Distrito de Sucre en todo el Perú y el mundo.

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martes, 28 de febrero de 2012

VOCES NUEVAS

RESEÑA
Por Jorge Horna.
                     
Daniel Santos Gil Jáuregui, nació en Celendín en 1966. Radica en Cajamarca y ejerce su profesión de abogado y la docencia universitaria.

En plaquettes y en revistas ha publicado sus poemas desde el año 1990. Hoy nos entrega la hermosa y bien cuidada edición (Martínez Compañón Edit.) de su primer libro: Como la rama oculta del arcoíris, publicado con el auspicio de la Universidad Guillermo Urrelo. Cajamarca, 2011.

En las páginas de entrada constan varios textos valorativos:

Prologar un libro de poemas es una empresa sumamente difícil pues las imágenes que provoca todo texto poético son escurridizas como los inquietos pececillos de un estanque sostenido en el aire.
Pero Gil también nos habla de la rama oculta del arcoíris, de rocas que han mirado correr tantas mañanas, (…) de noticias que llegan en el pico de las golondrinas y de pájaros que pierden las ganas de volar en mitad del vuelo.
Y de cómo un diestro maestro de la magia blanca, convoca a las fuerzas sobrenaturales para hacer la vida un poco más hermosa y llevadera recuperando la vigencia de lo real maravilloso. Dicen que los viejos tienen recuerdos y los niños fantasías. El poemario de Daniel Santos tiene ambos: es una suerte de fantasía que se recuerda a sí misma”.
                                                                                                  (Jorge Pereyra Terrones)

“Hay, en el ser humano, una tendencia umbilical y misteriosa que lo mantiene unido, donde quiera que esté, al terruño. Por eso, cuando uno emigra de su lar querido, siempre vive añorando el “bien perdido” de la infancia y siempre vive prometiéndose, con la terquedad de la nostalgia, el retorno al lugar de los orígenes.
Hay que allegarse a este libro con unción. Todo en él es teluria. Un aliento descomunal de sentirse ligado al campo en todas sus aristas: el llano, la travesía, la cuesta, el atajo, las cumbres, la bajada…”.
                                                                                                   (Luis Cabos Yépez)

“La poesía de Cajamarca (y de Celendín. JH) nuevamente vuelve con brillo a mostrarse como pilar de la poesía peruana. Y, no es una noticia del entusiasmo, es una afirmación concreta, la cual se sustenta en el libro de Daniel Santos Gil Jáuregui, intitulado Como rama oculta del arcoíris”.
                                                                                                      (Bethoven Medina)

Daniel Santos.
Para disfrutar del arte literario de Daniel Santos Gil entrelazamos algunas ramas de su arcoíris:

  Infancia

Volveré sin duda al calor de la vieja casa de adobe
En cuya cumbrera que miraba al poniente
Una tarde de mayo
Cantó un zorzal hasta perder la voz


El mismo corazón que renunció a sus alas
Para que mis brazos pudieran cortar el viento
Y a sus azules ojos
Para que mi alma alcanzara la luz
Me abrirá la puerta
Con sus renovados brazos abiertos
Como si me recibiera por primera vez

Quién me abrazará luego no sé
Pero presiento que reconocerá mi voz el añoso duraznero
Que apenas ya
Extiende sus oídos por el patio empedrado
Que ya no es
(…)
Mi padre me dice que nada es igual
Que el vecino que solía traer el alba desde el fondo del valle
Junto con su ganado se llevó
Un amanecer desesperado
El poco de cielo que pastaba en esta tierra

Nada en efecto es igual
Salvo la casa de adobe a la que regresaré siempre
En busca de la infancia

Quisiéramos entregar todo el contenido del poemario, pero la rigidez de los espacios nos limita. Entonces, unos extractos breves, como el lúdico contorneo del sol en las gotas fugaces del agua sideral, que ratifica la fidelidad del poeta Daniel Gil con la tierra  que lo acogió los primeros e imperecederos años de su vida, y a la que defiende ardorosamente con su canto lírico.

Has nacido en esta tierra
Hecha del imaginario de sus habitantes
De lluvias de pájaros luminiscentes
De fabulosos corceles
Que apagan con sus coces el fuego
…………………


La luz trepará luego
Sobre las hojas
Enaltecidas
Dejará imperceptible su cuota de vida
………………….


Cae la mazorca de maíz
Salta el trigo en la era
El hombre
Se yergue jubiloso
Empieza la vida de nuevo
…………………..


Es el tallo
Imagen y semejanza del hombre
Cuya estatura
Estriba
En la profundidad de sus raíces
………………….


El alma vegetal de Orfelinda
Robándole una rama de fuego
al viento
que huye de otros vientos –en la pampa-
para decirte adiós
con aquel entrañable caldo verde
De paico nacido de sus ojos color café
…………………..


Al rescoldo de este fogón de piedra
Sobre los pullos tendidos en el suelo
También crece la rosa del amor
…………………

Lima, febrero de 2012

lunes, 27 de febrero de 2012

Anécdotas: HABLEMOS DE HUAUQUEÑOS DEL HUAUCO.


 Por Elmer Castillo Díaz.
En nuestro Huauco hay una variedad de personajes dignos de contar. Los hay ofensivos, cariñosos, locos, siniestros, artistas, honrados, pirañas, cultos, de todo, pondré el etcétera. Los conoces a todos, el pueblo no es grande. Huauco (nombre majestuoso que encarna el contexto) es una familia recostada entre la Quintilla, el Huishquimuna y el Lanchepata, sus tres apus, silenciosos en la tranquilidad del estío, cuando la creciente ruge.


Me cuenta mi madre que el doctor shilico que la atendía, éste al enterarse que era huauqueña, le comentó, "Señora, le teníamos tanto miedo a los huauqueños, que cuando escuchábamos que entraban a Celendín en sus caballos, nos metíamos debajo de la cama, achichin". Qué ironía, ahora el huauqueño moderno, se avergüenza de llamarse así. Felizmente son dos o tres...el Huauco seguirá viviendo eternamente, mientras que de ellos ni sus hijos se acordaran.


Nuestro buen amigo Josheritas había recibido una tunda "de padre y señor mío". Estaba magullado, adolorido y no se levantaba de la cama, raro en él, pues a las seis de la mañana remojaba sus tarjas en la acequia que recorría su calle con un buen libro en las manos. Su madre, preocupada levantó la cortina que separaba su cuja de la salita y le dolió en el alma ver a su hijo en ese estado. Preocupada le reclamó cómo se había hecho, que los tragos lo estaban llevando a dañarse físicamente. Al acercarse más, no era golpe de una caída, sino de una reverenda golpiza. "Hijito, ¿quién te ha pegado, quién ha sido ese abusivo? (seguro tenía en cuenta el tamaño de su vástago), dime su nombre, ahorita mismo voy al puesto y pongo una denuncia"..."Vieja, no te preocupes"..., "¿Cómo no voy a preocuparme?, "mira cómo estás", "Ohhh, vieja, ni vayas a hacer problemas, ¡imagínate! si yo estoy así, cómo estará el otro". El otro estaba muy tranquilo, campante y sin un rasguño libando alegre en la Plaza de armas.


