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martes, 30 de septiembre de 2014

Personajes sucrenses: REYNALDO ROJAS SILVA


-1922-

Por Olindo Aliaga Rojas y Gutemberg Aliaga Zegarra.
Reynaldo Rojas Silva nació el 22 de enero de 1922, en la calle Cajamarca, antiguamente llamada Calle Salida a Cajamarca del barrio La Toma, en el distrito de Sucre, antes Huauco, provincia de Celendín, departamento de Cajamarca.

Fueron sus padres Reynaldo Rojas Reyna y la celendina doña Donatilde Silva Merino.

De distinguida estirpe huauqueña, su abuelo paterno, don Teodoro Rojas, fue preceptor y jurado de la escuela regentada por el municipio; integró, juntamente, con los señores: Antonio Chávez y Braulio Sánchez el primer concejo que presidió el señor José María de Silva, Alcalde primigenio del Huauco, siendo su timo cargo público en el concejo municipal, el año de 1890. Su padre don Reynaldo Rojas se desempeñó como regidor entre los años de 1912 al 1914, en su período se encargó de la Inspectoría del Estado Civil del Concejo.

Contaba tan solo con 4 años de edad, cuando los esposos Rojas Silva deciden viajar a la costa, asentándose en el puerto del Callao, después de un largo y extenuante viaje, en este pueblo chalaco transcurre la infancia del niño Reynaldo, sucrense de nacimiento; y, chalaco de corazón. El Callao será su patria adoptiva del futuro Diácono que al evocar ese viaje dice; "El año 26, con mis hermanos mayores salimos de Sucre, siendo yo el menor, fue realmente maravilloso, admiré por primera vez la belleza de lugares, para mí desconocidos; ya en el Callao, conocer la inmensidad del mar, sus impresionantes olas, ver los barcos, es inolvidable".

Reynaldo Rojas, último hijo legítimo del matrimonio Rojas Silva creció bajo el modelo riguroso de su padre y la vida cristiana de suma generosa, que le prodigó los valores de caridad y el servicio a Dios.

Sus estudios tanto de primaria como de secundaria los realizó centros nacionales de educación del Callao, demostrando predisponibilidad y talento para el estudio, siendo un destacado alumno.

En su juventud se le despertó la afición por la electricidad adquiriendo el título de Técnico Electricista.

Trabajó en su oficio de electricista, por más de 40 años como contratista en la rama de la construcción civil, haciendo instalaciones eléctricas en grandes obras de colegios, fábricas y edificios de Lima Callao.

El 12 de octubre de 1943, a la edad de 21 años, contrae matrimonio con la señora Alodia Arévalo del Castillo, natural del Callao; de esta unión matrimonial tiene 6 hijos: Gloria, Teodoro, Elisa, Edit, Walt Rita, 25 nietos y 26 bisnietos.

En la década del 50, se traslada con su familia a un barrio marginal denominado San Martín de Porres, donde edifica su vivienda.

Este cambio de residencia es vital para el hermano Reynaldo; pues, le sirvió para consustanciarse con el pueblo emergente.

Pronto se convirtió en promotor y organizador de la comunidad en procura de los servicios indispensables para el pueblo inmediatamente y por sus dotes de dirigente vecinal fue elegido presidente de la comunidad para representarlo en las luchas que futuro distrito limeño venía sosteniendo en búsqueda de su progreso, paralelamente, ocupó el cargo de Tesorero de la Cooperativa Parroquial, cargo que desempeñó por 6 años consecutivos, siendo relación con la iglesia, la de un laico.

En 1963, forma parte de los grupos de formación y de vida cristiana organizada por la parroquia, su relación con la iglesia aún no muy fuerte.

En 1970, es elegido presidente de la agrupación de hombres dos Caballeros de la Santa Cruz.

Al poco tiempo, también fue nombrado presidente de la Coordinadora de los Grupos Apostólicos de la Comunidad Parroquial.

El 28 de julio el Concejo Municipal de San Martín de Porres lo distinguió con Diploma al Mérito por sus servicios prestados a la comuna.

Es en este año, dueño de una vasta experiencia y reconocimiento por parte de la comunidad civil y eclesiástica; maduro y taladrado por enseñanzas y consejos cristianos de su madre, Reynaldo, abre de par en par su corazón al servicio de la iglesia; y, sin vacilación, se decide estudiar en el programa de profundización cristiana para agentes pastorales. Estudió 4 años, después vino su preparación para el diaconado.

Desde ese momento su vida discurre entre los cargos asumidos, el estudio y las obligaciones de la iglesia, dando charlas sobre la realidad solo del distrito; sino, nacional y la difusión del Evangelio a través de Biblia.

A estas demandas se sumó otro, de urgente necesidad para el pueblo católico sanmartinense, la terminación del nuevo templo de la Santa Cruz, en cuya construcción, el electricista Reynaldo Rojas, tuvo dedicada participación.

El 20 de febrero de 1972, es distinguido con diploma de honor por servicios prestados a la Cooperativa Parroquial en su calidad de tesorero, por espacio de 6 años. Este mismo año, es elegido Delegado a Asamblea Episcopal Zonal, y en 1973, es delegado laico con representación en Lima a la XLII Asamblea Episcopal Perú designado por el Cardenal y Primado de la Iglesia Juan Landázuri Ricketts.

Al tercer año de estudios en el programa de profundización cristiana, con fecha 16 de julio de 1973, el religioso presenta su currículum a Monseñor Germán Schmits, solicitándole se le permita como aspirante a la Diaconía. En este documento dirigido al Monseñor además de expresarle su deseo para el que aspira, da cuenta de vocación cristiana, la misma que le viene de familia, según lo expresa en el primer párrafo de la solicitud en referencia, donde dice: ser hijo de padres católicos, contándose entre su familia a dos sacerdotes. La fa sacerdotal le viene por el lado materno, y se refiere al párroco Mercedes Merino, cura de Sucre por los años de 1877.

En este mismo documento, da una confesión, la que hace del postulante Reynaldo, ejemplo de verdad y entrega a la vida religiosa, cuando dice: "El llegar a mis hermanos, ver de cerca sus problemas, su desorientación y debilitamiento de su fe en el señor han hecho desarrollar en mí, deseo de ser cada vez más consciente y fuerte en mi compromiso con mis hermanos en Cristo".

