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miércoles, 14 de septiembre de 2011

ANECDOTARIO SANJOSEFINO

Por Ever Rojas Zegarra

A decir de los profesores eméritos Gutemberg Aliaga Z. y Jaime Cruzado y Alcántara, (Jaimito) a quienes les cupo la suerte de iniciar sus labores educativas en el san José de Sucre); describiendo oralmente, con lujo de detalles y exquisito sentido del humor, las remembranzas de sus largas horas educativas, cada una de ellas combinadas de travesuras, extravagancias y ocurrencias en todos los tonos y para todos los gustos , protagonizadas por sus propios colegas y sus malcriadísimos alumnos, que en ese ambiente de aparente soledad que lo caracteriza a nuestro pueblo, daban la nota de alegría, tranquilidad y placentera felicidad que los incentivaba a bregar cada día con más entusiasmo, en favor de la educación de la juventud sucrense, dentro del entorno que les tocó vivir en una de las más hermosas etapas de su vida, felicidad que festejaban con delirantes carcajadas, tan frecuentes como el pan de cada día, cuando reunida la plana docente en pleno a la hora de la siesta, tirados sobre el verde césped y bajo la sombra de frondosas palmeras de la plaza de armas, daban rienda suelta a sus delirantes chistes, chismes, chapas y los infaltables comentarios de apasionados romances amorosos, aventuras e historias de amor, algunos prohibidos, incomprendidos y no correspondidos como el fallido idilio que le tocó sufrir en carne propia a nuestro dilecto amigo Jaimito, al enamorarse desesperadamente de la más bella de sus alumnas, (pero vaya picazo de pajarraco) la cual lo desdeñaba porque solamente le faltaban diez centímetros más de estatura (si tuviera unos diez centimetritos mas, le haría caso profesor, le tuvo que decir la autora de sus desvelos, en respuesta a sus impertinentes requerimientos, (es la propia confesión de la aludida alumna). Y así con otros chascarrillos más por el estilo, que provocaban inevitablemente la risa a todos.

Pero no más preámbulos, por que el reducido espacio del que se dispone en toda publicación que no cuenta con mucho presupuesto, no nos permite explayamos mucho, eso es natural, comprensible y condición para que los artículos sean publicados, así como la calidad y agilidad en su forma y contenido intrínseco de los mismos y que determinan el prestigio o el desprestigio de una revista, por eso es de suma necesidad de que todos los artículos sin excepción, sean celosamente seleccionados por personas idóneas antes de llevarlos a la imprenta. Yo me incluyo y me atengo también a la crítica, sobre todo si viene de un buen crítico, pero de ninguna manera de malos críticos que critican a cientos y no igualan a ninguno. Sólo al buen crítico le estaría muy agradecido hacerme conocer su opinión acerca de los míos, y le aseguro que si escribo mal y no llego ni a regular a su criterio, acataré sus recomendaciones sea para corregirme, remediar, superar o perfeccionar el estilo sencillo que uso para decir las cosas, pero pase lo que pase seguiré escribiendo por afición, relax o hobby, en la calma de mis aposentos y si es que mis preocupaciones y ocupaciones me permiten, pero no volvería a publicar más, sino no hasta lograr la perfección en este no muy fácil arte de la narrativa, como un requisito indispensable que me auto impongo para volver hacer el intento de publicar no un artículo simplemente, podría ser un libro, cuando se piensa en grande, todo es posible, que además es lo único que me falta para ser hombre completo, si nos atenemos al antiguo pensamiento que nos dice que para ser hombre se necesita tener un hijo, sembrar un árbol y escribir un libro, con lo cual quedaré más que satisfecho al hacer lo que me gusta y talvez al contribuir en algo en la formación moral de mis hijos y de los que coincidan con mi pensamiento, mi estilo y mis principios, como que debe ser deber de primer orden de todo padre, hablar a sus hijos con franqueza de todos sus aciertos y desaciertos; de los medios que usó para triunfar o sobresalir en la vida por ejemplo, y que deben imitar si es que estos medios fueron lícitos, o de las causas y errores que lo llevaron al fracaso, errores que deben ser superados y jamás imitados, así de simple.