La honradez y la palabra dada en el huauqueño era ley. Recuerdo una historia de un familiar en La Toma. Quería vender su terrenito, el primo que se había enterado de la venta se acercó a su casa ofreciéndole mil quinientos soles (soles de esos años), el tío quería dos mil. Como sea le dijo, en dos mil quedaron, tenía pasto, era grande y una pequeña casita circundaba el terrenito. Vendería unos terneros y algunos cobres ahorrados por ahí tenían. Pasó un mes, dos meses y no se acercaba a finiquitar la transacción. Un foráneo al ver la necesidad del tío, le ofreció cinco mil contantes y sonantes. Preocupado y con pena se aproximó a la vivienda del familiar: "Oite pues primo, ¿vas a querer o no el terrenito?...mira que ya me están ofreciendo cinco mil, ¿lo vas a querer o no?" El primo ni corto ni perezoso sacó el dinero de donde sea. Una buena lección, la palabra debe valer más que cualquier documento escrito notarialmente, palabra de hombre.


Nuestro amigo, muy conocido él, Loco Beto, o simplemente Beto Bomba, se divorciaba de su esposa. Ella, como es normal, le entabló juicio por alimentos por una cantidad fuerte. Loco, con dinero en esos años, contrató al mejor defensor de Cajamarca. El leguleyo usando las artimañas, tenía que defender al que le pagaba por hacerlo (recibos de luz, agua, comida, enseres...etc.). Después de algunos meses visitando el Palacio de Justicia, el picapleitos había triunfado. Fue a darle la noticia personalmente a nuestro amigo Loco Beto, "Loco, (lo tuteaba (y todos sus amigos lo tratan así, ganamos el juicio, le pasaremos a tu consorte 400 soles mensuales". El brinco que dio el Loco de la silla tras su escritorio fue sorprendente y con las gesticulaciones propias de él, le dijo airadamente, "¿Cuatrocientos, cuatrocientos? "!Con cuatrocientos mis hijas se mueren de hambre, pásales mil doscientos". Era la cantidad que le estaba pidiendo su ex media naranja.


Chancona y Pepe Cortisona (Víctor Hernández y Moisés Sánchez) transitaban en una vieja moto, 50cc Honda, las inacabables automáticas. Al llegar a una intersección, a altas horas de la noche y con unas copas de más, una batida de vehículos se llevaba a cabo. Como es natural, pararon la destartalada motoneta y bajando de ella Chancona se aproximó al policía. Después de unos segundos Chanconita se volvió a donde estaba Cortisona y le dijo, "¿No tienes ahí veinte soles?", "¿Veinte soles, cómo que veinte soles, acaso es camión?".

El viejo Chiquiruna, don Manuel Chávez Reyna, huauqueñaso, tuerto, terco, renegón y muy enamorador. Pasaba por un velorio y se detuvo en la puerta. Los familiares lanzaban llantos de dolor por el que descansaba en el ataúd. "Tan buenito pues... ¿por qué Diosito te lo llevas?, con sus lindas manitas nos ayudaba a pelar papas, cortar la cebolla..., ¿por qué pues Señor te lo has llevado?,..., muy inteligente, en el colegio siempre sacó buenas notas...ayayay". Los llantos mezclados con las cualidades del difunto enervaron la paciencia del viejo Chiquiruna, quien con voz torpe increpó a todos los dolientes, "Já, seguro que cuando me muera van a decir ¡Qué lindazos ojos he tenido!", siguiendo su camino con el único quinqué que tenía.


La tía Luzgarda Zegarra se sentaba en su puerta, sobre sus hombros un pañolón oscuro, medias gruesas de lana, para soportar el frío. Ella conocía a todos sin excepción y siempre atenta con el que pasaba por su puerta. El saludo era y debería ser un ingrediente de educación en casa y el colegio, especialmente si uno es mayor, cederle la vereda, unos buenos días, tardes o noches, es bueno recibir de los jóvenes. "Tía, buenas noches", "Hola sobrino, adónde te vas...de dónde vienes". Y había que contestarle, pese a que hace cinco minutos le habías contestado, y así sucesivamente. Ya con los años y achaques se la veía muy delicada, pero no dejaba de sentarse en el quicio de su puerta para ver pasar a sus familiares y seguir con la letanía de sus preguntas. Con más de noventa años, acurrucada con su viejo pañolón me senté a conversar con ella una tarde. Al preguntarle cómo se sentía, con esa sabiduría irónica que se aprende con los años, me contestó; "Ay hijito, a mi me duele todo el cuerpo, por la artritis, ya no veo, escucho apenas, ni una papa puedo pelar..., todo hijo, menos la paloma". Buena respuesta.

De la revista El Labrador, mayo 2010.

sábado, 25 de febrero de 2012

ARGUEDAS Y ALFREDO PITA, AMIGOS

Por Jorge Horna.

Alfredo Pita.
En el libro testimonial Días de sol y silencio. Arguedas: el tiempo final, Alfredo Pita (Celendín, 1948), reconocido escritor también de relatos y novelas, da cuenta de su amistad con la familia Arguedas-Arredondo (José María y Sybila) en los tiempos culminantes de la vida de aquél. Circunstancia extraordinaria que le deparó compartir con ellos “ese amor, por la vida y por el Perú” y que “la única forma que tengo de hacerlo es hablar desde mí mismo, desde mis recuerdos y mi experiencia” (pag. 11 y 15).

A partir de 1969, año del deceso de José María Arguedas, muchos ensayos interpretativos (Flores Galindo, N. Manrique, A. Torero, C. Lévano, Vargas Llosa, Carmen Pinilla; la enumeración es extensa) han bordeado la obra del autor de Todas las sangres.

Alfredo Pita aporta en su libro lo tangible de los resquicios hogareños de Arguedas en la solariega casa de la urbanización Los Ángeles en el distrito limeño de Chaclacayo. Confirma con su visión de joven universitario de aquel entonces, el perenne mensaje arguediano de prender en el alma y la mente de todos los peruanos un “mundo más esencial y puro, el de los indios del Cuzco y de las regiones aledañas” (Apurímac, Huancavelica, Ayacucho. JH) (pag. 34). Pues Arguedas nos dejó el planteamiento de un Perú diverso e intrincado, generador de constantes conflictos sociales, y la exigencia de instaurar los mismos derechos y oportunidades para todos en la praxis de nuestra histórica interculturalidad.

Nos dice que Arguedas aborda el mundo andino con una vinculación y empatía sin distancias, dominando la emotividad, desde el agreste camino que viene padeciendo por centurias el campesinado indio y pauperizado del Perú.

En este libro, está la imagen del hombre (Arguedas) que en su diario vivir y su interioridad anímica abrigaba el intenso compromiso de hacernos conocer y entender la complejidad de nuestras raíces originarias; para desprejuiciarnos y ser capaces de mirarnos a nosotros mismos en el umbral de nuestro porvenir como nación, aún en labranza.