El 7 de abril de 1974, a los 52 años de edad y después de un período de formación y profundización religiosa, en la escuela de preparación cristiana, es consagrado Diácono permanente, en la Basílica Central de fina por el Cardenal Juan Landazuri Ricketts. La ceremonia de reordenación del diaconado constituyó la Primera Promoción de Diáconos en la Iglesia del Perú.

La práctica del diaconado por la iglesia peruana, mereció la atención de todo el periodismo, la Revista 7 Días, suplemento del diario Prensa calificó a este hecho como un acto sin precedentes en nuestro país.

Entrevistados los consagrados por la Revista 7 Días, cada uno de los integrantes de la promoción de este primer diaconato que en total fueron 7, de ellos: seis peruanos y un español; el diácono Reynaldo Rojas definió al diaconado como un puente entre la jerarquía y la comunidad, para llegar a ella con más claridad y desempeñando una misión a favor de los más oprimidos; abogó por la eliminación del egoísmo del corazón de los hombres y opinó que, "mientras haya injusticia, habrá rechazo de Dios".

Ordenado de diácono, cargo que va más allá de ayudante de Sacerdote, puesto que, con su ordenación, quedó autorizado para ministrar los sacramentos, celebrar misas, entre otras responsabilidades espirituales. El diaconato para el hermano Reynaldo tiene además otra connotación, representa la coronación exitosa con el máximo grado de su carrera religiosa, es laurel y olivo de su vocación de a espiritual.

Su ordenación, impactó a nivel departamental y llenó de gozo a sus familiares; con tal motivo, su hermano mayor Teodoro le escribíó una carta desbordante de ternura y emoción.

Ya diácono continuó al frente de la Iglesia de la Santa Cruz templo donde se forjó y realizó su vocación, ejecutando una labor pastoral aprobada por la feligresía sanmartinense. Muy cercano templo, en la calle Arequipa N° 3324, se ubica su domicilio donde vivió con su buena esposa y sus 6 hijos.

Merced a una selección entre los diáconos permanentes de 1a arquidiócesis de Lima, participó en la Asamblea Regional de aporte a la Asamblea General del Episcopado Latino Americano de Puebla México.

En 1979, asistió a la Tercera Conferencia General del Episcopal Latino Americano en representación del diaconato de los países Bolivarianos: Perú, Bolivia, Ecuador, Bogotá, y Venezuela, realizada en Méjico.

En aquella oportunidad, se relacionó con mucha gente importante del mundo católico y conoció directamente a su Santidad el Papa Ju Pablo II, con cuya personalidad quedó gratamente impresionado.

Su presencia en la conferencia fue para llevar la voz de 5 países unidos en una misma fe, por una misma realidad, aquejados por 1a miseria y la injusticia, para mayor ilustración y por ser parte de su historia, transcribimos el mensaje que el hermano hiciera a ese cónclave.

"Hermanos, vengo de Lima, Perú, de un pueblo joven, San Martín Porres por ser Diácono, mi principal misión es formar comunidad cristiana, estoy inserto en un pueblo que realmente vive en pobreza y he querido dar mi voz, porque esa es mi promesa al partir de allá: ser la voz de los que no se le escucha.

Desgraciadamente, cuando el pueblo despierta a su realidad, que vive inmerso en la pobreza, la injusticia, la opresión, fruto de una sociedad de estructuras opresoras y se une para buscar que se le escuche y se le haga justicia, encuentra como respuesta la opresión, se les calumnia, se les califica de subversivos, de políticos y los que tienen el poder, usando este pretexto los matan. Lo he visto esto cara a cara, por eso les digo de todo corazón, no es una abra que se diga simplemente, porque se lea en los diarios y se repite o se habla porque sí; yo soy consciente de lo que digo, he visto como se trata, como se les sierra todas las puertas, como se les margina, ya no saben dónde voltear sus ojos, Y, principalmente mi voz, es esa voz de esperanza que ellos piden, traiga para ser expuesta aquí; solamente viven con ese anhelo en su corazón: Que en el encuentro de esta Tercera Conferencia Episcopal Latino Americana, pueda alimentar su esperanza de seguir viviendo, porque no se puede hablar de vida de cristo, no se puede hablar de amor cristiano, no se puede hablar de tantas situaciones de la iglesia, soslayando una realidad concreta, las masas, el pueblo mayoritario en Latinoamérica, vive postrado y no puede hablar porque si lo hace sabemos las consecuencias: su muerte.

Por eso, quiero dejar bien sentado este precedente, dejando para los teólogos, los peritos, que lo ubiquen donde quieran; pero, que no soslayen una realidad concreta que está viviendo Latino América.

Suplico a los señores obispos, tengan bastante apertura al amor, porque el pueblo sabe amar, lo estamos viendo aquí en Puebla, como se abre el corazón de los pobres para entregarnos su amor. En todos los pueblos de Latino América se vive igual, se ama; pero a veces, no sabemos amarlos".

Al igual que la ordenación de su diaconado, su presencia y participación en la Conferencia Episcopal de Puebla, fue muy mentada por los círculos religiosos e intelectuales del Perú; en Cajamarca, el escritor Carlos Burga Larrea, en su Diccionario Geográfico Cajamarca, edición de 1983, en la parte dedicada a Celendín, refiriéndose a este hecho histórico dice: "Consideramos dato histórico que 1979, el primer celendino que ha representado a su pueblo en un certamen religioso tan importante como Puebla (Méjico), es Reynaldo Rojas Silva como Diácono".

Después de una larga, prolija y agotadora labor evangelizado en la iglesia de la Santa Cruz del populoso distrito de San Martín Porres, el 19 de noviembre de 1986, solicitó al arzobispado de Lima conceda su cambio a la ciudad de Cajamarca. Solicitud que le fue aprobada el 24 de noviembre de 1986. La carta que lo autoriza es siguiente:

Lima 24 de Noviembre de 1986

Querido Reynaldo:

He recibido tu carta del pasado 19 y te expreso mi preocupación por tu salud, ojalá que esta estadía en Cajamarca, para lo cual te doy formalmente mi aprobación logre tu total y rápido restablecimiento, puedes estar seguro que así lo pido al señor.

Para la parroquia de la Santa Cruz, de San Martín de Porres, será la pérdida temporal de un valioso colaborador; pero el señor sabrá ayudarnos, y también en Cajamarca podrás trabajar para él.