Ahora si al grano con las curiosas anécdotas san josefinas, que las hay en abundancia y para todos los gustos, solo que como esto es un artículo y no un libro, no será posible describir más de dos de ellas y que allí van:

Qué Buena Puntería del Cojo
El en ese entonces joven, profesor Jaime Cruzado, que por la diversidad de alumnos respecto a la edad que en los primeros años de vida institucional del Colegio los habían, y por su menuda estatura y sus ocurrentes travesuras y gracias, más parecía alumno que profesor; e incluso se gastaba bromas de todo calibre con sus propios alumnos, tal es así que en una ocasión al dictar una de sus clases de filosofía a los del 4to. año, para lo cual tuvo que escribir en la pizarra, dándoles la espalda al alumnado como que no podía ser de otra manera, recibió de parte de un insolente alumno, tremendo " PEPASO " en plena cabeza, encima de la nuca, felizmente con pepa de eucalipto, pues si era de palta, simplemente esta anécdota no se estaría contando.

Jaimito Cruzado llamado así por cariño, por menudo y por travieso, nos manifiesta que tras este vil atentado, inmediatamente giró 180 grados, para ponerse al frente del alumnado, con la mano derecha en la cabeza rascándose con disimulo para paliar el dolor que lo hizo ver luces azules por el aire, y al mismo tiempo buscar caras sospechosas, como que la encontró al instante, más por intuición que por las apariencias del malhechor; y con segura determinación lo señaló a uno que rengueaba…, Tú fuiste no es así, exclamó enfurecido el profesor, y el malandrín se paró en un pie para responderle cínicamente con un ¿Qué es lo que lo hace pensar que yo he sido profesor?, a lo que Jaimito le respondió, porque en principio no hay cojo bueno. Dicho esto y mientras las risitas y el bolondrón que armó el alumnado, unos en contra y otros (los más malcriados) en favor del agresor, se calmen, el profesor le hizo una enérgica y bien merecida invitación a su rival, a pasar a la dirección para que de inmediato se proceda a su virtual expulsión, el cojo malo, no tuvo más remedio que obedecer a su profesor y aunque a regañadientes, llegaron a la dirección en donde Jorge Collantes, el pendenciero se arrodilló frente a un adusto director, (quién de antemano adivinó la gravedad de su falta para con lágrimas en sus ojos, clamarle perdón, con la firme promesa de no repetir nunca más tal alevosía. Las aguas volvieron a su nivel y profesor y agresor se dieron el abrazo de reconciliación. De la que se salvó nuestro amigo y paisano, protagonista de esta anécdota verídica como que se llama Jorge Collantes, en la actualidad distinguido médico veterinario, y se desempeña como tal en Sucre y aledaños con mucha eficiencia. Le pido perdón con lágrimas en mis ojos (como él lo hizo en su oportunidad), por usar en esta graciosa anécdota adjetivos que de ninguna manera le corresponden ni tienen la menor intención de ofenderlo, solo que para resaltar los hechos y para hacer más amena y mas risible a la anécdota, hay que usarlos necesariamente, incluso maximizando los hechos solo con fines literarios. Desde ya, agradezco su comprensión.