Días de sol y silencio. Arguedas: el tiempo final (Fondo editorial de la universidad Garcilaso de la Vega. 2011)  describe el espacio íntimo de Arguedas, que asido al afecto de su familia nuclear, afrontaba los dilemas de la sociedad desde una concepción de identificación con el universo andino, su etnia, su cultura. Sus preocupaciones quedaron impregnadas en los libros que publicó y que trascienden lo literario abriendo concretas posibilidades al análisis socio-antropológico y también político.

Días de sol y silencio. Arguedas el tiempo final es la testificación de Alfredo Pita, quien viajando a través del tiempo se instala en las postrimerías de los años sesenta del siglo pasado e imbuido de su experiencia acumulada, equilibra la apreciación que percibe del Amauta Arguedas. El lenguaje mesurado que emplea, los juicios emitidos sobre los avatares existenciales navega, viento en popa, con una rotunda prosa narrativa. La evocación no ha sido avasallada por el apasionamiento afectivo, con sensata expresión nos presenta el retrato real de quien escribió magistralmente, entre muchas obras, Los ríos profundos, Agua, El zorro de arriba y el zorro de abajo.

La palabra de Alfredo al estructurar su libro en 18 temas nos revela su sinceridad, su admiración por el escritor andahuaylino, su provechoso y definitivo, aunque breve, aprendizaje.

En el capítulo: Sybila, Pita dedica su esfuerzo a las disquisiciones de la opción política que ella asumió, posterior a la muerte de José María, y que la llevaron a ser condenada a 15 años de prisión. Y dentro de este mismo asunto, la persecución y exilio que padeció - talvez el amigo más querido de Arguedas-  el lingüista Alfredo Torero. “Escucharlos hablar, a José María y a él (A. Torero), era ponerse a la escucha de un horizonte cultural intuido, pero a la vez remoto y misterioso para mí” (pag. 50).

El autor de Días de sol y silencio ha recurrido a las imágenes atesoradas en su memoria y recuerdos, que conmueven y nos retan a reflexionar sobre la vida y obra arguediana que, valgan reiteraciones, ambas tienen la misma altura.

Alfredo lamenta no tener más fotografías que aludan a sus estancias de fin de semana en casa de los Arguedas; pero las que se incluyen en el libro son suficiente elocuentes. A mí me impresiona –y coincido con Alfredo- aquella que ilustra la tapa y que fue tomada por Olga Luna. Es notorio, además, la laboriosidad y esmero de nuestro amigo, el pintor y narrador Jorge Antonio Chávez Silva, en el retoque y tramado de esa foto.

Para concluir, las letras celendinas y del país han sido honradas con este trabajo intelectual de Alfredo Pita y con su trayectoria literaria que ya suma décadas.

Lima, febrero de 2012

viernes, 24 de febrero de 2012

Turismo y arqueología: EL ANTIGUO CÁPAC ÑAN ENTRE CHUMUCH Y KUÉLAP


Por: Tito Zegarra Marín.
Otro camino o ramal del Cápac Ñan de importancia que logró vincular a los antiguos pueblos de las culturas Caxamarca y Chachapoyas y que continúa vigente, aunque mermado parcialmente por el ingreso progresivo del sistema de carreteras, es el que se extiende desde el distrito Chumuch en la parte norte de la provincia de Celendín, hasta el Complejo Arqueológico de Kuélap en el distrito El Tingo, al sur de la provincia de Luya.

Hace algunos años que tuvimos algunas referencias de ese legendario camino: su origen prehispánico, las ventajas y beneficios que generaba al atravesar por varios pisos ecológicos, la conversión del valle de Mendán, en el río Marañón, en puerto dinámico e indispensable para las interrelaciones, y la utilidad que prestó y viene prestando a los pequeños pueblos asentados a ambos lados del Marañón. Pero lo que más llamó la atención fue la información referente a que ese antiguo camino conectaba directamente a Chumuch con Kuélap. Todo ello despertó fundadas expectativas y mucho interés por conocerlo, lamentablemente en la región cajamarquina es casi ignorado, no así en la región amazonense, donde lo están rescatando en su valía histórica y económica y, en los últimos tiempos, como ruta turística. El empresario Carlos Burga ha organizado varios tours con gente extranjera, en ese sentido.

A partir de esos informes, sobrevino pues, especial inquietud en explorarlo e indagar sobre su real dimensión, particularidades, contexto socioeconómico y su vinculación con la gran fortaleza de Kuélap. Es así como, conjuntamente con los amigos Rómulo Ocampo Zamora, Gilmer Araujo Vera, Wilder Sánchez Sánchez, Alberto Rodríguez Díaz, Práxedes Zegarra Aliaga y Diomedes Saldaña Briones decidimos recorrerlo y estudiarlo, pero el momento de emprenderlo se iba prorrogando una y otra vez debido a dificultades de índole económica, hasta que, recién en setiembre del 2011, logramos concretizarlo. Lo que sigue, es un resumen de lo realizado, encontrado y valorado.

Al norte de Celendín, pasando el valle de Llanguat se encuentra el distrito Miguel Iglesias, su capital Chalán y muy cerca de él, el distrito y la localidad de Chumuch. Son alrededor de 80 Km de carretera que se tiene que recorrer para llegar allí, en tiempo promedio de 3 horas. El derrotero que se sigue, siendo angosto y ondulado es reconfortante, pues el valle Llanguat siempre nos cautiva, el sitio La Catalina rememora a la gran hacienda del pasado, y luego el panorámico sitio de Pizón, en la cumbre de la subida donde se bifurca la carretera. Muy pronto arribamos a Chalán, pueblo de agricultores y chalanes en cuya plaza de armas y en su memoria se ha erigido una vistosa escultura alusiva al chalanero de poncho y sombrero montado sobre su brioso caballo negro. De aquí hasta Chumuch los escenarios naturales se presentan variados y exquisitos, concitando especial atención los famosos abismos de “La peña del diablo”. Eran las 5 de la tarde y llegamos a ese simpático pueblo de raíces históricas, desde el cual, iniciaremos nuestro recorrido.

CHUMUCH
Es un antiquísimo poblado que durante la colonia formó parte importante de la hacienda San Miguel de Chumuch. Cuando ésta se desintegra dando pie a la formación de otras menores, caso Rambrán, Chumuch continuó coexistiendo como influyente comunidad. Al crearse la provincia de Celendín, el 30 - 09 - 1862, adquiere la categoría de distrito abarcando casi todo el territorio de la zona norte. Sin embargo, cuando se crean  los distritos de Chalán (15-11-1940), Cortegana (16-10-1933) y Pallán (26-12-1996), esa área territorial fue severamente desmembrada. También existe Chimuch que es una pequeña comunidad, hoy caserío, del distrito de Cortegana. Ambos son topónimos parecidos, que deben derivarse del nombre de la cultura Chimú, de reconocida influencia en los pueblos de la cultura Caxamarca.