Con estos sentimientos te renuevo mi afectuosa bendición.

Firma del Arzobispo Primado.

Trasladado a Cajamarca, después de una breve estadía en esa ciudad norteña, Monseñor José Dánmert Bellido le extendió constancia encargándole la administración de la Iglesia Matriz Isidro Labrador de Sucre, la misma que dice:

Credencial de Nombramiento

El obispo de la Diócesis de Cajamarca, autoriza al Diácono Reynaldo Rojas Silva, para que pueda ejercer su ministerio pastoral en Parroquia de Sucre, con todas las obligaciones y derechos que corresponde, para constancia firmo el presente, en Cajamarca a los14 días del mes de noviembre de mil novecientos ochenta y seis.

Firma José A. Dánmert Bellido
Obispo de Cajamarca

La encargatura de esta parroquia fue para el diácono, como un milagro; pues, le dio la oportunidad de regresar a su pueblo, deseo que permanecía subyacente en su corazón, sin poder decirlo, ni exteriorizarlo por más de medio siglo.

El 14 de noviembre, es una fecha inolvidable para el Hermano Reynaldo, por que marca el comienzo de una nueva etapa de su longeva vida y el retorno después de 60 años a su amada tierra.

El 28 de enero de 1987, en posesión de su nueva parroquia hace su primera celebración, en la cual pronunció una vibrante y emocionada homilía referida al reencuentro con su pueblo y regreso a su tierra luego de una larga ausencia; atrás quedaron, igual que su fresca juventud, los arreos de la agitada vida en la costa.

Se instaló en la casa parroquial, junto con su inseparable Alodia; periódicamente es visitado por sus hijos y nietos.

Su labor evangelizadora no pudo ser diferente a la de otros lugares, a donde llevó la palabra divina, en la comunidad sucrense su misión ecuménica resultó encomiable; pero mayor es su obra material adscrita al embellecimiento y conservación del templo, procurando que ese monumento, orgullo de muchas generaciones, se mantenga tal cual concibieron nuestros antepasados, sin alterar sus estructuras, su forma, ni cambiar los materiales predominantes de la región.

El 15 de noviembre de 1990, es distinguido con un diploma de honor por el alcalde Julio Horna Collantes, al conmemorarse el cincuenta aniversario de la ciudad de Sucre.

El 12 de mayo de 1994, a su edad de 72 años, inesperadamente sufre una peligrosa hemorragia cerebral, los médicos que lo atendieron: Filadelfo Horna Calla, Nelly Zegarra Marín y Domingo Gómez Sánchez, ordenaron su inmediato traslado a un hospital de Lima, siendo internado en el Hospital Militar, donde se recuperó y fue atendido por los doctores: Marco Antonio Castañeda y Linder Rojas.

Luego de 8 meses de dolorosa recuperación, regresa a Sucre, para cumplir con su labor pastoral al frente de su querida Parroquia San Isidro.

El año de 1996, invitado por su hija Rita, viaja a los Estados Unido de Norteamérica.

El 28 de diciembre de 1997, por límite de edad se retira de 1a iglesia, obviamente, con esa natural tristeza en el rostro; pero, con 1a satisfacción del deber cumplido en su corazón.

Una sentida Eucaristía, realizada el 20 de diciembre de 1997 marcó el corolario de su despedida, a la que asistieron los fieles de pueblo y alrededores.

En esta ceremonia religiosa, recibió testimonios de gratitud, se dio lectura a una carta del señor Pedro Marín Marín, quien exaltó lo valores y virtudes del señor Rojas, como religioso y sucrense. El profesor Walter Mariñas hizo una acertada biografía y por su parte el concejo municipal le entregó un diploma de honor en mérito a su destacada labor a favor de la iglesia y del pueblo de Sucre.

Para cumplir con su apostolado, el hermano Reynaldo, hizo de la carta a Timoteo su sable y su ara, en todos los actos de su vida es cumplidor y un hombre respetable, que durante su diaconado guardó el misterio de fe en conciencia limpia. Timoteo 3 - 8 y 9.

En 1998, viaja por unas cortas vacaciones al estado de Virginia en Estados Unidos.

En este hombre corpulento, ojos claros, de tez más bien blanca, de cabellos y bigotes canos, late un corazón antiguo, lleno de verdadera fe y santo entusiasmo.

EL CALLAO: OTRO MARCO GEOGRÁFICO SOCIAL
El hermano Reynaldo Rojas, es la resultante de la simbiosis de dos ámbitos disímiles; a tal punto que, uno es serrano, su ciudad natal, Sucre; y, otro, costeño y portuario; imperó la mayor influencia en su ser la segunda área, porque vivió su niñez y adolescencia en el Callao, ciudad que en los años 30, era pacata y predominantemente católica, según Luis Alberto Sánchez, muy entregada a la misa y a las fiestas religiosas.

La familia Rojas Silva, nuevos vecinos del puerto, no pudieron sustraerse a esa costumbre mística de los chalacos y en general de los costeños; que cada domingo, no desayunaban, sin antes, haber escuchado misa en la iglesia barrial, a la que acudían los hombres ataviados de un sobrio terno compuesto de pantalón, saco, chaleco y corbata y las mujeres, de velo y guantes de un mismo color.

No solamente el medio ambiente influyó en su vocación religiosa, agentes decisivos significaron, el ejemplo, la moral y el consejo recibido de su madre, una mujer formada dentro los parámetros de la religión católica.

En ese ambiente mojigato y la influencia maternal, fue cultivando su inclinación religiosa y su amor por los demás.

Su vocación por vestir el alba o casulla se abrió a una edad madura, a esa edad que no admite retrocesos; por eso, cuando el hermano Reynaldo decide vestir el blanco uniforme de diácono, lo hace con firmeza, convencido de que la labor pastoral será en adelante su actividad que le permitirá realizarse como hombre al servicio de la comunidad creyente; aunque esto le trajera, como seguramente le trajo, algunas desesperanzas y frustraciones.

VALORACION DE SU OBRA
La obra espiritual y material del hermano Rojas al servicio de iglesia católica, por casi medio siglo, es vasta y múltiple, su labor pastoral no se reduce solamente al trabajo de un ayudante o cercano colaborador de sacerdote, a él, se le encomendó la administración directa y exclusiva de las parroquias para las cuales prestó servicio pastorales.