Una desigual competencia en la que se impuso el ingenio
Llegó al San José de Sucre con bombos y platillos el nuevo profesor de Educación Física, que respondía al seudónimo de Pashe, ( Práxedes ), fue recibido con muchas muestras de alegría y entusiasmo, sobre todo por parte del alumnado en general, (como no, si es el único curso que gusta a los jóvenes ), y para que, este joven atleta demostró desde un principio conocer bien su oficio y se hizo querer de todos excepto de don Quirino Araujo, auxiliar y alumno a su vez del Colegio, porque Pashe tenía un pequeño defecto, se jactaba de sus triunfos deportivos y metía mucho su cuchara (como dicen en el pueblo) en cuanta conversación participaba; eso para don Quirino era una pedantería que contrastaba con su sencillez y parquedad y lo indisponía tanto que comenzó a idear la manera de bajarle los humos, como se dice, hasta que un día concibió en su ágil y agudísima mente, una muy ingeniosa manera de bajar los humos del profesor Pashe, esto es, retándolo a una carrera tipo maratón, para lo cual propuso que la carrera empiece en la plaza de armas de sucre y termine en ese mismo lugar, pero después de dar una vuelta por la plaza de armas de José Gálvez . Propuesta que motivó una carcajada general de todo el grupo presente, dado que la edad y peso de retador y retado eran exageradamente desiguales: Profesor 25 primaveras, don Quirino 55 años bien sufridos, peso: Profesor 51 kg., don Quirino 86 kg... Y no se rían gritó, no hablo en broma y aquí tienen mi apuesta dijo echando mano a su billetera para extraer 30 soles valor de una caja de cerveza. Los profesores al oír el nombre de esa mágica bebida que al escuálido lo hace valiente y al tonto hablador, se quedaron mudos por un momento y cuando reaccionaron no les quedó más remedio que persuadir al incrédulo profesor de educación física, para que acepte el reto. Pashe lo imitó a don Quirino en señal de aceptación, entregando sus 30 soles al profesor Gutemberg, que desde ese momento fue nombrado juez y custodio de este evento deportivo único en su género.

Ese mismo día se acordó fecha y hora de inicio de la carrera y se recomendó puntualidad. La noticia se expandió a la velocidad del rayo por las poblaciones de sucre, José Gálvez y Celendín, y la expectativa del público por ver el final y resultado de esta contienda, superaba a la expectativa que los sucrenses sentimos por estar en la fiesta de San Isidro, si cabe la comparación. Celendín se mostró algo indiferente, y solo participó en este evento el infaltable periodista Napoleón 'Sánchez Urrelo, (Tagaga) ávido de cubrir la noticia a nivel provincial y nacional.

Y como no hay plazo que no se cumpla, llegó el día y la hora indicada, mucho ajetreo, mucho público, comentarios de toda clase de grandes y pequeños, hasta que aparecieron los contendores cada uno con su respectiva barra a cual más bullangueras, acicalados de sendos buzos azules y de blancas zapatillas de marca, como si se hubieran puesto de acuerdo, Una vez frente al jurado que los esperaba con ansiedad y visible nerviosismo, el juez Gutemberg se puso de pié para saludarlos con un apretón de manos y les arengó con algunas frases entre las que destacó la conocida y muy usada frase en competencias deportivas " usos son de la guerra, vencer y ser vencidos " e indicó que todo estaba listo, y que la carrera puede iniciar.

Ahí es donde viene lo inesperado, lo inaudito y el gran ingenio de don Quirino que sale a relucir para ganar la competencia sin derramar una sola gota de sudor. Señor juez, gritó a todo pulmón, como Ud. y todos los presentes pueden observar, que la diferencia de edad y de peso son abismalmente opuestas, muy favorables para mi contendor, sin embargo le doy ventaja en lo que respecta a la edad, porque además es insalvable, pero en lo que a peso se refiere, si se puede equiparar, por lo tanto exijo lo que por justicia tengo derecho, con esto quiero decir que ambos corramos con el mismo peso, para lo cual usted se servirá hacer echar en un costal, la cantidad de 34 kilos de piedras para que mi contendor lleve sobre sus huesudas espaldas, de ser posible atado fuertemente con un reata de mula para que no lo pueda retirar a través de todo el trayecto de la carrera, de tal manera que esta competencia se desarrolle en igualdad de condiciones.

Desde luego que Pashe no aceptó tal condición, con el consiguiente malestar de un público que no cesó de aplaudir y vitorear la actitud de don Quirino, de parte de sus seguidores, y al mismo tiempo muchas voces de protesta de la parte contraria y adeptos del profesor Práxedes.

El Jurado pidió respetable calma, silencio y serenidad, para luego de deliberar este difícil caso por una hora más o menos, falló a favor de don Quirino, procediendo a su proclamación como triunfador de este anecdótico y singular evento deportivo, que como es de suponer, se festejó con gran algarabía y terminó en una descomunal tranca.

De la revista El Labrador, 2006.

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