Actualmente, Chumuch es una pequeña pero agradable localidad que hace de capital del distrito. Como tal y por su alta ruralidad (92.41%), su gente vive atada a la tierra que les da el sustento pero no lo suficiente como para salir del marco de una drástica pobreza (59.8 %), aunque en los últimos tiempos se está haciendo extensivo la implementación de los principales servicios básicos a varios de sus caseríos y anexos. En sus territorios se encuentran interesantes sitios arqueológicos: Las Portadas, el Layo, Huarhuar, el Koloche y el Imperio, cuyos pobladores a partir de sus llactas respectivas, deben haber promovido la construcción de ese legendario camino hacia tierras de los kuelapenses El actual alcalde, profesor Jorge Rodríguez Micha, tuvo la gentileza de apoyarnos con alojamiento y alimentación y el amigo Félix Díaz, con una acémila para facilitar la corta e inicial subida, otros lugareños alentaron nuestra pequeña expedición e hicieron saber que el camino a seguir es efectivamente antiguo, bastante seguro, no muy extenso, y que fácilmente nos pone en el Marañón y los pueblos orientales.

Al salir de Chumuch, alrededor de las 4:00 horas, sin presagios de lluvia, leve claridad y el soplar fresco del amanecer, tuvimos la certeza que estábamos sobre las huellas de un camino prehispánico, pues por toda la pendiente que avanzaba se presentaba sólido, amplio y por partes empedrado. En una hora y minutos llegamos a la cima donde se ubica el abra para voltear, de nombre El Tambo, sin duda en referencia a un antiguo tambo o tamphus que habría existido y que fuera de tanta utilidad para la movilidad de los pueblos primigenios. Este lugar trajo a la memoria al sitio El Lanche, al voltear el cerro Jelig, pues ambos constituyen formidables miradores que tienen como fondo al reluciente río Marañón y las faldas azuladas de la Cordillera Central, con la diferencia que para el primero la distancia es más corta y de menos pendiente.

Reanudada la caminata, el día se anunciaba nublado y el ambiente algo brumoso, tal vez necesario para amenguar el calor que, se nos dijo, era candente y abrasador sobre todo al llegar al valle; el camino se dibujaba a la distancia: de travesías largas al inicio, extendido suavemente por terrenos rojizos en la parte media y con bastante pendiente y curvilíneo al llegar al Marañón. Y no hay duda que es camino antiguo, por el que también debe haber transitado gente incaica en sus afanes de someter a los chachapoya, pues presta las garantías necesarias y por lo visto prontamente nos coloca en las tierras orientales. Lo primero que observamos al iniciar el descenso fueron extensas laderas con vestigios de plantaciones de tuna, que debe haber sido muy aprovechada, sobrada razón para conocerlo a ese lugar como Las Tunas; continuando, poco más abajo y a corta distancia de la vía,  extremo derecho, se encuentra la misteriosa y amplia cueva de nombre Sapar, que sirve de morada para el descanso y guarecerse de la lluvia, en cuyas paredes interiores pareciera percibirse rasgos no definidos de pintura rupestre de color rojizo.

En el trayecto y en la medida que avanzamos, nos cruzamos con algunos arrieros y sus recuas de mulas cargadas de pacas de hoja de coca, de ellos recibimos su voz de aliento y algunas naranjas dulces. La vegetación en terrenos cercanos al camino es poco abundante, pues al parecer se carece de agua y no son muchos los manantiales, entre las pocas especies vegetales destacan el hualango (huarango), potes, palo de luz y mucho cactus; en las quebradas, si es notoria la presencia de bosques nativos. Pronto y luego de un tranquilo recorrido el camino nos puso en la fila de una regular colina de nombre Guayraconga, sitio de deslumbrante panorama, a partir de la cual, la bajada se tornaba más rígida y sin duda calurosa, allí descansamos, disfrutando de su bello paisaje.

El último tramo del camino, aparentando corto, sigue siendo sólido y amplio aunque sinuoso y duro para transitarlo, pues ocasionó cansancio y algunas molestias, pero la cercanía al Marañón y la belleza que irradiaba el valle y su pequeño pueblito metido dentro de él, nos dio fuerzas y ánimo para completar la jornada. Con curiosidad y mucha expectativa divisamos a la pequeña balsa que se trasladaba de un lado a otro y sobre la cual tendríamos que pasar dentro de algunos momentos. Ya frente al río, cierta inquietud y algo de temor parecía embargarnos, pero al ver que las aguas discurrían aparentemente tranquilas y sin atisbos de remolinos recobramos la serenidad, no obstante saber que por el interior del mismo esas aguas eran torrentosas y de mucho riesgo. Aún así, creo que nos sentimos ansiosos y dispuestos a cruzarlo de inmediato.

El ancho del río en esta parte es de aproximadamente 70 m., por cierto era época seca y de muy poca lluvia. Al poco rato llamamos al balsero que estaba al otro lado y en pocos minutos se puso a nuestra disposición: hombre fornido, de tez cobriza y cuajado por los años, su nombre: Segundo Dávila. Nos saludó y dio la bienvenida, aunque nos confesó que pensó éramos de la policía, por eso nadie atinó darnos el encuentro. Su balsa está hecha de doce palos extraídos de plantas de ese nombre fuertemente amarrados con cortezas de madera de la zona, y con otra hilera de palos más cortos superpuestos a los primeros, mide 5 m de largo por 1.80 de ancho, un solo remo y ningún otro dispositivo de seguridad. Subimos o saltamos con facilidad a ella y de inmediato zarpó deslizándose suavemente, sin sobresaltos y con la confianza infundida por el balsero. Fueron cerca de cuatro minutos de paciente prueba e inusual emoción que vivimos durante el poquísimo tiempo que duró el traslado.

MENDÁN
Es un atractivo valle verde, caluroso y productivo que se extiende por las estrechas playas formadas en las riberas del río Marañón, a la altura de los distritos Cocabamba (Luya) y Chumuch (Celendín). En el pasado formó parte de la hacienda también de nombre Mendán, donde los últimos inquilinos (familia Regalado), continúan siendo dueños de partes importantes. Alrededor de 150 familias viven allí, mayormente dispersas y casi todas dueñas de pequeñas parcelas, de las que viven. El cultivo de coca es la principal actividad, por lo cual muchas casas cuenten con una llamativa canchita de cemento para el secado de la hoja, y hasta allí, llegan gente de otras provincias para comprarla y trasladarla profusamente. La economía familiar, en ese sentido y auxiliada con el cultivo de yuca y frutales y cría de animales menores, se muestra algo solvente. Tuvimos conocimiento que aún subsiste la forma tradicional del trueque: campesinos de las partes altas bajan para intercambiar sus productos (tubérculos y granos) por coca, frutas y algunas aves domésticas, pero no es una práctica regular.