El significado de su obra material en la iglesia de Sucre, valoriza testimonia el amor inmenso por su tierra, dice mucho de su inteligencia y enseña el respeto que se debe tener al trabajo y a la memoria de nuestros antepasados; así mismo, es el reflejo de su amplio conocimiento de lo que significa y representa para el pueblo de Sucre ese pequeño monumento perteneciente al clero.

Conocedor de la construcción y otros oficios adquiridos durante su juventud, se entregó con alma y corazón al cuidado, conservación y remozamiento del antiguo templo de San Isidro.

Demostrando talento y afición, con su natural parsimonia y pensamiento reflexivo, el hermano Reynaldo se alistó en 1989, a librar una difícil empresa, reparar la pared lateral izquierda del templo, averiada desde sus bases por la acción del tiempo, la lluvia y la humedad.

Para iniciar esta titánica obra, fue necesario formar un comité integrado por vecinos de reconocida catadura moral. El colectivo se formó bajo la denominación de Comité Pro Refacción del Templo y lo integraron los señores: Zenobio Rocha, Uriel Aliaga y Alindor Bobadilla, para el diácono se le reservó el cargo de asesor y director de la obra.

La obra demoró 2 años, de enero de 1988 a diciembre de 1989, y convocó la colaboración de todos los hijos residentes y no residentes de Sucre.

La refacción de esta pared, de 3 adobes antiguos de ancho, ha requerido de herramientas que por su antigüedad ya no existen y el hermano, tuvo que fabricarlas en forma especial, como es el caso de la lobera, cuyas medidas son obsoletas; su costo total alcanzó a 909 827,49 intis.

El material requerido fue de 11 658 adobes especiales, 65 bolsas de cemento, 47 bolsas de yeso y una considerable mano de obra; además, agregados de arena y piedra.

Al término de la obra el diácono entregó al Comité y a la comunidad una verdadera joya restaurada, fruto de su talento.

El trabajo fue tan perfecto que, perfectas quedaron la forma y la esencia de nuestro templo, todo esto, gracias a un hombre sucrense de verdad, porque solo los hombres de verdad, saben entender que los monumentos, como nuestra iglesia y su convento, son comunicación permanente de identidad cultural.

El significado de la obra integral del hermano Reynaldo Rojas Silva, es inasequible y será inmarcesible.


Del libro Personajes de la Historia Sucrense.

Condolencias

La Asociación Movimiento de Unidad Sucrense – MUS, el Concejo Directivo  y asociados en general, lamentamos profundamente el sensible fallecimiento de la señora:

Julissa Sánchez Zegarra

La señora Julissa Sánchez Z. falleció el día de ayer 29 de septiembre y sus restos se están velando en el distrito de Chorrillos.


Hacemos llegar nuestro más sincero pésame a la familia doliente.


Consejo Directivo MUS

lunes, 29 de septiembre de 2014

Escenario: ELECCIONES EN TIEMPOS DE CORRUPCIÓN*


                                                                                    Tito Zegarra Marín
Creo no haberme equivocado, al sostener que las elecciones municipales se están convirtiendo en una apetecida e incontrolada carrera para arribar, a como dé lugar, al reducto municipal. Así lo confirma el altísimo número de candidatos a alcaldes y regidores, y el mínimo  escrúpulo que ponen para acomodarse  en cualquier grupo o para cambiar de partido político sin  ningún pudor.
Para esos candidatos, que son la inmensa mayoría, no existen principios ni ideologías ni compromisos éticos, o si existen,  sencillamente no les interesa o no lo entienden. Lo único que les importa es estar cerca de las arcas  municipales para hacerse de un sueldo y algo más, por cuatro años.

Poco llamarían la atención esos hechos (explicables sociológicamente), si no fuera porque bajo el mandato  de los nuevos inquilinos y sus equipos de gobierno, se está ingresando a una obscura etapa municipal donde los malos manejos presupuestales y la corrupción, tienden a imponerse y al parecer  a institucionalizarse.

Para nadie es un secreto que las comisiones o ‘diezmos’ en toda compra, son pan de cada día, que las sobrevaloraciones con facturas infladas son de lo más común, que el pago por obras en infraestructura se arregla bajo la mesa, que los viáticos y gastos de representación superan lo imaginado. Un exalcalde celendino gastó, o mejor se embolsicó, alrededor de medio millón de soles en viáticos en solo un año. Un alcalde distrital gastó o también se embolsicó, 177 mil soles en ‘tarrajear y pintar’ 3 ambientes de una I. Educativa, cuando albañiles de la zona manifiestan que no debió costar más de 30 mil. Para citar algunas peras.

¿Qué hacer ante esta creciente y amenazante ola corruptora? No es fácil encontrar una respuesta, cuando desde las altas esferas del gobierno (todos los últimos presidentes) dan esos ejemplos e incitan a hacer lo mismo: el pillaje. Tal vez algunas ideas en lo local: a) Un comité salido de la sociedad civil, debe observar la ejecución presupuestal, b) Cada dos meses se debe informar por escrito y en forma detallada la ejecución de gastos, c) Todas las compras y licitaciones deben hacerse con la participación directa de ese comité, d) Mensualmente debe darse cuenta de los gastos en viáticos con sus resultados, e) Convocar a por lo menos cuatro cabildos por año, donde el informe económico, sea lo central.   

*Publicado en Panorama Cajamarquino, el 26-09-14

  

miércoles, 24 de septiembre de 2014

LOS SANTOS LIMEÑOS


Por Aurelio Miroquesada S.

El favor de Dios era también indicio de "lo mucho que había de ser servido y glorificado su santo nombre en esta cristianísima ciudad" —escribe el mismo ilustre jesuita—. Y en efecto, desde el primer siglo de vida de Lima brotaron místicas flores de santidad, que hicieron alternar su fino aroma con el perfume intenso de los jardines y las huertas. A la austeridad de los conventos se añadieron así estas galas valiosas y divinas, que hicieron que la ciudad no fuera sólo centro de Virreinato y capital religiosa y política, sino que se convirtiera en un retablo donde lucieran sus virtudes Santos criollos o españoles, pero de carne y hueso.

