papel: "¿Quién ha cambiado mi pueblo ?-se podía leer- Las casas son más chicas, los techos más bajos, las calles más estrechas. Yo encuentro a mi pueblo más pequeño, más viejo, más triste".- Sentenciaba.

Don Porfirio actuando Con Charo Aliaga
en una velada, evento que se estilaba

 en aquella época, en Sucre.
A los 72 años de edad, al hombre de las tablas, lo alcanzó la muerte un día 3 de marzo de 1990, sus restos mortales fueron velados en la Ciudad del Cumbe. Hasta la casa mortuoria llegaron los familiares y paisanos sucrenses; por gestiones de sus sobrinos Nelson y Lindemberg sus restos fueron trasladados a su tierra natal para ser sepultados en el cementerio general de la ciudad de Sucre, su tierra que conoció de su vida y se humedeció con el llanto de sus ojos pequeños, donde vivió las horas más felices; y, acaso, las más desgraciadas de su existencia.

De Personajes de la Historia Sucrense.

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