Actualmente Mendán es caserío del distrito Cocabamba, provincia de Luya, cuenta con instituciones educativas de inicial y primaria, puesto de salud y el servicio de luz eléctrica, a través del interconectado que viene del distrito de Chumuch. Allí contactamos con el Teniente del lugar Alfredo Tello, que nos alojó y atendió gratamente en su casa. Por la tarde conversamos con los moradores cuando estos regresaban de la chacra cargados de yuca, frutales y leña, mostrándose amables y comunicativos, la mayoría vinculados a Celendín donde estudian algunos de sus hijos, adquieren sus productos y hasta tienen sus casas particulares. Varios de ellos dejaron entrever su preocupación ante el proyecto energético que embalsaría las aguas del río hasta hacer desaparecer ese y otros valles, tenían razón. También fuimos informados que desde este lugar, efectivamente, el camino se divide en dos ramales por los que se continúa hasta encontrarse antes de voltear la cordillera, con dirección a María y Kuélap (María es un pequeño pueblo bellamente empedrado, a 8 Km de Kuélap). El primero sube por Quisquís y Buenos Aires y el segundo por Yomblón y Cocabamba, ambos son caminos conocidos, de importancia económica y de mucha proyección turística.

Optamos por la primera ruta y muy temprano, alrededor de las 3:30 am del día viernes 16, y haciendo uso de dos mulas que nos alquiló el señor Santos Barrera y un guía de la zona, partimos por el camino rumbo a Quisquís, ayudados por la frescura del ambiente y el tímido centellar de la luz lunar, y por cierto satisfechos de nuestro paso por ese tórrido lugar y dispuestos a cumplir con nuestro objetivo. Después de una regular travesía por el valle de penetración conocido como El Huayco regado por el río que también tiene el nombre de Mendán, el camino inicia la subida por las pendientes escarpadas y compactas que forman los ramales andinos de la cordillera central al caer al Marañón, sobre él avanzamos lentamente turnándonos en el uso de las acémilas. Ya casi al amanecer nos dimos cuenta que estábamos muy cerca del primer pueblito de nombre Quisquís, extendido sobre una estribación natural entre la zona yunga y quechua, con alrededor de 80 viviendas y rodeado de bosques naturales, tierras para la ganadería y  cultivos básicos. Debe ser pueblo antiguo, pues el nombre de Quisquís alude a uno de los bravos guerreros incaicos o general del inca Atahualpa que es probable se haya desplazado por esos terruños. Allí se descansó por pocos minutos y alentados por su amable gente, reiniciamos el viaje.

Al salir de este escondido caserío, el camino seguía siendo ancho y sólido y nos sorprendió la cantidad de agua que circula por esos territorios, incluso bordeando en algunos trechos al camino, razón por la cual la zona era húmeda y dotada de extensas áreas de bosques naturales (ishpingo, cedro, cheto, entre otros) y, en menor medida, de tierras  para la ganadería y agricultura. Sin embargo, esta área rural no está muy poblada, y en buena hora, porque la biodiversidad, fauna y flora aún se mantienen vivas, casi libres de la agresión descontrolada del hombre. Llamó la atención también los enormes maderos que en cantidades regulares están regados por varios sectores del camino, sin uso aparente, prácticamente desperdiciados. Los caudales de agua limpia seguían fluyendo por doquier, incluso formando pequeñas cataratas, y el panorama paisajístico se tornaba cada vez más espléndido y novedoso.

Un poco más arriba, llegamos al sitio El convento, que es un encantador paraje para el descanso en medio del camino y al borde de un cristalino arroyo, a partir de allí el camino bordea una pequeña cadena de predios verdes y productivos del lugar, de nombre El Gramalote, casi un lunar dentro de la exuberancia montañosa. El guía informó que por el extremo derecho subía el camino con dirección a Cocabamba pasando por la pampa de Tayabamba y el anexo de Yomblón y que en las cumbres a las que estábamos próximos,  había muchos restos de “gentiles” y de casas grandes en el camino, sin duda, tambos. Ya cerca del destino planificado, el camino se extiende por travesías con pocas quebradas e ingresa al pueblito esperado: Buenos Aires. Fueron cerca de 7 horas de recorrido que, por la majestuosidad del ambiente natural y el buen camino, casi no lo sentimos.

BUENOS AIRES
Pequeño, frígido y desolado es este nuevo paraje, ubicado en el límite de la zona jalca y puna, casi en la cúspide de la cordillera y hasta donde (desde el presente año 2011) llega la carretera, con servicio diario de camionetas en horas de la mañana. Son alrededor de 25 familias que viven aquí, y oh sorpresa, todas provenientes de Celendín, específicamente del caserío La Manzana. La señora Mariana Arteaga es de las más antiguas, dueña de un pequeño negocio en cuya casa pernoctan los viajeros, nos atendió amablemente y narró cómo llegaron a este lugar: su padre, antiguo peón de la hacienda, logró comprar el pedazo de tierra en la que viven, tras él y desde hace 20 años, vinieron otros miembros de la familia, algunos casados y otros muy jóvenes, y también amistades cercanas, y así formaron ese pueblito. A no dudarlo, un caso de migración familiar por arrastre. La pequeña aldea de Buenos Aires está en trance de crecer, ya tiene escuela unidocente, cableado de luz eléctrica que viene de Mendán, agua, carretera y creo, mucho futuro. Su gente vive de la agricultura, con productos realmente orgánicos, exentos de insecticidas y pesticidas, aire limpio y mucha esperanza.

Desde este lugar observamos el camino antiguo que se deslizaba por la zona puna, ya cerca para voltear la cordillera, convertida en ruta alterna ante cualquier circunstancia que afecte la movilidad por carretera. Se nos informó que poco más adelante y antes de llegar a María el camino pasa por los sitios conocidos como el Rollo, Mendalón, La Hoyada en la laguna Cochacuella y Pasa Breve, que es el abra para descender a María. Por la tarde, recorrimos algunas colinas y volvimos a comprobar la plenitud de bosques naturales que reverberan a lo lejos, por eso es que, como no podía ser de otra manera, muchas viviendas están construidas de madera con techo de calamina y paja. Se nos hizo conocer también que de allí a poca distancia (alrededor de 5 Km.), se encontraba el sitio Las Arenas, de donde un ramal de carretera venía a Buenos Aires y el otro (en construcción), se dirigía a Cocabamba. Supimos igualmente que algunos grupos de turistas patrocinados por Carlos Burga llegaron hasta este lugar por la ruta que hemos seguido, para luego ser recogidos por movilidad particular y trasladarlos a María y Kuélap.

Al día siguiente, gente del lugar y algunos viajeros esperan impacientes la llegada de la camioneta que hace servicio de transportes de pasajeros. Pronto llegó y hubo aglomeración para ganar un espacio donde viajar, fue entonces que saltamos a la tolva y apretujados nos acomodamos en medio de la carga. En pocos minutos salimos de esa solitaria y simpática aldea, la carretera se veía sin afirmar, angosta y de muchos baches, pero casi sin precipicios. El piloto no tenía en cuenta esas condiciones y corría sin control. Muy rápido llegamos a Las Arenas (sitio de mucha arena) y luego de breves intercambios de carga y pasajeros continuamos por los bordes de la cordillera hasta remontarla y descender hacia María.