De España llegó Santo Toribio Alfonso de Mogrovejo, segundo Arzobispo de Lima, organizador y misionero, pródigo de limosnas y "celosísimo del bien espiritual de sus ovejas". De España vino también San Francisco Solano, evangelizador andariego y vibrante, que ha dejado tantas huellas ilustres en Lima, como las marcó en otras partes de América. Pera además en Lima surgieron temperamentos suaves, consagrados al culto de Dios y a la ternura, que, como un eco de los Reyes Magos que bautizaron el destino de Lima, supieron también unir en un mismo anhelo las tres razas: la criolla Isabel Flores y Oliva, Santa Rosa de Lima; el mulato Fray Martín de Porres; y el indígena nacido en Chiclayo, pero avecindado en Lima, Nicolás de Dios Ayllón.

De tales figuras religiosas, la más depurada y más poética es la de la delicada Santa Rosa. Lírica voz de santidad, numen propicio y permanente de la ciudad que la vio nacer y que la contempló ascender a la gloria, la leyenda nos cuenta que un día hizo llover rosas sobre Lima y otro día detuvo con sus rezos una amenazadora incursión de los piratas. Por eso los limeños la miran como un símbolo de gracia, de leve sonrisa y de cariño; y aunque se sabe que se desgarraba las carnes con cilicios, que se incrustaba clavos en las sienes y se encerraba en una celda obscura, prefieren imaginarla siempre fina, derramando ternuras y armonía, y aromando como una rosa auténtica que —con las palabras de Luis Fernán Cisneros— floreció en el jardín de Lima hace tres siglos,

y llena de perfume florece todavía...

Santa Rosa no tiene el drama íntimo ni la fuerza constante de una Santa Teresa de Jesús. No es en realidad, quizá, una mística, en el sentido de proceso mental, de adiestramiento del alma y la materia para vencer las clásicas etapas de la purificación, la iluminación y la fusión intensa y completa con Dios. En ella no hay aliento de vendaval, sino caricia suave y serena de brisa. Si dialoga con Cristo, no es ante una efigie amoratada y con llagas sangrantes, sino con Cristo Niño. Sus milagros son así bonancibles: un día siembra en su huerto plantas de romero, que crecen solas en forma de cruz; unas noches, su rostro sonriente se ilumina; otra vez alecciona a los mosquitos, que por ella ponen en paz sus aguijones y zumban santamente en alabanza del Señor.

Por eso también, cuando compone poesías, no alcanza un fervor de creación ni llega al ambiente ultraterreno de las canciones de San Juan de la Cruz. Lo que hace es suavizar y endulzar lo sabido. Y así como vuelve a lo divino una lejana canción amorosa:

(Las doce han dado,
mi Jesús no viene,
¿quién será la dichosa
que lo entretiene?)

En otra ocasión, jugando elegantemente con su nombre, vierte a su modo una copla andaluza en homenaje del Guadalquivir:

¡Ay, Jesús de mi alma
qué bien pareces
entre "flores" y "rosas"
y "olivas" verdes!

De la misma pureza, y del mismo sentido lírico y menudo, es el mulato Fray Martín de Porres. Hermano reducido y menor del Poverello, en él no hay tampoco ímpetus dramáticos, arrestos de novela de aventuras, pasión intensa y viva como en un libro de caballería a lo divino. En él todo es suave y apacible; frescura de huerto o de jardín, lírica sombra de garúa limeña. Sus atributos no son por eso una cruz, un corazón sangrante, o una iglesia en la mano como los Santos fundadores de órdenes. Al mulato Martín (Martín se le seguirá diciendo siempre, con deliciosa familiaridad, aunque se le haya llevado a los altares) sólo se le pinta con tres símbolos leves: con frascos de remedios, como enfermero; con una escobita, como humilde servidor del convento; y con un gato, un perro y un ratón, por su prodigio más raro y más sonado:

y comieron en un plato
perro, pericote y gato.

Amigo de los animales, enfermero y portero del convento, religioso que barre celdas y que toca campanas, Martín de Porres será siempre uno de los nombres tutelares de Lima; y en Malambo y en Santo Domingo, en Limatambo o en la Recoleta, en la iglesia de Nuestra Señora de la Cabeza o en el Puente, entre los libros de Santo Domingo que por él dejaron de comer los ratones, o en los olivos del nuevo barrio residencial de San Isidro, que son retoños de los troncos plantados por él, se le seguirá mirando siempre con su corazón iluminado; mulato de alma blanca, a quien, como en el verso de Clemente Althaus, puede decírsele:

En vano, gran Martín, la noche fría
vistió tu rostro con su sombra obscura;
más que la nieve era tu alma pura
y más clara que el Sol de mediodía...


Del libro Lima, Tierra y Mar.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Turismo y paisaje: REINO DE LAS NUBES

  
La ruta entre Celendín y Leymebamba, atravesando la garganta del Marañón, es una de las más notables del Perú.

Por Álvaro Rocha.

Solo unos pocos han recorrido este tramo que une las regiones de Cajamarca y Amazonas, a pesar de acoger a uno de los paisajes más sobrecogedores del Perú. Ella tampoco había paladeado esta ruta, pero algo presentía. Por eso, cuando nos detuvimos en el Abra Jelic (3.060 m.s.n.m.), echó una mirada lánguida a la campiña de Celendín, ciudad que acabábamos de dejar atrás luego de tomar un sabroso caldo verde. Después se frotó las manos para combatir el frío, subió al carro y entonces iniciamos uno de los descensos más alucinantes del planeta.

La pista asfaltada viborea entre una geografía improbable, que cambia con cada curva: desaparecen los eucaliptos, asoman árboles de limón, de palta, descomunales cactus y al fondo de este escalofriante cañón se atisba al enorme y silencioso río Marañón cortando en dos la cordillera. Ella parece hipnotizada por un océano de montañas azules sobre el cual danzan traviesas nubes que a veces dejan apreciar seductores panoramas. Los turistas australianos que nos acompañan no dejan de decir "wow" y "amazing" a cada rato.

Cruzamos el Marañón por el puente Chacanto y paramos en el pueblo de Balsas (700 m.s.n.m.), donde comemos fruta mientras nos despojamos de la ropa de abrigo. Luego la carretera asciende, también en forma abrupta, solo que el entorno natural corresponde ahora al bosque montan, con orquídeas, cataratas, helechos y una selva húmeda desdibujada por la bruma que se incrementa en el Abra Barro Negro (3.600 m.s.n.m.).

