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jueves, 16 de abril de 2020

LA SENECTUD Y EL CORONAVIRUS


Tito Zegarra Marín
Después de pasar la valla de los 70 años (no es cifra exacta) todos, indefectiblemente, transitamos por el último ciclo de la vida: la senectud, a la cual llegamos casi sin darnos cuenta y con menos energías corporales, pero sí, con algo de optimismo y voluntad para mitigar sus efectos y persistir en el logro de algunos sueños.
Nunca imaginamos, sin embargo, que un inesperado e invisible virus que apareció en un lejano país y se propaló por todo el mundo, esté haciendo tanto daño a la salud y la vida de miles de hombres y mujeres del planeta.Y, cual si fuera una pandemia discriminatoria, golpeé con más fuerza a quienes cargan el peso inevitable de los años: los adultos mayores.
Las evidencias del daño que está ocasionando son inobjetables: contagios masivos y acelerados, muchas muertes dolorosas y cotidianas, brotes de pánico colectivo, temores, incertidumbre y desesperación; a lo que se suma la deficiente atención pública en salud. Una dramática realidad, donde los mayores de edad y gente de los sectores medio y bajo, son y seguirán siendo los más perjudicados.
El Estado tuvo que responder, y lo hizo bien: rígidos aislamientos, férrea disciplina social, implementación de los servicios en salud y apoyo económico a los más vulnerables. Por su parte y en forma paralela, los profesionales y técnicos en salud, de la mano con la ciencia y tecnología creadas por el hombre, vienen luchando sacrificadamente para contener y erradicar a esa epidemia. Tarea muy difícil, riesgosa y costosa.   
Estamos pues, ante una grave encrucijada. Es probable que más del 80 % de víctimas de la pandemia sean de la senectud; y, pasada la pandemia, gente de ese sector seguirá sintiendo la escasez del pan de cada día, la poca atención en salud y la desprotección. Pero también, en los sectores medio y bajo, que incluye a los adultos mayores, los efectos serán muy duros: menos trabajo, incremento de precios, reducción de salarios, despidos de trabajadores, más informalidad, etc.
Mientras eso sucede en el país, en Italia Francia y España, sus gobernantes subestimaron sus efectos y mostraron poco interés por los adultos mayores; y los presidentes ultraconservadores de Estados Unidos y Brasil, Trump y Bolsonaro, reiteraron que para sus países la economía es más importante que la salud y que habrá muchos muertos. Hace algún tiempo, el distinguido escritor argentino y amigo de las dictaduras de Pinochet y Videla, Jorge Luis Borges, dijo algo similar: “No hay cosa como la muerte / para mejorar la gente”.
A pesar de estar en nuestros refugios, poco adaptados y viendo la complejidad de esta tragedia, no perdamos la esperanza: derrotemos la pandemia, recuperémonos de los males causados y perseveremos en algo nuevo, en un nuevo Perú.
 *Publicado en el Nuevo Diario, Cajamarca, el 16-04-2020



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