Al recorrer las explanadas frígidas de la puna observamos a poca distancia la impresionante laguna Cochacuella, separada por solo 18 km de la fortaleza de Kuélap, y, por trechos, divisamos al antiguo camino que entre visible y oculto debido a  la crecida abundante de ichu, avanzaba hacia el mismo destino. Minutos después volteamos la cordillera por el abra “Pasa Breve”, a 3460 msnm., e iniciamos el corto descenso con dirección a María. Mientras tanto, el antiguo camino, después de voltear la cordillera por el mismo pasaje, desciende en forma más directa, con menos travesías y curvas, cercado de vegetación y no tan alejado de la carretera y por ratos visible hasta llegar al indicado pueblo. María es un antiguo villorrio de piedra (calles y veredas), encantador para mi gusto, hoy distrito de Luya, a partir del cual, el camino prehispánico en gran parte debe haber seguido por lo que hoy es la carretera hasta arribar a Kuélap. De María y haciendo uso del servicio de taxi, rápidamente llegamos a las puertas de esa monumental fortaleza; el taxista, casi indignado, nos hizo saber que empresas mineras han denunciado terrenos colindantes a ese valioso complejo arqueológico.

KUÉLAP
Cerca de tres horas estuvimos recorriendo sus espacios arqueológicos, volviendo a admirarlo desde dentro, en mi caso, por sexta vez y como no, rendidos ante esa grandiosidad pétrea, artística y cultural que dejaron los antiguos chahapoya. Ubicado a 3200 msnm, con murallas de hasta 20 m de altura y con cerca de 400 recintos circulares en su interior. Para la arqueóloga Inge Schjellerup, Kuélap y Papamarca fueron los pueblos más grandes de los chachapoya.

De Kuélap, teníamos previsto bajar a pie por el antiguo camino que conduce a la localidad El Tingo, al borde del río Utcubamba, y así lo hicimos, ya sin prisa y sorteando algunos anuncios de lluvia, por camino amplio, firme y seguro. Nos cruzamos con algunos grupos de turistas extranjeros que subían a paso lento, muchos terrenos cultivados y de pastizales para el ganado y gente atenta que nos deseaba buen viaje. Después de 3 horas de caminar y un tanto agotados, llegamos a esa conocida localidad. Al día siguiente tomamos el bus con dirección a Celendín, pasamos Leymebama, la cordillera central pero esta vez por Calla Calla (abra Barro Negro a 3620 msnm) y el río Marañón, en Balzas y cerca nomás, Celendín. Una gran vuelta o un gran circuito turístico que vale la pena impulsar.

Como corolario, debo destacar el origen histórico y la importancia  socioeconómica de ese camino, basado en los siguientes elementos: a) Las condiciones geográficas de la zona permiten colegir que desde tiempos primigenios hubo necesidad de construirlo para aproximar a pueblos relativamente cercanos de ambos flancos del Marañón, b) El valle de Mendán en el río Marañón, de importante capacidad productiva y utilidad estratégica, fue clave para proyectar e implementar esa ruta con proyección intrarregional, c) La topografía por donde sigue su curso permitió fácil desplazamiento por 4 pisos ecológicos con fines de intercambio y aprovechamiento económico, d) La ecología y biodiversidad de los territorios por los que circula es abundante, rica y se muestra conservada y, e) Kuélap y los pueblos asentados en sus alrededores y en muchas de esas cumbres, al parecer fue el destino final de ese gran camino. Hoy en día lo sigue siendo, en especial desde la perspectiva turística y como factor de integración regional, con proyección hacia la Amazonía.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Autobiografía: MARIÁTEGUI Y MI PRISIÓN


Por Nazario Chávez Aliaga.
Entre los varios asaltos en Lima, por la policía, a la casa del notable escritor, José Carlos Mariátegui y la incautación en su biblioteca de documentos y cartas, en los que yo exponía mis puntos de vista sobre la orientación más definida que debiera dársele a la revista "AMAUTA", determinaron mi captura en Cajamarca y mi inmediato traslado a la Intendencia de Lima.

Sin proceso de ninguna clase, permanecí seis meses en prisión, como si se tratara de un preso común, sujeto a todas las privaciones más elementales, que la dignidad del hombre exige.

Cuando Mariátegui se enteró de mi prisión y las causas que la originaron, no sólo que deploró lo sucedido, sino que me llegó a ofrecer su ayuda personal, que era lo único que podía ofrecerme en este caso. Como era natural expresé a Mariátegui mis agradecimientos, que era para mí también lo único que podía retribuirle.

En una nota escrita a vuelo de pluma, le decía a Mariátegui, "no se preocupe mayormente por mi detención, Ud. sabe bien que la verdadera, la auténtica libertad está en la prisión. Muchos hombres de recta conducta, estuvieron presos en el pensamiento de los demás, en la conciencia de sus admiradores. Jesús, por ejemplo, estuvo preso muchos siglos en el corazón de los hombres de la cristiandad. Y es que no hay, ni puede haber santos sin pecado. La libertad del escritor —bien lo sabe usted— está en el silencio del presidio. Por eso se ha dicho, también, que la literatura es la libertad absoluta del escritor".

José Carlos Mariátegui,
 insigne pensador, fundador de la
 importante Revista Amauta,
de gran trascendencia en las
 juventudes latinoamericanas.
Recuerdo bien que las autoridades de policía pretendieron obligarme a suscribir un documento abjurando de mis ideas políticas. Protesté de semejante proposición y en tono altivo y enérgico les dije: "A un caballero como yo, no se le puede ultrajar de este modo. Ustedes pueden hacer conmigo lo que quieran, pero no están autorizados a ultrajar a nadie". Mi actitud resuelta y firme fue una lección ejemplar que no sé si la aprovecharían. No lo sé.

Cuando salí de la prisión, lo primero que hice fue visitar a José Carlos. Nos dimos un estrecho abrazo. Conversamos largamente y me invitó a almorzar. Era muy agradable escuchar la palabra fervorosa y apostólica de Mariátegui. Verdaderamente tenía un gran sentido humanista, que habría que aprovecharla de la mejor manera. Tocamos en nuestra charla muchos puntos importantes que le había hecho conocer a través de mis cartas sobre la revista "AMAUTA". Me hizo el encargo de ver la forma de conseguir algunos fondos para hacer venir al Perú a Eudocio Ravines, uno de los mejores economistas de nuestra gene­ración y que se encontraba deportado en París. Encargo que cuando regresé a Cajamarca, cumplí debidamente, organizando kermeses y funciones cinematográficas, que sumaron una buena cantidad de dinero que envié a Lima. Igualmente me recomendó hacer una gira por todos los pueblos del departamento de Cajamarca, llevando la palabra ardorosa de nuestra lucha por la reivindicación de la clase aborigen; encargo que cumplí a su vez con un riesgo de una captura provisional que sufrí en la provincia de Chota.

Del libro Autobiografía. Nazario Chávez Aliaga.



lunes, 20 de febrero de 2012

Artículo: YO GANO, TU GANAS, TODOS GANAMOS; CONCERTANDO PARA DESARROLLARNOS


Escribe: Homero Bazán Zurita

Todos los pueblos de la tierra, sin excepción, confrontan problemas de diferente tipo. Los pueblos desarrollados, de los cuales se podría pensar que sus habitantes viven en un paraíso, sin necesidades insatisfechas, también presentan índices de desempleo y subempleo, grupos marginados, hacinamiento, falta de acceso a la salud y educación, y aún pobreza, al margen de otras dificultades como la seguridad ciudadana perturbada por altos niveles de delincuencia y drogadicción, epidemias como el SIDA, pérdida de valores familiares, elevadísimos índices de divorcios, consumismo, contaminación, etc.