Después casi resbalamos hasta Leymebamba. Ella bajó y respiró hondo. Su pelo negro estaba revuelto y parecía más delgada que antes, como si la tarde la estuviera deshaciendo, pero al mismo tiempo se la veía más hermosa: la ruta había hecho su trabajo.

Tomado de la Revista Somos del 9 de agosto 2014 (Fugas)

Fotografía: KmrojasA.

martes, 9 de septiembre de 2014

14 de mayo, 10:00 p.m.: HOMENAJE A MI MAESTRO


Por: Heráclito Malaver.
Es posible que el Título pueda desconcertar al lector de este cuarto número de «EL LABRADOR». Pero quisiera utilizar el mismo para intentar expresar lo que significó para un modesto sucrense aquel momento, esto es, tener la oportunidad, podría decir mejor, el honor de saludar y abrazar al maestro de maestros, con el perdón de los demás maestros sucrenses, me refiero con la emoción que brota de lo más profundo de mis sentimientos al señor Onésimo Silva Reyna.


El día anterior a la misma hora, había retomado a nuestra tierra para disfrutar de las festividades en honor a San Isidro Labrador, Patrón de esta tierra generosa cuyo nombre honra a uno de los precursores de nuestra independencia: Sucre (Antes Huauco).

Al efectuar los planes para mi visita a la madre tierra, a la cual la visité por última vez en el mes de Agosto de 1983 y a la fiesta de mayo regresaba después de 24 años. Se imaginarán la alegría que me embargaba, me había hecho muchas ilusiones al visitar mi tierra, como es la de reencontrarme con amigos de la infancia, residentes en la misma tierra sucrense y en otros lugares del país, Lima incluida, que retornan por esta época a disfrutar de las festividades patronales. Tener la oportunidad para poder recorrer sus calles, fieles testigos de nuestros correteos infantiles y juveniles, admirar su hermosa campiña que la naturaleza le ha otorgado, además de respirar con felicidad la pureza de su aire, disfrutar de la frescura de su agua, gozar contemplando los conocidos cerros que hacen de su campiña un paisaje cuya hermosura es el orgullo de todo sucrense.

Por supuesto, no quisiera seguir hablando de algo que todo sucrense sabe y conoce con mayor precisión y que puede expresarlo de mejor manera; asi como también, lo que siente por nuestro pueblo, cualquier adjetivo será insuficiente para expresar nuestro amor al terruño. Alguien podría decir por qué no escribir un artículo hablando más de Sucre o buscando un título que refleje en sumo grado el homenaje del hijo que regresa a su tierra después de tantos años, ¿No les parece? Pero creo humildemente que aprovechar esta ocasión para rendirle el merecido homenaje a don Onésimo Silva, un maestro como lo fue en nuestra escuela N° 83 y lo seguirá siendo estoy seguro en la vida diaria, alejado ya de las aulas, es una manera de rendirle homenaje a nuestro pueblo.

Al divisarlo sentado junto a otros respetables sucrenses, en el perímetro de la Plaza de Armas junto a la Iglesia aquel 14 de mayo de 1994, hora 10.00 de la noche aproximadamente, retrocedí en el tiempo 41 años y me situé exactamente en el año 1953 en que tuve la suerte de tenerlo como mi maestro en el último año de la primaria de aquel entonces. Lo imaginé, o sonaría mejor lo vi entrando a nuestro salón que da al jirón José Clodomiro Chávez (antes Lima), hora 8.30 de la mañana, cuidadosamente vestido con una elegancia que lo destacaba, ponernos de pie y empezar a entonar la canción matinal, en la cual el afinaba la voz indicándonos el tono en que debíamos empezar esta canción. Por supuesto que había que poner la máxima atención, a fin de entonarla como a él le gustaba, de no hacerlo así, sus próximas palabras eran «Se quedan reclusos todos». Palabras inapelables, porque el maestro Onésimo era muy estricto, el no buscaba perfección, sino que sus alumnos fueran los mejores inclusive, entonando una canción, que venía después, la clase de aritmética o lenguaje, momento en que empezaba su clase con una entrega total, una voluntad, una vehemencia que a lo mejor en aquella época de niños no le sabíamos dar el valor que todo esto significaba, pero pasado el tiempo estoy seguro que sus alumnos, tratamos realmente de comprenderlo y darle las gracias por su sacrificada y abnegada labor en procura de trazar el camino hacia la superación entre muchas cosas; enseñarnos a querer a nuestro pueblo, buscar el progreso personal de sus alumnos.

Continuaba con las clases de historia del Perú, que eran verdaderas narraciones de hechos, personajes y fechas entre otras cosas, pero narradas con tanta identificación y realismo, que creo nos hacia sentirnos como actores o espectadores de esa historia tan hermosa de nuestro país. Podría seguir mencionando el dictado de los diferentes cursos, en los cuales también ponía mucha voluntad y celo, pero el espacio creo que es el principal obstáculo.

También se daba tiempo para contarnos sus vivencias personales, los momentos vividos en sus vacaciones en la capital de la República, y los contaba de tal manera que nos hacía imaginarnos en lugares y hechos desconocidos para nosotros.

En aquel entonces escuchar, por citar un ejemplo, cuando nos contaba los partidos de fútbol correspondientes al sudamericano realizado en nuestro país, eran más que un complemento a nuestros iniciales conocimientos de estos eventos y que por primera vez muchos escuchamos a través de esporádicas transmisiones radiales.

Su pasión por el deporte era grandiosa, digo era porque estoy tratando de contar lo ocurrido en el marco de aquel 1953, no dudo que seguirá siendo tan apasionado por el deporte y sobretodo por todo lo que se relacione al ámbito nacional y porque no decirlo al de su pueblo - Sucre.

En todos estos hechos, en sus clases, en sus narraciones, gestos y actitudes.

Siempre estuvo presente el amor a su pueblo, inculcándonos el amor que debemos a nuestra tierra, el espíritu de superación que debía anidarse en cada uno de nosotros, porque el quería con vehemencia que sus alumnos fueran los que destacaran sobre el resto. Podría parecer soberbio u orgulloso pero, porque no serlo o parecerlo, si era para que sus alumnos crecieran no solo físicamente sino también en el terreno intelectual.

Pidiendo disculpas por los errores de sintaxis, he querido a través de esta desordenada narración intentar hacer una breve semblanza del maestro Onésimo Silva, como mi modesto homenaje; estoy seguro que se la habrán rendido muchos.

Este relato incompleto, no refleja con exactitud lo que representa para nuestro pueblo un maestro como lo fue y es el Señor Onésimo silva. Por lo que agradeciendo a los editores de esta revista el espacio que se me brinda no quería desaprovechar la oportunidad de expresar mi saludo y eterno reconocimiento a un gran hijo de Sucre. ¿Tendría más adelante oportunidad de hacerlo?, no lo sé.

Pero aquel 14 de mayo lo considero como una de las mayores experiencias y satisfacciones que me ha deparado el año 1994. Todos los planes e ilusiones que me había hecho y a los que hago mención, se vieron rebasados por ese momento que lo considero trascendental e inolvidable, imagínense la emoción de saludar y abrazar ami maestro. Ahora espero comprendan la razón del título.

¡GRACIAS!, ¡pero muchas gracias! ¡A usted señor Onésimo Silva Reyna, mi maestro! por haberme permitido abrazarlo y por todo lo que me dio...


De la revista El Labrador, mayo 1995

domingo, 7 de septiembre de 2014

CHALÁN


-A mi nave que tocó el paraíso y volvió.

Escribe: Jorge Wilson Izquierdo

Más allá de la cumbre Catalina, al norte de Celendín, enclavada entre los altos cerros El Mirador, Surumayo y Uñigán, había una choza solitaria a veces, encapotada por la niebla que, como un airón de gasa, marchaba de este a oeste.

Era el año de 1901 en, que de Amancaes, Lima; había venido
un resabio de aquella caballería Colonial: un joven de aspecto altanero y sombrío, Muy casualmente, por innumerables persecuciones incógnitas. Habíase instalado en una casa donde se ocupaba en hacer herrajes y otros implementos para cabalgaduras. A veces asalariado como peón; se le veía abriendo surcos, con una yunta fatigada. Así transcurrieron días azarosos de angustia económica y lobreguez Solitaria en que llegó a sumar veinte primaveras rebosantes; perdidas en la cadencia de sus pensamientos y de sus recuerdos.

Por el año 1910, empezaron a esponjarse los entusiasmos de la celebración de las fiestas de Nuestra Señora del Carmen; en la capital de la provincia: corridas de toros, peleas de gallos, eran una costumbre ídem la exhibición de caballos de paso, en qué jinetes pintorescos ingresaban al coso taurino con los más espléndidos arneses. Se otorgaba premios a los mejores enjaezados y el oleaje de aplausos, le encumbraba frenético sobre los palcos y los eucaliptos.

Mariano, el joven que nos ocupa, competía en estos concursos y, por la finura y elegancia de caballos, había conquistado laureles honrosos. Su fama ascendía cada año; era uno de los mejores jinetes de ese tiempo. En su humilde habitación de talabartero, sobre toscas repisas, podía verse los trofeos ganados: mariposas con cintas peruanas, un caballo de plata, un león de presa, un cofrecillo, una testa de toro, etc. Era; en suma, el dueño dé todo esto un montador sin precedentes y que jamás tuvo rival hasta hoy.

Era Mariano tan Singular  y; apuesto que pronto ganó el apelativo de "EL CHALAN DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN", y de cuya Virgen llevaba ocultó un cárdeno escapulario. En cierta ocasión "El Chalán" no se presentó a la feria y la ansiedad fue grande. Sé preguntaban dónde estaría aquel de las riendas poderosas, de las pelloneras decoradas, del Caballo brioso y fino, ése que al compás ele la marinera bailaba y, al final, empinando el pecho robusto, levantaba las patas delanteras en una emocionante configuración. Dónde estaría ese hombre de pañuelo blanco al cuello y sombrero alón, de casaca negra y pantalón habano, con sus botas granaderas, donde ese de los mostachos enroscados y rubios, del cabello que ondulaba en las afueras del sombrero y caía en un mechón por su frente amplia y morena.

El premio se lo llevó otro: era una, efigie del Cid Campeador sobre su Babieca, modelada en bronce con cintas y flores. Mariano estaba penando, casi, en su ocaso, y a su lecho se amotinó la gente cuando lo supo. Algunos amigos velaban junto al foráneo como si se tratara de un hermano o un hijo que tal vez llevaba estirpe celendina.

II

1919. "Chalán" se presentó con, treintaicinco años sobre su corazón, agrietando su rostro las, primeras arrugas del sufrimiento. Su alazán, llamado "EL MEMORABLE", al ingresar, al, ruedo recibió uno salva de vivas y palmas. El entusiasmo explotó cuando el solípedo levanta la pata izquierda en señal de saludo, al, tiempo que Mariano, con .1a, siniestra batía su alón para lo propio. "El Memorable" desfiló escoltado por varios jinetes y en elegantes ademanes se encabritaba -teniendo piafidos ante el estampido de los cohetes. Sus cascos dorados y en el florón un dije de plata representando una pelea de gallos orlada de botones relucientes. La penca de la rienda terminaba en un par de cintas celestes. En los “tapaojos” iban las iniciales de Mariano Vásquez rodeadas por cabezas de águilas y perros de caza intercalados. En los estribos planchas de bronce simulaban huacos incas y alrededor habían figuras de llamas y escudillos del mismo material.

Al iniciarse la carrera, "El Memorable" batió el récord. A la demostración de pasos los hizo con tal estética y simetría que ninguno pudo igualar. En premio recibió El Chalán la efigie de Don Quijote y Sancho en miniatura, confeccionada en madera fina. Antes de retirarse El Chalán, desde su caballo, alcanzó la mano de una dama hermosa y poniéndola en la grupa partió velozmente hacia el campo. Fue perseguido, pero en la bajada de Llanguat burló a todos y regresaron tras una pesquisa infructuosa. De entonces, nunca se supo su paradero. Lo insólito de la aventura no se desprendía de los labios que siempre murmuraban cómo desapareció.