Países como los nuestros, llamados subdesarrollados o en desarrollo, afrontamos otras categorías de problemas sociales, económicos y ambientales. En el Perú, verbigracia, la pobreza afecta a prácticamente la mitad de los peruanos; los indicadores de atención de servicios básicos (agua, desagüe, electricidad), de salud, de educación, de empleo, de pro-ducción, de ingresos, de dependencia económica, de vivienda, de infraestructura vial, de presión sobre el uso de los recursos naturales, son francamente negativos y nos ubican, todavía, en lugares de retaguardia en cuanto se refiere a desarrollo humano a nivel mundial.

La mayoría de nosotros esperamos y creemos firmemente que la solución de dichos problemas les compete exclusivamente al gobierno y a sus autoridades; en las ciudades y centros poblados suponemos que es responsabilidad particular de los gobiernos locales o municipales. Esto no es cierto, el compromiso para acabar con nuestras necesidades debe ser de todos los que habitamos el territorio nacional.

Precisamente, como una estrategia para enfrentar eficazmente los problemas -los que no se podrán disminuir sólo con una serie de esfuerzos aislados- es que surge como alternativa la propuesta de la concertación. Esta concertación, cuya acepción es componer, ordenar, armonizar, ajustar, pactar, concordar, convenir y «traer a identidad de fines o propósitos cosas diversas o intenciones diferentes», es un mecanismo para juntar ideas, esfuerzos y recursos, para lograr el desarrollo.

Lo que se busca es la participación interinstitucional y ciudadana, pública o privada, como un espacio para proponer planes, definir proyectos y buscar financiamientos, dando respuesta a necesidades concretas y prioritarias de las poblaciones y los pueblos.

En la provincia de Cajamarca, a iniciativa de su Municipalidad, la llamada Mesa de Concertación viene funcionando desde 1993, y es un reto lleno de posibilidades, pero también de dificultades e incomprensiones. Pero todo indica que el modelo es viable, democrático y participativo. En 1995 «La Mesa de Concertación: una experiencia de gestión para el desarrollo» fue escogida como la mejor práctica a nivel nacional, de entre 30 años experiencias presentadas, para la Cumbre Mundial sobre Hábitats Urbanos (Estambul, Turquía, junio de 1996).

En el distrito de Sucre, con serios problemas de pobreza y de necesidades básicas insatisfechas, y con bajos niveles de producción y productividad, como nos indican los Censos Nacionales de Población y Vivienda de 1993 y el Censo Nacional Agropecuario de 1994, ¿Por qué no iniciar el proceso de concertación para contribuir a la solución de los problemas? ¿Por qué no convocar, ya, a los sectores públicos, privados, gobiernos locales, organizaciones de base, empresarios, comerciantes y ciudadanía en general, para trabajar por el desarrollo distrital?

Recursos humanos y materiales, y alternativas, no faltan. Hay que empezar por las autoridades, instituciones y ciudadanas y ciudadanos sucrenses que viven en el lar materno y, luego, llamar a integrarse a los hijos de Sucre que viven fuera de la tierra y destacan en varias actividades a nivel nacional e internacional.

Hay que agruparse en torno a objetivos y propósitos integrales, y por definir los ejes temáticos o áreas de acción. La provincia de Cajamarca, por ejemplo, ha puntualizado las áreas de Recursos Naturales y Producción Agraria, Medio Ambiente Urbano, Turismo y Patrimonio Cultural, Educación y Cultura, Producción y Empleo y Población, Mujer y Familia. Estos temas pueden ser un modelo a seguir.

Todos, en la medida de sus posibilidades, pondrán su grano de arena para construir un entorno más saludable, más habitable, con mejores condiciones y calidad de vida para Sucre y sus pobladores. El reto puede ser difícil, pero no imposible y, en todo caso, edificante.

De la revista El Labrador, mayo 1997.

domingo, 19 de febrero de 2012

Entrevista: Al DR.VICTOR RODRIGUEZ CHAVEZ

Entrevista de Tito Zegarra Marín.

E1 Dr. Víctor Rodríguez Chávez es uno de los sucrenses que, al bordear los 90 años conserva una lucidez admirable, cordialidad y buen humor, propios de un profesional exitoso, de un hombre de vida fecunda. A continuación la presente entrevista.

T.Z.M. Dr. Rodríguez, primeramente cuéntenos de aquellos momentos gratos e inolvidables que vivió durante su infancia en la tierra querida.

V.R.CH. Muy bien, yo fui pastor de vacas. En ese pastoreo me dedicaba a buscar, cazar y criar pajaritos; eran épocas de maizales, en la Pampa Grande, por Chulipampa, el Isco y otros. Luego me dedicaba a sacar cabuyas de las pencas para hacer cordeles que nos eran de utilidad. Como pastor, recuerdo de un enorme carnero que tenía, bravo, hermoso, y muchas veces me defendía.

T.Z.M. Y su Escuela, Doctor, sus maestros, ¿qué recuerdos tiene Ud. de ellos?

V.R.CH. He tenido buenos maestros: Manuel Gil es uno de ellos; luego Demetrio Sánchez con quien aprendí las primeras letras. Recuerdo de una fuerte competencia entre mi Profesor Demetrio Sánchez y Saúl Silva, casi una lucha en la que las mujeres fueron las motivaciones, como mi tía Clarita Rodríguez. Al final quedaron dos escuelas fiscales, pero eran muy pobres, asientos de maguey. Demetrio Sánchez fue un excelente profesor, estudió en La Cantuta.

T.Z.M. Como muchos de nosotros, Ud. Tuvo que salir de Sucre, en plena juventud: ¿cómo lo recuerda al Huauco de ese entonces?

V.R.CH. Yo salí por el año de 1928, y bueno, había pocas casas; no había eucaliptos, sólo dos, muy gruesos, que estaban en la casa de mi tío Ambrosio Chávez; las familias principales las conformaban los Zelada, que siempre eran autoridades; el Sordo Jesús Aliaga; los Rodríguez y otras, había dos escuelas, como ya lo dije. La laguna en las épocas de lluvia era inmensa, cubría todo el valle, tapaba los maizales y cuando esto sucedía los choclos eran comunes, todos cogían sus choclos, nadie se molestaba. Por esta época murió ahogado don Joaquín Marín al buscar huevos de patos, que habían muchos; nosotros los buscábamos para convertirlos en patitos y también comerlos.

T.Z.M. Sobre la Iglesia de Sucre, Dr., aquella monumental y hermosa obra, ¿Qué sabe de su construcción?