III

Y en aquella choza, invisible casi entre los contrafuertes de los Andes, vivía con Eloísa Solano, la bella dama que fuera arrebatada del seno de la multitud. En las mañanas diáfanas alzaba sus ojitos al ciclo y cruzada de brazos y friolenta, escuchaba el polifónico piar de las avecillas que, en rápido giro, revolaban de árbol en árbol, de matorral en matorral. Ella para él era, en el fondo de aquella soledad, el arpegio que en las albas primorosas cantaba yendo al campo a dejar los animales:

Dulce campiña amorosa
en esta hora matinal.
Bríndanos ya el Sol,
ilumina el manantial.

Y Mariano, con voz bien cimbrada sobre suelas y chavetas, lo hacía tenormente:

Tierna flor qué del árbol arranqué,
si no fueras tú en la hora azul:
Qué Sol, qué Luna ni qué estrellas
alumbraran mi enardecida fe...

El Chalán jamás pudo volver a Celendín, su cabeza está a precio: un plomo estaría listo para asesinarlo en cualquier parte. Por esto, Mariano, noble a pesar de todo, compró su arma de fuego en Bambamarca, lugar donde no era conocido, y allí también adquiría materiales para sus trabajos, los que allá también iba a negociar. La rapidez de sus caballos, eran centellas en las vueltas peligrosas y en las travesías del camino colorado.

IV

1926. Sus perseguidores dieron con él cerca a Pizón y los disparos especialmente del hermano de Eloísa, le volaron el sombrero, otro hirióle la pierna. Ya le iban a alcanzar, cuando su agotado caballo llegó a la choza y sacando Chalán su carabina, el tirador tendido fulminó a dos: los cuatro restantes se dieron a la fuga. Eloísa al ver muerto a su hermano, lloró amargamente. Recogieron los cadáveres dándoles sepultura a cincuenta metros de la choza.

V

Surge la voz de leyenda voz casi fantasma, inmensurable. Los hijos la oyeron de su padre cortarla a viva voz: Que una leona tuvo dos cachorritos y uno de ellos dábase ínfulas de valeroso, y habiendo oído a los pájaros y a los venados decir que el hombre lo era más, salió en su busca. Por la sofocante cuesta de Catalina, encontró a su rival cortando leña. Se desafiaron furiosamente tomando puestos para la lucha. El hombre sacó su carabina e hirió mortalmente al guapo leoncillo. Todo le pasó por desobedecer a su madre que, entre lágrimas, le había rogado que no vaya.

- ¿Quién fue ese hombre, papa? -preguntó el mayorcito.
- Alguien de estas vueltas, porque dicen que en estos cerros hay gente, pero deben estar lejos que muy poco los encuentro.

Se cuenta que al llegar Mariano a este lugar no había agua y que un ángel en sueños le reveló que su primer hijo moriría y que debía enterrarlo en el cerro Los Muñuños, para que las lágrimas del niño sean fuente inagotable e inmaculada. Y, ciertamente, en medio cerró brotan dos manantiales que por más que llueva nunca se ensucian, ni aumenta ni disminuye su caudal en ninguna estación. Antes se le llamaba "El Agua de Niño" y ahora sólo "El Agua Blanca", atribuyéndole efectos bienaventuradamente eróticos para los forasteros.

VI

Por los fugitivos pronto en Celendín se comentó el paraje -Chimuch entonces- del "Chalán de Nuestra Señora del Carmen", lo mismo que la desaparición de Fabián y Darío. Por ello, temerosa la policía no le molestó más... y fue motivo de congoja la trágica muerte de "El Memorable”, que se había apealado en una noche cualquiera.

1929 Los amigos de Mariano vieron a él, quien al verlos galopar, levantando una nube de polvo tras las baticolas a lo lejos, se había escondido con el cuidado de ser sus captores. Pero cuando reconoció las voces que llamaban, se lanzó a encontrarlos con indecible alegría. Allí vieron el ceño marchito y acentuadas las canas que orlaban su cabeza. Los hijos del paladín eran unos jovencitos trigueños, robustos y altos para su edad. Poco a poco a ese lugar de ingénita paz, se le conoció como el refugio de El Chalán y. cuando allí viajaban en procura de leña, maderas o venados, decían con espontáneo acento: -¡Vamos a Chalán!

Con el tiempo muchos empezaron a construir sus casas con paredes arcillosas y gruesos techos de paja, en una ladera pequeña con la simetría de un futuro pueblo promisor. A los pocos años murió Mariano, víctima de un cólico. Posteriormente, Eloísa murió de melancolía. Fueron inhumados junto a su primitiva vivienda, después de legar un hombre al rincón de su refugio y de su felicidad.

Hoy, puede aún verse aquella casita derruyéndose junto al comentario, abandonado, patética, triste, en su seno palpitando un germen de historia. Allí cerca moran el ignoto Mariano y Eloísa...

Chalán es, pues, en esta hora, un pueblecito del distrito Miguel Iglesias, provincia de Celendín, departamento Cajamarca, creado por Ley N" 9818 del 20 de setiembre de 1943, siendo presidente de la República el Dr. Manuel Prado Ugarteche.

Sus calles rectas y angostas, bien empedradas y limpias. Su plaza pequeña, simpática, acoge los juegos nocturnos de muchos niños que cantan y gritan a la opalescencia de la Luna; a los adultos que allí lidian sus gallos de pelea o conversan sobre lo que pasa en Lima y otros lugares, ya sentados en las ralas banquitas de madera o dando vueltas en el perímetro pequeño, equidistantes de una pileta reseca.

Su cielo luminoso en verano y encrespado en invierno, ha escuchado el tañer de aquellos toscos esquilones de la iglesia de Nuestra Señora del Rosario, a donde sábados y domingos van los pobladores a desenvolver el rosario con misticismo sincero. Los habitantes ampliamente generosos, siempre han estrechado el lazo que les une a la plenitud de su responsabilidad: parecen un solo corazón, una sola alma. La maldad es un desecho que desconocen. Quien escriba la historia de este pueblo no tendrá, aunque quisiere, móvil para ensombrecer sus líneas.

El río helado del puente, río Grande o río Chalán, da cotidianamente un bullicio a compás con el anhelo de esas almas que, ausentes o presentes, insurgen cuajadas de ideales, de entusiasmo por el progreso de su terruño.

Este Pueblo, como muchos otros del Perú, no debe ser olvidado. Sobre lo providencial debe esforzarse la Representación Nacional del momento para impulsarlo a romper su soledad y a salir del aislamiento de los demás pueblos.


Tomado de la Revista el Labrador, mayo 1996.
 

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