V.R.CH. La Iglesia es realmente muy bonita. En su inicio tuvo sus torres que luego se cayeron. Recuerdo de una enorme escalera por la cual subíamos a una de las torres para jugar el "chano docena". Ya no conocí al Padre O. Haya, que fue el gestor de esa obra. Mi madre nos llevaba a rezar, no había asientos, había mucha fe por San Isidro Labrador.

T.Z.M. ¿La producción en ese entonces qué características tenía, cubrió las necesidades de la población?

V.R.CH. El maíz fue la base, de allí se derivaba todo; también el trigo, y en épocas buenas había abundancia, no así en épocas de mucho verano, sequías. En las jalcas también se pro­ducía, y gratis por que los terrenos no tenían dueños. Yo he ido a las jalcas desde muy niño y no tenía miedo.

T.Z.M. El Huauco de ese entonces tuvo mucha relación con Chachapoyas. ¿Cómo percibió Ud. esa vinculación?

V.R.CH. Sí, existía el arrieraje. Don José Chávez, papá de Almanzor tenía más de 50 mulas en las cuales transportaba los productos desde Cajamarca a Chachapoyas. Hubo también otras familias, muchas se quedaron en Chachapoyas y otras fueron más al oriente, había mucho intercambio comercial. La gente se dirigía por allí.

T.Z.M. Volviendo a la Laguna, ¿cree Ud. que debía desecarse o convertirse potencialmente en un atractivo turístico?

V.R.CH. Yo ya no estuve cuando se desecó; pero se hizo bien. El Dr. Clodomiro Chávez lo prometió y cuando llegó al Parlamento lo cumplió; el que dirigió la obra fue el Ing. José María Zegarra. Por esa época no se pensaba turísticamente. Recuerdo que Aladino Escalante, uno de los hijos más eminentes que ha tenido el Huauco, enrolado a una religión, viajó a Inglaterra por 14 años, estudió en Escocia, regresó como pastor protestante; hablaba 4 idiomas y murió pronto; recuerdo que él se interesaba en la laguna como promesa turística.

T.Z.M. Y cuéntenos el itinerario de su vida al salir de Sucre y también su trayectoria profesional.

V.R.CH. Salí primero a Huamachuco, muy joven, invitado por mi hermano Elías y con una esperanza muy grande, porque hasta ese año no tenía la idea de educarme y de que mis padres iban a salir de la pobreza. Yo era también peón, ganaba 20 centavos y los ahorraba, era admirador de la plata, la soñaba, guardaba centavo a centavo. Mi hermano Elías me escribió una carta histórica, por ella fui a Huamachuco a pie y estudié en el Colegio San Nicolás. Después fui Trujillo donde me gradué de Abogado y luego a Lima donde me recibí de Doctor en Derecho.

T.Z.M. Y cómo llega a Cajamarca Dr., donde efectivamente va a descollar como hombre de leyes.

Arrieros en la plaza del Huauco..
V.R.CH. Yo primero estaba por ir a Moyobamba o Iquitos, en tanto Huamachuco me resultó muy pequeño. Ulises Díaz me invitó a Cajamarca, aquí sólo había dos abogados: el Dr. Peña y el Dr. Horna, pariente nuestro. Ulises Díaz me facilitó su casa y así me quedé, que de paso me ha ido bien, muy bien. Cargos públicos no los quería, me propusieron como Vocal a la Corte Superior y Suprema, pero no los acepté. Tenía mucha clientela y todos mis juicios los ganaba. Nunca defendí juicios entre hijos de Sucre.

T.Z.M. Nos alegran sus éxitos profesionales, Doctor. Queremos peguntarle ahora sobre dos destacados hijos de Sucre: Clodomiro Chávez Mariñas y Alcibiades Horna Marín.

V.R.CH. Sobre el primero, Clodomiro Chávez, fue muy inteligente, temporalmente trabajé con él en su estudio en Lima, vivía modestamente, fue deportado a Argentina, no tenía ambición al dinero, y como parlamentario fue de una gran lucidez y demasiado valiente, emocionaba escucharlo. Sería bueno que lean sus crónicas parlamentarias.

Alcibiades Horna Marín, mi primo, hijo de José Horna, es uno de los pocos o tal vez el único que quiso muchísimo a Sucre, lo visitaba constantemente, dejando todo quehacer. Era capaz de dar su vida por su pueblo. Aquí en Cajamarca fue un exitoso empresario, se interesó por el periodismo y llegó a ser regidor y Teniente Alcalde.

T.Z.M. Volviendo al Dr. Clodomiro Chávez, ¿Ud. recuerda de aquél ingrato incidente en Celendín como consecuencia del calor de la campaña política?

Clodomiro Chávez A.
V.R.CH. Yo estuve allí, era muchacho, pero quiero decirles que nuestro pueblo fue muy unido, hemos querido a los hombres por el ejemplo y amor a la tierra, no había divisiones. Su madre era ejemplar, Clodomiro siempre nos visitaba y vestía al estilo de la tierra. No recuerdo que se haya dedicado con intensidad al proselitismo político, o las campañas; creo que su error fue no visitar a los distritos. Las mujeres lo admiraban y siempre había reuniones cuando llegaba.

A Celendín ingresó acompañado de una gran muchedumbre a caballo, unos 500, entre del Huauco, Lucmapampa, Huacapampa, de las jalcas. El ingreso fue pacífico pero algunas familias celendinas odiaban gratuitamente a Clodomiro y desde sus balcones arrojaban alfalfa. Entonces, ante esta provocación, reaccionaron los chavistas, se hizo tronar a los caballos y Celendín tembló, se convirtió en un cementerio, ni un alma, creo que llegaron más acaballados, la ciudad parecía tomada, fue una buena lección.

T.Z.M. Ud. Siempre ha estado vinculado con nuestro pueblo; lo ha visitado; ha tenido algunos proyectos. Desde su punto de vista, ¿qué cree que es necesario para impulsar su desarrollo?

V.R.CH. El progreso es natural; no hay directiva que lo haga cambiar de la noche a la mañana. Huauco quiere decir Tambo, auspicio. La casa de Manuel Rodríguez Chávez era la casa posada para trasladarse al oriente. Sucre debe progresar: depende mucho de sus hijos, de la juventud; pero hay que trabajar duro. El Común, El Sauco deben servir a su progreso y a la gente pobre. Hay la pampa de Combayo, que no pertenece a Sucre y que queda al pie de Oxamarca. Esta pampa, con inversión y en el futuro puede ser pilar para el despegue de todos esos pueblos, ya que es muy grande.

T.Z.M. Finalmente Dr., ¿cuál cree Ud. que es el peor defecto del sucrense y cuál su mayor mérito?

V.R.CH. El peor defecto es que son costumbristas, aunque sean ricos, los mismos estilos, el mismo ropaje, el fondo, el sombrero, el poncho; aunque imagino y espero que haya cam­biado en las nuevas generaciones.

El mayor mérito, ser emprendedor, ambicioso, soñador. En el pasado fue muy solidario, unido; hoy desconozco, por mi edad y mi salud.

Infinitas gracias. Dr. ha sido muy grato conversar con Ud.

De la revista El Labrador, mayo 1997.

 

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